Por mucho que uno intente
estar al día de todos los tebeos que se publican en España (aunque
luego acabe picoteando sólo de una parte mínima), es inevitable que
entre la marea de publicaciones mensuales más de una novedad
interesante se escape por debajo del radar. Desde luego, a mí se me
habría pasado por alto el brillante debut en nuestro país de la
serie francesa “Tyler Cross” si no llega a regalármelo sin
previo aviso J. (mayúscula). Sospecho que el tebeo escrito por
Fabien Nury (del que hasta ahora sólo había leído los álbumes
publicados por Norma de la interesantísima “Yo soy legión”) y
dibujado por Brüno (a quien no conocía en absoluto) dará bastante
que hablar entre los comentaristas y recomendadores habituales de las
webs de comics, o al menos así debería ser, pero lo cierto es que yo no tenía ni idea de su
existencia hasta que mi hermano me lo entregó envuelto en papel de
regalo el pasado fin de semana.
“Río Bravo”, primer
álbum de la colección, fue publicado en abril por Dibbuks en una
excelente edición en tapa dura, y supone la presentación de un
anti-héroe de serie negra muy en la línea del Parker de Richard
Stark: un bastardo de sangre fría y mandíbula cuadrada metido en
problemas con los cárteles mexicanos y la mafia italiana, víctima
de traiciones por parte de sus supuestos aliados y objeto romántico
(a su pesar, o tal vez no) de sensuales mujeres de dudosas
intenciones. Un arquetipo, en fin, situado en el epicentro de una
trama no menos arquetípica, a caballo entre el western y el hard
boiled, que dedica sus 90 páginas a pulsar sin descanso los
resortes de ambos géneros. Tanto es así que los propios Nury y
Brüno incluyen en el libro unas notas finales en las que desvelan,
sin asomo de vergüenza, de dónde han salido muchas de las
influencias tomadas para dar forma a la narración: “Más allá de
Río Grande”, “El último refugio”, “La Dalia Negra”, “La
huida”, “Los profesionales”, “Grupo salvaje”, la Trilogía
del Dólar de Sergio Leone...
El dibujo de Brüno, una
curiosa simbiosis entre el estilo cartoon de Michael Avon Oeming y el
trazo indie (término un tanto impreciso, lo sé) de Seth, puede parecer esquemático o poco
trabajado en un primer acercamiento, pero a la larga se revela como
uno de los mayores atractivos de “Tyler Cross”. Sus diseños de
personajes son certeros en su simplicidad y su puesta en página es
elegante y diáfana. Una herramienta narrativa idónea para la
historia y el tono planteados por Nury, que parece sentirse muy
cómodo escribiendo el argumento que su compatriota plasmará luego
en viñetas sobre el papel.
Hay ciertos comics que,
mientras uno los lee, inevitablemente siente el disfrute con el que
sus autores los han ido construyendo. A veces esa diversión se
percibe como algo ajeno, un juego privado entre guionista y dibujante
en el que uno no consigue involucrarse. En otras ocasiones (las
mejores), el equipo creativo consigue transmitir ese sentido lúdico
al lector y hacerlo partícipe del disfrute. “Tyler Cross: Río
Bravo” es un buen ejemplo de esto último. Ni su absoluta falta de
originalidad, ni su narrativa convencional, sin grandes alardes
narrativos, consiguen empañar el hecho de encontrarnos ante un comic
divertidísimo, que se coge con curiosidad desde la primera página y
no se suelta ni a tiros hasta la última. Y tiros, os lo aseguro, hay muchos.
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