domingo, abril 25, 2010

Una Marvel más oscura, violenta y divertida

No, no me estoy refiriendo a “Dark Reign”, la cosa esa perpetrada por Brian Michael Bendis tras el mega-evento sacacuartos que en su día fue “Secret Invasion” (justo donde servidor dejó de interesarse por la continuidad oficial del universo 616 marvelita). Hablo del sello Icon, que en los últimos tiempos no sólo ha alumbrado los que son, en mi nada modesta pero siempre discutible opinión, los mejores tebeos de la compañía en años sino, salvo excepciones muy (pero que muy) concretas, los únicos que merece la pena leer de cuantos la subsidiaria de Disney publica en la actualidad.

No hace mucho vimos editado en nuestro país el recopilatorio de la primera miniserie del “Incógnito” de Brubaker y Phillips (que, pese a no ser tanto como nos pretendían vender, no estuvo nada mal), mientras que la edición de la otra obra para Icon de ambos autores, “Criminal”, continúa siendo una de las alegrías más destacadas del mainstream USAmericano actual (y una de las series de género negro de referencia junto al soberbio “Scalped” que Jason Aaron y R.M. Guéra están desarrollando para la Distinguida Competencia).

Hace apenas una semana Panini publicó otras dos novedades del sello que también se merecen cierta atención.


Tenemos por un lado el “Kick-Ass” de Mark Millar y John Romita Jr., sincera (aunque bastante elemental) fantasía adolescente sobre la posibilidad de convertirse en un super-héroe en el mundo real. Sin poderes ni gadgets, sólo con un disfraz feísimo y muchas ganas de recibir patadas hasta en el carnet de identidad. El protagonista, Dave Lizewski, es un estudiante de instituto, algo salido (como todos a su edad, faltaría más) y fascinado por los comics de Marvel y DC, que un buen día decidirá probar suerte como justiciero urbano bajo el estrafalario alias de Kick-Ass. La gracia del asunto no es tanto la parte propiamente super-heroica del argumento (los villanos son arquetipos del nivel más básico y las escenas de acción, pese a ser resultonas, no aportan absolutamente nada que no hayamos visto ya una y mil veces) como la voluntad epatante de Millar en cada línea de diálogo (o de monólogo interior de Dave).


Empleando referencias cinéfilas, tebeísticas y culturales de última hora (las redes sociales de internet juegan un papel importante en la ensalada de astracanadas planteada por el guionista), el enfant terrible escocés (que de terrible no tiene tanto como lo pintan) vuelve por los vericuetos ya transitados en “Wanted (Se busca)” para explorar las fantasías del perdedor que sueña con distanciarse del resto de grises miembros de su entorno y darle un significado a su vida más allá de la opresiva rutina diaria y el saber que la mediocridad es lo máximo a lo que uno puede aspirar. De nuevo hay ecos de Chuck Palahniuk y de nuevo la sensación de que Millar quiere provocar a cualquier precio, aunque esto implique que, cuando la historia precise de cierto desarrollo más allá de las pajas (mentales y literales) del protagonista, las decisiones a tomar (la irrupción de Big Daddy y Hit Girl como pilares fundamentales del nudo argumental) rompan la sensación de cercanía e identificación que hasta entonces había logrado el tebeo.


No es necesariamente malo. El nivel de violencia tiende a partir de entonces a infinito, aunque sea una violencia de mentirijilla que uno no pueda tomarse demasiado en serio (más próxima a “Kill Bill” que al cine de Takashi Miike), y la importancia de los personajes se diluye en un carrusel de hostias divertidísimo que se aleja mucho de los estándares de corrección habituales en los tebeos de la Casa de las Ideas.


Romita Jr., dibujante correcto (y rápido) con un estilo carismático (no es de mis favoritos, pero reconozco que siento simpatía por su trazo grueso y sus autoconscientes limitaciones anatómicas) entrega un trabajo más en su larga trayectoria, y uno no siente una especial pasión en su arte pero tampoco un desinterés manifiesto. El tío produce páginas como quien hace fotocopias y parece tenerle pillado el punto al ritmo de casi cualquier relato (sin grandes alardes narrativos, claro) y a la expresividad de los personajes. Lo que se dice un dibujante con oficio, vamos.

Sabiendo de antemano lo que Millar y Romita Jr. pueden ofrecerme (que es menos que muchos otros pero mucho más que una gran mayoría de los autores del mainstream USA actual), este “Kick-Ass” no me ha decepcionado en absoluto. Yo quería violencia, humor burro, personajes simpaticones sin excesiva profundidad y algo de esa mala leche literaria que siempre se desprende de los diálogos de Millar (por lejos que estén los buenos tiempos de su “The Authority” o del primer volumen de “The Ultimates”). Y me lo ha dado, vaya si me lo ha dado.

Falta por ver ahora si la adaptación cinematográfica que llegará a nuestras pantallas el próximo 4 de junio hará gala de las mismas virtudes. Las primeras críticas al respecto parecen esperanzadoras.


Por otro lado, Panini continúa con la publicación de “Powers”, la serie religiosamente dibujada por Michael Avon Oeming y escrita por el mejor Brian Michael Bendis de que un servidor tiene constancia.


Decía en el primer párrafo que “Dark Reign”, la “situación” actual de la continuidad marvelita en nuestro país (en EE.UU. ahora “disfrutan” de algo llamado “Siege” que no quiero mirar ni por el rabillo del ojo), me parecía una tomadura de pelo de Bendis, un guionista al que sus años de estancia en Marvel han ido hundiendo cada vez más profundamente en el lodo de la mediocridad (y más abajo aún). Por eso siempre me sorprende comprobar la excelente salud que su trabajo literario todavía mantiene en “Powers”. Llevamos publicados en España más de 50 números de esta serie surgida bajo el paraguas de una renovada Image (y posteriormente asimilada por Marvel bajo su sello Icon) y parece que al escritor no se le vayan a terminar nunca las buenas ideas. “Cósmico”, décimo recopilatorio de la serie, sigue siendo una excelente muestra de ello.

Parece claro que la entrega de Bendis a esta colección es muy superior a la del resto de sus actuales publicaciones, a las que no puedo evitar considerar meros encargos alimenticios. La frescura de diálogos que ya se apreciaba en “Alias” o en su añorada etapa en “Daredevil” (una de las mejores que ha vivido el personaje) sigue haciendo acto de presencia en las desventuras de la pareja de policías formada por Christian Walker y Deena Pilgrim, detectives especializados en casos que involucren a seres super-poderosos.


Poco se puede apuntar sobre el argumento de este décimo tomo sin estropear de mala manera todo el recorrido precedente, así que me conformaré con decir que “Powers” es una de las pocas series regulares de super-héroes que realmente me hace sentir la magia del género en la actualidad. Y es que, dejando a un lado el estupendo “Invencible” de Robert Kirkman y Ryan Ottley, no hay ahora mismo un tebeo de super-cachas que me sorprenda y enganche como éste. Y si además el equipo creativo sabe que tiene toda la libertad del mundo para putear a sus personajes tanto como les apetezca, mejor que mejor.


La conclusión más obvia, claro, es que las restricciones de una continuidad dirigida desde la cúpula editoral son intrínsecamente negativas para el resultado final de un tebeo, siendo sólo las cabeceras que no dependen más que de sí mismas y del buen criterio de sus escritores y dibujantes las que finalmente terminan alzándose de entre los abismos de ínfima calidad imperantes.

En Marvel eso sólo tiene cabida dentro del sello Icon, así que espero que éste dure lo máximo posible. Más aún cuando acaba de anunciarse la adquisición por su parte de la colección “Casanova” escrita por Matt Fraction y dibujada por Gabriel Bá y que, a falta de haber visto poco más que las portadas y alguna viñeta dispersa, tiene una pinta interesantísima.

sábado, abril 24, 2010

Paralelismo

Un poco de optimismo de la mano de Joseph y Zooey.

Después de todo aquello, resulta que aún les quedaba un baile más por compartir.

Otro clavo

(…)
All my bones they are gone, gone, gone
Take my bones, I don’t need none
Cold, cold cupboard, lord, nothing to chew on!
Suck all day on a cherry stone

Dig a little hole, not three inches round
Spit your pit in the hole in the ground
Weep upon the spot for the starving of me!
Till up grow a fine young cherry tree

Well when the bough breaks, what’ll you make for me?
A little willow cabin to rest on your knee
What’ll I do with a trinket such as this?
Think of your woman, who’s gone to the west

But I’m starving and freezing in my measly old bed!
Then I’ll crawl across the salt flats to stroke your sweet head
Come across the desert with no shoes on!
I love you truly, or I love no-one
(…)


[Hace un par de años me pasó lo que a casi todos los modernillos de este país: me enamoré de Lourdes Hernández. De Russian Red, quiero decir. A Lourdes no la conozco (bueno, me crucé con ella hace un par de semanas ojeando DVD’s en la FNAC, unos meses antes en un H&M y en diciembre del 2008 en un concierto, pero ya me entendéis). El caso es que me enamoré de su disco “I love your glasses”. De su “Cigarrettes” y su versión del “Girls just wanna have fun”. De su voz, sobre todo. Una voz que creía especial, maravillosa y única. Hasta que hace unos días descubrí a Joanna Newsom y comprendí que la voz de Lourdes sólo es especial y maravillosa. Joanna Newsom, me temo, es todo lo que a Russian Red le gustaría llegar a ser. Compositora virtuosa, letrista con sentido de la maravilla, arpista con clase. Su álbum “Ys”, que conocí gracias a uno de esos libros de “1001 discos que bla bla bla…” es, a falta de una definición más exhaustiva, una excéntrica genialidad. Ninguno de sus cinco cortes baja de los siete minutos (el más largo, este “Only skin” cuyos versos abren la entrada y que podéis ver en YouTube en dos partes, aquí y aquí, casi alcanza los diecisiete). Todos ellos beben de la música barroca, los mundos fantásticos y el folk acústico a partes iguales. Y están interpretados por la prodigiosa (y muy particular) voz de Joanna. Que suena como Russian Red. Pero antes de Russian Red. Y acaso mejor. Espero que no se me malinterprete: me sigue gustando Russian Red. Me sigue gustando su voz. Me siguen gustando “Cigarrettes” y “Girls just wanna have fun” y su álbum “I love your glasses”. Y tengo ganas de que saque nuevo disco. Pero ahora estoy enamorado de Joanna. De su música, quiero decir. Un clavo saca otro clavo, ¿no?]

[Quien quiera saber más sobre Joanna Newsom, por cierto, puede leer la crítica de su último disco, “Have one on me”, en el estupendo blog vecino (pero vecino del quinto, yo aún estoy en el bajo izquierda) “El pequeño misántropo en el país de los sueños”. Cuando servidor acabe de exprimir todo el zumo de “Ys” dedicará la merecida atención que el disfrute del triple LP de marras requiera.]

jueves, abril 22, 2010

Beethoven y mi mamá

No creo que mi madre se parezca mucho a otras madres que hay por ahí.

A veces discutimos, como asumo que todo el mundo hace de vez en cuando con su progenitora. Otras veces la saco de quicio por cosas que digo o hago sin pensar y que a ella le duelen. Más que nada porque ella quiere siempre lo mejor para mí y tal vez sospeche que yo, con según qué actitudes, no voy a lograrlo. No digo que sus recelos siempre resulten acertados, porque creo que con los años he conseguido alcanzar al menos la madurez suficiente como para permitirme no opinar lo mismo que ella en todo, pero jamás podré dudar de que si a veces me infla un poco las narices lo hace precisamente porque cree que así está ayudándome.

En eso, supongo, sí se parece a muchas otras madres.

Pero en ocasiones también hace cosas como llamarme a las doce de la noche para decirme que ha escuchado el cuarteto de voces del “Fidelio” de Beethoven y se le han llenado los ojos de lágrimas. Así de simple. Ha oído algo increíblemente hermoso y se ha acordado de mí. Supongo que eso lo resume todo.

Y en esos momentos yo me alegro de que esa señora sea mi mamá, ¿sabéis?

lunes, abril 19, 2010

How the West was lost

Hace un tiempo que no hablo de series de TV.

Tal vez sea porque, exceptuando “Lost” (qué buena está siendo la sexta temporada, carajo), últimamente no le presto demasiada atención al tema. Por suerte o por desgracia, a la espera de ver el montón de episodios de “Fringe”, “The Big Bang Theory”, “Mad Men”, “The Pacific” y “The Wire” (sobre todo “The Wire”) que aún hacen cola en mi disco duro, servidor todavía tenía pendiente una reseña en condiciones de la tercera temporada de “Californication”, finalizada hace ya bastante pero que me daba una pereza terrible abordar.


El por qué de esta pereza no podría estar más claro: “Californication” se ha ido desinflando a lo largo de sus 36 episodios para terminar convirtiéndose en una parodia de sí misma. Los 12 primeros (es decir, la primera temporada) fueron, como dije en su día, magníficos. La siguiente tanda bajó un poco el listón pero la simpatía e irreverencia de su personaje protagonista, Hank Moody (encarnado por un estupendo Fox Muld- digo, David Duchovny), conseguía salvar al conjunto del naufragio.

No obstante, no hay salvavidas que pueda mantener a flote el despropósito resultante de la tercera temporada de “Californication”. Por dos razones, principalmente:


La primera, que esta nueva docena de episodios no cuenta nada. Absolutamente nada. Tanto es así que los guionistas, conscientes del timo que están perpetrando, se ven obligados a meter con calzador un capítulo final que rompe totalmente (incluso en tono y forma) con lo dispuesto en los once anteriores y que bien podría haber sido el último de la temporada anterior. De hecho, yo incluso recomendaría verlo directamente después de la segunda temporada, ahorrándose uno así más de 5 horas de relleno argumental que no lleva a ningún lado (pese a que, lo reconozco, no falten una o dos escenas realmente divertidas, sobre todo cuando implican a un Rick Springfield en horas muy bajas).


La segunda razón (había dicho que eran dos, ¿verdad?) es que, de pronto, el universo de “Californication” se ha transformado en algo que hasta ahora no había sido: un mundo sexualmente deformado. La gracia de la serie en sus dos primeras temporadas residía en que Hank Moody era una especie de Jack Sparrow del libertinaje que se pasaba por el forro las convenciones sociales. Sus transgresiones de la moral establecida eran el alma del programa. Ahora resulta que esas convenciones sociales (más o menos asumidas como inevitables por una gran mayoría de los espectadores, además) han desaparecido y que todos los personajes son unos excéntricos tarados del sexo que no hacen otra cosa más que pensar en el pumba-pumba-chachachá (que dirían los muchachos de Locomía). De la pérdida de ese sentido de la transgresión que emanaba de Moody se llega a una total pérdida de sentido de la serie en sí misma. La actitud de Hank tenía gracia precisamente porque suponía un comportamiento rompedor en un entorno tradicional. Hank era el excéntrico, el irreverente. Y ahora, rodeado de tanto/a colgado/a del mete-saca, la actitud del personaje no sólo se antoja convencional sino, maldita sea, lógica. Y ahí, la serie se muere.

Habrá cuarta temporada (y quinta, seguramente, si las audiencias se mantienen), pero a estas alturas parece claro que, al igual que “Prison break”, “Heroes” o “True blood”, “Californication” nunca debió sobrevivir a la primera…

jueves, abril 15, 2010

El ansia (nada que ver con Tony Scott)

Ya sé que a algunos les parecerá una tontería. A los no lectores de comic, sobre todo. Pero creedme si os digo que cada vez que abro una pestaña nueva de Firefox para leer esta web, o ésta, o ésta, siempre lo hago con la esperanza de encontrarme con esa ansiada nota de prensa que confirme que, para el inminente Salón del Comic de Barcelona, Sins Entido va a publicar esto:


Y no es que me queje de las novedades ya confirmadas: el largamente esperado primer volumen de "Cerebus", "Los muertos vivientes", "The League of Extraordinary Gentlemen: Century", "Umbrella Academy: Dallas", integrales de "Ranx" y "Adèle Blanc-Sec", el "Blast" de Larcenet, "Flash: Renacimiento"... y eso sin contar con todos esos prometedores tebeos que acaban de publicarse y servidor aún no ha podido catar como "Rebétiko", "Tú me has matado", "Animal'Z", "Por el imperio", "En carne viva", el integral de "Frank Cappa", "Viaje" o el inminente "Kick-Ass" de Millar y Romita Jr.

Pero, parafraseando cierto anuncio televisivo que todos conoceréis: ¡a mí me gusta Mazzuchelli!

(Ay, qué dura es la vida del lector de tebeos)


EDITADO

Basta que uno escriba esta entrada en el blog para que a las pocas horas se confirme que "Asterios Polyp" NO va a salir para el Salón. Manda huevos, que diría Federico Trillo...

miércoles, abril 14, 2010

Señora de mis Abismos

“(…)
No es manía ni locura
Esto que tengo contigo
No es manía ni locura
Que los mejores doctores
No han encontrado la cura
Que no venga de tu mano
Señora de las alturas

Si nadie te da calor
Donde quiera que te arrimas
Si nadie te da calor
Vente que yo te daré
Zumo de mi corazón
Vente que yo te daré
Zumo de mi corazón

Si te quieres venir
Puedo pasarme a buscarte
Si te quedas conmigo
Para que pueda contarte
Lo mucho que te necesito
Aunque creo que ya lo sabes
Voy a volver a decirlo
Que te quiero más que nadie
Que te sigo queriendo lo mismo
Para que alivies mis males
Señora de mis abismos
(…)”


[Debo ser el más atípico seguidor de Los Planetas. Puedo pasarme meses rajando cosa mala del grupo granadino sin el menor atisbo de duda en mis palabras. Que son unos desagradables, poco profesionales en directo, que se lo tienen demasiado creído, que su flamenco es facilón y traiciona los palos clásicos (como si yo mismo supiera algo de flamenco, vamos), que J. canta sin ganas y que además son unos drogainómanos de cuidado. Todo eso digo, sí, lo reconozco. Pero lo cierto es que luego sacan disco y me doy cuenta de que la boca se me queda chiquitita y que, por ciertas que sean todas esas afirmaciones, siguen siendo unos músicos de estudio de aúpa. Y que sus canciones me ponen, qué le voy a hacer. Así que me pasaré los próximos dos meses escuchando incansablemente su nuevo disco, “Una ópera egipcia”, y luego cuando se me olvide lo bueno que es ya podré volver a ponerlos a caldo con mi círculo de colegas. De este nuevo álbum, por cierto, correrán litros de tinta y millones de bites en reseñas (seguro que ya habréis leído alguna). Yo me quedo con lo bien que han sabido continuar ese giro hacia el flamenco-pop-rock que habían iniciado con “La leyenda del espacio” y con prácticamente todos los temas incluidos. Los versos de ahí arriba pertenecen a “Señora de las alturas”, pero “No sé cómo te atreves”, las ya conocidas “Soy un pobre granaíno” y “Romance de Juan de Osuna”, la luminosa “Siete faroles” o “Una corona de estrellas” son igual de recomendables. Incluso se les perdona ese "desliz bienquerido" en “La veleta” (que no deja de tener su encanto, ojo, aunque no pegue demasiado con el resto del disco). Siento que casi ninguna de las canciones citadas tenga enlace para poder escucharla, pero se ve que a la gente de Sony Music le da mucho reparo que se difunda la música de su sello…]

[Una cosa más: también se ha hablado mucho sobre la portada definitiva a cargo de Max. Pese a que yo siempre defenderé a este señor como el magnífico ilustrador y dibujante de tebeos que es, reconozco que en este caso hubiera preferido una de las portadas descartadas (la del monolito sobre colores planos) a cargo de Daniel D’Ors, que se puede ver (fragmentada) en su Flickr y que creo que le sienta como un guante a la densidad litúrgica de la electrónica “Los poetas”, magnífico (y larguísimo) último corte del álbum.]

Vivir y morir en Nanking

En ocasiones ir al cine se convierte en una auténtica frustración. Entras en una sala a ver “Furia de titanes” y a las dos horas sales con cara de que te han tomado el pelo y te cabreas y maldices esa cinefilia tuya (que bien podría ser cinefagia) que te lleva habitualmente a ver (o peor, pagar por ver) truños de dimensiones más que considerables por los que desearías no haber sentido el más mínimo interés.

Otras veces, claro, experimentas cosas como “Ciudad de vida y muerte” y te reconcilias con el Séptimo.


Habría que señalar (con insistencia, además) que, Scorsese aparte, las cintas más brillantes que un servidor ha visto en pantalla grande en lo que va de 2010 han sido una alemana, una francesa y (la que hoy nos ocupa) una china. Suena a comienzo de chiste pero en realidad es una constatación bastante obvia de cómo se las gasta, a nivel cualitativo, el panorama cinematográfico actual.

“Ciudad de vida y muerte”, tercera película del realizador Lu Chuan (lo dice Filmaffinity, no hablo con conocimiento de causa) narra la toma de la ciudad china de Nanking por parte del ejército japonés en diciembre de 1937 y las posteriores aberraciones cometidas contra sus habitantes.


Con una estructura coral, aunque haciendo hincapié en los horrores presenciados por el joven soldado japonés Kadokawa (el cual se planteará, en comunión con el espectador, el sinsentido de las barbaridades que acontecen a su alrededor), la cinta resulta tan demoledoramente trágica como sorprendentemente poética e incluso hermosa, aún cuando lo inimaginablemente atroz (y sin embargo históricamente real) es el gran protagonista de lo narrado.

La pericia de Lu Chuan no se manifiesta en su vívido retrato del horror (que es contundente, sí, pero que por sí solo no sería más que pornografía genocida) sino en su capacidad para recordarnos el valor de la vida y componer un inesperado canto a la esperanza, algo muy difícil de imaginar, a priori, en el marco de absoluta degradación y espanto que presenta la película. Resulta por tanto perfectamente apropiado el lírico título de la cinta, resumen ideal para lo que uno acaba de echarse a los ojos y oídos durante las precedentes dos horas y cuarto de oscuridad (real y figurada).


Técnicamente, “Ciudad de vida y muerte” es un recital de aciertos cinematográficos. Tal vez no sea perfecta (los inicios son quizás algo dispersos y la cinta tarda un poco en empatizar con el espectador), pero en conjunto resulta una monumental producción que sabe sacar partido tanto al espectáculo panorámico de las escenas más grandilocuentes (la parte bélica está resuelta con el mimo del mejor Spielberg, referente ineludible de la película) como al gusto por el detalle más humano y personal (llevándose la palma el excelente uso del primer plano del soldado o la mujer anónimos, protagonistas no específicos del escalofriante episodio histórico).


La luz, la composición y el glorioso uso del blanco y negro se combinan para alcanzar cotas de belleza plástica que raramente experimenta uno en un film de factura reciente (aún cuando, curiosamente, está tan fresco el recuerdo de la última de Haneke, mencionada unos párrafos más arriba), mientras que la música aporta ese plus de emoción que viene a redondear los momentos más sublimes del conjunto.

Y es que no resulta descabellado afirmar que Lu Chuan nos ha regalado en “Ciudad de vida y muerte” algunas de las imágenes más sobrecogedoras, terribles y al mismo tiempo hermosas de cuantas veremos (estoy convencido) a lo largo del presente año cinematográfico: el gesto de absoluta compasión del soldado chino Jianxiong tras ser liberado de sus ataduras por el niño que lo acompaña, la pírrica victoria final del torturado Sr. Tang o, sobre todo, la subyugante y desgarradora escena del ofrecimiento colectivo de las mujeres son ya hitos del cine reciente, instantáneas perfectas que resumen el totum revolutum de infamia, ternura, horror, sacrificio, blasfemia, locura y esperanza que una vez se vivió en aquel infierno llamado Nanking.

martes, abril 13, 2010

Bastet: work in progress

Como ya hace bastante que no cuelgo nada relacionado con el 3-D, subo hoy unas imágenes del bicharraco que estoy modelando para uno de los ejercicios del máster. Tomando como modelo esta estupenda escultura de Joey "Mister Sensitive" Rocket he empezado a construir una versión algo alternativa de la diosa egipcia Bastet.


Hasta ahora sólo he completado una base bastante sosa de lo que será el modelado final (me quedan todos esos fantásticos pliegues y pellejos que me van a dar horas de diversión y de vértice arriba-vértice abajo), así que lo que se puede ver en estos renders dista mucho de parecerse (esperemos) al resultado final. Cuando esté listo lo mostraré por aquí, of course.

(Y sí, ya sé que la escultura original es totalmente asimétrica, pero eso es algo que también arreglaré a posteriori...)

domingo, abril 11, 2010

Nihon

Dos cosas preciosas (palabra ésta poco viril pero que a veces, qué remedio, hay que utilizar) relacionadas con el país del sol naciente: una aquí y la otra acullá.

Los pelos como escarpias, oigan.

sábado, abril 10, 2010

8 bits de nostalgia

No sé si es casualidad o tendencia, pero algo significará el hecho de que, con apenas unas horas de diferencia, servidor se haya encontrado esto y esto rulando por la red.

Sí parece claro, por otro lado, que hay cosas que el pensamiento colectivo ya ha asimilado como clásicos incontestables (al menos para un par de generaciones; a mis padres esto les queda muy lejos) y que el proceso de asimilación de los videojuegos como Cultura, con mayúsculas, es imparable. Yo me alegro, por supuesto.

(Y además son dos obras, cada una en su disciplina e independientemente del gran abismo de calidad que media entre ambas, hechas con cariño y esmero, lo cual siempre es de agradecer).

viernes, abril 09, 2010

¿Pero qué @&%+$ es...

...esto?

(Porque sea una performance, una auténtica representación escolar o una campaña de marketing viral, la cosa tiene telita...)

Ahora sé cómo se sintió Juana de Arco

“Sweetness, sweetness I was only joking
When I said I’d like to smash every tooth
In your head

Oh… sweetness, sweetness, I was only joking
When I said by rights you should be
Bludgeoned in your bed

And now I know how Joan of Arc felt
Now I know how Joan of Arc felt
As the flames rose to her roman nose
And her Walkman started to melt

Bigmouth
Bigmouth
Bigmouth strikes again
And I’ve got no right to take my place
With the human race
(…)”


[Hace un par de semanas me fui de visita a Salamanca con unos amigos y, como era de esperar, salimos de noche a descubrir los encantos de la ciudad castellana. En un local muy recomendable llamado “Pan y agua” (al cual los lugareños llaman cariñosamente “Pany”) bailamos, tal cual nos fuésemos a morir al día siguiente, una buena colección de himnos del pop-rock de los últimos treinta años entre los que se encontraba este “Bigmouth strikes again” de The Smiths. En los días posteriores, con la melosa voz de Morrissey haciendo eco en mi semi-vacía cavidad craneal, sentí la necesidad de volver sobre aquel mítico “The Queen is dead” que encumbró a los británicos como una de las bandas de referencia de los 80. No es para menos, porque el álbum incluye, además de la mentada canción, temazos del calibre de “Vicar in a tutu”, “Cemetery gates”, “The boy with the thorn in his side” o la irrepetible “There is a light that never goes out”. Y, como sucede con los auténticos clásicos, cada nueva reescucha es una consagración si cabe más rotunda que la anterior.]

miércoles, abril 07, 2010

Amor y lápices de colores

Tras la maravillosa sorpresa que hace unos meses supuso “El gusto del cloro” (el cual, por cierto, terminó en el podio de mis tebeos favoritos del 2009), servidor esperaba impaciente la publicación en nuestro país, de nuevo a cargo de Diábolo Ediciones, de la siguiente obra de Bastien Vivès como autor completo: “En mis ojos”. Aclaro lo de “autor completo” porque hace apenas unas semanas la misma editorial presentó también en España su colaboración con el guionista Merwan en el primer álbum de la serie “Por el imperio”, de la que todavía no puedo emitir opinión alguna.

Volvamos, por tanto, sobre “En mis ojos”.


Hoy, apenas unos días después de su llegada a las tiendas, decidí procurarme el placer de leerlo a solas en mi habitación, con una taza de té sobre la mesilla de noche, las ventanas cerradas y las contras impidiendo el paso del sol y la única iluminación de una lámpara de flexo sobre la cabecera de mi cama, en una atmósfera íntima perfecta para adentrarse en el universo emocional del jovencísimo autor galo. Y, al igual que me ocurrió con “El gusto del cloro”, nada más concluir la fugaz primera lectura del tebeo me vi obligado a comenzar de nuevo desde la página uno y recorrer, ya con una perspectiva global, las viñetas de esta sensible, sencilla y empática historia de amor en busca de todo detalle (sutil pero relevante) que se me hubiese podido escapar en ese primer acercamiento.


El planteamiento de “En mis ojos” es, como poco, arriesgado: la narración tiene lugar desde un punto de vista exclusivamente subjetivo, viendo y escuchando el lector lo mismo que un protagonista cuyo nombre nunca conoceremos y al que jamás veremos el rostro. Tampoco oiremos lo que éste dice, estando obligados a rellenar esos fragmentos de diálogo con nuestras elucubraciones personales (algo que Vivès ya había propuesto anteriormente con el deletreo subacuático que tanto daba que pensar en “El gusto del cloro”). Sí sabemos que nuestro alter ego es un muchacho joven, presumiblemente veinteañero, que acude a la biblioteca universitaria a realizar algún tipo de trabajo o estudio (¿dibujar, quizás?) y que allí conoce a una chica pelirroja que a partir de ese momento se convertirá en el centro de su/nuestro universo.


Si algo logra Vivès en esta obra es que el lector se sumerja tan vívidamente en lo relatado que, en cuestión de apenas una decena de páginas, la línea divisoria entre observador y protagonista se difumina hasta el punto de haber caído un servidor perdidamente enamorado de la chica en cuestión, de su sonrisa traviesa y su rubor inesperado, de su pelo juguetón, su elegante lenguaje corporal, su embelesadora forma de bailar o el suave (¿cómo puedo saber que es suave?) tacto de su piel. La sinestesia, de nuevo, se alía con los hechos relatados para transportarnos al interior de un personaje a través del cual conoceremos el nerviosismo de las primeras miradas cruzadas, la abstracción casi religiosa de la contemplación de la belleza silente y sentiremos celos, confusión o excitación, en un ejercicio de estilo muy próximo a lo que debería uno experimentar con un dispositivo de realidad virtual.


Nada de esto sería posible, por supuesto, si Vivès no fuese un artista soberbio. El acertado sentido del ritmo, la inteligentísima sutileza del guión y el fascinante uso casi impresionista del color (magnífica la forma en que los personajes y escenarios se difuminan y desenfocan en vibrantes trazos de lápices de colores según el interés, la concentración e incluso el estado de ánimo del protagonista) se suman al estilo ágil y aparentemente descuidado de un dibujante que consigue captar como pocos la intensidad de una mirada o el huidizo hálito mágico, casi milagroso, de un gesto tan cotidiano como beber un sorbo de agua o anudarse al cuello una bufanda.

Podría acusarse a Vivès de no atreverse a dar un paso más en lo puramente literario; de conformarse con relatar la misma historia que en “El gusto del cloro” (chico conoce a chica y protagonista y lector se enamoran de ella como los gilipollas que son) y prácticamente con los mismos recursos de guión, pero por cierto que esto pudiera ser, en ningún momento consigue empañar el inmejorable sabor que “En mis ojos” le deja a uno en el paladar viñetero después de esa primera lectura cuyo recuerdo no le abandona durante el resto del día. Sería como afirmar que el primer beso que le das a tu novia es exactamente igual que el último que le diste a tu ex.


No lo es, claro, porque besar no es sólo juntar los labios.

sábado, abril 03, 2010

"...como una luna en el agua"

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí, para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender, coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca, y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con perfume viejo y un silencio.

Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos, el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo de aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.”

(“Rayuela”, capítulo 7; Julio Cortázar)

10 grupos o artistas a los que me gustaría ver en directo antes de diñarla

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y 10

Milagro

¿Alguna vez habéis tenido la sensación de estar mirando un milagro directamente a los ojos?

(Mil gracias de nuevo, Srta. Imantada)

viernes, abril 02, 2010

Un titánico montón de excrementos

En algún lugar, muy adentro de mi subconsciente, un niño de seis años llora.

Cuando era pequeño, “Furia de titanes” era lo más. Lo replús. Es verdad que en 1981 los efectos especiales diseñados por Harryhausen habían sido ampliamente superados por las maravillas visuales de la factoría Lucas y que la cinta dirigida por Desmond Davis tenía un regusto rancio y naïf, con personajes planos, ñoñas escenas de amor y un sentido de la épica claramente trasnochado. No menos cierto resulta también que el blandurrio Harry Hamlin tenía más de estrella del rock de la era Bon Jovi que de fornido semi-dios griego, o que Lawrence Olivier o Maggie Smith han estado más inspirados en otras cintas menos alimenticias. Pero es innegable que “Furia de titanes” fue una parte pequeña e importante de mi infancia, del mismo modo en que lo fueron “Los Goonies”, “Superman” o “La historia interminable” (ya veis que no todas han envejecido igual de bien). Y que, a su manera, era absolutamente disfrutable y en ningún momento se reía de la inteligencia del espectador.


Por eso ayer, sentado a oscuras en la sala de cine donde se proyectaba el esperado (al menos por mí) remake dirigido por Louis Leterrier y protagonizado por Sam Worthington, Liam Neeson y Ralph Fiennes, servidor tuvo ganas de salirse a mitad de película y lanzar un grito de ira hacia nadie en concreto (aunque puestos a apuntar con el dedo a alguien, Hollywood-California me parece un buen objetivo).


Qué mierda de película, por Zeus. Pero qué enorme montón de repugnante y fétida mierda.

No me siento con fuerzas para salvar de la quema ninguno de los apartados creativos de esta nueva “Furia de titanes”. El guión es incoherente y estúpido. Las transiciones entre una escena y la siguiente son bruscas y caprichosas. Los personajes (entre los que me sobran al menos medio docena) poseen la profundidad dramática de una suela de zapato (en el mejor de los casos) y los actores que los encarnan ni siquiera parecen esforzarse en adjudicarles un mínimo de expresividad y, llamémosle, alma (y pensar que Neeson y Fiennes llevaban la voz cantante en aquella obra maestra titulada “La lista de Schindler”...).


Espero que al menos ahora quede demostrado lo buen director de actores que es James Cameron, porque lo que consiguió sustraer del infame Sam Worthington en “Avatar” bien se merecía un Oscar más.


Prosigue el despropósito: la dirección es zafia y desganada, incluso en esas escenas de acción que tanto prometían en los trailers (carne de hype, obviamente) que habíamos podido ver hasta la fecha. El diseño de producción es de serie B, plagiando descaradamente elementos del cine de Guillermo del Toro, de un puñado de videojuegos y de unas cuantas películas pseudo-históricas recientes. Los efectos visuales parecen antediluvianos (incluso si los comparamos con cintas con más de una década y media a sus espaldas como “Terminator 2” o “Jurassic Park”) y el deficiente montaje no ayuda en absoluto a agilizar el ya de por sí desquiciante anti-ritmo del libreto.


Total, que lo que se prometía como un intrascendente y vistoso divertimento que me retrajera durante 100 minutos a mi más tierna infancia acabó siendo una decepción mayúscula como hacía tiempo que no recordaba. Si no se lleva un par de razzies prometo poner una queja formal.


Al menos me ahorré esos eurillos de más que me hubieran sableado con la chorripollez del 3-D. Por pensar en positivo, vamos...