Pese a mi reticencia habitual hacia los remakes, reboots y precuelas oportunistas de sagas cinematográficas con solera, "El origen del Planeta de los Simios" me sorprendió en 2011 de muy grata forma: al contrario que el despropósito pergeñado por Tim Burton diez años antes, la cinta dirigida por el prácticamente desconocido Rupert Wyatt no sólo atesoraba un apartado visual magnífico, apoyado en uno de los mejores ejemplos de motion capture que se recuerden, sino que se erigía sobre un guión sólido, plagado de personajes carismáticos con motivaciones creíbles... o al menos todo lo creíbles que pueden ser las motivaciones de un chimpancé super-inteligente dispuesto a rebelarse contra el homo sapiens para romper las cadenas (metafóricas y literales) que mantenían en cautividad a sus peludos hermanos primates. "El origen del Planeta de los Simios" era una película de ciencia-ficción con trasfondo ecologista que uno podía tomarse en serio, capaz de remover las emociones del espectador y conseguir que empatizásemos precisamente con el elemento extraño de la narración: frente a la crueldad del ser humano, resultaba inevitable alinearse con el bando de los simios oprimidos y disfrutar enormemente de su odisea hacia la libertad.
Dado el éxito comercial del film y su obvia condición de punto de arranque para una nueva saga, tres años después nos encontramos en las carteleras con su secuela directa, "El amanecer del Planeta de los Simios". En ella el realizador Matt Reeves, conocido por su trabajo en "Cloverfield" (el título de esta película en castellano sí que es realmente "monstruoso") y en el remake norteamericano de "Déjame entrar", retoma la historia del libertador Caesar varios años después de los hechos narrados en la entrega anterior. Mientras la raza humana está al borde de la extinción a causa de una plaga vírica derivada de la investigación con animales, la tribu de Caesar vive pacíficamente en los frondosos bosques del área de San Francisco, ajena al apocalítptico porvenir de los hombres. La llegada de un grupo de exploradores humanos a los dominios de los simios obligará a ambas sociedades a establecer un frágil plan de convivencia envenenado desde el principio por la desconfianza mutua.
Aún sin desviarse demasiado de los principios que llevaron al éxito a su antecesora, "El amanecer del Planeta de los Simios" supera a aquélla en todos los aspectos. Desde lo puramente técnico, perfeccionando las herramientas que permiten exportar los movimientos y gestos faciales del especialista Andy Serkis a la anatomía simiesca de Caesar, hasta la cuidada planificación visual llevada a cabo por Reeves, con algunas soluciones narrativas realmente inspiradas (como el movimiento circular de la cámara sobre la ametralladora de un tanque o el plano secuencia con que se resuelve la infiltración del héroe humano en el campamento de San Francisco). Salvo en el caso de Gary Oldman, secundario camaleónico que aporta
empaque y galones a cualquier reparto, el estudio ha tomado la decisión
más lógica y económica: relegar los papeles humanos a intérpretes poco
conocidos, como el cumplidor Jason Clarke, dejando que la atención
recaiga en los auténticos protagonistas de la función.
El director neoyorkino (co-creador de la teleserie "Felicity", a cuya protagonista Keri Russell repesca aquí en un rol de mediana importancia) se toma su tiempo para presentar la sociedad de los simios y el destacado papel que Caesar juega en ella. Desde el prodigioso arranque, deudor tanto del segmento prehistórico de "2001: una odisea en el espacio" de Stanley Kubrick como de los apuntes pseudo-documentales del "Apocalypto" de Mel Gibson, la identificación del espectador con el primate protagonista es total. La intromisión en este atávico equilibrio de un elemento tan poderoso como el miedo al otro (el ser humano, en este caso, aunque es inevitable sustraer de todo esto una lectura geopolítica tristemente actual) pondrá en jaque los principios elementales en que se sustenta la civilización simia. El desmoronamiento del reino de Caesar es un reflejo (simplificado, sí, pero dolorosamente obvio) del devenir intrínseco a toda sociedad humana; una alegoría animal tan contundente como lo fue en su momento la sublevación agraria de George Orwell. Al igual que en el clásico literario de 1945, "Rebelión en la granja", la evolución social de los animales protagonistas los acerca inexorablemente a posturas peligrosamente humanas. El mensaje no podría ser más pesimista: una creciente complejidad socio-política genera luchas de poder y derramamiento de sangre. Cuando dos culturas, dos ideologías, dos pueblos coinciden en el mismo palmo de tierra, la respuesta instintiva, el impulso más básico, es aplastar al otro. Morir, matar y morir matando.
Aunque este planteamiento no es en absoluto novedoso, la forma en que se articula desde el punto de vista dramático me parece ejemplar. Todos los personajes implicados en "El amanecer del Planeta de los Simios" tienen razones de peso para actuar del modo en que lo hacen. Su progresión es tan lógica como, en realidad, humana. Incluso el gran villano de la función tiene sus motivos, perfectamente comprensibles, para tomar las decisiones que desembocarán en el clímax final de la cinta: una batalla urbana espléndidamente coreografiada que en ningún momento antepone los alardes pirotécnicos al interés emocional del relato. No se puede afirmar que la cinta firmada por Reeves sea precisamente cine de autor, pero sin duda es bastante más contenida, reflexiva y conmovedora que el típico blockbuster hipervitaminado de la temporada estival. Valorándola además como secuela, "El amanecer del Planeta de los Simios" entra por méritos propios en la selecta categoría de segundas partes que expanden, enriquecen y superan a sus predecesoras, en la liga de hitos como "El imperio contraataca", "El mito de Bourne" o "El caballero oscuro".
De forma absolutamente coherente, el final de la película deja una puerta abierta a una tercera entrega que aterrizará en las salas (si todo va bien) en dos o tres años, y el nombre de Matt Reeves aparece de nuevo vinculado al proyecto desde sus primeras fases creativas. Si éste es el camino a seguir, por mí como si continúan haciendo películas del Planeta de los Simios hasta que conozcamos a las tataranietos de Caesar.
De forma absolutamente coherente, el final de la película deja una puerta abierta a una tercera entrega que aterrizará en las salas (si todo va bien) en dos o tres años, y el nombre de Matt Reeves aparece de nuevo vinculado al proyecto desde sus primeras fases creativas. Si éste es el camino a seguir, por mí como si continúan haciendo películas del Planeta de los Simios hasta que conozcamos a las tataranietos de Caesar.
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