“Batman v Superman:
Dawn of Justice” (“BvS” en lo sucesivo, para abreviar) era uno
de los estrenos cinematográficos más esperados de 2016. El público
aguardaba ansioso el primer enfrentamiento cinematográfico (en
imagen real) entre el último hijo de Krypton y el caballero oscuro
de Gotham, mientras que la crítica se posicionaba en contra de forma
virulenta antes incluso de la fecha oficial de su puesta de largo (y si no me creéis ved este hilarante vídeo de YouTube).
Siendo “Man of Steel”, cinta que ya había dividido profundamente
a críticos y a espectadores, el antecedente directo de “BvS”,
servidor creía saber de antemano lo que podía esperar de su
irregular director Zack Snyder, especializado en adaptaciones de las
viñetas a la gran pantalla.
El argumento de “BvS”
arranca durante la catastrófica batalla entre Superman y
el General Zod que reducía Metropolis a escombros en los compases
finales de “Man of Steel”, pero presenciada ahora desde el punto
de vista, a pie de calle, de Bruce Wayne. El multimillonario playboy,
alter ego del murciélago gothamita, vive entonces su propio 11-S y
toma la determinación de proteger a la humanidad, cueste lo que
cueste, de lo que él entiende como una amenaza de escala planetaria.
Guerra preventiva, que lo llamaron en EE.UU. En la misma línea de
pensamiento se encuentra el excéntrico científico y (presunto)
filántropo Lex Luthor, acomplejado ante la aparente divinidad del
Hombre del Mañana, a quien una importante mayoría de la población adora como
a un mesías de claras resonancias bíblicas. En medio de estas
posturas irreconciliables se encuentra el propio Clark Kent, un tipo
sencillo que sólo quiere dar a sus inmensos poderes
el mejor uso posible, ignorando las recomendaciones del gobierno
estadounidense, que pretende regular las intervenciones del héroe de
Metropolis.
Es éste un planteamiento
que genera, a priori, interesantes frentes de debate y conflictos
entre personajes, y en base a ello la primera mitad de la película intenta
establecer el marco adecuado para que Batman y Superman, presionados
por las maquinaciones de Luthor, se posicionen en sus respectivas
esquinas del cuadrilátero. El problema es que, hasta que se produce ese anunciado enfrentamiento físico, los guionistas David S. Goyer y
Chris Terrio presentan una saturación de subtramas y personajes más
propia de una temporada televisiva de 13 capítulos que de un
largometraje, con el inconveniente de que ninguno de ellos consigue
el desarrollo que le correspondería. Así, uno termina la proyección
de “BvS” sin comprender los motivos que llevan a Lex Luthor (un
Jesse Eisenberg pasadísimo de rosca, cargado de tics físicos y
vocales, que no se calla ni dos segundos en cada escena en que su
personaje asoma por la pantalla) a maquinar un plan tan
endiabladamente retorcido que, a poco que uno se lo cuestione, no tiene ni pies ni cabeza.
Tampoco es fácil
identificar en el esforzado Ben Affleck (esforzado pero hierático y
con nulo carisma) al Bruce Wayne/Batman deductivo y calculador que
hemos llegado a asociar con el icono de DC Comics. Batfleck se
pasea por “BvS” como pollo sin cabeza, con cara de no saber nunca
cuál será su próximo movimiento, tomando decisiones tan
arbitrarias como poner un rastreador a un camión para a continuación
dispararle toda clase de proyectiles explosivos. ¿Y eso por qué?
Pues porque hacía falta una escena de acción con Batmóvil en la
película.
Mejor suerte corre el
Superman encarnado por Henry Cavill: ha tenido su propia cinta en
solitario para ser presentado al público y en “BvS” sus acciones
son siempre una reacción a las de los demás personajes, con lo cual
es mucho más sencillo comprender cómo y por qué hace lo que hace.
Por desgracia, el halo de divinidad que rodea en todo momento al
kryptoniano rara vez nos permite acercarnos al dubitativo muchacho de
Smalville que sí tuvimos la suerte de conocer en la muy superior
“Man of Steel”, y cuando por fin nos reencontramos con ese Clark
Kent que todavía no comprende cuál es su lugar en el planeta
Tierra, Goyer y Terrio tiran de fantasmas del pasado confundiendo un
poco más al espectador, como si las cosas hasta entonces no fuesen
ya suficientemente liosas.
Tal vez el mayor pecado de la película sea esa constante necesidad de hacer que todo parezca mucho más complicado y solemne de lo que realmente es. En su intento por dotar a “BvS” de una cierta trascendencia, sus responsables introducen toda suerte de apuntes metafísicos, escenas oníricas difíciles de ubicar y referencias a los comics inasequibles para el público casual. Tal vez el núcleo duro de geeks de DC se lo pase teta reconociendo líneas de diálogo provenientes de "El Regreso del Caballero Oscuro” de Frank Miller, situaciones extraídas del universo de “Injustice: Gods among us”, referencias explícitas a "Crisis en Tierras Infinitas", “Las Diez Noches de la Bestia”, “Hijo Rojo” y el "Cuarto Mundo" o cameos inexplicables que claman a gritos “universo cinematográfico compartido”, pero considero que todos esos elementos sólo añaden confusión y cripticismo de cara al espectador que no se conoce al dedillo la mitología del Universo DC de papel, y frustración para quienes, aún conociendo de primera mano esas referencias, sólo queríamos ver una maldita película de Batman y Superman dándose de leches que ofreciese unos niveles decentes de espectacularidad y entretenimiento.
A veces da
la impresión de que tanto Snyder como sus dos
guionistas piensan que “BvS” debe ser un “Watchmen”
protagonizado por la Liga de la Justicia, con Superman ocupando el lugar del Dr. Manhattan, Batman como sosias de Rorschach y Luthor ejerciendo de Ozymandias. Lo cual demuestra que el director jamás entendió el material con el que trabajaba en "Watchmen" ni tampoco comprende ahora a los personajes que adapta en "BvS", convertidos en versiones oscuras, retorcidas y autoparódicas de sí mismos. Casualmente, o tal vez no, lo mismo que Alan Moore y Dave Gibbons hicieron con el género a mediados de los 80, y que tantos escritores y dibujantes de finales de aquella década y principios de la siguiente malinterpretaron del mismo modo en que Snyder lo hace en pleno 2016. De todos modos, esta visión pretendidamente adulta (que no madura) de los grandes iconos de DC no resultaría tan fallida si no fuese porque, puestas las cartas sobre la mesa a una hora del final, las resoluciones llegan por el camino habitual de otras adaptaciones super-heroicas menos pretenciosas: villano grande, ande o no ande.
Por desgracia, cuando la espesa niebla de subtramas caprichosas
y de personajes innecesarios finalmente se disipa y la película se
lanza a la carga como el blockbuster
de acción que se nos había prometido, las escenas de batalla no son
ni la mitad de divertidas y emocionantes de lo que algunos desearíamos. Tal vez porque lo mejor de las mismas (como el
asalto de Batman a la nave industrial, inspirado en la saga de
videojuegos “Arkham” de Rocksteady Studios) ya lo habíamos visto
en los innumerables trailers que destripaban gran parte de las
sorpresas del film, o quizás porque resulta imposible conectar con
una secuencia de acción en la que los héroes implicados nos
importan un bledo y la amenaza apocalíptica de turno, monigote
digital genérico para más inri, huele a recurso desesperado para
justificar el clímax de destrucción masiva en la última media hora
de metraje. El caso es que, con su desorbitado presupuesto para
efectos especiales y su megalomaníaca y machacona banda sonora
compuesta por Hans Zimmer y Junkie XL, “BvS” tampoco acierta a
“la hora de las
tortas”
(que diría uno de los personajes más queridos de la competencia).
Resulta difícil imaginar que este sindiós sea la secuela que Snyder y Goyer tenían originalmente en la cabeza tras finalizar el rodaje de "Man of Steel", y la culpa de ello probablemente la tengan las imposiciones de la Warner a la hora de encajar esta nueva encarnación del personaje creado por Jerry Siegel y Joe Shuster en un apresurado plan a gran escala para un universo fílmico interconectado que pueda competir con el de Marvel Studios. El estudio ya ha anunciado el Blu-Ray con un montaje del director de 3 horas que tal vez solucione algunos de los problemas narrativos del film, pero si nos ceñimos a la versión estrenada en cines no puedo más que considerarla un fiasco total en casi todos los frentes: como película de acción ultra-hormonada, como traslación al
medio audiovisual de los personajes de las viñetas y como narración
coherente, autónoma y más o menos autoconclusiva. Su único éxito destacable, y es uno ajeno a cualquier valor intrínsecamente cinematográfico, es ofrecernos un adelanto del que será, en 2017, el próximo proyecto de Snyder tras las cámaras: una "Liga de la Justicia" que, dados los antecedentes, no podría seducirme menos.