
(Michael Caine, en una entrevista a “Cinemanía” nº155)























[Orgasmo musical: así definiría "Ara batur", tema central del nuevo y fascinante disco de Sigur Rós, "Með suð í eyrum við spilum endalaust" (no me preguntéis qué carajo significan el título del disco y los versos que abren esta entrada... a saber si lo he escrito bien). O quizás el tema central sea "Festival", otra joya para esta corona con forma de compact disc. Los islandeses han vuelto por la puerta grande con un trabajo que alberga la sensibilidad de siempre pero con un halo optimista. Parafraseando la crítica de Joan S. Luna en "Mondo sonoro": "(…) escucharlo es tener claro que mañana saldrá el sol de nuevo y que aún habrá quien nos quiera". Hermosas palabras para un hermoso disco.]



Los tres gallegos llegamos a Kobetamendi a la hora en que empezaba el concierto de Apocalyptica, cuarteto de chelos eléctricos especialista en versionar a Metallica que sorprendió (además de con una interpretación magnífica de los hits de los más duros de San Francisco) con un “Heroes” (sí, el de Bowie) de quitarse el sombrero. También le hicieron hueco a “In the hall of the mountain king”, el clásico de Edvard Grieg (que además apeló a mi nostalgia universitaria: para un trabajo de la facultad tuve que montar un trailer de una peli de terror inventada utilizando ese audio). Fue un buen punto de partida para una tarde que resultó algo sosa: los Gamma Ray estuvieron cumplidores sin más, Ministry ruidosos (así que nos fuimos por ahí a tomar algo) y Helloween muy divertidos (sin excesos en lo musical). Los cabezas de cartel del primer día eran Judas Priest, banda celebérrima que a mí me aburrió bastante (que se le va a hacer, Rob Halford tiene papada…), así que volvimos pronto para Bilbao a descansar y reponernos de cara al día siguiente, el cual (éste sí) iba a colmar todas mis expectativas…
Entre tanta espera, servidor se perdió, en el escenario 2, los conciertos de Europe (una pena, me apetecía escuchar “The final countdown” en directo y así satisfacer al niño que llevo dentro) y “Blind Guardian” (éste sí que me entristeció de verdad; “A night at the opera” es uno de mis discos favoritos de todos los tiempos… tal vez en otra ocasión); pero supe que el sacrificio había merecido la pena en cuanto comenzó la…

Siendo el segundo proyecto oficial de la división cinematográfica de Marvel, ¿mantendría el alto nivel de diversión y frikismo de la película del latas? ¿Sería una secuela de la reciente y olvidable adaptación dirigida por Ang Lee y protagonizada por el soso Eric Bana? Si no lo era, ¿contaría una vez más el origen del personaje, sacrificando con ello buena parte del metraje? ¿Tardaríamos de nuevo hora y media en poder disfrutar de una mísera escena de acción? ¿Sería el director Lou Leterrier (artífice de pelis de acción para individuos con encefalograma plano como “Transporter”) el mejor candidato posible para realizar una película que tiene a Edward Norton (actor superdotado y muy crítico con los resultados de sus propios trabajos) como protagonista?
Todas estas incógnitas tienen su respuesta en los primeros 15 minutos del film.
La película no es una secuela, pero tampoco está desvinculada de la anterior (vamos, que ni sí ni no, sino todo lo contrario). Podría decirse que ocurre algo parecido a lo que sucedía con “Posesión infernal” y “Terroríficamente muertos” (ambas de Sam Raimi). En “El increíble Hulk” los créditos recrean, mediante flashback, el origen de los poderes del personaje, ligeramente reescrito para la ocasión (y añadiendo un nuevo factor de coherencia respecto al resto del universo cinematográfico Marvel) y acto seguido la acción se desplaza a Brasil (donde concluía la cinta de Ang Lee), con un Bruce Banner fugitivo que vive en una favela, trabaja en una fábrica de embotellamiento de refrescos y busca, gracias a la meditación y a un pequeño laboratorio casero, una cura para su enorme y verdoso problema.

Ya en las primeras escenas puede advertirse lo que será, a nivel cualitativo, la tónica general del film: interpretaciones tibias por parte del elenco actoral (exceptuando a Edward Norton, que hace todo lo humanamente posible por dotar de vida al arquetípico héroe), una dirección absolutamente despersonalizada (y que confirma a Leterrier como el mercenario audiovisual que es), un guión esquemático y predecible que, no obstante, tampoco contiene ningún momento de vergüenza ajena, y un montaje apresurado que obvia cualquier posibilidad de indagación en la psique y motivaciones de los personajes en su afán de “tirar palante” y llegar cuanto antes a los puntos fuertes de la peli: la acción y los FX.

Porque si hay algo claro (para todo el mundo menos para Ang Lee) es que cuando uno va al cine a ver una película de Hulk, lo que espera es poco diálogo y mucho “¡Hulk aplasta!”, y de eso aquí tenemos en cantidad.
El goliat esmeralda corre, salta y reparte hostias como panes gracias al holgado presupuesto del film. Las últimas técnicas de animación digital permiten que, pese a ser un puñado de bytes superpuestos sobre imagen real, el monstruo verde logre cotas de interpretación superiores a las de, por ejemplo, su compañera de reparto Liv Tyler (lánguida y sin carisma alguno, siempre a punto de hacer pucheros en élfico). Además, la pelea final entre Hulk y el villano Abominación (que hasta esos últimos minutos en que da el salto al digital puro y duro estaba interpretado por Tim Roth, que pasaba por allí) es tan espectacular como cabría esperar tras lo prometido en los trailers.

En cuanto a guiños frikis, la película tiene su buena ración, desde los inevitables cameos de Stan Lee y Lou Ferrigno hasta el chiste a costa del pantalón morado, pasando por menciones a Rick Jones y Doc Samson (al parecer lo veremos en la versión extendida para DVD) o la presencia de las conversaciones por chat entre Mr. Green y Mr. Blue (que remiten directamente a la etapa de Bruce Jones en los comics) y del “momento helicóptero” tan recurrente en las aventuras recientes del personaje (me vienen a la cabeza, así a bote pronto, “Banner!” de Azzarello y Corben y “The Ultimates” de Millar y Hitch).
Así que sólo puedo concluir diciendo que, pese a ser una película que se olvida al minuto de abandonar la sala, “El increíble Hulk” es entretenida, luce músculo cuando la situación lo requiere y sirve bastante bien como precuela no sólo para una más que evidente segunda parte (en la última media hora ya queda presentado el futurible nuevo villano, otro enemigo clásico del personaje) sino también para el enorme proyecto que Marvel Studios empezó a insinuar en “Iron Man” y que aquí vuelve a dejarse entrever…