jueves, diciembre 27, 2007

Y otro trailer...

...pinchando en el dibujito de Mignola:


Como la primera fue muy divertida, tengo buenas vibraciones con esta secuela. Aún así, la música del trailer y el calamar verde del final me dan un poco de repelús. Por contra, el ángel con ojos en las alas (puro Laberinto del Fauno, por cierto), mola un huevo...

sábado, diciembre 22, 2007

¡FELIZ NAVIDAD!

(Para quien no conozca al Zongo Mexicano, recomiendo un breve vistazo a este otro sitio mío...)
(Ah, y los enlaces SON PARA USARLOS... ... ... jajajaja)
(Y Feliz Navidad a todos, otra vez)

viernes, diciembre 21, 2007

"O humor non engorda", de Kiko da Silva

Kiko da Silva, gran dibujante y mejor persona, presenta hoy su libro “O humor non engorda” en la sala de Ámbito Cultural del Corte Inglés de Vigo a las 20 horas. Desgraciadamente yo no podré asistir (me operaron esta semana, nada grave, pero estoy pelín incómodo y no tengo chófer personal, jajaja), pero os recomiendo fervientemente que os acerquéis, porque además de ser un tipo estupendo, Kiko hace unos dibujos cojonudos en las dedicatorias.


También estarán allí el editor Tucho Calvo y, curiosamente, Agustín Fernández Paz (que será quien haga los honores), del que se habló en los comments de este mismo blog hace bien poquito…

¡Suerte con la presentación y a seguir dando el callo otros 10 años más (o mejor que sean 20)!

miércoles, diciembre 19, 2007

Mis dibujantes favoritos 1: Jean Giraud/Moebius

Al principio, Moebius dibujó a Dios; y luego Dios dijo: “Hágase la luz”.


Unos apuntes biográficos sobre el Dador de Formas, aquí.

Mi amigo cantautor

Tengo un amigo que es cantautor. Probablemente él no dé crédito a esta afirmación (si le preguntas, puede que responda que trabaja en un banco, o que estudia Antropología a distancia); pero a poco que uno lo conozca, sabe con certeza que el tío es un cantautor. Lo lleva dentro. En la sangre, o donde sea que se lleven esas cosas.

Cuando canta, siempre al reducido grupo de sus amigos (hace tiempo que no da un concierto para gente de fuera), sabes que luchan en su interior dos fuerzas en continua pugna: por un lado la necesidad de expresarse que caracteriza a todos aquellos que tienen el don de saber hacer arte, esa inevitabilidad de parir obras que otros puedan disfrutar, tan necesaria para el artista como lo es respirar para el resto de los mortales; por el otro, el pudor de quien se desnuda en público y nunca será consciente de que su cuerpo es un regalo a los ojos de quienes lo contemplan, el reparo de saber que cada palabra que da forma a sus canciones es un pedazo de su intimidad que comparte, un poco a regañadientes, con los demás.

Mi amigo es tímido pero talentoso. Cuando se suelta consigue llegar de verdad, hablar al corazón. Es en esos momentos, cuando se da cuenta de que toque lo que toque, sus amigos lo cantaremos a su lado a viva voz, cuando puede ser él mismo más que nunca. Y sé, casi con total seguridad, que son esos los momentos de la vida en los que más disfruta.

Supongo que por ello fue inevitable ver un atisbo de mi amigo en cada uno de los gestos, de las palabras, incluso de las sonrisas que Quique González esbozó para su público de A Coruña el pasado viernes en el Teatro Colón. Durante todo el concierto no hice más que ver sobre el escenario a mi amigo encarnado en el cantautor cántabro. Quizás no lo que mi amigo es hoy, sino lo que puede llegar a ser en cinco, diez años: una voz propia, una carrera musical firme y un artista que sabe llegar al corazón de la gente.

No puedo afirmar que Quique González sea uno de mis músicos favoritos. Ni siquiera me fascina como letrista. Tiene unas cuantas canciones cojonudas (“Salitre”, “Ciudad del viento”, “Pequeño Rock’n’Roll”, “Me agarraste” o “Vidas cruzadas”), pero para mí no está al nivel de Sabina, Bunbury, Calamaro o Fito.

No obstante, hay algo que no puede negársele, y es su maravilloso carácter sobre el escenario. Quique González es un tío que hace el amor con su público. Dialoga con ellos (incluso de forma literal, señalando con el dedo a un fulano de la fila 7 y preguntándole: “A ver, ¿a ti qué te apetece que toque?”) y los hace partícipes del espectáculo. Cuando habla, se le percibe introvertido. Cuando canta, se desnuda. Cuando se suelta, puedes notar que está haciendo lo que más le gusta en la vida y que en ese momento no se cambiaría por nadie en el mundo.


Y al final del concierto, cuando sales del teatro y los demás dicen: “Joder, no tocó tal canción” o “Me hubiera gustado que tocase tal otra” (yo también tenía mis propias preferencias, y es bien sabido que nunca un set list “llueve a gusto de todos”); la sensación que se te queda es que el show debió cerrarse con aquella canción que tu amigo siempre toca por petición popular en las fiestas y botellones, aquella titulada “Se largaron” que siempre te pone como escarpias los pelos de la nuca y que, aunque es obvio que Quique González no podía conocer, hubiera sido el fin de fiesta más apropiado para su espectáculo…

De brújulas y videocámaras

Aunque debido a la era dorada de series de televisión que estamos viviendo últimamente estoy yendo al cine menos de lo que suele ser habitual, en las últimas semanas he hecho un par de escapaditas a las salas para ver dos pelis a las que tenía ganas, por motivos bien distintos.

La primera es “La brújula dorada”, super-producción infantil navideña que pretende seguir la exitosa estela de los "Harrypotters" y las "Crónicasdenarnias" (y pretendiendo recordarnos que su productora es la misma que dio el campanazo con “El señor de los anillos”, aunque cualquier parecido con dicha trilogía sea puramente casual), ofreciendo odiseas protagonizadas por niños, magos, animales parlantes y millones de dólares despilfarrados en FX. Hasta ahí, nada que objetar, que otras veces esa fórmula ha dado buenos resultados.



El problema es que la película es mala, pero mala de cojones. El argumento, síntesis infantiloide de “Pokemon” y “El Imperio Contraataca” (con un pequeño plagio/homenaje a "Hamlet" en la historia del oso polar beodo), consiste básicamente en una continua presentación de personajes y situaciones que nunca alcanzan un sentido dentro de la narración y que producen una sensación de caos insostenible. Si a ello le añadimos una niña protagonista bastante repelente que no genera ni un ápice de empatía con el espectador, un ritmo inexistente (debido a un montaje apurado que no deja disfrutar de los supuestos momentos dramáticos) y un preciosista diseño de producción incapaz de aparentar la más mínima originalidad (¿he oído decir “Final Fantasy”?), la conclusión obvia es que “La brújula dorada” es una de las mierdas más caras de la historia del cine. Y tanto es así que ni siquiera la presencia en el reparto de mi amada Eva Green pudo levantarme el ánimo mientras la veía…

(Y no reparo en la labor del director, Chris Weitz, porque es obvio que se trata de uno de esos ejercicios de mercenario despersonalizado que tanto abundan en las super-producciones hollywoodienses).

Por suerte unos días después me fui a ver [Rec], del tándem Paco Plaza/Jaume Balagueró, una cinta de terror patrio planteada como un reportaje de televisión estilo “Callejeros” que se convierte en pesadilla cuando la reportera y el cámara (que grababan un documental sobre la vida nocturna de los bomberos de Barcelona) acaban encerrados en un edificio donde suceden cositas chungas…


Aunque creo que a la gente se le está yendo un poco la olla a la hora de ensalzar esta película (que no deja de ser un ejemplo más del manido modelo “gente encerrada con bicho/s peligroso/s”), sí es cierto que técnicamente la cinta resulta soberbia, con un dominio de la cámara en mano que roza lo perfecto. La planificación de la acción, aparentemente descuidada, improvisada, es sublime; y la ubicación de los personajes en el edificio, pese a los tumbos y las carreras, no se hace nunca confusa.

El guión, aunque previsible (la propia lógica de la película limita las posibilidades argumentales, lo cual se nota sobre todo en el tramo final del metraje), no desentona con el conjunto, y las actuaciones son como mínimo solventes, destacando muy especialmente Manuela Velasco, que compatibiliza de maravilla sus registros televisivo y de “scream queen”. Además, [Rec] tiene algunos momentos de mal rollo bastante logrados (en esto sí hay que valorar muy positivamente los últimos compases de la peli), pudiendo ser la película de zombies (o infectados) con la que más miedo he pasado.

A su favor está también el hecho de que se trata de una cinta adrenalínica que no se para en detalles superfluos y que no pretende buscar un hondo calado dramático (que posiblemente en este caso resultaría algo presuntuoso e innecesario), por lo que cumple a la perfección con lo que promete: pasarlo bien a base de pasarlo mal.

Así que, sin ser la obra maestra que por ahí se dice, [Rec] me parece una peli muy divertida, técnicamente magnífica y otro nuevo ejemplo de que, si el talento acompaña, en España se puede hacer cine de género al mejor nivel de Europa o los EE.UU.

Y la consecuencia lógica, como no podía ser de otro modo, es que ya se ha anunciado un innecesario remake americano.

lunes, diciembre 17, 2007

Si quieres oir LA RISA...

...pincha en la imagen.

(... o "cómo provocar una erección a un veinteañero amante de Batman desde su más tierna infancia").

martes, diciembre 04, 2007

Recomendaciones femeninas V: "Océano mar"

Parte promesa de cumplimiento aplazado, parte espina en el costado y parte regalo de amistad plena, por fin he podido juzgar a Alessandro Baricco con conocimiento de causa. Yo le seguía la pista, de lejos, a su obrita (por extensión, no por méritos) “Seda”, que había sido tema recurrente entre mis amigos y compañeros de piso de la época universitaria (la palabra “época” me remite en este caso “a pasado irrecuperable que se observa con nostalgia”, pero lo cierto es que aún mantengo mis amistades de entonces a pleno rendimiento y, pese a lo bueno vivido, no creo que asumiese con gusto regresar temporalmente a aquel momento, en tanto que tengo mucho por lo que alegrarme en el presente). Pero, por suerte, uno de mis mayores tesoros, hallazgos y alegrías de esta vida me paró los pies a la puerta de la Fnac en un día de calambres inoportunos y me dijo: “Para ti”. Y allí empaquetadita estaba la novela “Océano mar”.



“Océano mar” se lee en dos patadas (en la cama, concretamente, dos noches de gripe otoñal) y le deja a uno el corazón engrandecido, forcejeando por romper las costillas que lo retienen en el pecho. Cuenta la historia de una serie de desconocidos que, por pura casualidad (o no), se reúnen en la posada Almayer, regentada por unos niños más bien particulares y situada junto a una playa, de bruces con el mar. Cada uno de estos individuos trae consigo una historia que Baricco desentraña sin prisas y sin más concesiones que las estrictamente precisas, con un estilo que varía sus postulados para sorprender al lector en cada nuevo capítulo, pasando de la carta al archivo documental a la doble narración paralela en primera persona a la oración litúrgica a… y permitiéndose al tiempo cabalgar del drama existencial al recurso cómico y de ahí a la tragedia descarnada sin previo aviso pero, no obstante, sin síntoma alguno de abrupción.

Lo que sí es constante a lo largo de la obra es esa mezcolanza de intenciones fabulísticas, filosóficas y, por encima de todo, profundamente románticas, que conforman un auténtico tratado sobre la perfección. Todo en “Océano mar” adquiere carácter de plenitud: los amores retratados son insuperables, están idealizados, llevados al extremo. También la inocencia, el odio y el arte. Los personajes de Baricco personifican estados del ánimo elevados a la máxima potencia: éste es puro afán creador; ésa, pura pasión, sentimiento a flor de piel; aquel de allí es venganza y nada más.

Para quien busque una lectura realista, cercana a lo cotidiano, al "ni frío ni calor" de la rutina diaria, “Océano mar” le hará flaco favor. Para los idealistas, aventureros y enamorados del amor, pudiera convertirse, quizás, en libro de cabecera.

Yo, a caballo entre lo uno y lo otro (dependiendo de con qué pie me haya levantado de la cama ese día), me quedo con la inventiva literaria de Baricco; con ese mar que ejerce de corazón de las tinieblas al más puro estilo Joseph Conrad; y con un personaje, Ismael A. Ismael Bartleboom (dos veces Ismael, sí, no es un error), que dice quien me lo regaló que se ajusta a mi personalidad como un guante a cinco dedos.

lunes, diciembre 03, 2007

Don't stop me now

La fiesta por antonomasia de los excesos la celebró Queen para el lanzamiento de su disco Jazz el 31 de octubre de 1978, en el Hotel Fairmont de Nueva Orleáns, tras el tercer concierto de su gira estadounidense de aquel año. 400 invitados, entre los que se encontraban 80 periodistas traídos de todas partes del mundo, fueron conducidos a la orgía de sus vidas, que no reparó en ningún tipo de gastos y que se dio en llamar Sábado Noche en Sodoma. Un grupo de enanos recibía a los asistentes con bandejas de cocaína en sus cabezas importada directamente de Bolivia. Camareros y camareras desnudos servían todo tipo de alcohol, langostas, ostras, el mejor caviar...

Entre las distracciones, modelos que peleaban en baños de hígado crudo, enormes mujeres de color que fumaban por los orificios más impensables, artistas desnudos de ambos sexos colgados de grandes jaulas, guerreros zulúes, contorsionistas, bailarines transexuales, brujos, come-fuegos, encantadores de serpientes, una mujer que se ofrecía para decapitarse a sí misma con una motosierra a cambio de una suma elevada, un hombre que desnucaba gallinas vivas a mordiscos... y en los servicios, profesionales de ambos sexos prestando "servicios orales" a todo aquel que se lo pidiera. Como dijo Freddie Mercury - y la fiesta se encargó de certificar-, "no voy a ser una estrella, voy a ser una leyenda".

(Fino catalino, este señor Mercury. Lo leí en un blog no oficial de Queen, así que no puedo afirmar la veracidad de la información).

domingo, diciembre 02, 2007

¿El mejor anuncio del año?

Supongo que ya lo habréis visto o leído en algún lado, porque está recibiendo una inmejorable acogida, pero no quería dejar pasar la oportunidad de postear el enlace al vídeo completo del que ya está considerado como el mejor anuncio del año...

(Y un merecidísimo segundo puesto se lo llevaría la publicidad de Renault, por anuncios tan descacharrantes e ingeniosos como éste y este otro).

sábado, diciembre 01, 2007

La grosse big yellow mudanza

No sé si a alguien le parecerá relevante o no, pero resulta que me he mudado de ciudad. Después de casi dos años viviendo en A Coruña, mi hermano (y compañero de piso) y yo hemos tomado la bendita decisión de trasladarnos a Santiago de Compostela para disfrutar de cierta tranquilidad y bienestar que, desgraciadamente, nos resultaban imposibles de encontrar en el feudo de María Pita. El problema no era la ciudad, ojo, que A Coruña ofrece una calidad de vida indiscutible, sino el piso en que vivíamos y las condiciones personales en las que yo me encontraba, y que requerían un cambio de rumbo urgente.

Estoy convencido de que en la ciudad xacobea todo irá mucho mejor y espero que ahora comience una nueva etapa mucho más productiva y satisfactoria, tanto en lo profesional (que falta hace) como en lo personal.

Como curiosidad, diré que ésta ha sido mi quinta mudanza en los últimos tres años: la primera, de Pontevedra a Pontedeume; la segunda, de Pontedeume a Burdeos; la tercera, de Burdeos a A Coruña, donde me cambié de piso hace justo hoy un año (y que sería la cuarta mudanza); y finalmente de A Coruña a Santiago… No está mal, ¿eh?

viernes, noviembre 30, 2007

Beowulf


Echando un vistazo a lo que por ahí se comenta (por ahí me refiero básicamente a la red y a un par de revistas de cine que suelo leer), descubro que la nueva peli de Robert Zemeckis (fulano irregular que tanto te hace un “Forrest Gump” como un “Lo que la verdad esconde”) no ha gustado demasiado entre el público español.

Curiosamente a mí, sin parecerme una gran película, me ha dado todo lo que podía esperar de ella: es divertida, tiene unas escenas de acción cojonudas y es mucho más oscura y violenta que casi cualquier cosa que haya visto antes en animación 3-D (lo cual, después de tantos años viendo animalitos antropomórficos y ogros bonachones, se agradece enormemente).

Cierto que por momentos parece más un videojuego que una película (sobre todo los últimos 15 minutos), que los modelos tridimensionales de algunos actores están mucho mejor acabados que los de otros [los de Ray Winstone, Brendan Gleeson y Anthony Hopkins son excelentes, pero los de Angelina Jolie (esas tetejas, que dirían en Muchachada Nui) y Robin Wright Penn no acaban de convencerme] y que no es especialmente revolucionaria desde el punto de vista argumental (sin spoilear nada: héroe se presenta con el ego a tope – héroe la caga – héroe intenta expiar sus pecados). Pero también es una cinta de acción vibrante, con chispa en los diálogos y un par de escenas realmente épicas, que la convierten en una buena noticia para los amantes del cine de espada y brujería, género profundamente denostado y de calidad media bastante deprimente [el cual, sin embargo, tiene en su haber tres joyas del calibre de “Conan el bárbaro” (John Milius). “Excalibur” (John Boorman) y “El señor de los anillos” (Peter Jackson)].

Así que, pese a ciertas irregularidades técnicas y al hecho de que “no es más que un mero entretenimiento” (lo entrecomillo porque no creo que eso sea algo negativo, a priori), servidor se lo pasó muy bien viéndola y se le hizo la boca agua pensando en lo que pueden dar de sí tecnicamente las aún lejanas (hasta 2009 nada, monada) “Avatar” y “World of Warcraft”…

Un apunte

En los últimos diez años se han hecho, además de la presente, otras tres adaptaciones del cantar de Beowulf: una homónima protagonizada por el infame Christopher Lambert, otra titulada “Beowulf y Grendel” protagonizada por Gerard –Leónidas- Butler y finalmente “El guerrero nº 13”, en la que Antonio Banderas daba vida a un árabe que acompañaba al héroe nórdico en sus aventuras. Aunque la versión de Zemeckis no pueda ser considerada la adaptación definitiva del cantar de Beowulf al cine (en parte porque se toma grandes licencias respecto al texto original, y en parte porque creo que este poema clásico de la épica anglosajona puede dar más de sí en el séptimo arte), es con mucha diferencia la mejor película de las cuatro.

¡Barras y estrellas!

Vaya por delante que no tengo nada contra ningún terruño en concreto, y creo que gilipollas los hay en todas partes, pero esto acojona de verdad. Hay que verlo para creerlo.

(Gracias, padre Karras).

Breves musicales

- Queen y el cantante Paul Rodgers sacan un single de estudio titulado “Say it’s not true”. La canción, compuesta por Roger Taylor (batería del grupo), es una balada que habla sobre el SIDA. La guitarra de Brian May suena tan bien como siempre, pero lo cierto es que este Queen post- Mercury nunca me ha convencido… La canción se puede descargar por la cara en su web oficial.



- Radiohead anuncian, de forma imprecisa, una única fecha de concierto en España: será en junio de 2008 en Barcelona. Y hasta aquí puedo leer.



- El DVD+CD de Muse, “The H.a.a.r.p. Tour: Live at Wembley” parece que se retrasa hasta febrero del 2008. Primera baja de mi carta de Reyes, pues, jajajaja...



- Esto ya no es noticia (lo fue hace unos meses), pero en vista de que lo de Muse tendrá que esperar, dejo caer que el lunes que viene saldrá finalmente a la venta la Edición 20 Aniversario de "The Joshua Tree", el mejor disco de U2 y uno de los mejores que he tenido el gusto de escuchar a lo largo de mi vida. (Lo digo, más que nada, por si está Melchor leyendo esto, jajaja...)



- Y por último, pero no menos importante, anunciar (sí, ya hago anuncios oficiales, igual que la casa real) que el 14 de diciembre estaré en el concierto (conciertazo, confío) que Quique González dará en A Coruña, y todo gracias a mi super-heroína particular... No os podéis imaginar las ganas que tengo de escuchar en directo "Salitre", "La ciudad del viento" o "Pequeño rock and roll" (y si hace el empalme con "Paloma", me muero de gusto allí mismo...)

jueves, noviembre 29, 2007

Sit tight, take hold...

Hay experiencias que sólo suceden una vez en la vida: la magia del momento, la sinergia mística entre orador y público, ídolo y masa, “jefe” y devotos empleados.

Pero a veces, si pagas lo suficiente, te desplazas 600 kilómetros y cantas hasta dejarte la laringe en carne viva, consigues, por un momento, un émulo casi exacto de aquel día inolvidable, tiempo atrás.

En agosto de 2003, durante la gira de su álbum “The Rising”, Bruce Springsteen ofreció en el estadio de La Peineta un espectáculo que guardo para el recuerdo como un tesoro de incalculable valor. Fue, casi seguro, el mejor concierto de mi vida.

El pasado domingo, 25 de noviembre de 2007, el Boss volvió a España (concretamente al Palacio de Deportes de Madrid) para presentar a su legión de fans su nuevo disco, “Magic”.

Las diferencias entre ambos conciertos son notables, y no creo que compararlos sea necesario. Si algo se puede dar por hecho con Springsteen es que nunca defrauda (bueno, hay quien opina que su gira con la Seeger “rascatripas” Band fue algo decepcionante), y este fin de semana dio otro de esos conciertazos a los que nos tiene acostumbrados. Abrió con “Radio Nowhere”, explosivo primer single de su nuevo trabajo, y tras unos primeros temas algo fríos (mandó callar al público mientras interpretaba la trístisima “Magic”, constatando que a mí sólo me hacen callar mi mamá, mi papá y Springsteen), comenzó a soltarse la melena con algunos clásicos de su repertorio como “No surrender”, “Promised land”, “She's the one”, “Tunnel of love” (con tremendo solo de guitarra en su tramo final) o “Working on the highway”.

En un momento dado, en el breve espacio entre dos canciones, el público comenzó a pedir a gritos “Thunder road” y Bruce, ligeramente emocionado, pidió paciencia.

Fue justo antes del bis cuando “Badlands” nos advirtió de que llegaba lo bueno. Y tras la consiguiente ida y venida, explotó la euforia: “Born to run”, “Dancing in the dark” y (ahora sí) el mega-himno “Thunder road” (posiblemente mi canción favorita del Boss, y quizás una de mis diez favoritas de todos los tiempos) pusieron a todos los asistentes a bailar y cantar al unísono, con sonrisas enormes dibujadas en la cara e incluso alguna lágrima al borde de la comisura del ojo.

La fiesta acabó con el “American land” de Seeger, en una versión que sacó la vena más folkie de la E Street Band.

Fue un concierto ligeramente más breve de lo que Bruce nos tiene acostumbrados (dos horas, frente a las tres menos cuarto de mi anterior experiencia en La Peineta y las más de cuatro horas que llegó a alcanzar en alguna de sus giras más emblemáticas), pero no cabe ninguna duda de que hoy por hoy sigue teniendo uno de los directos más impresionantes de la escena musical. Tanto es así, que el mismo día del concierto se anunció que hoy jueves saldrían a la venta las entradas para su gira veraniega, y servidor ya está haciendo cábalas para determinar cómo coño va a conseguir estar el próximo 19 de julio en el Camp Nou…

jueves, noviembre 22, 2007

Six feet under (A dos metros bajo tierra)


Después de cinco temporadas y varios meses de mi vida dedicados a esta serie (en el tiempo que he tardado en verla, no he dejado que ningún otro serial televisivo me estropeara la “experiencia integral”), cualquier disertación que pueda hacer acerca de “Six feet under” será, con toda probabilidad, deficiente a la hora de ilustrar el hondo calado que ha dejado en mí. Demasiada gente ha dado ya su opinión sobre esta serie (no hay más que pasarse por la reseña de Filmaffinity y leer los comentarios de los usuarios; o por el magnífico blog Espoiler, para descubrir qué opina al respecto Hernán Casciari, un tipo que sabe de televisión muchísimo más que servidor) como para pensar que mi apreciación cambiará en algo una realidad más que evidente: “Six feet under” es, si no la mejor, una de las mejores series de televisión de todos los tiempos.

Tanto es así que yo recomendaría a quien no sigue mucho este tipo de programas de la caja tonta que le diese una oportunidad, porque es muy probable que dicha persona se sorprenda al descubrir todo lo que un simple espacio catódico de 50 minutos puede aportar a la riqueza personal del individuo.

No es descabellado atribuirle a “Six feet under” ese nivel de excelencia que parece reservado para los Alighieri, Goethe o Shakespeare; Welles, Kubrick o Coppola; Mozart, Beethoven o los Beatles. La obra del productor/director/guionista Alan Ball (le recordaréis por su satírico guión para “American Beauty”, de Sam Mendes) es una cumbre de la cultura popular de nuestra década, que además saca el máximo beneficio posible al formato televisivo por episodios. Podría haber sido una de las novelas más importantes de nuestro tiempo, sin duda, pero Ball es un realizador audiovisual, y así (por fortuna) concibió su opus magna.

Antes de ponerme a verla (gracias a las recomendaciones de Home de Xeo y Bosqueanimado y a la insistencia de mi hermano, que me regaló la primera temporada en DVD por mi cumpleaños), ya había leído y oído mucho sobre esta serie. Demasiado, llegué a pensar. Ocurre con todo lo que despunta. Te lo recomiendan insistentemente, y al final siempre acabas recibiendo menos de lo esperado (seguro que eso le está pasando a mucha gente que se ha enganchado tarde a otras series como “Prison break” o “Heroes”, decepcionantes desde todo punto de vista).

Pero, al menos en mi caso, jamás llegué a imaginarme que “Six feet under” fuera a llegar tan lejos: a través de la cotidianeidad de una familia dedicada al negocio de las pompas fúnebres, la serie aborda todas las inquietudes del hombre desde el principio de los tiempos (amor, familia, paternidad/maternidad, amistad, celos, sexualidad, política, frustración, enfermedad, locura, arte, incesto, vejez, muerte y, sobre todo, vida) de una manera tan directa, sin tabúes, y a la vez elegante, respetuosa y, por encima de todo, inteligente, que es inevitable que, tras cada uno de sus 63 excelentes episodios (los hay buenos, los hay muy buenos y los hay sencillamente perfectos), el espectador se quede dándole vueltas a la cabeza, planteándose una y mil preguntas difíciles acerca de su propia vida y la de quienes lo rodean. En multitud de ocasiones me he visto representado (y también a familiares, amigos y amantes) en cada uno de los distintos personajes que pueblan “Six feet under”, todos ellos tan cercanos, prácticamente vivos, que no me parece descabellado afirmar que conozco a personas reales mucho más inertes y menos enriquecedoras que los seres de ficción de esta serie.

Esto se debe, además de al sobrecogedor trabajo llevado a cabo por el equipo de guionistas, al inmejorable reparto con el que la producción ha contado desde un buen principio. Todos los actores están sublimes en su interpretación, capturando cada uno de los matices que finalmente consiguen que uno llegue a identificar a Nate, David, Claire, Ruth, Rico o Brenda como entidades reales e independientes, mucho más que simples creaciones en la mente de un moderno cuenta-cuentos.

Ciertamente, podría pasarme horas (y cientos de párrafos de esta entrada) analizando pormenorizadamente todos y cada uno de los aciertos que hacen de “Six feet under” una obra única e irrepetible en el campo de la ficción audiovisual (desde la puesta en escena hasta la selección musical o el montaje, todo brilla a gran altura), pero creo más conveniente dejar que seas tú quien lo descubra (si es que no lo has hecho ya), viendo la serie desde el primer episodio y de forma ordenada. No lo lamentarás, créeme. Y cuando llegues al final del último capítulo, a esos últimos diez minutos sencillamente perfectos, posiblemente seas una persona un poco más sabia y con más ganas de vivir.



Aclaraciones (más o menos necesarias):

1) Aunque la serie en su conjunto me parece pluscuamperfecta, es cierto que no es 100% regular: la cuarta temporada es algo inferior a las demás, pero ése es el precio que se paga al disfrutar de las obras de largo recorrido. Por suerte, la quinta es sublime.

2) Si estás pasando una temporada especialmente depresiva, quizás no sea el mejor momento para ver esta serie. No me atrevo a aventurar qué efectos podría tener en una persona que pasa una mala racha. Yo sé que a mí me ha generado una inmensa sensación de bienestar y ganas de vivir, pero yo soy un tío muy especial. Estás advertido/a.

3) No, no he traicionado a “Lost”. Es mi serie favorita y por ahora no va a dejar de serlo. Pero lo cierto es que “Six feet under” ofrece muchas cosas que “Lost” nunca me dará, del mismo modo en que “Lost” aporta elementos imposibles de encontrar en “Six feet under”. Son dos productos muy diferentes (una es una obra maestra del género fantástico y la otra lo es de la ficción realista) y no podría, de forma objetiva, poner una por encima de la otra. Y aún así yo sé que, por la razón que sea, nada me genera tanta expectación e impaciencia como la espera entre temporadas de las aventuras de Jack, Sawyer, Kate y compañía…

miércoles, noviembre 21, 2007

‘lêh-‘nérd ‘skin-‘nérd

“(...)
Bye, bye, it’s been a sweet love.
And though this feeling I can't change.
Please don't take it badly,
the Lord knows I'm to blame.
And, if I stayed here with you
now things just wouldn't be the same.
For I'm as free as a bird now,
and this bird you'll never change
(...)”

[“Free bird”, un clásico-básico de la historia del rock’n’roll, obra y gracia de Lynyrd Skynyrd. Así concluía su primer disco, “Pronounced…” (1973), con 5 minutos de guitarreo sencillamente sobrenatural. Rock en estado puro, diamantino.]

Abecedario personal: I de Internet

Supongo que, si estás leyendo esto, ya sabes más que de sobras qué es Internet. Y me aventuro a sospechar que la red también habrá cambiado tu vida irremediablemente.

Dentro de veinte años la gente que tenga la edad que yo tengo ahora no recordará como era el mundo sin Internet. Sin Messenger en el que relacionarse con auténticos desconocidos, sin descargas que permitan ver cualquier película o serie de televisión o escuchar cualquier disco que apetezca en un tiempo record, sin fotologs donde husmear en la vida privada de cualquiera, sin Google donde teclear cualquier palabra y ¡ale-hop!: milagro…

Pero tú y yo pertenecemos a la generación que vivió el cambio. Pasamos de los casetes a los cd’s; del BETA al VHS, de ahí al DVD (y ahora al Blue-Ray); de grabar “Caballeros del Zodiaco” de la tele por encima de las cintas de tus padres de “Juzgado de guardia” a encontrar cualquier gag de “Padre de Familia” en YouTube

Internet cambió mi vida para siempre. No más que la de los demás, claro. Pero es que para el mundo entero el cambio fue sobrecogedor.

Actualmente se habla mucho del peligro de confiar ciegamente en la información disponible en la red, así como del uso que los buscadores puedan hacer de los datos de los usuarios. Llevada al extremo, esta paranoia conspiranoide me hace pensar en un orwelliano futuro donde la historia oficial sea la que aparece en las entradas de la Wikipedia, pudiendo ser reescrita y sazonada a gusto del gobierno en la sombra de turno.

Pero, hoy por hoy, servidor no podría sentirse más agradecido hacia las tres uve-dobles. Si hasta los 15 ó 16 años mis inquietudes respecto al ocio estaban totalmente limitadas por mi entorno (y hablo de la vida en un pueblo de menos de 10.000 habitantes, donde, desgraciadamente, no encontré demasiadas almas gemelas de las que aprender y con las que compartir la música, el cine, la literatura, los comics, etc.); a partir de la irrupción en mi vida de la gran red de redes, la potencia se convirtió en acto en una constante progresión geométrica, y ante mi se desplegó un mundo totalmente nuevo e inexplorado que, a día de hoy, no deja de crecer y expandirse, y que me ha enriquecido más en los últimos siete u ocho años de lo que me llenó mi vida anterior.

Y no hablo sólo del ocio, sino también de las relaciones humanas. Recuerdo mails extensísimos, hablando de lo humano y lo divino, enviados al extranjero (o a mi propio país desde el extranjero); tardes y noches dejándome los dedos en el teclado mientras disfrutaba de larguísimas e inolvidables conversaciones por Messenger con gente (amigos, familiares, amores) con quien, de otro modo, no podría haber mantenido tan estrecha relación. Incluso puedo afirmar, no sin cierto orgullo, que este blog me ha dado algunos momentos de gran satisfacción personal (incluso cuando parece que está un poco abandonado y que nadie lo lee… como ocurre últimamente… tirirí-tururú…)

Sea como fuere, por terrible que pueda sonarles a los tecnófobos de turno, ya no concibo mi vida cotidiana sin Internet (gracias, Villaviciosín).

(Una duda, si alguien es tan amable: ¿se escribe “conspiranoide” o “conspiranoico”? Ninguna de las dos está recogida por la R.A.E., pero yo he leído ambas en multitud de ocasiones…)

martes, noviembre 20, 2007

Cenizas y nieve

Estoy impactado por la belleza, casi irreal, de las fotografías de la colección "Ashes and snow" de Gregory Colbert (pinchando en la imagen, link a la web oficial, donde hay un interesantísimo portfolio).

Alan Moore, Daniel Clowes y Art Spiegelman en los Simpson

¡JAjaJAJAjaJAJAjaJAJaJAJA!

Simplemente genial: toda una demostración del enorme peso que los comics están ganando en la cultura popular occidental, así como del innegable buen gusto de los guionistas de los Simpson y del sentido del humor de los propios Moore, Clowes y Spiegelman.

EDITADO el 21 de Noviembre

Al parecer el vídeo ya no está disponible en YouTube, lo han retirado por orden de la Fox. Una pena, porque era uno de los mejores gags de los Simpsons de sus últimas (e irregulares) temporadas... claro que no creo que mucha gente supiera de qué carajo estaban hablando (¿"Baby Watchmen in V for Vacations"? Jajajajaja)

lunes, noviembre 19, 2007

La metamorfosis de PJ (Harvey, no Ramírez)

"Above the mountain
The mountain
An eagle
Is flying

High above the mountain
An eagle calling down
To the soldier who falters
The soldier on the ground

By the mountain
I feel nothing
For in my own heart
Every tree is broken

The first tree will not blossom
The second will not grow
The third is almost fallen
Since you betrayed me so

Since you..."



(“The mountain”, brillante colofón para “White chalk”, el nuevo álbum de P.J. Harvey. Un trabajo cargado de lirismo en el que la cantautora inglesa, más que cantar, susurra unas composiciones provenientes de ese lugar oscuro del alma donde es imposible escudarnos en nuestras propias mentiras. Cuanto más lo escucho, más me engancha. Maníaco-depresivos con tendencias suicidas abstenerse, please.)

¿El super-héroe adolescente definitivo?

Llegó un día, hace ya unos cuantos años, en que Peter Parker, tu amistoso vecino Spider-man, se hizo adulto. Acabó su vida universitaria, se casó con Mary Jane y se convirtió en un personaje bastante aburrido. No fue hasta hace bien poco, con la llegada de J.M.Straczynski, que el trepamuros recuperó cierto lustre y tirón (entre otras cosas, Straczynski estuvo muy bien acompañado durante unos 30 números por John Romita Jr., posiblemente el dibujante que mejor ha tratado a la araña en las últimas dos décadas). Y, aún así, Peter ya era un señor, de esos a los que tienes que tratar de usted. Ya no era como tú (no el “tú” que, cada vez más, tiene que empezar a preocuparse por la declaración de la renta, el horario de oficina, la cotización, etc., sino el “tú” que quieres seguir siendo cada vez que afrontas un tebeo de Spider-man, el chico tímido de instituto que tenía hora de llegada a casa y no sabía compaginar sus responsabilidades con el salir con chicas). El super-héroe adolescente por antonomasia se había convertido en un desconocido que sobrepasaba la treintena.

Y así estuvieron las cosas durante un tiempo, a la caza de sustitutos más o menos afortunados (los más destacables, sin duda, son los chicos de “Runaways” de Brian K. Vaughn y Adrian Alphona) que no te hacían sentir como el Spidey de antaño.

Todo eso terminó cuando un guionista desconocido llamado Robert Kirkman se juntó con el dibujante Cory Walker para crear el comic de super-héroes adolescentes definitivo: “Invencible”.




A primera vista, “Invencible” no aporta nada nuevo a un género que tiene ya setenta años a sus espaldas. A segunda vista, tampoco. Ni siquiera en un tercer vistazo. Pero Kirkman, escritor también de ese otro “must-have” del comic actual que es “Los Muertos Vivientes”, parece haber tomado la resolución de, en lugar de innovar, recopilar y abrillantar los lugares comunes. Volvemos a tener por enésima vez el uniforme de colores chillones, los invasores alienígenas, los viajes interestelares, los científicos locos, los robots de destrucción masiva, los asesinos de super-héroes, los super-grupos juveniles, los romances de instituto, las identidades secretas, los líos familiares… Vamos, nada nuevo bajo el sol.

Todo esto podría parecer un defecto más que una virtud pero, gracias a Murphy, el gran valor de “Invencible” no estriba en su originalidad, sino en su planificación y su libertad creativa. Por un lado, se nota que Kirkman lleva años preparando su opus magna super-heroica, y con una facilidad pasmosa consigue presentar, entrelazar y mantener una, dos, tres o hasta seis líneas argumentales que transcurren en paralelo a lo largo de decenas de números, otorgando al conjunto una sensación de solidez y continuidad muy pocas veces vista en un comic de super-héroes. Por el otro, Kirkman y Walker son propietarios de sus personajes y pueden hacer con ellos lo que quieran, algo que las majors Marvel y DC jamás permitirían en sus series estrella, por lo que si en “Invencible” algo debe ocurrir, ocurrirá, y ninguna resurrección de última hora ni ninguna imposición editorial castrarán el buen hacer del equipo creativo. [Dicho esto, hay que tener cuidado con los personajes a los que se coge cariño, porque Kirkman es un cabrón implacable… advertidos estáis.]


Además, Kirkman conoce perfectamente las convenciones y topicos del género y sabe por tanto explotarlas con inteligencia y, sobre todo, complicidad con el lector. Si a eso le sumamos unos diálogos con chispa, una capacidad insólita de pasar del humor al drama en un abrir y cerrar de ojos y, no menos importante, un dibujo sencillo (con un aire cartoon) pero terriblemente eficaz y empático, que resiste además al cambio de equipo artístico (empieza siendo obra de Cory Walker, creador visual del personaje, pero a los pocos números lo sustituye Ryan Ottley, que incluso mejora las carencias del anterior), no cabe duda de que nos encontramos ante un tebeo de super-héroes fresco, divertido y muy adictivo.

Sólo espero que Mark Grayson (el Invencible del título), no crezca demasiado pronto.

Un par de apuntes:

- Ediciones Aleta acaba de publicar en nuestro país el volumen 8 de la colección, titulado “Un mundo diferente”, que recopila los números 25 al 30 de la edición original USA. Cada nuevo tomo que sale me deja con la sensación de que “wow, éste ha sido el mejor de toda la serie”.)

- Otra opinión sobre “Invencible”, aunque bastante coincidente con la mía, está a vuestra disposición en el blog de elduende.

Flex Corben ye un personaxe de ficción

Gracias a mi amigo Villaviciosín, ahora Lucas y Flex hablan en asturiano. A ver si las cosas salen bien y este comic (de cuyo guión estoy muy orgulloso, aunque parezca no gustar en ningún concurso) se come algún rosco por las tierras de Don Pelayo.

Bunburismos

“Una maniobra de nunca atracar,
un perfume de aromas orientales,
un desayuno con tamales,
un accidente previsto en los planes
del artista equilibrista,
del aragonés errante,
a punto de traspiés”.

(“El aragonés errante”, Enrique Bunbury)

No es casual que fuera a Oscar Wilde (uno de esos genios que la literatura nos regala muy de cuando en cuando) a quien Enrique Ortiz de Landázuri Izarduy sustrajera el palabro “bunburismos” (de su obra “La importancia de llamarse Ernesto”) para re-bautizarse y así instituirse como líder de la que fue una de las bandas de rock más importantes de la historia musical de España. Me refiero, of course, a Héroes del Silencio.

De forma más o menos generalizada, el conjunto de melómanos españoles tiende a polarizarse de la forma más radical que uno pueda imaginar ante la banda de Zaragoza y la figura de Enrique Bunbury. O se aman o se odian, y rara vez alguien se queda en el “ni fu ni fa”.

Decía que no era casual la elección de Wilde como agua bautismal para Enrique, pues el comportamiento de esta estrella del rock patrio siempre me ha recordado un poco al Lord Henry de “El retrato de Dorian Gray”: la clase de persona que uno no quiere como amigo, y que encuentra incluso ligeramente desagradable en sus manifestaciones y modos de pensar, pero increíblemente divertida como personaje (en el sentido más amplio de la palabra). Supongo que el propio Enrique Ortiz conoce muy bien el punto en el que acaba su yo cotidiano y empieza Enrique Bunbury, ese ególatra pagado de sí mismo que fuerza su amaneramiento y su bizarro acento (ya de “ninguna parte”, como su último disco de estudio) hasta límites casi ridículos.


“Casi ridículo”: otra clave más para entender el “universo Bunbury”. Sus letras, pomposas, crípticas e incluso inconexas a veces, podrían caer en lo irrisorio si no tuvieran detrás al personaje interpretado por Enrique. “Ponte fuera del alcance del bostezo universal…”, escribe en “Deshacer el mundo”, un clásico de los Héroes. ¿Qué cojones significa eso? Quién sabe. Lo importante es que suena bien. Rimbombante, “casi ridículo”, pero acorde con la imagen épica, mística y algo torturada de los Héroes. Si lo cantaran Alejandro Sanz o Mikel Erentxun, nos partiríamos todos la caja con semejante idiotez (otras mayores habrán escrito), pero a Bunbury, igual que a Andrés “no me excita cagar con Yabrán” Calamaro o a Manu “sopita de camarón” Chao, se le permiten ciertas libertades creativas porque sabe mantener la coherencia entre autor y obra y porque, de hecho, ese estilo ha pasado de convertirse en un posible handicap a formar parte de lo que ya todos sus fans esperamos de él.

Y luego está la música, claro. La obra en sí. Supongo que aquí me puede la pasión, pero cuanto más escucho los discos de Bunbury, más me parece que va camino de convertirse en lo más parecido que tenemos en España a una auténtica personalidad/músico/compositor/estrella del mundo del rock al modo de Jim Morrison (las similitudes, incluso estéticas, no son pocas), David Bowie o Lou Reed, tipos que (quizás no ahora, pero sí en su momento) supieron hacer buenas canciones de esas que durarán para siempre, combinando letra y música en algo con estilo propio, perfectamente reconocible y diferenciable de todo lo demás, mucho más allá del éxito fácil que se viene abajo en la segunda o tercera escucha. Bunbury lleva compuesto, en sus más de 20 años de vida profesional, un buen puñado de temas que suenan hoy igual de bien que el día en que vieron la luz, y lo ha hecho siempre desde la versatilidad y el inconformismo, pasando por etapas mejores y peores (ahí está “Radical Sonora”, un álbum de corte electrónico que se queda descolgado en su discografía, pero que posee aún así estupendas canciones como “Big ban”, “El viento a favor” o “Alicia”), pero no cayendo nunca en lo fácil, en el hit obvio para salir del apuro. Quizás por eso no deje indiferente a nadie. O quizás sea porque cada vez que leo una entrevista suya, no puedo dejar de preguntarme si estamos ante un genio que se disfraza de capullo o un capullo que sabe exprimir al máximo su genio. O quizás ambas cosas sean lo mismo.


ACLARACIÓN: todo esto viene a cuento porque el diario El País comenzó hace unas semanas a acompañar su edición de los jueves con una colección de libro-discos de Héroes del Silencio y Enrique Bunbury. Conviene advertir que hacerse con esta edición no es, en algunos casos, un buen negocio para el comprador, pues algunos discos pueden encontrarse más baratos y ostensiblemente mejor editados en tiendas de música o grandes superficies. Sin ir más lejos, esta semana yo encontré el doble CD “El viaje a ninguna parte” a un precio bastante ajustado en la FNAC y no me lo pensé dos veces, antes de gastarme los 8’95 € de la edición de El País que dudo mucho incluya más que un sólo disco (lo mismo pasó con el libro-disco de “Nos sobran los motivos” de la colección Sabina/Serrat). “El viaje a ninguna parte”, por cierto, es un disco cojonudo, al que sólo se le puede achacar su naturaleza de doble LP (algo de lo que espero poder escribir algún otro día).

lunes, noviembre 12, 2007

"...no te fíes de un animal herido..."

“Lo intenté por tercera vez.
Me enfundé en mi traje beige.
Miré hacia el suelo y me santigüé.
Te encontré entre los escombros.

Y aún quedaba un muro en pie.
Te vi apoyada en él y creo que
lo hacías para no perder la fe.
El cristo en la pared
se encogió de hombros.

Y tú con tu voz
(esa voz),
y tu pálida piel.
Con el brillo en tu pelo del trigo.
Con ese otro brillo
que imagino tras tu abrigo.

Pasaste estos últimos inviernos
al calor de un infierno
construido en el amor
para acabar en demolición.

Me dices:
“ahora ya estás advertido,
no te fíes de un animal herido”.
¿Y qué te iba diciendo yo?

Me he perdido.

Lo intenté siete veces más.
Quería ver lo que hay detrás
de tu imperturbabilidad,
y abrir tu puerta de
cuarenta y tres candados.

Te adiviné en tu balcón
silbando una larguísima canción,
pensando: “¿es esto lo correcto o no?”.
Así que hice ¡chas!
y aparecí a tu lado.

Lo sabes:
ahora ya estás advertido,
no te fíes de un animal herido.
Y, ¡oh, descuida!, le mentí,
soy un experto cazador.

Lo has visto,
es mi mundo derruido.
Lo que hoy es puro
mañana está podrido.
¿Y que te iba diciendo yo?

Me he perdido.

Mátame si ya no te soy de utilidad.
Mátame tras leer el mensaje.
Pero ahora me desnudaré
sin quitarme el traje.

Lo he visto,
es tu mundo al derrumbarse.
“Que lo natural es odiarse”,
me dijiste, “he de reconocer
con cierta convicción.”

Y entonces
entonaste dulces gritos;
comenzó el más viejo de los ritos.
Fuiste tú, fui yo,
sencillamente fue algo superior.

Y añadiste:
“si lo hacemos, tonto mío,
pues hagámoslo como es debido”
“¿Y cómo es eso?” pregunté,
y tú me dijiste:
“justamente así no”,
y paraste:
“me lo tengo prohibido”.
Y yo protesté empapado y más que aturdido.

Y ahora sí que sí que yo
me he perdido.

Que ahora sí
que sí que sí
que sí que me he perdido.

Porque sólo es pensar en ti
y acabar perdido.

Porque sólo con pensar en ti
me pongo perdido.”


[“Me he perdido” (canción que abre el “Verano fatal” de Nacho Vegas y Christina Rosenvinge), un temazo a la altura de la obra precedente de Vegas. Porque, sinceramente, la letra es “inconfundiblemente Vegas”. El disco, por cierto, es una cortísima grabación de 7 pistas, apenas 25 minutos, que incluye otro par de grandes canciones: “Verano fatal” (que da título al álbum) y “Que nos parta un rayo”. Por desgracia, las demás son muy aburridas, por lo que el resultado es un CD corto y demasiado irregular. Con todo, mi idolatría hacia Vegas no hace sino crecer. Y la Rosenvinge… bueno, ejerce de musa y alegra la portada: menos da una piedra, ¿no?]

¡Nutricélulas!


Estas páginas pertenecen al cuento infantil sobre alimentación sana que ilustré (sobre un texto ajeno) para Campa, una asociación con fines educativos de la ciudad de A Coruña.

La idea es enseñar a los niños cuáles son los nutrientes primordiales para una buena alimentación, y cómo éstos deben sustituir a la comida rápida en una dieta saludable; todo ello representado mediante un partido de baloncesto.

A estas alturas desconozco la fecha definitiva de publicación, pero es posible que se haga en algún momento del 2008, acompañando a una campaña escolar de alimentación equilibrada.

De veleros y tragedias


Cumpliendo con lo que ya se espera de él (por constancia), Woody Allen estrenó hace un par de semanas su película de 2007, “Cassandra’s dream”, protagonizada por Ewan McGregor, Colin Farrell, Tom Wilkinson y la semi-desconocida (e increíblemente hermosa) Hayley Atwell.

Dejando de nuevo a un lado su vis cómica (aunque es cierto que en la película hay ciertos momentos que vacilan entre lo patético y lo ridículo, provocando la sonrisa del espectador), Allen culmina su trilogía londinense con esta historia de dos hermanos en apuros económicos que se ven forzados a vender (metafóricamente hablando) su alma al diablo.

Como Woody (así, en confianza) es un buen director, con muchas tablas y, por encima de todo, es un genial dialoguista, la película se ve con agrado y tiene, incluso, algunos momentos de gran cine (especialmente, los quince o veinte minutos previos al “suceso central” de la trama, y que no desvelaré por no estropeársela a quien aún no la haya visto). Pero por mucho que se expriman al máximo las capacidades interpretativas de Farrell (convincente en su caracterización de ludópata y alcohólico) y McGregor (que no cambia de cara ni aunque lo maten a palos, y parece que tanto le da empuñar un sable láser como meterse todo el jaco de Escocia o comerle los morros a Nicole Kidman), o se expliciten las conexiones con las grandes tragedias griegas (desde el título del film hasta el final, haciendo escala en esa conversación en casa del playboy donde se menciona intencionadamente a los clásicos helénicos), “Cassandra’s dream” no pasa de ser una película menor en la filmografía del neoyorkino, demasiado cercana temporal, temática y estructuralmente a “Match point” como para ser algo más que un doppelgänger a medio gas…

¿Qué pasa con...

De un tiempo a esta parte, el sello editorial Vertigo de DC Comics se está cayendo del pedestal que durante tanto tiempo trabajó para ganarse. Años atrás (y no hablo de hace tanto), esta editorial contaba en sus filas con las series más punteras del mercado USA, y acostumbraba a brindar al lector toda una suerte de guiones y personajes inolvidables que difícilmente se dejan entrever en sus publicaciones actuales.

Recuerdo cuando Garth Ennis y Steve Dillon me alegraban la vida con “Predicador” y “Hellblazer”, justo después de la conclusión del celebradísimo (por mi y por medio mundo) “Sandman” de Neil Gaiman, al mismo tiempo que Warren Ellis y Darick Robertson construían su resultona “Transmetropolitan” y Grant Morrison se soltaba la melena (es un decir) con sus personalísimos “Invisibles”. Por el camino, Steven Seagle y Matt Wagner escribían “Sandman Mystery Theatre”; Jamie Delano expresaba sus inquietudes ecológias en su interesantísima etapa en “Animal Man”; Peter Milligan nos hacía quitarnos el sombrero con “Shade, el hombre cambiante”, “Blanco Humano” y “Enigma”; Dave McKean se marcaba un puntazo indie con “Cages” (¿por qué no se habla más de este tebeo?); Kyle Baker se salía en “Por qué odio Saturno” y “You are here”, y Brian Azzarello y Eduardo Risso daban el pistoletazo de salida a la última gran serie del sello, “100 Balas”.

No hablemos ya de los primeros tiempos de Vertigo, con Alan Moore haciendo historia en “Swamp Thing” y “V de Vendetta”, Jamie Delano ejerciendo de aprendiz de brujo en las primeras andanzas de Constantine y el antes mencionado Grant Morrison deslumbrando en “Doom Patrol” y “Animal Man”. Menuda época, madre de dios.


¿Y ahora?

Aparte de “Hellblazer”, que sigue en pie por cuestiones históricas más que estrictamente cualitativas, tan sólo “100 Balas” resiste, con sus casi 90 números a la espalda y los días contados, como serie estrella de la casa, mientras las supuestas nuevas “must-have” como “Fábulas”, “Y, el último hombre” o “DMZ” no pasan, en el mejor de los casos, de ser tebeos entretenidos que no tratan al espectador como si fuese un retoño mongoloide, pero siempre muy alejados de las cotas de brillantez de los Moore, Gaiman y Morrison de antaño. Y al lado de éstas, conviven muchas series mediocres o directamente malas como “Los Perdedores”, “Otherwold”, “Loveless”, “American Virgin” o las aún inéditas por estos lares “Testament” o “The Exterminators” de las que desgraciadamente no aguardo gran cosa (aunque uno siempre es susceptible de equivocarse, por supuesto).


Y es que todo aquel talento presente en Vertigo hace 10, 15 ó 20 años se encuentra ahora desperdigado entre las distintas editoriales que abarrotan el mercado USA, y tenemos que buscarlo en el Alan Moore de America’s Best Comics (y en cuyo seno se publican, tal y como su nombre indica, los mejores comics de América), el Grant Morrison de “Los siete soldados de la victoria” y “All-Star Superman”, el Ed Brubaker de “Sleeper” y “Daredevil”, el Warren Ellis de “Desolation Jones” o el Peter Milligan de “X-Statix”.


Pero ya no en Vertigo.

(Y de Gaiman, Ennis o el Azzarello ulterior a “100 Balas”, mejor ni hablar).