Aclarado esto, entremos en materia:
“Cien años de soledad” cuenta la historia de Macondo, ficticia localidad caribeña donde Gabo ya situase en su momento los acontecimientos relatados en su novelita “La hojarasca”. Se trata de un pueblo imaginario no sólo por su condición irreal, sino también por lo fantástico (lo imaginativo) de cuanto allí acontece. Inspiración directa (no sé si confesa, pero sí perfectamente reconocible) del “Palomar” tebeístico de Beto Hernández, no es extraño encontrar en las casas y las calles de Macondo toda suerte de fenómenos paranormales que discurren, sin embargo, con la más campechana cotidianidad: fantasmas, maldiciones, profecías y plagas de proporciones bíblicas no suscitan más asombro entre los lugareños que la música producida por una pianola o la simple visión de un pedazo de hielo.
Al mismo tiempo y de forma inseparable, “Cien años de soledad” es también el desglose de una genealogía íntimamente ligada a la historia del municipio. A caballo entre la hagiografía y el esperpento, Gabo despliega durante más de 400 páginas las desventuras del clan fundado por José Arcadio Buendía (aventurero, inventor y soñador porfiado) y Úrsula Iguarán (columna vertebral de una familia que, más allá de los machistas usos y costumbres de la época, se revela desde sus orígenes como una velada ginecocracia). Durante un siglo, los Buendía nacen, crecen, se reproduce y mueren. Aman mucho, también, condenados a un destino circular en el que caben desde la guerra interminable hasta la irreverente santidad, desde la inocencia sublimada hasta el odio más puro y destilado.
A este mejunje de lo íntimo con lo fantástico, de lo veraz con lo soñado, lo denominan los críticos literarios “realismo mágico” y a mí es un término que, puesto en la misma frase que el nombre de Gabo (miradlo en la foto de aquí abajo, con esa sonrisa de ternura y esa mirada que parece decirnos "sé más sobre la vida que tú, pero sólo se me permite confesarte que es hermosa"), me sulibeya profundamente (que diría Carlos Mejía Godoy).
García Márquez, al igual que su gitano Melquíades, hace de las palabras alquimia y de cada capítulo una pequeña piedra filosofal. No sólo porque parezca estar poseído por el verbo mismo (el gramatical, no el religioso), habiendo abrazado el idioma o habiendo sido abrazado por él en una simbiosis que ríete tú de la anémona de mar y el cangrejo ermitaño. No sólo, también, porque los personajes resulten siempre próximos incluso en el disgusto; humanos a pesar de su naturaleza casi animal; familiares, en suma, pese a no compartir nuestras raíces ni apellidos. Sino porque a todo ello hay que añadirle además una capacidad única y milagrosa para verter un número incalculable de ideas por página. No bagatelas de vulgar juntaletras, sino conceptos rotundos y elevados. A veces ingeniosos chascarrillos, otras máximas vitales y en ocasiones incluso deliciosos guiños a Carlos Fuentes, Alejo Carpentier o Julio Cortázar (no os podéis imaginar el vuelco que me dio el corazón al encontrar el nombre de Rocamadour oculto entre tanto Aureliano y tanta Amaranta). Hay en cada párrafo, en cada oración de “Cien años de soledad” al menos una gota de filosofía o de sentimiento, como cuando el narrador constata que “en cierta ocasión en que el padre Nicanor llevó al castaño un tablero y una caja de fichas para invitarlo a jugar a las damas, José Arcadio Buendía no aceptó, según dijo, porque nunca pudo entender el sentido de una contienda entre dos adversarios que estaban de acuerdo en los principios”; o cuando otro de los personajes de la obra, un erudito librero catalán, afirma que “el mundo habrá acabado de joderse el día en que los hombres viajen en primera clase y la literatura en el vagón de carga”. No son ejemplos meticulosamente escogidos, lo prometo, sino simples fragmentos tomados al azar de entre los miles de valiosos renglones que nutren esta obra maestra.
Obra maestra, sí. Esa palabrota que lees y oyes a diario sobre casi todo y desde casi cualquier púlpito. Cinco sílabas que parecen ya una fórmula rutinaria para ensalzar el artículo de turno, ya sea el disco de moda o la última película del realizador del momento. Yo las tengo guardadas en lo profundo del arcón de donde extraigo las palabras con que siembro el Abismo cada vez que me siento frente al teclado. Procuro mantenerlas siempre a buen recaudo, asumiendo no obstante que su uso no volverá a ser necesario, como esas mangueras de emergencia intocables tras la vitrina que reza “rómpase en caso de incendio”. Pero a veces, contra todo pronóstico, el edificio se quema hasta los cimientos.
Así pues: gracias, Lync; gracias, Eva. Por este fuego inextinguible; este diamante literario. Y también por todo lo demás.
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Un últime apunte: además de la propia novela, recomiendo encarecidamente interiorizar el discurso que Gabo ofreció el día de 1982 en que fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Podéis leerlo al completo haciendo click AQUÍ o escucharlo de su propia voz en dos enlaces de YouTube (1 y 2).
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Un últime apunte: además de la propia novela, recomiendo encarecidamente interiorizar el discurso que Gabo ofreció el día de 1982 en que fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Podéis leerlo al completo haciendo click AQUÍ o escucharlo de su propia voz en dos enlaces de YouTube (1 y 2).
6 comentarios:
Me alegra leer esta critica, todo se queda corto a un libro tan bueno. Lync
Podría haberme pasado meses redactando una entrada que intentase estar a la altura y aún así hubiera fracasado. Libro que hay que leer, y punto pelota. Un abrazo!
Uno no vuelve a ser el mismo después de leerlo...
Me han entrado unas ganas locas de volver a leerlo...!
¡Gracias Jerichín! ¡Una crítica maravillosa!!!
¡Esperaba tu comentario, pekecha! Creo que al final me puse un poco cursi, jeje, pero me alegro de que te haya gustado la reseña :D Por cierto, ya tengo en mis manos "El túnel" de Sabato...
Uuuh! te va a encantar!! :) otro de mis libros de cabecera!! :) ya me contarás!!!
Evi
Tengo otro libro bastante largo y correoso por delante, así que aún tardaré un tiempo en ponerme con "El túnel", pero no te quepa la menor duda de que serás la primera en conocer mis impresiones sobre el libro de Sabato ;)
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