sábado, abril 26, 2014

Tortuga a la deriva

El sexteto madrileño Vetusta Morla ascendió de forma fulgurante entre la escena del pop-rock nacional gracias a la publicación de su debut “Un día en el mundo”, disco de oro con más de 35.000 copias vendidas en España y mi álbum favorito en el Top 10 del Abismo en 2008. Tres años después, el continuista “Mapas” afianzó su posición como referencia en torno a la que orbitan numerosas bandas del actual indie patrio (Supersubmarina, Miss Caffeina, Izal...). El lanzamiento de su tercer LP, “La deriva”, llevaba un tiempo señalado en los calendarios de los principales medios de información musical y de miles de entusiastas seguidores. Echando un vistazo a los llenos totales que ya subrayan muchas de las fechas de su inminente gira (cinco sold out, ni más ni menos, en La Riviera de Madrid, y otros dos en la Razzmatazz de Barcelona), no es descabellado hablar a estas alturas de un auténtico fenómeno Vetusta. “La deriva”, en resumidas cuentas, llegó a las tiendas (físicas y virtuales) el pasado 8 de abril arrastrando unas expectativas enormes o, si lo tuyo es el moderneo políglota, un hype de campeonato. Con el disco ya escuchado y asimilado, mi valoración personal resulta, me temo, más tibia de lo deseado. Y eso que yo siempre he sido un entusiasta defensor de los de Tres Cantos.


“La deriva” no es un mal álbum, y de hecho me parece por momentos uno muy bueno, pero encuentro demasiada diferencia entre unos temas y otros a nivel cualitativo. El arranque es casi redondo, con dos canciones que ya se conocían desde unas semanas antes a la publicación del álbum: el corte que da título al disco y ese puntapié rock llamado “Golpe maestro” que advertía de algunos sutiles cambios en el sonido de la banda, más desnudo de arreglos atmosféricos que en el pasado. A estos dos singles indiscutibles les sigue una de las cimas del disco, “La mosca en tu pared”, que recupera el gusto por las progresiones y la épica que habían marcado anteriores éxitos del grupo como “Los días raros”, y que a mí personalmente me parecen la mayor virtud de Vetusta Morla, tanto en estudio como en directo. Una virtud que la propia banda ha optado por obviar en la medida de lo posible en este último trabajo con el fin de buscar nuevas fórmulas musicales. Tras la intensidad de “La mosca en tu pared” llegan “Fuego”, un tema más calmado y con ecos antropológicos, y “Fiesta mayor”, material de alto octanaje para el directo engalanado con una sorprendente sección de metales que recuerda al “Amnesiac” de... sí, Radiohead. Y aquí se cagó el invento.

Porque mencionar a Vetusta Morla en la misma frase que Radiohead es sinónimo de polémica y de -oh, vaya- plagio. Me gustan mucho los primeros, pero incluso desde la perspectiva poco objetiva del fan, la fijación de estos chicos con la banda de Thom Yorke y compañía (que me gustan bastante más) es sencillamente indefendible. Y para muestra, como se suele decir, un botón: “¡Alto!”, la siguiente canción del lote, es “Go to sleep”. Después de que “Autocrítica” y “Un día en el mundo” fuesen identificadas como “homenajes” más o menos indisimulados a “There there” y “My iron lung” (por mucho que la banda tire balones fuera en las entrevistas), apropiarse de este modo de otro tema de los radiocabezudos me parece ir pidiendo a gritos el escarnio público. Tampoco ayuda, claro, que sea a partir de la citada “¡Alto!” donde “La deriva” empiece a aflojar. “La grieta” y, sobre todo, “Las salas de espera”, rebajan considerablemente mi interés con su cadencia repetitiva. Entre ambas está la esforzada “Pirómanos”, que me recuerda al corte titular de “Mapas”. Quizás demasiado. O tal vez es que aún no me he repuesto de la bajona que siempre me produce “¡Alto!”.


Quedan aún otras tres canciones, “Cuarteles de invierno”, “Tour de Francia” y “Una sonata fantasma”. La primera es, junto con “La mosca en tu pared”, mi favorita del disco. Posiblemente porque, al igual que aquélla, nos devuelve a los Vetusta Morla más épicos; los de los cambios de ritmo, los crescendos brutales y los estribillos memorables: “Fue tan largo el duelo que al final casi lo confundo con mi hogar”, dos versos que casi redimen a “La deriva” de todos sus resbalones previos. “Tour de Francia” no está mal. La letra es un poco tonta, repleta de imágenes relacionadas con el ciclismo y rimas como la de “chiringuito” con “un señor bajito”. Seguro que en directo funciona muy bien, pero a mí a estas alturas del disco me resulta un poco cargante. Para el final queda “Una sonata fantasma”, clásico cierre vetusto intimista, muy en la línea de “Al respirar” o “Mi suerte”, que sale poco beneficiada de la comparación.

Tenemos, en resumen, un álbum repleto de altibajos, con algunos momentos brillantes (“Golpe maestro”, “La mosca en tu pared”, “Cuarteles de invierno”), otros notables (“La deriva”, “Fuego”, “Fiesta mayor”) y otros que devalúan el conjunto. Se agradece, por supuesto, que Vetusta Morla no hayan repetido otra vez la estructura de “Un día en el mundo”, como sí hicieron en “Mapas”, y que hayan intentado dar un (sutil) nuevo giro a su sonido, por mucho que éste siga señalando inequívocamente a la discografía de Radiohead, pero “La deriva” no acaba de entusiasmarme como sí lo hicieron sus dos álbumes anteriores. Lo cual no implica, por supuesto, que no tenga unas ganas locas de ver cómo los madrileños defienden este tercer trabajo sobre el escenario.

domingo, abril 13, 2014

10 comics (aún) inéditos en España que estoy siguiendo en formato digital

No tengo intención de hacer en esta entrada una argumentación tipo comic en papel vs. comic digital. Si queréis eso lo dejamos para los comentarios. Aún así, todo lo que yo pueda opinar al respecto ya lo ha explicado mucho mejor Javi Olivares en esta entrada de su blog. Es decir, que más allá de mi devoción por los tebeos como algo físico y tangible, estoy muy contento con la tablet que me regaló hace unos meses J. (mayúscula), a la que empecé a dar bastante uso a raíz de mis colaboraciones con ECC Ediciones y que actualmente me sirve casi exclusivamente para leer comics. Pero, como decía, esta entrada no va de eso sino de series que antes o después (¡o nunca!) veremos publicadas en castellano por editoriales autóctonas. Series como...


Black Science
Guión: Rick Remender. Dibujo: Matteo Scalera. Color: Dean White.
Image Comics. Serie abierta. 5 números publicados.


Rick Remender ya había demostrado su entusiasmo por los universos paralelos, preferiblemente repletos de fauna y flora amenazadoras y un indudable componente pulp, en trabajos para Marvel Comics como “Imposibles X-Force” o “Capitán América”. Con “Black Science”, el creador de “Fear Agent” (otra de aventuras fantacientíficas en entornos alienígenas) eleva esta predilección por el viaje interdimensional a su máxima potencia. La odisea espaciotemporal de Grant McKay y su Liga de Científicos Anarquistas, saltando constantemente entre las infinitas capas de cebolla del Siempreverso (traducción libre, propia y posiblemente imprecisa del “Eververse” inglés) en busca de su mundo de origen, no son especialmente novedosas desde el punto de vista conceptual, pero combinan el encanto aventurero de seriales televisivos como “Quantum Leap” o “Lost in Space” con las atmósferas exóticas y surreales de la generación “Metal Hurlant”.


Buena parte del mérito lo tiene el dibujo de Matteo Scalera, espectacularmente pintado por el colorista Dean White. Definitivamente, el arte de “Black Science” supone la diferencia entre un comic simplemente entretenido (cuyo guión, hay que decirlo, mejora número a número) y una compra segura.




Collider / FBP: Federal Bureau of Physics
Guión: Simon Oliver. Dibujo. Robbi Rodriguez. Color: Rico Renzi.
Vertigo (DC Comics). Serie abierta. 9 números publicados.


Las leyes que rigen nuestro universo se han vuelto locas de la noche a la mañana y anomalías físicas se suceden sin un patrón aparente en distintos puntos de la geografía mundial. Para contenerlas y restituir la coherencia del espacio-tiempo se crea la Oficina Federal de Física, un organismo gubernamental que atiende emergencias tan disparatadas como la súbita desaparición de la fuerza de gravedad en un colegio público o la manifestación espontánea de una ciudad especular en el cielo de una gran urbe.


El primer número se publicó bajo el título de “Collider” y a partir del segundo, por cuestiones de copyright, la serie fue rebautizada como “FBP: Federal Bureau of Physics”. Escribe Simon Oliver (responsable de los guiones de “The Exterminators”, título del sello Vertigo que pasó sin pena ni gloria y acabó cancelado antes del final previsto por sus autores) y dibuja Robbi Rodriguez con un estilo dinámico y suelto, de apariencia inacabada, que me recuerda un poco al Cyril Pedrosa de “Portugal” (lo cual sólo puede ser algo bueno). Es verdad que el auténtico punto fuerte de “FBP” es su apartado gráfico, pero el argumento es bastante interesante, sobre todo la parte de las conspiraciones empresariales que rodean a la burocracia de la organización que da título al comic, y además las anomalías físicas que deben afrontar sus protagonistas son un gancho muy interesante. Una lectura agradabilísima, en resumen.




Deadly Class
Guión: Rick Remender. Dibujo: Wes Craig. Color: Lee Loughridge.
Image Comics. Serie abierta. 3 números publicados.


Otra de las nuevas ideas de Rick Remender (un tipo que deber tener muchas ideas, en vista de su producción reciente tanto para Marvel como para editoriales más pequeñas) es esta “Deadly Class” que presenta al huérfano y vagabundo Marcus, captado desde las calles de la San Francisco de finales de los años 80 por una escuela secreta de asesinos adolescentes. El primer número me recordó mucho a “Sin blanca en el cielo y el infierno”, la saga con la que arrancaba “Los Invisibles” de Grant Morrison. El segundo parece una perversión de las fantasías de J.K. Rowling. No fue hasta el tercero que por fin descubrí una personalidad propia, oscura y amoral, enriquecida con una banda sonora de los Smiths.


Aún es pronto para decidir si “Deadly Class” es una compra segura o sólo un tebeo con un planteamiento atractivo. Por ahora, la vistosa narrativa de Wes Craig y el espectacular trabajo cromático de Lee Loughridge me parecen razones más que suficientes para seguir probando con una serie que apunta más alto con cada nuevo capítulo pero que todavía no me ha dejado boquiabierto.




Jupiter's Legacy
Guión: Mark Millar. Dibujo: Frank Quitely. Color: Peter Doherty.
Image Comics. Serie limitada de 12 números. 4 publicados.


Lejanos los tiempos en que Mark Millar era uno de los guionistas más interesantes del mainstream angloparlante, hay todavía que reconcerle al escritor escocés dos importantes méritos: el primero, su espectacular dominio del marketing, consiguiendo que su nombre en portada se haya convertido en sinónimo de “best-seller” y “adaptación al cine”; el segundo, que ha sabido rodearse de los mejores artistas gráficos del medio. En el caso de “Jupiter's Legacy”, Millar forma equipo con el dibujante que ilustró buena parte de sus (estupendos) guiones para “The Authority”, Frank Quitely, y un servidor no necesita saber más de cara a hacerse con el tebeo.


Poco importa, entonces, que el argumento de “Jupiter's Legacy” no sea precisamente el colmo de la originalidad. Se trata, de hecho, de un refrito de conceptos extraídos del “Zenith” de Grant Morrison y Steve Yeowell y del “Miracleman” de Alan -ups, perdón- El Escritor Original, aderezado con un toque de aventuras exóticas a lo “King Kong” y un leve trasfondo social que apunta (muy de refilón) hacia la actual crisis político-económica. Pues vale. Con Quitely a los lápices, por mí como si la historia gira en torno al cultivo de coliflor en Pomerania. Otra cosa es que, más allá de la excelencia del ilustrador, “Jupiter's Legacy” se lea con sumo agrado e incluso tenga un par de momentos más o menos inspirados. Al ritmo de publicación actual lo más probable es que su duodécimo número no esté disponible antes de 2017, y hasta entonces Millar tiene todo el tiempo del mundo para cargarse uno de sus trabajos más interesantes en años (junto con otro título reseñado en esta misma entrada). Mientras tanto, yo seguiré disfrutando como un enano con cada nueva plancha firmada por el dibujante de “All-Star Superman” y “JLA: Tierra 2”.




Lazarus
Guión: Greg Rucka. Dibujo: Michael Lark. Color: Santi Arcas.
Image Comics. Serie abierta. 7 números publicados.


En un futuro no demasiado lejano, la división geográfica del planeta no responde a territorios políticos sino financieros, dirigidos por familias que acumulan toda la riqueza y la tecnología. La minoría útil para estas totalitarias familias (the serf) tiene un estatus y unos privilegios con los que no cuentan los despojos (the waste), una inmensa mayoría de la población que vive en la indigencia. Cada familia cuenta con un miembro modificado con alta tecnología genética y cibernética, virtualmente inmortal, llamado Lazarus. Los Lazari, auténticas armas vivientes monitorizadas por telemetría, están diseñados para obedecer ciegamente a su familia. La Lazarus de la familia Carlyle se llama Gina Carano Forever.

(Off-topic: ay, Gina Carano, la única persona que puede hacerle ESTO a Michael Fassbender y seguir contando con mi bendición).


Pese a ser un refrito de ideas ya conocidas, la nueva serie escrita por Greg Rucka y dibujada por Michael Lark (ambos habían coincidido hace años en la excelente “Gotham Central”) consigue dejar atrás la inicial desconfianza que despiertan los lugares comunes en que se asienta presentando una trama adictiva, una interesante galería de personajes y unas escenas de acción FA-BU-LO-SAS. Su crítica hacia el actual orden económico mundial le otorga una segunda lectura de corte social que, pese a la ausencia total de sutileza con que está planteada, no deja de ser un valor añadido. Que el estilo gráfico de Lark recuerde poderosamente al David Mazzuchelli de mediados de los 80 (el de “Batman: Año Uno” y “Daredevil: Born Again”) también lo es, claro.




Manifest Destiny
Guión: Chris Dingess. Dibujo: Matthew Roberts. Color: Owen Gieni.
Image Comics. Serie abierta. 6 números publicados.


En 1803 Napoleón vendió Luisiana a los Estados Unidos de América. Unos meses después, el presidente Thomas Jefferson envió una expedición liderada por Lewis y Clark para realizar una exploración del territorio siguiendo el cauce del río Misuri hasta la costa del Pacífico, con el propósito de abrir nuevas vías de comercio. Pero, ¿y si el auténtico objetivo de esta expedición no fuese la simple exploración? ¿Y si Luisiana en realidad estuviese habitada por (oh, sí, nena) monstruos? Et voilà: “Manifest Destiny” o qué pasaría si Mike Mignola reescribiese “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad.


El productor y guionista catódico Chris Dingess (no he visto nada de su trabajo para televisión, pero me suenan títulos como “Reaper” y “Almost human”) se estrena en el mundo de las viñetas en colaboración con el ilustrador Matthew Roberts (con un estilo que recuerda un montón a Tony “yo-dibujé-los-seis-primeros-números-de-The-Walking-Dead” Moore). El resultado es una violenta aventura con toques de terror que avanza lenta pero segura, creando una atmósfera de amenaza constante para los ¿héroes? del relato, con un dibujo bastante majo redondeado por un gran trabajo del colorista Owen Gieni.




Sex Criminals
Guión: Matt Fraction. Dibujo: Chip Zdarsky. Color: Christopher Sebela.
Image Comics. Serie abierta. 5 números publicados.


Hacía tiempo que el arranque de una serie regular no me enganchaba de esta manera; que unos personajes nuevos y desconocidos no me enamoraban así. Suzie es una bibliotecaria con una habilidad excepcional: cuando tiene un orgasmo, el tiempo se detiene a su alrededor. Después de años de relaciones que iban de lo profundo a lo circunstancial, conoce a Jon y los dos tienen un flechazo. Las cosas se ponen realmente raras (e interesantes) cuando ambos tienen sexo y Suzie descubre que Jon tiene su mismo poder orgasmo-cronal y que ambos pueden moverse en libertad por ese instante congelado que él denomina Cumworld. Y ¿qué deciden entonces nuestros protagonistas? Tener sexo y/para robar bancos y convertirse en los criminales sexuales del título.


Hasta que leí “Sex Criminals”, Matt Fraction me parecía un guionista tirando a mediocre que había tenido la suerte de despuntar en Marvel gracias a su colaboración con Ed Brubaker en “El inmortal Puño de Hierro”. De su trabajo posterior sólo me gusta moderadamente “Ojo de Halcón”, y eso es en gran medida porque el apartado gráfico está encabezado por el inmenso dibujante patrio David Aja. “Casanova”, su mayor éxito independiente hasta la fecha, me decepcionó bastante a pesar de contar con los hermanos Gabriel Bá y Fábio Moon a los lápices, y su etapa recientemente concluida en “Fantastic Four” es auténtico guano super-heroico destinado a las tiendas de saldos. “Sex Criminals”, sin embargo, es algo muy distinto: una serie divertidísima, repleta de diálogos ingeniosos, recursos narrativos inusuales, personajes entrañables y un par de escenas realmente antológicas (como ese momento musical del número 3 en el que creí que iba a MORIRME DE AMOR). Está bien dibujada por Chip Zdarsky, con un tono indie que me recuerda un poco al Alex Robinson de “Malas ventas” y “Estafados” (tampoco mucho, no sé, algo), lo cual siempre está bien, sobre todo para un tebeo tan cómico, romántico y plagado de referencias culturales inesperadas y maravillosas como éste. Se nota que me gusta, ¿verdad?




Starlight
Guión: Mark Millar. Dibujo: Goran Parlov. Color: Ive Svorcina.
Image Comics. Serie limitada de 6 números. 2 publicados.


Comentaba un poco más arriba lo afortunado/avispado que es Mark Millar al colaborar en sus proyectos con algunos de los dibujantes más talentosos de la actualidad, y “Starlight” es buena muestra de ello. El artista croata Goran Parlov, curtido primero en la industria del fumetti italiano y posteriormente en algunos títulos de acción y espionaje para Marvel (“Viuda Negra”, “Punisher”, “Furia MAX”), se imbuye del espíritu de Moebius para dibujar la historia de Duke McQueen, héroe espacial trasunto de Flash Gordon que regresó a la Tierra tras protagonizar sus aventuras alienígenas y ha vivido desde entonces una vida de lo más anodina. Incapaz de convencer a la opinión pública de que sus hazañas fueron reales, anciano, viudo y prácticamente abandonado por sus atareados hijos, McQueen es presentado en la actualidad como un Walter “Gran Torino” Kowalski que ha perdido la ilusión por vivir, más allá de rememorar sus felices años de juventud en el planeta Tantalus. Será entonces cuando un visitante de las estrellas acuda a él para pedirle que se embarque en una última aventura intergaláctica.


Los dos números de “Starlight” publicados hasta el momento suponen el mejor trabajo que le recuerdo a Millar desde “El viejo Logan”. La contención, descripción de personajes y el tono en que se mueve la obra tienen poco que ver con el gusto por la violencia gratuita, los diálogos deliberadamente provocadores y el humor escatológico-adolescente que Millar viene esgrimiendo en los últimos años. Lejos de ser original (con Millar eso ya está descartado), “Starlight” me parece, en fin, un comic bien escrito y maravillosamente dibujado y coloreado. Quedan aún 4 números y la cosa puede torcerse mucho (miedo me dan los villanos que el escocés vaya a enfrentar al héroe sexagenario) pero por ahora, como digo, chapeau.




The Royals: Masters of War
Guión: Rob Williams. Dibujo: Simon Coleby. Color: J.D. Mettler.
Vertigo (DC Comics). Serie limitada de 6 números. 3 publicados.


Resulta fascinante cómo, casi 30 años después, el “Miracleman” de El Escritor Original continúa siendo una referencia constante cada vez que un guionista decide escribir un tebeo sobre seres superpoderosos en un contexto (digamos) realista. “The Royals: Masters of War” es la penúltima aproximación al género desde este ángulo, trasladando la acción a la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué pasaría si las distintas casas reales de todo el mundo fueran prácticamente dioses y hubieran realizado un pacto de no intervención en los conflictos armados entre sus países? ¿Y si el joven príncipe británico Arthur hubiese tomado partido tras el bombardeo de Londres por parte de la aviación alemana? ¿Cómo reaccionarían los monarcas del resto de naciones enzarzadas en la contienda y cómo afectaría esto al rumbo de la guerra?


“The Royals: Masters of War” está escrita por un inglés, Rob Williams, y dibujada por otro, Simon Coleby. Así que, en cierto modo, retoma la intención inicial del sello Vertigo de ser la línea británica para adultos de DC Comics. Y aunque es cierto que no aporta absolutamente nada a lo ya visto en numerosos tebeos de super-héroes con planteamientos similares (mencionaba “Miracleman”, pero “The Authority” y “Supreme Powers” son otros referentes bastante próximos en intenciones), es un trabajo tan profesional y entretenido, con un dibujo interesante en la línea de Lee Bermejo (salvando importantes distancias, ojo), que bien merece un par de atentas lecturas. Eso sí, ¿alguien se imagina un tebeo similar a éste, producido en nuestro país y protagonizado por los Borbones?




The Wake
Guión: Scott Snyder. Dibujo: Sean Murphy. Color: Matt Hollingsworth.
Vertigo (DC Comics). Serie limitada de 10 números. 7 publicados.


Scott Snyder se ha convertido en uno de los activos más valiosos de DC Comics. Su “Batman”, dibujado por Greg Capullo, se aúpa mes sí y mes también a lo más alto de las listas de ventas norteamericanas; “American Vampire” es una de las cabeceras con mejor salud (y mejores críticas) del sello Vertigo, y su reciente etapa en “Swamp Thing” insufló bastante vida a un personaje que llevaba un rumbo incierto desde hacía muchos años (la sombra de -ahora sí- Alan Moore es alargada...) Pese a todo, supe que “The Wake” iba a ser mi trabajo favorito de Snyder desde que vi en internet la primera previa del número 1, apenas un puñado de páginas dibujadas por el excelente ilustrador (y también excelente guionista, como pudimos descubrir en “Punk Rock Jesus”) Sean Murphy, con quien Snyder ya había colaborado en la miniserie derivada de “American Vampire” titulada “Selección natural”.


“The Wake” conjuga la ciencia-ficción submarina al estilo “Abyss” con el folklore de diversas culturas, realizando saltos temporales entre el siglo XXI, la prehistoria y un futuro postapocalíptico a caballo entre “Waterworld” y “Xenozoic Tales” (o “Xenozoic”, o “Cadillacs & Dinosaurios”, o como sea que se llame esta semana). Un tebeo tan entretenido y bien dibujado que da pena que sea una maxiserie de 10 números y no una colección regular. O igual casi es mejor así y un trabajo tan estimable como éste no acaba perdiendo fuelle y teniendo que ser remendado por esos molestos dibujantes de relleno...

viernes, abril 04, 2014

El Capitán no tiene quien le escriba

Debo reconocer que en los últimos meses mi inicial entusiasmo hacia la fase 2 del gran proyecto cinematográfico de Marvel Studios se había enfriado bastante. Pese al buen sabor de boca dejado por “Iron Man 3”, la sensación de que todo lo que viniese a continuación iba a ser un mero trámite hasta el esperado regreso de Joss Whedon en “Los Vengadores: la era de Ultrón” se vio refrendada por el estreno de la decepcionante (muy decepcionante) “Thor: el mundo oscuro”. De ahí, supongo, que mis expectativas ante “Capitán América: el Soldado de Invierno” no fuesen especialmente altas. Tal vez, también, porque el personaje protagonista había quedado en un deslucido segundo plano durante su intervención en la primera aventura fílmica de los Héroes Más Poderosos de la Tierra, a la sombra del genio-millonario-filántropo-playboy encarnado por Robert Downey Jr.


“El Soldado de Invierno” se presentaba, a priori, como otra entrega de transición: una aventura menor dentro del marco global marvelita, centrada en un personaje carente del carisma arrollador de Tony Stark o del nutrido trasfondo mitológico del dios asgardiano. Por suerte, la tabula rasa a la que obligaba el nuevo estatus del supersoldado Steve Rogers, descongelado del hielo ártico tras 60 años de criopreservación, ha acabado jugando a favor de la franquicia.


Proveniente de un mundo en blanco y negro, donde las guerras aún se presumían justas y el espionaje no había alcanzado las cotas conspiranoides de la Guerra Fría, Rogers se encuentra absolutamente desubicado en el siglo XXI. La ambigüedad de sus compañeros de armas, superespías como Nick Furia o la Viuda Negra, choca frontalmente con el fair play del Capitán América hasta el punto de que el boy scout del escudo de vibranium estaría dispuesto a abandonar el servicio activo si tuviese alguna otra cosa que hacer en la vida. Pero Rogers es un soldado y, en realidad, nada más. La gente a la que quería, como su compañero caído Bucky Barnes o su amor de juventud Peggy Carter, no son más que recuerdos de un pasado remoto que para Steve queda, sin embargo, a un parpadeo de distancia. En la actualidad el Capitán América no es más que un instrumento al servicio de S.H.I.E.L.D. Y lo que S.H.I.E.L.D. quiere, para él y para el mundo, es un misterio que Rogers deberá desentrañar cuando uno de sus ¿aliados? lo implique directamente en una conspiración de alcance mundial.


Con estos mimbres, los realizadores hermanos Anthony y Joe Russo, curtidos en comedias televisivas como “Arrested development” o “Community” que a priori poco tienen que ver con el blockbuster super-heroico, despliegan un thriller de acción de escasa personalidad autoral (tal y como le gusta a Marvel Studios) pero terriblemente eficaz en términos de ritmo e intensidad. De hecho, posiblemente “El Soldado de Invierno” sea la cinta más compensada de toda la producción marvelita hasta la fecha, en tanto que aúna acción, intriga, descripción de personajes (la Viuda Negra por fin se percibe como algo más que una pin-up enfundada en cuero negro) y unas agradables notas de humor en un equilibrio casi perfecto, sin que ningún elemento se imponga sobre los demás (al contrario de lo que ocurría en las películas de Iron Man y Thor, convertidas a la postre en comedias salpicadas de escenas de acción). La nueva aventura en solitario del Capitán América no lo es tanto, pues el film se beneficia de una coralidad inesperada que da (literalmente) alas al conjunto, al fortalecerse los vínculos entre personajes ya conocidos e introducirse otros nuevos como Sam “El Halcón” Wilson (implicadísimo Anthony Mackie), Alexander Pierce (arrugado Robert Redford) o el super-agente soviético que da título a esta segunda entrega.


Gracias a esta ampliación del restringido microcosmos del Capitán, “El Soldado de Invierno” no pierde ni un ápice de interés cuando los personajes dejan de pegarse patadas y dispararse los unos a los otros: las réplicas de guión son ingeniosas, los (escasos) momentos introspectivos tienen una razón dramática justificada y las explicaciones que hacen avanzar la trama no se perciben como mero relleno entre explosión y explosión. De hecho, casi diría que su mayor pecado es el de caer en sus últimos compases en ese injustificado gusto por la destrucción masiva que “Los Vengadores” instauró como inevitable clímax final para toda película del subgénero que se precie. Mucho más convincentes me parecen el resto de secuencias de combate, a caballo entre la tactical espionage action de Hideo Kojima (el abordaje del Estrella de Lemuria es puro “Sons of Liberty”) y la pirotecnia con clase de las últimas misiones imposibles de Tom Cruise.


Ayuda, y mucho, que los guionistas hayan realizado un notable esfuerzo de inmersión en los últimos años de los tebeos Marvel, combinando elementos del universo clásico ó 616 (el trabajo de los guionistas Ed Brubaker y Jonathan Hickman, principalmente) con otros propios de la continuidad Ultimate, como el rediseño hi-tech del Halcón. Creo firmemente que “El Soldado de Invierno” es una gran adaptación, repleta de guiños al conocedor de los comics, pero pasada por el tamiz del cine de acción actual que le permitirá convencer a un público potencial que encontraría ridículos algunos de los elementos más pintorescos de la Edad de Plata. De ahí, por ejemplo, que el Batroc que aparece en el film tenga más en común con esos mercenarios hipertrofiados que John McClane suele despachar entre “yippie-kay-yay” y “yippie-kay-yay” que con el colorido villano enmascarado creado en los años 60 por Stan Lee y Jack Kirby. Es el sino de los tiempos.


Aunque “El Soldado de Invierno” no llega a los niveles de despiporre geek que en su momento alcanzó “Los Vengadores”, su tono más adulto, sus vibrantes secuencias de acción y su variado desarrollo la convierten en mi película preferida de Marvel Studios con un solo héroe en el título, consiguiendo reavivar mi interés en los futuros lanzamientos de la fase 2, a los que la primera escena post-créditos (hay dos) alude directamente.