Resulta
tentador calificar el séptimo trabajo de estudio de la banda de El
Paso como el disco de baladas de The Mars Volta, pero eso
sería tan equívoco como asegurar que “Frances the Mute” era su disco latino u “Octahedron” su álbum acústico.
También es cierto que a The Mars Volta las etiquetas se le quedan
pequeñas y que los referentes de los que bebe su sonido denso y
barroco son tan amplios como aparentemente irreconciliables. Como la
crítica musical es muy dada a definirlo y compartimentarlo todo, el
grupo está adscrito por convención al impreciso terreno del rock
progresivo, una categoría en la que caben (porque en algún sitio
hay que meterlas) formaciones tan dispares como King Crimson o Tool.
Antes que con cualquier otra banda de rock, yo compararía la escucha
de The Mars Volta con la experiencia de mirar a través de un
caleidoscopio en pleno colocón de cubensis mexicanas. Por ejemplo.
Como en
cada álbum anterior, Rodríguez-López y Bixler-Zavala intentan en
“Noctourniquet” explorar nuevos registros y experimentar con
elementos inéditos en su discografía. Si hay una palabra que desde
siempre ha definido el trabajo de esta pareja de músicos, ésa es “inquietud”. Así, los sonidos electrónicos
adquieren una presencia relevante en canciones como “In Absentia” o la que da título al álbum, ecos del estilo compositivo de Tom Waits
se conjugan con los fragmentos más teatrales del “The Wall” de Pink Floyd en “The Malkin Jewel” y abigarrados ritmos de
percusión cercanos al jazz impregnan cortes tan abracadabrantes como
“Dyslexicon”. Aunque la presencia de los potentes riffs de
guitarra sobre los cuales en el pasado se erigían canciones como “Inertiatic ESP” o
“Wax Simulacra” se ve mermada en “Noctourniquet” en favor de una
atmósfera más intimista y sosegada (siempre dentro de los
particulares parámetros que maneja The Mars Volta), temas como
“Aegis”, “Molochwalker” y “Zed and Two Naughts” todavía
evocan lejanamente el currículum hardcore de Rodríguez-López
y Bixler-Zavala en su anterior formación At the Drive-In.
La
parte lírica del asunto no se queda atrás en cuanto a
extravagancia: el disco, según han afirmado sus responsables, es una
obra conceptual inspirada en el villano de DC Comics Solomon
Grundy (“nacido un lunes”) y en el mito griego de Jacinto. ¿Y por qué no?
Más
próximo a la calma psicodélica de “Octahedron” que a la furiosa
e inaccesible excentricidad de “The Bedlam in Goliath”,
“Noctourniquet” se presenta como un álbum en el que resulta
complicado penetrar, pero del que una vez dentro es imposible salir.
Una nueva muestra de locura y genialidad firmada por dos de los
músicos más impredecibles e inclasificables del actual panorama
rock.
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