Viendo en los noticiarios las imágenes de las llamadas fuerzas del orden enzarzadas con la población civil en las actuales revueltas raciales en Misuri no resulta complicado encontrar peligrosamente factible el escenario que el guionista Brian Wood y el dibujante Riccardo Burchielli proponen en su tebeo "DMZ". Editadas por el sello Vertigo de DC Comics entre noviembre de 2005 y febrero de 2012, las 72 entregas de la colección narran el trabajo de campo de Matty Roth, becario convertido a su pesar en reportero bélico en una Nueva York situada en el epicentro de una hipotética Segunda Guerra Civil estadounidense. DMZ son las siglas en inglés para Zona Desmilitarizada, término con el que se conoce a la isla de Manhattan en el conflicto que enfrenta a los Estados Unidos con los autoproclamados Estados Libres, un movimiento separatista que aglutina una creciente ola de disturbios contra las políticas del gobierno central de Washington.
La DMZ es el lugar donde las fuerzas armadas de los EE.UU. consiguieron detener el arrollador avance del ejército de los EE.LL., y por consiguiente el enclave estratégico que decantará la contienda en favor de uno u otro bando. El papel de Roth en este contexto comienza siendo meramente testimonial: él es el único periodista que reside permanentemente en la DMZ, cuya población se ha visto mermada por una desastrosa maniobra de evacuación y por el peligroso día a día en el que bandas callejeras y milicias ciudadanas se reparten los cinco barrios de Nueva York. Sin embargo, pronto Roth se convertirá en un relevante personaje público, la voz de los civiles en la DMZ, y tanto los EE.UU. como los EE.LL. pretenderán manipularlo para aprovecharse de su creciente influencia mediática.
Todos los días son 11-S: presentación de Matty Roth en el número 1 USA de "DMZ". Dibujo de Riccardo Burchielli.
Parece inevitable entender la serie de Wood y Burchielli como una respuesta en forma de ficción a tres de los grandes eventos que marcaron la historia de Norteamérica en la década pasada: los atentados del 11-S y las invasiones de Afganistán e Irak. Por un lado, la destrucción del World Trade Center despertó en la población estadounidense, y más concretamente en la ciudad de Nueva York, una percepción de guerra en casa que no se conocía desde el ataque japonés a Pearl Harbor. Además, la paranoia frente al atentado impredecible y al terrorista potencial, infiltrado entre la ciudadanía, encajan perfectamente con el clima de miedo e inseguridad constantes que acompaña a diario a los habitantes de la DMZ: en una guerra callejera de norteamericanos contra norteamericanos, nunca se sabe cuándo ni dónde se producirá la siguiente emboscada o el próximo bombardeo.
Página del número 11 USA, dedicado al personaje de Zee, a cargo del dibujante de fill-in Kristian Donaldson.
Por otro lado, las estrategias militares de ocupación y reconstrucción que los EE.UU. han venido realizando en Oriente Medio en los últimos años permiten una lectura ecónomica demasiado evidente como para que uno se crea, a estas alturas, el cariz humanitario y democrático con el que los medios oficiales pretenden justificarlas. Las guerras siempre han sido, son y serán un negocio. En "DMZ" estas políticas ultracapitalistas están representadas por Trustwell, una empresa de reconstrucción aliada con el gobierno de Washington y con el grupo mediático Liberty News, y que además defiende sus intereses en la antigua Manhattan empleando un ejército privado con obvias reminiscencias de los mercenarios reales de Blackwater.
Los cascos azules cumplen con su papel decorativo en el irreconocible barrio de Tribeca. Dibuja Riccardo Burchielli.
En el epicentro de estos intereses territoriales, politicos y económicos
se encuentran los vecinos de Nueva York, sitiados por ambos frentes por
uno y otro ejércitos, tratando desesperadamente de reconquistar la normalidad en una ciudad
cuya catastrófica arquitectura recuerda más a la franja de Gaza que al imponente skyline homenajeado en el cine de Woody Allen o Martin Scorsese. En las calles de la DMZ el lector conocerá a Zee, una estudiante de medicina obligada por su brújula moral a convertirse en asistente sanitaria para cualquiera que lo necesite; a Década Después, un graffitero que continuará dejando su impronta en calles, trenes y azoteas hasta el día en que se derrumbe la última pared de la ciudad; a Wilson, el mafioso/caudillo protector de Chinatown... Músicos, artistas, arquitectos, civiles al fin y al cabo, que tienen su propia historia personal en un relato bélico que condiciona inexorablemente sus vidas pero que, en última instancia, no los supera. Porque ni siquiera la guerra puede acabar con el alma de Nueva York.
Portada del número 67 USA, obra del ilustrador Jean Paul Leon.
Pese
a haber nacido en Vermont, el guionista Brian Wood es uno de esos neoyorkinos de
adopción que proclama a los cuatro vientos su devoción por la ciudad que
nunca duerme. Y, de una forma un tanto extrema, "DMZ" es su carta de
amor hacia esas calles y, sobre todo, sus habitantes. Según Wood el
auténtico neoyorkino, ya sea nativo o prohijado, no se parece al resto
de los estadounidenses. Pese al totum revolutum de razas, culturas y
religiones, el neoyorkino posee una idiosincrasia propia y, de hecho, es
antes neoyorkino que cualquier otra cosa. Incluso que estadounidense.
"DMZ" pone el dedo en algunas de las llagas más sangrantes de las actuales políticas exteriores e interiores de los EE.UU., presentando además un rico escenario en el que desarrollar tantas historias potenciales (con puntos de vista muy diferentes) como habitantes tiene esta ruinosa isla de Manhattan. Y es precisamente ahí donde un servidor encuentra uno de los mayores problemas de la coleción: el marco creado por Wood tiene un potencial inmenso, casi infinito, pero el escritor de "Local" y "Northlanders" no acaba de sacarle todo el jugo posible. Ni desde el punto de vista bélico, donde el guionista no ahonda en los orígenes, la cronología ni el desarrollo de esta Segunda Guerra Civil estadounidense, cuyos principales actores y sus respectivas posturas políticas y sociales apenas aparecen bosquejados en el argumento principal; ni desde el punto de vista de los personajes protagonistas, entre los cuales sólo unos pocos (Roth, Zee y en menor medida el líder populista Parco Delgado) me parecen plenamente desarrollados.
En el conmemorativo número 50 USA de la colección se incluye una historia corta protagonizada por un personaje que colecciona obras de arte para protegerlas de la progresiva destrucción de los museos de Nueva York. Es un ejemplo perfecto de la clase de argumentos que Wood podría haber llevado a sus últimas consecuencias a lo largo de la colección, pero que se quedan en mera anécdota al igual que las tramas de un montón de personajes secundarios, sepultados por las vivencias en primera persona de Roth, que progresivamente pasa de testigo presencial de la contienda a protagonista destacado de la misma, en una maniobra de focalización de la trama que no acaba de convencerme. Me hubiera gustado encontrar en "DMZ" una mayor coralidad e interrelación de personajes pues el punto de partida, creo yo, demandaba precisamente esa clase de protagonismo compartido. Esperemos que la inminente adaptación televisiva para el canal SyFy (cadena que no ofrece demasiadas garantías de calidad) y que actualmente desarrollan los guionistas Andre y Maria Jacquetton (que sí ofrecen una mayor confianza, dado su trabajo previo en las primeras temporadas de "Mad Men") incida en todos los aspectos insinuados pero apenas desarrollados por Wood y Burchielli.
Matty Roth en horas bajas. Página de Buchielli para el número 54 USA.
Mi otro gran reproche a "DMZ" es el abuso en la segunda mitad de la colección del decompressive storytelling, tendencia actual del tebeo comercial norteamericano de dilatar la narración para cubrir las 20-24 páginas mensuales que demanda el formato comic-book, por mucho que los mismos acontecimientos pudieran haberse desarrollado en la mitad de espacio. Desde luego, no hacían falta 72 comics de grapa, 12 tomitos recopilatorios en la edición española a cargo de Planeta de Agostini y (en última instancia) ECC Ediciones, para desarrollar lo que Wood y Burchielli proponen en "DMZ".
El problema, me parece, no está tanto en las decisiones tomadas por el dibujante italiano y sus ocasionales sustitutos (para cubrir con las fechas de entrega), los cuales realizan un trabajo competente aún sin grandes alardes, sino en la escritura y planificación de Wood, que sacrifica la calidad y densidad del relato en favor de la cantidad y comercialidad del mismo. Leyendo "DMZ" uno se vuelve de pronto consciente de cuánto echa de menos a los guionistas que definieron el tebeo angloparlante de los años 80; tipos como Frank Miller ("Ronin", "Give me liberty"), Alan Moore ("V de Vendetta", "Watchmen") o Howard Chaykin ("American Flagg!") que en 4, 8 ó 12 números podían presentarte una distopía cargada de lecturas políticas y sociales y un buen puñado de caracteres interesantes y llevarlos hasta sus últimas consecuencias aprovechando hasta la viñeta más pequeña para introducir el mayor número de conceptos posible.
Una comparativa caprichosa: la densidad de una página del "Give Me Liberty" (1990) de Miller y Gibbons frente al decompressive storytelling de Woods y Burchielli en "DMZ" (2011).
"DMZ" es un tebeo interesante. Una lectura agradable que posee un arranque muy prometedor y una conclusión arriesgada y honesta, pero que entre uno y otra da demasiadas vueltas alrededor de sus planteamientos sin entrar casi nunca a matar. Y así, se queda en el cómputo global unos cuantos peldaños por debajo de títulos históricos de la línea Vertigo como "The Sandman", "Predicador", "Scalped" o "100 Balas", y más próximo a la irregularidad de otros bastante recomendables aunque evidentemente menos meritorios, como "Transmetropolitan", "Y, el último hombre" o "The Unwritten". Siempre, eso sí, infinitamente mejor que "Fábulas": qué manía le tengo a "Fábulas", madre mía.
Un apunte final: la sinestesia, ese curioso fenómeno por el que relacionamos sensaciones propias de un sentido (por ejemplo la vista) con otro (como el oído) ha despertado en mi cabeza numerosas asociaciones musicales mientras leía del tirón los 12 volúmenes que recogen "DMZ" en castellano (y que merecen un tirón de orejas para Planeta de Agostini por su traducción plagada de errores). La más evidente ha sido con el excelente álbum "The Monitor" de Titus Andronicus, inspirado en la Guerra Civil estadounidense (la primera, la de verdad). Pero también ha habido ramalazos del "Gold" de Ryan Adams o del "The Rising" de Bruce Springsteen. Son asociaciones muy personales, desde luego, porque sospecho que Wood tenía en mente los ritmos del hip-hop y de la música electrónica cuando describía el ambiente cultural de la DMZ (en el número 12 USA hay bastante de eso), pero así funcionan mis conexiones neuronales...
Dos viñetas del número 4 USA: Matty Roth se queja de que Radio Free New Jersey pincha demasiado Springsteen para su gusto.
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