El pasado jueves se estrenó “X-Men Orígenes: Lobezno”, cuarta entrega de la saga cinematográfica de “X-Men”, pero primera dentro de la cronología interna del relato (es decir, se trata de una precuela).
A priori no pensaba que fuera a ser un peliculón, teniendo en cuenta que de las tres entregas precedentes sólo la segunda me parece realmente notable (lo decía hace unos días en esta entrada), siendo la primera una presentación interesante (sin más) y la tercera un pequeño despropósito sólo apto para paladares poco exigentes, entregados al fervor hacia unos personajes previamente conocidos. “X-Men Orígenes: Lobezno”, por su parte, cumple con la cuota de acción, explosiones, chistes malos y FX, pero naufraga estrepitosamente como intento de narración coherente y, sobre todo, inteligente.
Se puede discutir más o menos acerca de la necesidad de darle un origen al adamantium (yo opino que, en un universo donde la evolución genética permite a un ser humano volar o lanzar rayos por los ojos, no es en absoluto descabellado que exista una aleación metálica indestructible... al fin y al cabo está claro que ese universo no se rige por las mismas reglas que el nuestro), de la caprichosa justificación para la amnesia de Logan o de la falta de concreción a la hora de identificar al Victor Creed de esta película con el Dientes de Sable de la primera cinta de la franquicia. Todo eso es susceptible de opinión. Lo que está fuera de duda es la estupidez constante exhibida por los personajes (Gambito es especialmente insufrible); lo lineal, previsible y aburrido de la trama (salvo un par de momentos que, contra todo pronóstico, aportan algo de sal a un producto que de otro modo resultaría directamente vomitivo), y la falta de personalidad de un director (Gavin Hood) que no ha sabido insuflarle ni un hálito de vida a este desalmado entretenimiento infantil (siendo una película protagonizada por mi canadiense favorito, uno esperaría al menos un par de salpicazos de sangre en pantalla...)
Poco pueden hacer por salvar el resultado final unos créditos iniciales estupendos, un sentido bastante conseguido de continuidad argumental respecto a los otros films de la franquicia y dos actores que se entregan totalmente a unos personajes que no les devuelven el entusiasmo (me refiero, claro, a los carismáticos Hugh Jackman y Liev Schreiber).
Una pena (y la gente que desconoce los tebeos de "X-Men" y de "Lobezno", claro, pensará que de ellos no puede esperarse más que lo que ofrece esta película...)
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