“Intocable”
es la nueva sensación de la comedia francesa. Su argumento presenta a dos personajes antagónicos,
un millonario tetrapléjico de exquisita educación y un inmigrante
africano recién salido de prisión, condenados a entenderse desde el
momento en que el segundo se convierte en cuidador del primero. La
amargura del erudito incapacitado irá progresivamente contagiándose
de la arrolladora vitalidad y el omnipresente buen humor del
asistente proveniente de la racaille parisienne, y lo que en
principio se anunciaba como una relación repleta de cómicas
tiranteces terminará convirtiéndose en una de esas amistades bigger
than life que tanto gustan al Séptimo Arte.
Que
“Intocable” apesta a buenrollismo prefabricado es algo público y
notorio. Está claro, y más siendo una comedia, que no hacía falta
en esta ocasión asomarse a la tristeza lírica de “La escafandra y la mariposa” (por el lado del tetrapléjico) o al tremendismo
machacón de “Biutiful” (por el del inmigrante desfavorecido),
pero lo cierto es que ni el guión de “Intocable” hace esfuerzo
alguno por escarbar en las profundidades de la condición personal de
sus protagonistas ni éstos deben hacer frente a lo largo del
metraje a grandes sobresaltos dramáticos. La banlieue de París es
una jovial comunidad multicultural donde se puede aplacar la ira de
un gangster con una palabra amable; la alta sociedad francesa es un
colectivo de estirados que se desvivirán por la (aburridísima)
ópera y el (desproporcionado valor económico del) arte hasta que un chico de barrio venga a devolverles la sonrisa y el
romanticismo. Sólo de la fusión de ambos mundos, de bailar Earth,Wind & Fire vestido de etiqueta y de hacer garabatos
abstractos en pleno colocón de marihuana puede surgir el
auténtico calor humano que derribe las barreras sociales.
Por
suerte, este híbrido para neuronas en hibernación entre “Esencia de mujer” (ya sé, la de Pacino es un remake, pero cómo me gusta ese vídeo de YouTube) y “El príncipe de Bel-Air” contiene la suficiente
chispa en sus diálogos como para que uno sienta que, pese al
despropósito argumental, la experiencia no está siendo del todo
improductiva. “Intocable” funciona en pequeñas dosis, en parte
gracias a su pareja protagonista (Omar Sy es un humorista con
carisma, François Cluzet es un actor de los inmóviles pies a la
cabeza) y en parte gracias a sus inspirados apuntes cómicos. También
contribuyen a endulzar el conjunto la hermosa banda sonora a cargo del pianista Ludovico Einaudi y la ligereza general de la película,
que no exige ningún tipo de sesuda reflexión a posteriori por parte
del espectador. Lo menos que se le puede pedir a la comida rápida es que su digestión sea fácil, ¿no?
Con
todo, no deja de ser mosqueante que una grabación de las personas
reales en cuya historia se inspira la película aparezca en los
títulos de crédito para descubrirnos que el tal Driss (el senegalés
de sonrisa amable al que interpreta Sy) se llama en realidad Abdel y
es musulmán. Ya sabéis lo mal que dan los moritos en pantalla:
mejor poner a un negro de metro noventa y sonrisa radiante que baile
funky como un profesional. Total, lo único que importa es poder
anunciar el consabido “basado en hechos reales” justo al
principio de la película para que el público de las multisalas
pueda luego salir del cine con la certeza de que su vida no es tan mala y
de que todo va a salir bien. Faltaría plus.
3 comentarios:
¿Y tú te vas a ver esto motu proprio sin que te manden los del Conejo? Jope.
Todo depende del "cómo", el "cuándo" y el "con quién", Nemo. Y también de si uno ya ha visto el resto de películas que le resultaban atractivas de la cartelera...
¿Cuál es la relación de los del Conejo con los de lo Nuestro? Porque deduzco por tu comentario que alguna hay.
Ah, que son los de Nuestros Cómics. Vale. La relación es que yo colaboraba en los dos y te he trasvasado por un momento. Excusemuá, etc.
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