jueves, agosto 18, 2011

El ballet minimalista de Vivès

Cada nueva obra de Bastien Vivès es, para mí, una lectura obligada. Pocos dibujantes de tebeo consiguen actualmente transmitirme tanto con su arte como este francés nacido en 1984. Hay algo milagrosamente sinestésico y enigmáticamente profundo en su trazo, en su sentido del ritmo, en su pericia compositiva, que consigue sumergirme en sus historias desde la primera viñeta sin soltarme hasta la última.


Comentaba hace poco, sin embargo, que la repetición de esquemas argumentales y personajes demasiado similares en sus trabajos de autoría completa comenzaba a dañar la percepción global que tengo de su obra. La capacidad de impacto de cada nuevo título entregado por el joven parisino mermaba al tiempo que la sensación de déjà vu se volvía más intensa y, en cierta medida, decepcionante. Vivès, concluía en aquella entrada, necesitaba pasar página y manifestar en su faceta como guionista las mismas inquietudes que en su vertiente gráfica.


Como si el galo hubiera atendido a mi recado, su última obra publicada en nuestro país, “Polina”, supone un paso al frente no sólo por parte del Vivès dibujante, sino también del Vivès contador de historias. El personaje que da nombre a la obra, Polina Oulinov, es una niña rusa de 6 años recién admitida en una escuela de ballet. Allí conocerá al exigente profesor Bojinski, un hombre de talante reservado y despóticos métodos didácticos con el que entablará una compleja relación que irá evolucionando a lo largo del tiempo.


A través de la pequeña devochka danzarina, el autor presenta con su habitual sutileza un mundo altamente competitivo, plagado de envidias, desencuentros y soledades, pero también de compañerismo, de autosuperación y de éxitos personales. La dedicación al ballet que ejercen los personajes que pueblan las páginas de “Polina” carece de la vertiente psicótica de “Cisne negro” (por citar una referencia que posiblemente muchos de vosotros tengáis ahora mismo en la cabeza); alude más bien a la conquista de la voluntad, al sacrificio personal (la vida privada es la primera en resentirse) y a la frustración de las lesiones, las audiciones fallidas o la cabriola que se resiste a una ejecución perfecta. Habla también “Polina” de la naturaleza caprichosa del éxito, de la imposibilidad de un criterio unánime dentro de un contexto artístico (distintas escuelas de danza que responden a filosofías diferentes e, incluso, contradictorias) y, sobre todo, del proceso de maduración personal.


Como ya viene siendo habitual, el Vivès narrador rehuye elegantemente la verbalización explícita de sus intenciones y permite que sean los silencios, las miradas y los gestos mínimos quienes desvelen las emociones ocultas tras cada personaje. Y es entonces cuando entra en escena el Vivès dibujante, purificando su estilo (“simplificando” me parece, valga la redundancia, una simplificación inadecuada) hasta alcanzar una suerte de “esencia última” de las formas y del movimiento que está casi tan cerca del esquematismo de Calpurnio como del expresionismo de José Muñoz, sin perder por ello ni un ápice del dinamismo y la energía que ya desbordaban en sus obras anteriores. Lo superfluo (fondos, detalles de las fisionomías) desaparece de la página para ser sustituido por un gris uniforme capaz de dirigir la mirada del lector y completar el sentido de cada viñeta mejor que cualquier exceso de equipaje visual. “Polina” es, a su modo, un rotundo manifiesto sobre las posibilidades expresivas del minimalismo; sobre cómo lograr que tres líneas gruesas y una masa de color desaturado se conviertan en una niña que baila grácilmente al son de una música que sólo está en nuestra imaginación.


Esta capacidad sintética de Vivès me fascina y me suscita serios interrogantes de cara a los próximos pasos de su evolución artística. Me veo dentro de tres o cuatro años con un nuevo trabajo suyo en las manos: un comic de una sola página con una una sola viñeta blanca con un único punto negro en el centro, como un lunar o una mosca posada. Lo miro y lo veo todo, como si fuera un aleph de Borges, pero muchos sostienen que sólo es una gota de tinta vertida sobre un trozo de papel. Se titula “Universo”. Kazimir Malevich estaría orgulloso.

8 comentarios:

Nonchalant Debonair dijo...

¿Es realmente la última? Tenía entendido que esta obra era anterior a El Gusto del Cloro, etcétera.

Jero Piñeiro dijo...

Hasta donde yo sé, sí es de lo último que ha hecho (el tipo es bastante prolífico). La que es anterior a "El gusto del cloro" (y puede ser la que te confunda) es "ELLA(s)", que aquí se publicó hace nada...

David dijo...

No la he leído. Ni la que es la primera, esa de "Amigas"...
uuuummmm...
A mí me gusta mucho visualmente este chico, pero cada vez que pienso en ciertas cosas.
El detalle de los colores difusos en los flash-backs de "Amistad estrecha" cada vez me convence menos y menos. Ya puestos, que los textos también hubieran estado borrosos (es coña, pero ya me entiendes). Sí, es un recurso, sin más. Pero bueno, con la historia me pasaba lo que a Nemo a la segunda (yo aguanté un poco más). Esta me han dicho que es diferente. Ya caerá.
Me acabo de leer Hair Shirt (me ha gustado; es..eeeh... curioso; pero está bien... aunque no termina de resolverse como es debido, en mi opinión).
Buenas noches.

David dijo...

Ah! Acabo de leerte que es "Ella(s)". Bueno, yo la he llamado "Amigas". perdón por el error

Jero Piñeiro dijo...

David: es que en "Amistad estrecha" es donde lo veo menos atinado visualmente. Está claro que busca algo, pero considero que la forma en que cree encontrarlo no es la adecuada (a mí también me chirrían esos flashbacks desenfocados). "Polina" es diferente, aunque no por ello deja de ser 100% Vivès. A mí "ELLA(s)" me gustó más que "Amistad estrecha", aunque es básicamente la misma historia otra vez...

"Hair shirt" me tiene buena pinta, pero supongo que lo ajustado de mi economía manda sobre mis prioridades tebeísticas: el mes que viene se publica el "Habibi" de Craig Thompson y eso va a caer fijo... Si le sumamos los dos tomos que aún tengo pendientes de "Starman", el último "Cerebus", "Body World", los dos últimos "Astro City"... Puf, no me salen las cuentas... Y eso sin pensa en todos los clásicos que me gustaría ir adquiriendo poco a poco ("Love & Rockets", "Alack Sinner", "Valerian", las obras completas de Crumb, "The Spirit", los "Blueberry" que me faltan...)

Nonchalant Debonair dijo...

A mí Hair Shirt también me apetece cada vez que lo veo.

David dijo...

Me ha gustado. Termino de leerlo.
Está bien... y por lo menos no está con el rollo de siempre y se le puede sacar más al contenido. Y supongo que bastante más que a ese nuevo de Los melones de la ira o como se llame..
De hecho, la relación con el profesor... su querencia por él frente a la del Teatro...
Y está también bien el que ella no termine de "funcionar" en grupo como bailarina. Cuando lo hace con el grupo de teatro ella es la estrella en la cuestión del baile.
Visualmente... pues me hubiera gustado que hubiera definido más ciertas cosas, pero es una pega muy pequeña porque está muy bien.

Jero Piñeiro dijo...

A mí precisamente me gusta mucho cómo Vivès consigue narrar perfectamente cada escena sin perder ni un ápice de expresividad usando un dibujo tan minimalista. Creo que esa "indefinición" de las formas es una de las grandes virtudes de "Polina". Está claro que el dibujo del francés era más "bonito" (en el sentido de que entraba más por los ojos) en, por ejemplo, "ELLA(s)", pero una cosa es hacer una ilustración aislada que resulte atractiva y otra narrar gráficamente.

"Los melones de la ira" caerá en la saca como todo lo que hace este chaval. Luego ya veremos si está bien, mal o regular. Por tratar sobre unas tetas enormes no tiene por qué ser necesariamente malo. Otros han sacado oro de ideas mucho más peregrinas...