Resulta difícil de creer que hayan
pasado la friolera de trece años desde el estreno de aquel agradable serie B de
ciencia-ficción que propició el primer papel protagonista de Vin Diesel. “Pitch
Black” era una película tan pequeña, entretenida y macarra que uno no podía menos
que rendirse a su encanto low cost y al carisma de su personaje principal.
Richard B. Riddick era presentado al inicio del film como el villano, una suerte
de Hannibal Lecter hipertrofiado al que había que contener con cadenas y
mordazas, y terminaba la función convertido en un Conan galáctico en busca de nuevas
aventuras que correr al margen de la ley. La secuela de “Pitch Black”, titulada
“La crónicas de Riddick” y estrenada en 2004, incidía más todavía en las
comparaciones con el cimmerio creado por Robert E. Howard, desarrollando un oscuro
universo de space opera a su alrededor,
pero perdía por el camino aquellas virtudes (la humildad, la falta de
pretensiones y el factor sorpresa) que habían hecho de su antecesora un éxito
relativo.
Nueve años más han tenido que
transcurrir desde “Las crónicas de Riddick” para que el director David Twohy,
curtido como guionista en producciones de todo pelaje, y la (ahora) estrella
del cine de acción Vin Diesel lograsen presentar el tercer capítulo de una saga
que no logra asentarse entre el público por motivos más que evidentes. “Riddick”
es un intento desesperado por recuperar el espíritu de “Pitch Black” tirando
por la vía de en medio: es una secuela directa de “Las crónicas de Riddick”,
cuyo continuará despacha en 5 minutos
de reloj para poder pasar a otra cosa, pero también un remake nada disimulado de la primera entrega de la trilogía.
Los 30 minutos iniciales presentan
al musculoso mamporrero cósmico malherido y abandonado a su suerte en un
planeta poblado por la más peligrosa fauna salvaje. Con la única compañía de su
profunda voz en off, Riddick deberá superar las más rocambolescas pruebas de
supervivencia extrema mientras averigua el modo de escapar de esta prisión sin
barrotes. Se trata de un arranque prometedor, tremendamente físico y visualmente
bien resuelto, que parece llevar al personaje a nuevas cotas de introspección y
que saca un gran partido del limitado talento interpretativo del protagonista
de la franquicia “Fast and Furious”. Pero desgraciadamente no es más que un
espejismo.
En cuanto el resto del reparto,
dos bandas de cazarrecompensas interesadas en capturar al alopécico fugitivo,
pone un pie en el desértico escenario en el que se desarrollará toda la
película, “Riddick” deviene en copia desvergonzada de “Pitch Black”, repitiendo
situaciones, escenas y hasta planos concretos de aquélla. Y lo peor es que no
se toma la molestia de ampliar las virtudes o corregir los defectos de su
modelo a imitar, sino que se limita a reconstruirla de la forma más ramplona y
menos sutil que uno pueda imaginar: un auténtico copy/paste que le deja a uno con cara de idiota después de pagar 8 eurazos
por volver a ver en pantalla grande una película que ya había visto en una
versión más fresca y divertida 13 años atrás.
Personajes cliché, pura carne de
cañón para los engendros alienígenas de turno, van muriendo en un orden
predecible mientras sólo uno de los secundarios, el cobarde líder de los
mercenarios encarnado por el español Jordi Mollá, intenta salirse un poco de los caminos
más trillados de este tipo de propuestas. Le queda a uno la duda, sin embargo,
de si su rol tenía intenciones cómicas conscientes o si a Twohy le salió un
personaje casi paródico por pura incapacidad como guionista. Queda para los
anales del bochorno la mujer supuestamente dura interpretada por Katee Sackhoff
(conocida entre las legiones geek por
haber sido Starbuck en la reciente “Battlestar Galactica”), convertida aquí en
objeto del sexismo más delirante que recuerdo haber visto en una película de
acción del siglo XXI. Y de nuevo me invade la duda sobre las intenciones
paródicas (o no) de tantas perlas de guión alrededor de su supuesto lesbianismo
o del color de sus pezones.
“Riddick” no es sólo una película
mala de narices. Peor aún: es una cinta terriblemente decepcionante (porque su
primera media hora es de lo más disfrutable) y un pseudo-remake innecesario que
devalúa por ósmosis al original y que hunde a una saga y a un personaje con muchas
posibilidades hasta cotas inesperadas de estupidez.