(ACTUALIZADO: Como viene siendo norma en este blog, este texto NO contiene spoilers. Majo que es uno, lo sé. Sin embargo, en los comentarios hemos empezado a tirar del hilo y al final he decidido ser el primero en levantar la liebre del destripe. Si alguien decide leerlos, que sea a sabiendas de que contienen información relevante sobre la season finale y, en general, la trama global de la serie. Advertidos estáis.)...
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A estas alturas pudiera parecer que ya se ha dicho sobre “Lost” todo lo que se podía decir. Si escribo hoy esta entrada es porque habiendo mentado esta serie tantísimas veces en el Abismo, me parecía bastante apropiado (pese a que muchos no tengáis ganas de leer oooootra opinión más sobre el tema) darle una pequeña despedida, por larga que vaya a quedarme.

Escribía a cuento del
último arco argumental de “100 Balas” que a veces lo fundamental no es el destino sino el viaje en sí mismo. Lo que uno ha visto y aprendido y disfrutado y sufrido y reído y llorado durante la travesía. Y con “Lost” yo me lo he pasado como un enano.
Ha habido episodios buenos, muy buenos y geniales. Ha habido otros flojillos y también alguno directamente malo (ay, “Across the sea”, ¡cuánto daño has hecho!). Ha habido muchísimas preguntas. Muchas no respondidas, otras mal respondidas y unas pocas respondidas de la más satisfactoria de las maneras. Ha habido personajes mejores y peores, pero casi todos ellos han estado a la altura de las circunstancias y es innegable que a la mayoría les he cogido muchísimo cariño.
Ha habido, sobre todo, aciertos formales. Por encima de todos ellos, un inteligentísimo e incluso innovador uso de los flashbacks y flashforwards (y luego esa cosa que se ha dado en llamar flashsideways cuya justificación me ha parecido pobre y bastante tramposa). Ha habido planos maravillosos, escenas intensísimas e interpretaciones competentes (para lo que nos tiene acostumbrados la televisión).

Ha habido convivencia. Seis años, para algunos, viviendo día a día con el “qué pasará ahora” y el “no pueden dejarme así”. Para mí han sido sólo cuatro, por cierto: empecé a ver “Lost” unos días antes de abrir este blog y me zampé las dos primeras temporadas en apenas un mes, para luego tener que esperar casi un año para poder hincarle el diente a la tercera.
Ha habido decepciones, sí. Escenas mal resueltas, diálogos innecesarios, explicaciones de última hora que daban un poco de vergüenza ajena.

Tal vez “Lost” no sea la mejor serie de televisión de la década (y sin el “tal vez”:
“Los Soprano”,
“The Wire” y
“Six feet under” se imponen por derecho propio), pero sí ha sido la más importante. Desde un punto de vista social (con el uso de internet como principal herramienta de promoción, debate y retroalimentación), prácticamente nada había sacudido el mundillo catódico como esta producción de J.J. Abrams, Carlton Cuse y Damon Lindelof.
A “Lost” le han salido imitadoras de debajo de las piedras, pero ninguna ha calado. La mayoría han sido una maldita tomadura de pelo. “Lost” es difícil de imitar. Imposible, asumo (para desgracia de sus creadores y de la cadena que la emite), de sustituir.
¿Estuvo el final a la altura de las expectativas? No. Fue muy emotivo (terriblemente sentimental, diría) pero no logró ofrecer esa sensación de completitud que muchos aguardábamos. Quedan cientos de incógnitas sin respuesta y una nada disimulada infravaloración del espectador por parte de los guionistas, que han servido en un hermoso envoltorio una despedida bastante simple y muy poco original. Poco importa que se hayan esforzado en pretender una sensación de armonía circular en sus últimos minutos si toda la serie ha sido fatalmente asimétrica y descompensada (las tres primeras temporadas resultaron de una brillantez que las tres siguientes jamás lograron igualar).

Hay quien dice (lo he leído ya en internet decenas de veces) que lo importante siempre han sido los personajes y que los misterios no eran más que mcguffins sin mayor trascendencia. Y yo digo “ni de coña”. Si estábamos ahí semana tras semana, temporada tras temporada, pendientes del día de emisión en USA y de la publicación de los subtítulos en internet y de los foros que bullían con teorías y contrateorías era precisamente porque se nos había vendido una serie pensada y bien atada desde el principio, donde todas las cuestiones acabarían encontrando una respuesta (gustase ésta más o menos) y nada quedaría al azar.
Azar no sé, pero improvisación ha habido en cantidades industriales.
¿Que era difícil? Claro. ¿Que la inmensa mayoría de nosotros no habríamos sabido por dónde empezar? Ni lo dudo. Pero nos lo habían prometido. Ése era el encanto de “Lost”: la fe que muchos habíamos depositado en sus artífices.

¿Significa eso que me arrepiento de todo el tiempo invertido viendo, hablando de o pensando en esta serie? Ni por asomo. “Lost” me ha dado algunos de los mejores momentos de ocio y evasión en los últimos años, fue mi serie favorita durante (al menos) sus tres primeras temporadas y ha dejado para el recuerdo un buen puñado de personajes y momentos que dudo mucho que pueda olvidar mientras viva.
“Lost” aspiraba a un 13 y se quedó en un 8. Era mucho mejor de lo que acabó siendo, pero al menos fue más de lo que hace 7 años nadie habría soñado imaginar. No lo digo desde una óptica conformista. Ojalá hubiera llegado al 13. O al 11, al menos. Ahora que ya se ha terminado, quizás lo mejor sea pensar que tal vez un día alguien recoja todo lo bueno que “Lost” ha dado a la televisión y consiga reformularlo para ofrecer un producto aún mejor, que sanee sus errores y potencie sus virtudes, del mismo modo en que “Lost” es heredera de muchas otras historias que vinieron antes que ella. Así evoluciona el arte.
Pero no quiero firmar la que muy probablemente sea mi última entrada sobre “Lost” sin hacer una última alabanza: Michael Giacchino, eres un grande. Sin ti, la serie no hubiera sido ni la cuarta parte de lo que fue.
No habrá hoy minuto de silencio para “Lost”. Mucho mejor: 3’40’’ de
“Life and death”.
Y ahora sí: