domingo, julio 29, 2007
...llámame Desdinova...
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“Astronomy” de Blue Oyster Cult, banda injustamente olvidada por quienes vinieron después, y que dejó temas tan grandes como éste, “Flaming Telepaths”, “(Don’t fear) the reaper” o “Joan Crawford”. Letras cósmicas, prog-glam-hard rock (signifique eso lo que signifique) y LSD: ¡bien por ellos!
sábado, julio 28, 2007
The Piñeiro's
Ñam ñam...
viernes, julio 27, 2007
Benditos veintitrés
365 noches durmiendo en La Coruña y soñando en Compostela, donde te toreó una diestra con mucha mano izquierda, que sin duda se llevó el rabo, pero quiero pensar que te dejó (quizás por piedad, quizás porque esto es sólo un descanso en esta tarde de toros que sigue sumando faenas) unas orejas en las que todavía resuena el estribillo de la canción de toda una vida. Es lo que tienen los estribillos, que se repiten entre estrofas.
Y así, después de bautizar a tus cuatro hijas aún por nacer, llegaron, como un solo de guitarra, las noches de píxel y RGB, las mañanas de entrega y las tardes de morir de cansancio, resucitando de nuevo la noche siguiente para gastar más píxel y RGB, afilar el 2B y llenar el escritorio de filfas verdes de Milan. Fue un no parar de hornear galletas, de “esquecer nomes” y convocar “treboadas”, de lanzarle votos digitales a esas Ps del Anticristo, de encestar tiros libres a la salud de los infantes, de enfermar piratas y conversar con taxistas de ultratumba. Sólo espero que tus personajes no vuelvan para pedirte cuentas, porque no tendrás con qué pagarles.
El éxito o el fracaso de las horas invertidas dependerá, en gran medida, del punto de vista del observador. Hay quien hubiera preferido que las malgastaras en un edificio gris que carecía de todo lo que pretendía albergar, bajo la tutela de unos profesores que nunca fueron maestros ni enseñadores, y de los que sólo habrías podido aprender el significado de la palabra frustración. Si de algo no se arrepienten estos veintitrés, es de haber escapado de allí sin volver la vista atrás.
Pero, más que de hechos, éste fue un año de gente. De mocosos que sabían más sobre el mundo de lo que te hubiese gustado imaginar, y que si aprendieron algo de ti habrá sido porque (a duras penas) de todo en esta vida hay un poco que aprender; de visitantes que venían desde calle abajo a media mañana, media tarde o medianoche, para compartir medio helado y media sonrisa (y, esperemos, dos medias visitas a Francia, que suman una entera, cuando juntos suméis cuarenta y ocho); de adorables productoras de regusto italiano, artesanas de la bollería industrial que dejaron la animación por el documental y te infiltraron en su comunidad del anillo por la puerta trasera; de story-boarders espartanos, siempre a medio camino entre el frío inhumano y el accidente aéreo en una isla remota, que estuvieron al otro lado del auricular cuando había que estarlo, y que nunca te mintieron, ni cuando hacerlo hubiera sido no sólo lo más fácil, sino también lo que más hubieras deseado (y debieras estarles siempre agradecido por ello); de hijas adoptivas de Macondo, que soñaban con la Pampa y la península escandinava, y que compartieron contigo noches de teclado, susto y corazones, ayudándote a transformar algo imposible en algo de lo que poder sentirte orgulloso (“e se queres um amigo: cativa-me!”); de cineastas pelirrojas con el porvenir bañado en oro que inspiraron ritmos transeúntes en la ciudad de los condes y el pan tumaca, haciendo leña de tu árbol caído (que es su bendita costumbre), y que te dieron el mejor consejo que has recibido en este año que agoniza; de periodistas partidistas, conductores suicidas y compañeros de viaje y concierto, blanquiazul el corazón, coloradas las ideas; de hijas inconsolables (muy a tu pesar), estudiantes esforzadas y profesionales de la caries y el infarto emocional, que dedicaban príncipes a mendigos y “tequieros” a deshora; de “fisios” predestinados, iluminados y algo majaras (para qué engañarnos), poseedores de energías que nunca alcanzarás a comprender, y capaces de mucho más de lo que uno apostaría por el ser humano (y de hacerlo además con honestidad y una sonrisa en la boca); de activistas humanitarios por necesidad (y también algo de convicción), con una mano en la guitarra y la otra garabateando pompas de jabón en una libreta, antropólogos inmigrantes en la urbe descorazonada, que te llevaron hasta África bailando por las calles de Madrid; de mensamaníacas incansables con apodo al aroma de cacao, que te enseñaron el significado de los abrazos infinitos, de los mugidos que esconden palabras más importantes que las letras que las forman, de la luz de las estrellas que se refracta sobre la arena, de los falsos nombres que dio al amor la (maldita) geografía, y que siempre te llevan dos quesitos de ventaja en vuestro Trivial particular (“…mi Annie Hall, mi Gioconda, mi Wendy…”); y, por último pero no menos importante (sería insensato hacer un ranking entre aquello que escapa a clasificaciones), de compañeros de piso y de hogar, de padre y de madre, de alegrías y tristezas, de desayunos, comidas y cenas, del hierro, el “montadito” y el trote, de cines, series, canciones y viñetas, figuras perennes desde el día en que naciste hasta el día en que te mueras, siempre un paso por delante de la sangre y la amistad, siempre un poco más cerca del horizonte, siempre, simplemente, un poco más.
Pero si este año fue de alguien, fue sin duda tuyo. Tus benditos veintitrés, que hoy se van al cadalso para reencarnarse mañana temprano en unos impredecibles veinticuatro, haciéndote un día más viejo que ayer pero una vida más sabio que hace un año.
Ojalá rías, llores, trabajes, saltes y bailes, tires, leas, viajes, aprendas y ames como lo hiciste a tus benditos veintitrés.
Que cumplas muchos más como éste que se va.
sábado, julio 21, 2007
"...tus ojos del color de la Coca-Cola..."
Después de 8 meses poniendo letra y música a mis desventuras vitales, Andrés Calamaro y Fito y los Fitipaldi se habían ganado un lugar preferente en mi melomanía, y el concierto del pasado 21 de julio era uno de esos ansiados momentos que no parecían llegar nunca… hasta que llegó, obviamente.
Advertidos por la cancelación del espectáculo “Dos pájaros de un tiro” de Serrat y Sabina a causa de la lluvia tan sólo siete días antes, los promotores de la gira decidieron trasladar el espectáculo del argentino y el vasco al Multiusos del Sar, un pabellón considerablemente más incómodo y claustrofóbico que el entorno originalmente programado, en el Monte do Gozo.
El Sar, por desgracia, tiene mala acústica. Tanto es así que la primera hora de concierto nos resultó a mí y a mis acompañantes bastante decepcionante, no por la actuación de los músicos, sino porque la marabunta de gente nos obligó a situarnos en la parte superior de las gradas, a donde el sonido llegaba insultantemente distorsionado. Por suerte tomamos la determinación de buscar un lugar donde disfrutar mejor de esas canciones que nos llevaba la vida escuchar y que estábamos a duras penas oyendo.
Resituados, comenzó la verdadera diversión. Además, el espectáculo duró algo más de tres horas, con lo que esa primera parte de bajón se esfumó progresivamente de nuestro recuerdo, y acabamos (yo al menos) gozándolo como nunca.
El concierto se planteó como un festival en 4 actos:
Primero, Andrelo y Fito salieron al escenario (con la consiguiente ovación del público) para calentar motores con unos cuantos temas interpretados conjuntamente.
Luego Fito nos dejó educadamente en compañía del rioplatense y su gente, y Calamaro, con sus gestos bizarros y su retórica destartalada, ofreció un concierto muy rockero y ligeramente descafeinado, en la medida en que se le quedó mucho en el tintero (ni “La libertad”, ni “Cuando te conocí”, ni “Media Verónica” estuvieron entre su repertorio), que no terminó de colmar mis expectativas. No obstante, tuvimos, entre muchas otras, “Paloma” y “Estadio Azteca”, y con sólo esas dos la noche ya hubiera sido digna de ser recordada.
A continuación, la despedida de Andrés dio paso al show de Fito y los Fitipaldi, y aquí sí que no hubo contemplaciones: estuvieron pletóricos. Desde el primer momento, el concierto del Sr. Cabrales fue una auténtica celebración de rock’n’roll en estado puro, con un público ganado a fuerza de honestidad, letras antológicas y, sobre todo, buena música. Yo, que soy un tanto pejiguero, diría que faltó “Trozos de cristal” para que fuese el concierto perfecto, pero ciertamente Fito demostró que, con toda probabilidad, es el artista pop español que se encuentra en mejor forma musical actualmente. Si a ello sumamos las implicaciones emocionales que tienen en mi vida algunas de sus canciones, es comprensible que el nivel de disfrute personal tendiese a infinito.
Finalmente, ambas estrellas plantearon un fin de fiesta a la altura de las circunstancias, interpretando un puñado de temas en pareja, y cerrando todo el cotarro con una “Flaca” que, no habiendo hecho acto de presencia en la parte “calamariana” del evento, ya esperábamos todos como agua de mayo.
Un lujo de concierto, en resumen, y la consagración definitiva (en cuanto a mi escala de valores se refiere) de Fito y los Fitipaldi como una banda imprescindible en el panorama nacional, a años luz de toda esa insulsa turba que compite a su lado por alzarse con algún puesto de deshonor en los 40 principales…
viernes, julio 20, 2007
Abecedario personal: F de Francia
“De este mes no pasa”, me dije, y volví a la academia donde había hecho mis pinitos en gavacho durante el verano de 2005, justo antes de irme de Erasmus al país del vino, el queso y André Franquin.
En la clase estamos sólo dos personas: yo y una chica que se va este año, curiosamente, a Burdeos, la ciudad donde yo viví. Por suerte para ella, tiene un francés infinitamente mejor que el mío antes de partir.
Cuando me dijo a dónde se iba, no pude evitar decir: “Joder, te lo vas a pasar genial”, y mi mente retrocedió 18 meses, al día en que me fui de allí para, hasta ahora, no volver.
Tengo muchos buenos recuerdos de Francia, aunque supongo que no se parecerán en nada a los del resto de Erasmus que estuvieron allí. Quizás por mi carácter, quizás por mi situación personal en aquel momento, mi estancia fue absolutamente atípica.
Por aquel entonces, las macrofiestas, las noches interminables en los “quais” y la convivencia con otros Erasmus me tiraban bastante de un pie. No es que no tuviera la oportunidad de apuntarme a todo eso y más, es que no me apetecía en absoluto. De hecho, si me fui a Francia fue, en parte, porque lo que me apetecía era estar solo, desconectar de mi vida tal y como era ésta en España y sentir que no había nada que me atase, que me contuviese. Allí era simplemente yo mismo.
Pero no estuve tan solo como yo me imaginaba, claro. Además de la inevitable relación con mi compañera de viaje (una chica de mi facultad), conocí a gente excelente como Natalie, Julian, Marine, Pauline, Suzanne, Raphael, Dan (que me cayó la hostia de bien desde el minuto uno y derribó mis prejuicios sobre los estadounidenses) y su malvado amigo Adam (que me odiaba por alguna razón que desconozco, y que reavivó parte de los prejuicios antes mentados), Cecile y su abuela (que se portaron maravillosamente bien conmigo) y, sobre todo, Viti y Emma, que fueron lo mejor que me traje de vuelta (porque al resto los perdí de vista, desgraciadamente).
Aún así, podría decirse que no fui un Erasmus especialmente sociable. Por suerte, aquella fue la etapa más reflexiva y sobre todo creativa de mi vida. Exento de obligaciones (las clases eran una mera formalidad), me dediqué en cuerpo y alma a encerrarme en mi mundo y “estudiar” lo que a mí me gusta. Fueron, sin ningún género de dudas, las mejores vacaciones de mi vida.
Y luego estaba Francia en sí misma, claro. Imposible no enamorarse de un lugar que reunía todo lo que un servidor puede desear en la vida. No sólo porque tenía el mejor cine, una música totalmente desconocida y maravillosa (y mogollón de conciertos donde disfrutarla en vivo y en directo) y una literatura sorprendente; ni siquiera por ser la capital mundial del comic (de acuerdo, compartida en lo cuantitativo con EE.UU. y Japón, pero a mil años luz en el aspecto cualitativo); sino porque físicamente, arquitectónicamente, aquel entorno era el paraíso. Si a eso le sumamos el idioma, la idiosincrasia autóctona, el mestizaje, la historia… Uno casi (casi) puede llegar a comprender el estúpido chauvinismo de los galos.
Para mi desgracia, la experiencia sólo duró cinco meses (mi tutora francesa denegó desde un principio la posibilidad de extender mi estancia), y tuve que volverme a España justo cuando mejor me lo estaba pasando. Y creedme si os digo que las últimas semanas fueron la hostia.
Así que desde que abandoné Burdeos siempre he sabido que tarde o temprano mis pasos me llevarán de nuevo a Francia. Espero que sea pronto, y que sea durante una larga temporada, porque allí sigue latiendo una parte de mi corazón.
Hasta entonces, en palabras de Bertrand Cantat: “Toujours à l’horizon…”
"El Jueves", secuestrado
La información, de primera mano, así como comentarios muy interesantes, aquí, aquí y aquí.
Yo, por mi parte, pienso que una cosa es que la imagen sea muy bruta e irrespetuosa (que lo es, pero qué carajo, ¿es que la gente no sabe cómo las gasta "El Jueves"?), y otra muy distinta es que nadie tenga derecho a prohibir su difusión. Al fin y al cabo, eso es censura en toda regla, ¿no?
Vaya por delante que no hay corona en esta tierra que despierte mis simpatías...
Recomendaciones femeninas I: "El niño con el pijama de rayas"
Aunque el uso habitual de un texto como éste es describir las características de la obra, por una vez nos tomaremos la libertad de hacer una excepción a la norma establecida. No sólo porque el libro que tienes en tus manos es muy difícil de definir, sino porque estamos convencidos de que explicar su contenido estropearía la experiencia de la lectura. Creemos que es importante empezar esta novela sin saber de qué trata”.
Con una contraportada así, difícil lo ponen para que uno pueda hacer una reseña sobre el último libro que ha leído sin meter la pata hasta el fondo.
Diré, por tanto, que se trata de una narración breve y muy fácil de leer, muy entretenida y que, como toda buena lectura que se precie, le deja a uno con unas cuantas ideas (de las importantes) rondándole la cabeza.
Me la recomendó mi madre, una mujer de gran cultura y sensibilidad, y aunque no me ha maravillado tanto como a ella, he de reconocer que me la he ventilado en un suspiro, con tremenda avidez. Influyó, supongo, el hecho de haberme pasado dos meses sin leer prácticamente nada (comics incluidos; tengo una pila enorme de lecturas pendientes… ¡malditas responsabilidades y compromisos!), y las enormes ganas de retomar tan sana costumbre.
Quizás el mejor piropo que le pueda echar a la obra de John Boyne sea afirmar que mientras la leía me vino a la cabeza una sensación similar a la que tengo cada vez que releo “Paracuellos”, de Carlos Giménez. Que son palabras mayores…
Rainin' in Paradize
El auténtico talento
Uno está planificando qué hacer con el dinerito que ha ganado en el OMIX de Valadouro (entrada inmediatamente anterior, para los despistados) y decide darse un paseo por la blogesfera, la flogesfera y todo el resto de esferas cibernáuticas de esta red de nuestro señor, cuando se le cae el alma a los pies.
La razón, obviamente, es que la escasa autoestima ganada con sus últimos trabajos y (de)méritos no puede sino tender a cero al comprobar que el auténtico talento campa a sus anchas por internet, y que a servidor no sólo le quedan años, sino probablemente vidas, para alcanzar el dominio de anatomía, color, luz, perspectivas y demás que lucen algunos de los anónimos (en la medida en que no son super-estrellas del comic y la ilustración) que cuelgan sus trabajos, impresionantes, en sus respectivos espacios virtuales.
Para que lo comprobéis por vosotros mismos, cuelgo algunas imágenes al azar (es difícil seleccionar entre todo el material encontrado). Pinchad sobre ellas para acudir al fotolog del artista en cuestión. En lo sucesivo, estarán todos estos enlaces, así como unos cuantos más de otros monstruos del dibujo, en la columna de la derecha:
domingo, julio 15, 2007
O-LÉ!
Estoy, claro, que no cago...
Dos pájaros a remojo
Pero, desgraciadamente, el concierto fue más breve de lo que cabría esperar. A los cuarenta y cinco minutos una lluvia bastante considerable obligó a los músicos a suspender el espectáculo y al público a volver cabizbajo a sus hogares, con cara de “coitus interruptus”, a escuchar una vez más los cd’s de “19 días y 500 noches” o “Mediterráneo”.
Una puta pena, eso es lo que es. Pero se trata de Galicia y, más concretamente, Santiago. Supongo que alguien debió decirle a la promotora del concierto que aquí eso de llover está a la orden del día (de enero a diciembre), y que quizás hubieran debido tenerlo un poquito en cuenta.
Por si eso fuera poco, las 12 canciones que llegaron a interpretar se vieron empañadas por las reacciones de un público especialmente antipático, que llegó a silbar (incomprensiblemente para mí) a los músicos, y que comenzó a cantar himnos de protesta cuando, debido a la lluvia, parte de los asistentes se vieron obligados a abrir sus paraguas.
Yo me esperaba otra de esas noches para el recuerdo, pero me volví a casa con una sensación de tristeza…
sábado, julio 14, 2007
More than meets the eye
No puedo (o no quiero) hacer aquí una disertación ni medianamente crítica sobre “Transformers”. Sobre todo, porque bajo ningún punto de vista podría ser considerada cine “de calidad”. No obstante, no oiréis salir de mi boca (ni leeréis por estos lares) una sola palabra negativa sobre este magnífico y artificioso espectáculo de luz y sonido.
La cuestión con “Transformers” es que no se trata de una película narrativa en el sentido estricto. Hay que saber verla como lo que es: porno.
No salen tetas, diréis. No hay dobles ni triples penetraciones, ni termina con un chorrazo de horchata directo al belfo. Pues no. Pero los códigos del género siguen estando ahí.
Porque, ¿qué es el porno sino una sucesión de escenas incoherentes y totalmente desmadradas en las que no se pretende, ni por asomo, estimular la inteligencia del espectador, ni plantearle profundas cuestiones morales? Gente follando, eso es lo que es. Y las frases que esta gente dice antes, durante y después de follar, son mero relleno para dar una sensación de linealidad.
¿Acaso alguien está viendo una porno y dice: “vaya, esta escena anal desequilibra la dinámica entre los personajes, que resultan de lo más maniqueo”? Va a ser que no.
Y “Transformers”, como buena película porno, es una sucesión de escenas incoherentes y totalmente desmadradas en las que no se pretende estimular la inteligencia del espectador ni plantearle profundas cuestiones morales. Robots dándose de hostias, eso es lo que es. Y las frases que esos robots dicen antes, durante y después de patearse unos a otros su metálico culo, son mero relleno para dar una sensación de linealidad.
Como un mastodóntico videoclip, como una ultra-hormonada intro de videojuego, “Transformers” es un lujo visual que bajo ningún concepto debe afrontarse de forma analítica. Es una oda a la diversión por la diversión. Como volver a tener cuatro años y jugar con tus muñecos en la bañera hasta que se te arrugan los dedos. Como follar por deporte y sin condón con una stripper ataviada con sombrero de cowgirl. Como saltar en un concierto de hardcore cantando a grito pelado una canción de la que no te sabes la letra.
Y aún sabiendo que es polemizar por polemizar, diré que precisamente ésto es lo que debería haber sido “300”, que se quedó a medio camino entre la masturbación audiovisual y el cine con aspiraciones de profundidad, un terreno del que Michael Bay ha sabido, de la mejor manera posible, sustraer a la que es su mejor obra hasta la fecha (aunque viendo su filmografía, muy difícil no lo tenía).
O quizás sea que Optimus Prime nubla totalmente mi objetividad y me devuelve a mi más tierna infancia (ah, la nostalgia: cenagoso terreno para la crítica cinematográfica).
Sea como fuere: ¡alabemos todos a Megatrón!
Zombies y más zombies
Ya sé que son criaturas putrefactas, parcas en vocabulario y con el carisma de una banqueta, pero lo cierto es que todo ese rollo post-apocalíptico y de “caída del imperio occidental” me parece inquietante y muy sugerente.
No sé quién dijo (y no lo voy a buscar, porque estoy vago y de vacaciones) que el gran mérito de las narraciones de género era su capacidad para inspirar metáforas sobre el mundo real, y en eso las historias de zombies se llevan la palma.
La base argumental de los relatos con muertos vivientes es siempre la misma (con ligeras modificaciones): una plaga, radiación espacial o lo que sea hace que los muertos se levanten de sus tumbas y caminen por el mundo con un hambre insaciable en busca de humanos que devorar, mientras los humanos susceptibles de ser devorados (que vienen siendo los protas) escapan una y otra vez de la muerte y ven su cordura forzada hasta el extremo. A partir de ahí, y dependiendo del saber hacer del guionista, ese planteamiento puede valer para establecer una crítica a la sociedad de consumo o a la guerra de Vietnam, un paralelismo con el auge del comunismo o, en el peor de los casos, sólo para dar un par de sustos y servirnos dos tazas de sangre e higadillos.
Pues bien, feliz coincidencia (o sutil maniobra comercial): hace un par de semanas se estrenó en cines “28 semanas después”, la nueva vuelta de tuerca cinematográfica al asunto, y se editaron en España dos comics que versan sobre el tema en cuestión, “Marvel zombies” y el quinto tomo de “Los muertos vivientes”.
Sobre la peli de Juan Carlos Fresnadillo (el director de aquella interesantísima rara avis del cine español que resultó ser “Intacto”), diré que es una secuela directa de “28 días después” de Danny Boyle (que ejerce aquí como productor) y que, aunque divertida a ratos y con alguna escena más que potable (los diez primeros minutos son estupendos, así como la breve secuencia de visión nocturna en el metro), decepciona por previsible, tópica y, sobre todo, por algunas decisiones argumentales tirando a ridículas (eso de poner a un zombie malo malísimo… menuda chorrada). Mi sugerencia: para descargar de la mulita y ver en una tarde aburrida.
“Marvel zombies”, por su parte, es una trapallada que se lee y se olvida inmediatamente, pergeñada por Robert Kirkman (al que alabaré en el párrafo siguiente, pero no en éste) y Sean Phillips (el excelente dibujante de “Sleeper”), que tiene como único interés ver a los héroes marvel de toda la vida (Spider-man, el Capi América, Iron Man o Lobezno) peleándose por encontrar cerebros humanos que consumir. Sólo para muy frikis de los comics Marvel, vamos.
Finalmente, el esperado quinto volumen de “Los muertos vivientes”, en el que (ésta vez sí) Robert Kirkman se luce con un guión espléndido que captura todos los clichés del género de zombies sin que estos huelan a revenido, al tiempo que sigue maltratando a unos personajes que no dejan de crecer (y calar en el lector) página a página, y con los que es inevitable empatizar. Un tebeo muy bien escrito y discretamente dibujado (sin estridencias) por Charlie Adlard, que ofrece un lúcido repaso de las áreas más oscuras de la conducta humana (auténtico motor del terror en la serie, y no los zombies, que son simplemente la coartada para plantear la historia). El mejor ejemplo de lo que este subgénero puede ofrecer, más allá de casquería y el gore gratuitos: muy, muy recomendable.
(Y si viene, como es el caso, con otro comic de regalo, y resulta que éste es además una lectura tan divertida y fresca como el “Girls” de los Luna Brothers, pues mejor que mejor).
miércoles, julio 11, 2007
In extremis (para variar...)
Pero si lo logro, no sólo habrá merecido la pena dormir una media de 4 horas diarias durante la última semana conviviendo con cantidades inhumanas de cafeína y taurina (sea lo que sea esa sustancia) en mi torrente sanguíneo, sino que habré establecido un nuevo record personal en cuanto a “volumen de trabajo/tiempo invertido” (el año pasado tardé dos meses en hacer el mismo número de páginas para la edición anterior del concurso, y con un acabado muy inferior, en mi humilde opinión).
A modo de teaser, cuelgo una viñeta finalizada, a ver qué os parece:
ACTUALIZADO EL SÁBADO 14, AL DESPERTAR DE UNA CURA DE SUEÑO DE 14 HORAS:
¡Prueba superada! Aún no sé cómo lo hice, pero lo hice. Ya sólo me queda prepararme para 15 días de playa, conciertos y rascarme insistentemente mis sagrados genitales…
Desde aquí quiero dar miles de gracias a todos los que me ayudaron en este proyecto: el padre Karras, el peli y su Alfa, como modelos fotográficos; mi productora favorita aportando infraestructura (que es lo suyo) y muchos, muchos ánimos; el padre Karras de nuevo, prestándome su portátil para trabajar a dos manos y dándome muchos ánimos también, así como su crítica visión de pseudo-biólogo sobre la anatomía de mis imposibles animales putrefactos; o Home de Xeo, que hizo una aportación fundamental al acabado visual del comic, y que además se ofreció de buena gana a quedarse a currar conmigo la noche de un duro día de resaca (como no quisiste la mamada, te debo unas cañas o algo así, jajaja); sin olvidar a mi hermano, que está ahí todos los días poniéndomelo fácil, y sin cuyo apoyo y motivación el menda difícilmente tendría la determinación de acabar las cosas que empieza. Gracias a todos, sois cojonudos.
domingo, julio 01, 2007
...and nothing else matters
El jueves pasado mi pelirrojo favorito, una amiga suya a la que no conocía previamente (que resultó ser simpatiquísima, llena de sentido del humor y con los ojos más bonitos de la provincia de La Coruña) y yo nos dimos un paseo en coche hasta Lisboa para acudir al Super Rock, festival de música organizado por la marca de cerveza lusa Super Bock, que sigue anotando tantos trece años después de su primera edición y al que los más duros de San Francisco se presentaron como parte de su gira “Sick of studio” (literalmente, “hartos del estudio”, pues llevan ya un tiempo preparando un nuevo disco que saldrá a la venta, si todo va bien, a principios del 2008).
El viaje, como es habitual en estos casos, dio para mil anécdotas, multitud de bromas y paridas varias de ésas que tienen muchísima gracia si estabas allí, pero que si las cuento aquí resultarán anodinas en el mejor de los casos, así que voy directamente al festival, que es lo que procede:
Aunque las puertas se abrían a las 3 de la tarde, nuestra humilde expedición decidió que los primeros grupos (Men Eater, More than a thousand, Blood Brothers y Mastodon) nos tiraban bastante de un pie, por lo que procedimos a la siesta de rigor en el hotel para acumular energías con el fin de darlo todo en la que se prometía como una noche memorable, y nos plantamos en el Parque das Nações (el recinto ferial de la reciente Expo) a eso de las 7.
Aún estaba tocando Stone Sour, otra de las bandas invitadas (bastante flojita, en líneas generales), así que ingerimos algo y nos dispusimos a disfrutar del primer plato verdaderamente interesante de la velada, el guitarrista Joe Satriani, un virtuoso de la ejecución que dejó algunos momentos de gran conexión con el público en temas como “Cool number 9”, “Always with me, always with you” o “Surfing with the alien”. El fulano demostró además que es el mejor en lo que hace (masturbar a su guitarra, sacándole sonidos imposibles…entre ellos un “scratching” que yo confundí totalmente con unos platos de ídem hasta que pude ver como Satriani movía los dedos sobre las cuerdas de su instrumento) y dejó a los allí presentes calentitos para el plato fuerte del evento.
Después, con la noche cerrada y la luna llena, llegó la expectación. La gente comenzó a apiñarse en torno al escenario al tiempo que todos los asistentes mirábamos el reloj y veíamos pasar los 45 minutos que tardó en empezar a sonar, como ya es habitual en las giras de Metallica, “The ecstasy of gold”, el temazo de Ennio Morricone para la película “El bueno, el feo y el malo” que abre todos los conciertos del grupo en el que militan James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo.
Y luego, como un puñetazo en la cara, empezó a sonar “Creeping death” (uno de los clásicos de la banda) y se desató, inevitablemente, una tormenta de codazos, empujones, desmayos, peleas y demás actividades habituales en este tipo de eventos que hicieron de los 15 primeros minutos de concierto toda una prueba de fuerza y resistencia para las sesenta y pico mil almas que allí estábamos concentradas.
Tras “For whom the bell tolls” las cosas se pusieron un poco más tranquilas (pero sólo un poco) y el resto del concierto fue algo más relajado, siempre según los estándares del público metalero prototipo.
¿Que cómo estuvo Metallica? En una palabra: hostiaputayvivalamadrequelosparió. Todos los integrantes de la banda brillaron con luz propia, aunque lo cierto es que Hetfield fue la auténtica estrella de la función, con su físico imponente, su aspecto que tanto evoca una sabia madurez como el salvajismo más instintivo y, sobre todo, su personalísima voz, contundente como el trueno.
Pasando olímpicamente de los últimos discos (de hecho, la única canción posterior al “Black album” que interpretaron fue “The memory remains”, en la que el público se desgañitó haciendo unos coros de antología), el repertorio estuvo plagado de clásicos básicos, casi a modo de un “greatest hits”, y no faltaron (además de las ya mencionadas) “Battery”, “Enter Sandman”, “The four horsemen”, “Fade to black”, “Orion” (increíble en directo, con una estupenda introducción a cargo del bajista Robert Trujillo), “One” (con pirotecnia incluida) o “Sad but true”, todas ellas recibidas con algarabía (y sí, más codazos) por parte de sus fieles seguidores. Pero sin duda los momentos climáticos los marcaron “Master of puppets”, “The unforgiven” y, sobre todo, “Nothing else matters”, durante la cual todas las voces de los allí presentes sonaron al unísono, sintiendo los colores (el color negro, vamos) con una emoción que es difícilmente imaginable para quien no haya estado presente.
Por ponerme un poco quejica, diré que eché en falta “Fuel” y alguna de las estupendas versiones incluidas en el disco “Garage Inc.” (si hubiesen tocado “Astronomy” me hubiese muerto de felicidad allí mismo), así como “No leaf clover” (que se compuso y se tocó sólo una vez en el año 1999, con motivo del disco orquestado “S&M” y que es, casi seguro, mi canción favorita compuesta por la banda). El concierto duró dos horas y media (todo un derroche de energía), pero estoy seguro de que cada persona del público tendría su set list ideal y ninguno bajaría de las tres horas largas de espectáculo…
Aún así, es imposible que nada estropee el maravilloso sabor de boca que me dejó una noche memorable en la que me rebocé cual croqueta entre el gentío, me quebré la voz y me dejé la piel y los huesos saltando, echando cuernos y gritando “yeah!” cada vez que los reyes del trash así lo requerían. Una de esas noches en las que el presente, el segundo exacto en que vives, es tan reconfortante que nada más importa en absoluto...
(Aprovecho además para pedirle perdón al pelirrojo en cuestión por joderle todos los vídeos que grabó con su móvil en el concierto porque, por encima de la de James, en cada canción se oye siempre una voz que lo da todo y se desgarra hasta desangrarse… la mía, obviamente … llevo un par de días con una afonía importante, jajaja…)
No hay dos sin tres...
Tal es el caso de Shrek, el ogro de cuento de hadas más famoso de todos los tiempos (quizás sea porque, que yo sepa, el ogro de Pulgarcito no llegó nunca a tener nombre propio…)
Pues bien, ya se ha estrenado la tercera parte de sus aventuras y, aunque está repleta de divertidos gags y momentos de alta comedia (no como esas estupideces adolescentes llenas de tetas y escatología barata a las que me suelen arrastrar algunos allegados, para mi desgracia… con la muy honrosa excepción de “La vecina de al lado” que también es, a su manera, alta comedia), lo cierto es que ya se percibe una cierta dejadez en el planteamiento argumental que pone de manifiesto, más de lo que cabría esperar, que ésta nueva aproximación al universo de Shrek, Fiona y Asno viene marcada por el verde incorrecto, el del dinero (wow, hay que ver lo cojonudas que me quedan algunas metáforas, ¿eh?... éste no es el caso, lo sé…)
Pese a dichas limitaciones (muy obvias) en la trama principal, “Shrek Tercero” no deja de ser una buena peli de usar y tirar, para pasar un buen rato de risas y olvidarla inmediatamente después, y que pone nuevamente de manifiesto el buen momento que viven las producciones de animación en 3-D que nos llegan del otro lado del Atlántico (no así, desgraciadamente, las de factura autóctona).
Si la peli resulta otro éxito comercial, estoy convencido de que tarde o temprano tendremos una nueva secuela (al contrario que los del Señor, los caminos del mercado son fácilmente escrutables), pero yo siempre preferiré la gracia, el desparpajo y los desternillantes chistes de “Shrek 2”, que era una auténtica maravilla en todos los sentidos.