miércoles, noviembre 20, 2013

Who was watching Before Watchmen?

Publicar nuevos comics basados en el universo de "Watchmen" es una maniobra editorial polémica desde su concepción. La maxiserie de doce números firmada por Alan Moore y Dave Gibbons a mediados de los 80 es una auténtica vaca sagrada del género superheroico (por poco superheroico que el tebeo acabase siendo en última instancia) y muchos pensamos, a priori, que la aparición de precuelas protagonizadas por sus personajes tenía tanto sentido como escribir una novela narrando la adolescencia del Winston Smith de "1984" o rodar un film sobre los días parisinos de Ilsa Lund y Rick Blaine.


"Antes de Watchmen" es un conjunto de miniseries, más un one-shot, destinados a rellenar huecos (caso de que los hubiera) en las tramas del título original. Los prejuicios eran inevitables, al menos en mi caso, pero a ese rechazo inicial se unía el morbo de saber qué habían hecho autores destacados del actual panorama tebeístico yanki con los iconos que, no lo olvidemos, ya habían tenido una dudosa adaptación cinematográfica a cargo del impredecible Zack Snyder.

Los títulos que conforman el proyecto son los siguientes:

Minutemen
6 números. Guión y dibujos: Darwyn Cooke


La que puede considerarse como miniserie central de "Antes de Watchmen" es también la que más lógica tiene como precuela. Si había personajes que permitían un mayor desarrollo sin trastocar demasiado lo ya conocido en la serie madre sin duda eran los miembros de los Minutemen, grupo de justicieros enmascarados de los años 30 y 40 en el que se inspirarían los protagonistas de "Watchmen" a la hora de organizarse como (fallido) super-equipo. Que el responsable de retratar esta Edad Dorada sea el fabuloso autor de "Parker", Darwyn Cooke, garantiza no sólo un digno tratamiento de los caracteres principales, sino también un trabajo gráfico y narrativo a prueba de bombas.


Contrapunto oscuro e igualmente nostálgico de otro tebeo debido a Cooke, "The New Frontier", "Minutemen" es posiblemente el título más valioso de todo el proyecto "Antes de Watchmen", y uno de los pocos que consigue legitimar su existencia aportando auténtica chicha a lo narrado por Moore y Gibbons.


Comediante
6 números. Guión: Brian Azzarello. Dibujos: J.G. Jones


Amigo de desenterrar los trapos sucios de los EE.UU., Brian Azzarello vincula estrechamente al mercenario nihilista Edward Blake con la maldición de la familia Kennedy, trazando de paso un recorrido por los rincones oscuros de las décadas de los 60 y 70 en Norteamérica. ¿Sirve esto para conocer mejor al personaje? No. ¿Aporta alguna información relevante sobre la trama principal de "Watchmen"? Ninguna, salvo una pequeña conexión con aquel chiste que Blake hacía a propósito de la muerte de JFK en la obra de Moore y Gibbons (y que, ya puestos, no casa demasiado bien con lo que se narra en la miniserie que nos ocupa).


El resto es la retórica seca y esquiva de Azzarello, que convierte a cualquier carácter que toque (tanto da que sea Bruce Wayne como Wonder Woman) en un "personaje Azzarello", y el trazo de intenciones realistas de J.G. Jones, habitual portadista que de vez en cuando se deja caer por proyectos más o menos escogidos (caso de "Wanted" junto a Mark Millar). El bagaje final es decepcionante: "El Comediante" resulta a la postre una miniserie tan vacía como la concepción que su protagonista tiene del sentido de la vida.


Ozymandias
6 números. Guión: Len Wein. Dibujos: Jae Lee


La autobiografía de Adrian Veidt, el hombre más inteligente del mundo, es prácticamente una versión ampliada del capítulo 11 del tebeo original, añadiendo retazos de la infancia y adolescencia del personaje y explicando una vez más su plan definitivo para lograr la cooperación internacional y la paz mundial.


Todo ello lastrado por una sobreabundancia de cartuchos de texto (las reflexiones en off del propio Veidt) e ilustrado con el primoroso estilo de Jae Lee, maestro del claroscuro que, pese a su tendencia al estatismo, hace un importante esfuerzo de composiciones circulares simétricas que elevan al tebeo por encima de la mediocridad de su guión.


Búho Nocturno
4 números. Guión: J.M. Straczynski. Dibujos: Andy Kubert, Joe Kubert y Bill Sienkiewicz


Pseudo "Año Uno" del pseudo Batman de "Watchmen", "Búho Nocturno" es la clásica historia iniciática que escarba en el pasado del protagonista para justificar a golpe de trauma infantil su decisión de combatir el crimen. Straczynski rebusca entre los pocos cabos sueltos dejados por Moore (intencionadamente, aunque eso no viene al caso... o sí) y retoma la misteriosa relación entre Dan Dreiberg, el justiciero naïf de la obra original, y su ¿admiradora? Lady Crepúsculo, convirtiendo a la segunda en una suerte de Catwoman sadomaso que ponga en apuros sexuales al encapuchado aviar. Por el camino Strac nos cuela una subtrama algo forzada en la que se intenta explicar el distanciamiento entre Búho Nocturno y Rorschach, y fortalece el vínculo con el trabajo de Darwyn Cooke en "Minutemen" rescatando algunas de las claves del pasado de Hollis Mason.


El resultado, pese a las buenas intenciones, se queda en el terreno de lo intrascendente, y sólo la apreciable labor como dibujante de Andy Kubert confiere algo más de interés a una miniserie que posiblemente sólo sea recordada por tratrarse del trabajo póstumo del gran Joe Kubert, entintador de los tres primeros números al que Bill Sienkiewicz sustituiría en el cuarto.


Espectro de Seda
4 números. Guión: Darwyn Cooke. Dibujos: Amanda Palmer


"Si vas a San Francisco, asegúrate de llevar flores en el pelo", decía Scott McKenzie, y eso exactamente es lo que hace Laurie Jupiter en la miniserie que más se aleja en tono e intenciones de la obra de Moore y Gibbons. Psicodelia, ácido lisérgico, furgonetas pintadas con colores chillones y un montón de homenajes a la cultura pop de los 60 se suceden en cuatro números escritos con ironía por Darwyn Cooke, el guionista que mejor ha entendido las posibilidades narrativas de "Antes de Watchmen", e ilustrados por Amanda Conner, que ha mejorado una barbaridad desde los tiempos de "The Pro".


"Espectro de Seda" posee una inesperada entidad dramática, logrando algo que Moore y Gibbons jamás se preocuparon por conseguir: describir a Laurie a través de sus propias motivaciones y no como el personaje pasivo definido por las acciones de los hombres que la rodean que conocimos en "Watchmen".


Dr. Manhattan
4 números. Guión: J.M. Straczynski. Dibujos: Adam Hughes


Otro claro ejemplo de versión extendida de un episodio de la maxiserie original son los cuatro números dedicados al personaje antes conocido como Jon Osterman. Si en "Relojero" ("Watchmen" nº4) Moore y Gibbons nos mostraban la percepción (o la ausencia de percepción) que el Dr. Manhattan tiene del paso del tiempo, Straczynski intenta subir las apuestas desarrollando un trabalenguas schröedingeriano que ofrezca claridad en torno a un par de cuestiones que apenas quedaban esbozadas en la serie madre, como la naturaleza de la relación entre Osterman y Veidt. Lo relevante es que el creador de "Rising Stars" (uno de los más evidentes "Watchmen" wannabes de la historia del medio) sale airoso del reto y acaba firmando una de las miniseries más interesantes del proyecto, por innecesaria que sea su existencia.


El otro aspecto que pone a "Dr. Manhattan" por encima de otras cabeceras hermanas es, sin duda, el trabajo artístico llevado a cabo por Adam Hughes. Reconocido portadista con tendencia a la voluptuosidad femenina, Hughes desarrolla un impecable trabajo narrativo, haciendo que el rompecabezas cuántico que envuelve al metahumano azul no sólo sea fácilmente digerible a pesar de su densidad y sus continuos saltos temporales, sino también una experiencia estética de alto calibre merced a su trazo refinado y su excelso uso del color.


Rorschach
4 números. Guión: Brian Azzarello. Dibujos: Lee Bermejo


El equipo creativo de "Lex Luthor: hombre de acero" y "Joker" plantea una historia genérica de "justiciero urbano en ciudad decadente" que tanto valdría para Walter Kovacs como para Frank Castle, porque poco hincapié se hace en la psicología y motivaciones del personaje (no es que Moore dejase demasiado que añadir, claro). Las tintas se cargan en el contexto: un caluroso verano en la Nueva York de los años 70, Sodoma de una Norteamérica herida por la guerra del Vietnam. El trauma del conflicto asiático, las luces de neón y la música disco, la histeria colectiva del apagón del 77 y los crímenes de un asesino en serie de mujeres impregnan una historia anticlimática dialogada, para desgracia del traductor de ECC Comics, con el habitual cripticismo que caracteriza a Azzarello.


Pese a lo irrelevante del guión, cuyo momento más memorable es el cameo de un taxista con los rasgos de un joven De Niro, "Rorschach" justifica su adquisición y lectura por el arte de Lee Bermejo, dibujante idóneo para retratar la oscuridad malsana y la violencia explícita presentes en el relato.


Moloch
2 números. Guión: J.M. Straczynski. Dibujos: Eduardo Risso


¿Cuántas veces pueden contarnos los responsables de "Antes de Watchmen" el plan de Ozymandias? Todas las que quieran y más. De ahí que Straczynski desaproveche las escasas posibilidades que ofrece un personaje terciario como Edgar Jacobi para seguir rellenando los más ínfimos huecos del gran puzzle orquestado en su día por Moore y Gibbons.


Lo hace a través de una perversa alegoría cristiana de pecado y redención, explorando de paso las motivaciones del antiguo criminal en otra autobiografía en primera persona (y ya van...) a modo de confesión sacramental. Una vez más es el apartado gráfico, responsabilidad del espléndido co-autor de "100 Balas", lo que justifica el interés que pueda despertar esta breve miniserie.


Dollar Bill
One-shot. Guión: Len Wein. Dibujos: Steve Rude


¿Dollar Bill? ¿En serio? ¿Y por qué no Janey Slater? ¿O la pareja de policías que investiga el asesinato del Comediante? ¿O el chico que leía comics en el kiosco? Puestos a otorgar títulos propios a personajes de "Watchmen" que no los merezcan, Dollar Bill seguiría siendo mi última opción. Pero ahí tenemos a Len Wein esforzándose, a golpe de texto en off (ooooooootra vez), por contarnos algo, lo que sea, que rellene las 26 páginas de un one-shot pensado para sisarle los últimos 2,5 € al completista de turno: yo.


Puestos a ver el lado bueno, nos encontramos con un Steve Rude admirablemente profesional (incluso en un trabajo desalmado como éste) que imprime al relato un apropiado regusto a Golden Age. Y ya.


Corsario Carmesí
2 páginas de complemento en cada número de las miniseries. Guión: Len Wein. Dibujos: John Higgins


"Watchmen" contenía en sus páginas un comic dentro del comic, una historia de piratas leída por uno de los personajes, que servía como metáfora de las motivaciones de Adrian Veidt. Trasladar ese breve apunte metalingüístico hasta una historia independiente aislada de la trama principal no tiene demasiado sentido, puesto que la relación entre "Corsario Carmesí" y cualquier otro título de "Antes de Watchmen" es nula. Apoyado primero en la parte literaria por Len Wein y después en solitario, el colorista de la maxiserie original, John Higgins, ejerce de autor completo presentando un fantasmagórico relato de piratas plagado de lugares comunes (buques esclavistas, sacerdotisas vudú y hasta el Holandés Errante) que tiene más elementos en común con "Piratas del Caribe" que con cualquier cosa que Alan Moore haya escrito jamás.


Se trata, junto a "Moloch" y "Dollar Bill", de la más evidente demostración de intenciones del proyecto "Antes de Watchmen": publicar tantas historias inspiradas (por levemente que sea) en el comic original como se pueda, sin cuestionarse si tienen alguna razón de ser.


Más allá de los pormenores propios de cada una de estas micro-historias, mi percepción global de "Antes de Watchmen" bascula entre lo innecesario y lo gratuito. Es cierto que miniseries como "Minutemen", "Espectro de Seda" o "Dr. Manhattan" elevan la nota media y pueden disfrutarse sin ningún tipo de complejo, pero la mayor virtud del conjunto sigue siendo el estupendo trabajo gráfico desarrollado por sus dibujantes. Pese a que los escritores de "Antes de Watchmen" demuestran en casi todos los casos un innegable oficio, su lectura se antoja excesivamente nostálgica, como oler la ropa interior de una antigua amante para revivir las sensaciones que nos producía su compañía. Pero lo cierto es que aquel viejo amor era fruto de las circunstancias de un momento y un lugar (¡y unos autores!) distintos, y es preferible atesorarlo en el recuerdo como algo único e irrepetible y dedicarse en lo sucesivo a buscar nuevas experiencias, libres de pesados condicionantes previos, en pastos más verdes. Yo sin duda hubiese preferido tener a estos mismos autores trabajando en sendas series sobre los personajes originales de Charlton Comics en los que se inspiró "Watchmen" (The Question, Blue Beetle o el Capitán Átomo) antes que verlos ceder a una estrategia de mercadotecnia de estas características: la clase de maniobra comercial que hasta hace poco sólo parecía posible en el terreno del homenaje paródico.


lunes, noviembre 18, 2013

Hammer to fail

Inmersos en plena fase 2 de su ambicioso proyecto cinematográfico (un universo cohesionado donde cada film forma parte de un todo), Marvel Studios acaba de estrenar la segunda entrega de las andanzas del dios asgardiano Thor. Superado en la primera cinta el hándicap de tener que presentar al gran público a un super-héroe apenas conocido más allá del círculo tebeístico (la versión mitológica no cuenta, ni siquiera la wagneriana), “El mundo oscuro” parecía la ocasión perfecta para explotar las posibilidades lúdicas del personaje y sacar mayor partido a su galería de amigos y villanos.


La sustitución del director de la primera película, un Kenneth Branagh sorprendentemente despersonalizado, por el aún más impersonal Alan Taylor (realizador catódico curtido en las cadenas HBO y AMC) dejaba entrever el escaso interés por parte del estudio en diferenciar la nueva aventura del hijo de Odín de cualquier otra entrega de la franquicia vengadora. Taylor, profundamente profesional, proporciona exactamente lo que se le demanda: un capítulo televisivo de mitad de temporada, por autoconclusiva que resulte la trama central del film. Ésta nos presenta a Malekith, señor de los elfos oscuros que antaño amenazaron con destruir el universo, regresando tras milenios de inactividad para buscar un arma de destrucción masiva en estado líquido (el éter) con la que casualmente se cruza Jane Foster, la novieta humana de Thor, mientras trata de contactar con su fornido maromo asgardiano. Un argumento tan sofisticado y revolucionario como cualquier tebeo de los 60 escrito por Stan Lee, vaya.


Tampoco es que uno se esperase mucho más en términos conceptuales: la manida guerra entre el Bien y el Mal plasmada bajo un diseño de producción a caballo entre “Juego de Tronos” y la nueva trilogía de “Star Wars” (nueva hasta 2015, quiero decir) y aderezada con unos efectos especiales que convencen, sí, pero que están a años luz de sorprender a un espectador que a estas alturas ya lo ha visto todo (o casi) en términos de infografía digital. La corrección, en fin, es la nota dominante en el apartado técnico de “Thor: el mundo oscuro”.


El gran pecado de la película es la pereza con la que los ideólogos del asunto han abordado un material que podría dar mucho más de sí, aún desde su evidente falta de originalidad, a poco que se hubiesen esforzado en definir caracteres y pulir diálogos. Si se han cargado las tintas en el humor ha sido, asumo, por mantener el tono de la saga “Iron Man” que tanto éxito ha tenido en taquilla; pero para dar por bueno el intento haría falta un Tony Stark/Robert Downey Jr. que insuflase vitalidad y una genuina vis cómica al conjunto. De todos modos, acusar a Chris Hemsworth, Natalie Portman o Anthony Hopkins de falta de carisma no sería del todo justo. Poco o nada pueden hacer con unos personajes tan planos, sosos y vulgares, más allá de lucir palmito y fingir que se creen alguna de las genéricas frases lapidarias que los guionistas han puesto en su boca.


El caso de Christopher Eccleston es incluso más llamativo: el noveno “Doctor Who” encarna al más desaprovechado de los villanos en lo que llevamos de la era cinematográfica Marvel, con un Malekith tan raquítico en motivaciones y entidad dramática que difícilmente uno puede visualizarlo como la gran amenaza cósmica que se supone que es. La parte menos mala se la llevan Idris Elba en su testimonial papel de Heimdall y, sobre todo, el estupendo actor (también) británico Tom Hiddleston, que repite como el mentiroso dios Loki. El hermanastro de Thor hace suyo cada plano en que asoma su maliciosa sonrisa y se convierte, a la postre, en el único atractivo del film más allá de la divertida batalla final, más próxima a aquel capítulo de “Futurama” en que salían los Harlem Globetrotters (“Tiempo a trompicones”) que al clásico clímax comiquero a golpe de Mjolnir.


La consecuencia lógica de todo esto es la decepción o, en el mejor de los casos, la más absoluta indiferencia. Y es una pena, porque en las más de cinco décadas de aventuras en viñetas de Thor hay cientos de ideas susceptibles de dar el salto a la gran pantalla ofreciendo algo infinitamente superior a lo que hemos visto hasta ahora. Sin irnos al canon de Lee/Kirby o a la espléndida etapa de Walt Simonson, cualquier número de la actual colección escrita por Jason Aaron tiene diez veces más chicha que esta desaprovechada nueva incursión cinematográfica del hijo de Odín.

Mal por Marvel Studios.

sábado, noviembre 16, 2013

Infalibilidad extremeña

Tratar a estas alturas de establecer cuál es el mejor disco publicado por Extremoduro es prácticamente un absurdo. Más de dos décadas después de su debut, “Rock transgresivo”, la banda liderada por Roberto El Robe Iniesta (secundado desde 1995 por su inseparable maestro de guitarras, Iñaki “Uoho” Antón) ha conquistado a tantos oyentes de gustos diversos y ha tocado tantos palos musicales que lo más probable es que cada cual tenga su álbum favorito y que esa elección sea imposible de rebatir. A mí, que llegué a Extremoduro bien entrado el nuevo siglo, el que me enamora el alma es “La ley innata”, ambicioso y complejo como ningún otro en su discografía, pero soy perfectamente consciente de que a muchos de los fans históricos de la banda les parece el inicio de la decadencia; de eso que despectivamente han dado en llamar “Extremoblando”. No es de extrañar, tampoco, que muchos de aquéllos que descubrieron a los popes del rock urbano español con trabajos como “Deltoya” o “Agila” renieguen de los tangos y baladas de “Material defectuoso”. Ni que éste, con su sofisticación melódica, haya encandilado a buena parte de la crítica y del público que antes los consideraba demasiado barriobajeros para su gusto. Hay, como decía, un disco para cada fan de Extremoduro. Y ahora, también, hay un disco para contentarlos, un poco al menos, a todos.


“Para todos los públicos”, nuevo trabajo de estudio del Robe, Uoho y compañía, concilia en apenas 45 minutos de música todas las filias de sus artífices, desde esa pedrá directa al telencéfalo titulada “¡Qué borde era mi valle!” hasta la experimentación aflamencada de “Poema sobrecogido”, capaz de subrayar a Triana con un riff de heavy metal. “Locura transitoria” sigue la tónica de los dos álbumes anteriores, tirando de cambios de ritmo, cuarteto de cuerdas y una progresión que va de la acústica dulzura inicial hasta ese fraseo macarra (“¿Qué hace esta cabra fuera del rebaño? / ¡Vamo’ a  tirarla desde el campanario!”) que trae de vuelta la agresividad de antaño. “Entre interiores” tiene alma de blues y retoma la clásica metáfora estacional del Robe: las cuatro estaciones, con la Primavera a la cabeza, son una de las imágenes vertebrales de la lírica de Extremoduro. “Mi voluntad” es un acelerado rock marca de la casa que entra perfectamente a la primera escucha, y “Manué IV” es un irrelevante interludio dialogado que busca rebajar la seriedad del conjunto.


Si hay una cosa que le gusta más al Robe que las drogas, ésa es el sexo: “Mama”, con sus aires funkies, es una glosa nada sutil a la vagina con un estribillo pegadizo como pocos. “Pequeño rocanrol endémico” parece un tema compuesto por Uoho durante la época de Platero y Tú, y aunque posiblemente sea la pista menos llamativa del conjunto, ni molesta ni desentona. No por conocido resulta menos satisfactorio el último corte del LP: “El camino de las utopías”. Hace más de un año, el par de versiones de esta canción extraídas de directos y maquetas que circulaban por la red se convirtieron en el primer indicador de que Extremoduro tenía nuevo material en camino. Escuchada hoy en la versión para el álbum, sigue siendo un himno por pleno derecho, con algunos de los mejores versos de este “Para todos los públicos” que no será, por descontado, mi disco preferido de la banda, pero que tiene muchos boletos para convertirse en uno de mis álbumes favoritos de 2013. Ojalá todas los grupos de rock alcanzasen la madurez tocados por la infalibilidad que caracteriza a los extremeños: a estas alturas Extremoduro está más allá del bien y del mal.

domingo, noviembre 03, 2013

Cautivos del mal

La súbita desaparición de dos niñas en un pequeño pueblo del norte de Estados Unidos supone el punto de partida de "Prisioneros", una de las cintas que mejores reacciones está generando entre crítica y público en las últimas semanas. El realizador canadiense Denis Villeneuve, conocido principalmente por su turbador (y algo culebronesco) largometraje anterior, "Incendies", cuenta en esta ocasión con un reparto de lujo encabezado por Hugh Jackman y Jake Gyllenhaal. El primero, al que en los últimos meses hemos podido ver en registros tan dispares como el de Jean Valjean en la adaptación del musical "Los Miserables" o en su ya célebre rol de Lobezno, interpreta al padre de una de las crías desaparecidas con la profesionalidad todoterreno a la que ya nos tiene acostumbrados. El segundo, eternamente asociado a su papel protagonista en la lynchiana "Donnie Darko", da vida al detective de policía encargado de resolver el aparente secuestro, y lo hace con corrección aunque sin resistir la comparación (en cuanto a presencia y carisma) con el australiano de oro. Algo debe haber visto Villeneuve en Gyllenhaal, sin embargo, cuando ha vuelto a contar con él para su siguiente film, presentado en el último Festival de Cine de San Sebastián y cuyo estreno comercial está previsto para febrero de 2014: "Enemigo".


Jackman y Gyllenhaal están arropados en pantalla por un puñado de prestigiosos secundarios como son Terrence Howard, Maria Bello, Viola Davis, Melissa Leo o el siempre magnífico Paul Dano, caracterizado aquí como un presunto discapacitado mental, principal sospechoso del secuestro de las niñas desaparecidas. Es precisamente la relación establecida entre los personajes de Jackman, un fundamentalista cristiano con una visión de la justicia arraigada en el Antiguo Testamento, y Dano, escalofriante tarado de dudosa inocencia, la que genera los mejores momentos del film y pone toda la carne ética en el asador: ¿qué límites estaría dispuesto a cruzar un padre desesperado para encontrar a su hija perdida? Entroncando con este maquiavelismo de tintes bíblicos, Villeneuve no oculta su rechazo a la religión al situarla en el origen de muchos de los traumas y comportamientos aberrantes de sus personajes (y, por extensión, de la sociedad que habitan), e incluso toca tangencialmente el tema de la pedofilia por parte del clero en una escena más o menos anecdótica, pero que subraya la opinión que el director quebequense tiene del estamento religioso.


Con una sobria puesta en escena y una cuidada caligrafía visual, "Prisioneros" entronca con el espíritu atormentado y malrollista de "Mystic River" y con el áspero cine policial con psycho-killer al estilo David Fincher ("Seven", "Zodiac"), aunque sin llegar a las cotas de brillantez de ambos referentes. Mientras la parte psicológica y emocional del film, asentada en el personaje de Jackman, funciona estupendamente (en gran parte gracias a la poderosa composición del australiano), la investigación protagonizada por el detective al que encarna Gyllenhaal incurre en algunas torpezas impropias de una cinta de estas ambiciones. A este desequilibrio entre ambos aspectos, el drama psicológico y el cine policial, se une una duración excesiva: 153 minutos en los que uno no pestañea, cierto, pero que vistos en perspectiva resultan innecesarios, más aún si tenemos en cuenta que una de las subtramas no lleva a ninguna parte y sólo sirve para engañar (intencionadamente) al espectador.


Son defectos menores en un conjunto notable: la clase de peros que diferencian a las buenas películas (como ésta) de las grandes películas. De todos modos, "Prisioneros" sigue siendo una experiencia cinematográfica muy recomendable y un nuevo ejemplo de la innegable capacidad de Villeneuve para crear atmósferas malsanas y plantear las más peliagudas cuestiones morales.