martes, enero 25, 2011

Las cuitas del joven Dexter

Qué cierto es eso de que las comparaciones son odiosas.
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Estaba más que claro que después de disfrutar de una rotunda maravilla televisiva como “The Wire”, la siguiente serie que servidor se echase a los ojos y oídos iba a salir mal parada. Es el temido síndrome de “El Padrino III”: si a una obra maestra no le sigue otra igual de buena o (por difícil que parezca) mejor, la insatisfacción del espectador tiende injusta e inevitablemente a infinito. En este caso, la desafortunada víctima de la comparativa fue la quinta temporada de “Dexter”.
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Como seguro que la mayoría de vosotros ya conoce al bueno de Dexter Morgan, por una vez voy a saltarme las explicaciones argumentales y ceñirme a una valoración subjetiva de esta última remesa de episodios. Y si todavía no estáis al tanto de esta (generalmente) estupenda serie, siempre podéis pasaros por aquí, aquí, aquí o aquí. E incluso por aquí (¡será por enlaces!).
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(Aprovecho para anunciar que, aunque no es política habitual de este blog incurrir en spoilers, hay un dato crucial sobre el planteamiento de esta última temporada en el que voy a incidir de cara a ofrecer mis impresiones. Por consiguiente, quien desee disfrutarla sin saber absolutamente nada acerca de su trama mejor haría en no seguir leyendo).
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Quinta temporada, decíamos. Después de “The Wire. Lo cual viene siendo, un poco, como afrontar el “Green Lantern” de Geoff Johns tras leer “El arte de volar” de Kim y Altarriba: una insensatez como la copa de un pino. Pero los capítulos se venían acumulando en el disco duro y algo había que hacer con ellos, ¿no?
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Hacía ya un par de temporadas que la suspensión de la incredulidad exigida por la serie protagonizada por Michael C. Hall (muy en forma para haber superado recientemente un cáncer, por cierto) había rebasado toda posible generosidad por mi parte. Sabiendo que uno ya no puede esperarse de esta serie una narración mínimamente realista, no resulta descabellado razonar (y ahí entra de nuevo el anterior símil tebeístico) que “Dexter” tiene más que ver con los códigos del género super-heroico de lo que en un principio deja entrever. Así, tenemos a un personaje con doble identidad (analista científico de la policía durante el día, oscuro vigilante de noche) que debe compaginar sus deberes como buen ciudadano con la caza de criminales, violadores y asesinos en serie sin que sus compañeros de trabajo, sus amigos y su familia sospechen de esta binaria condición. Tenemos también unas tramas infartantes y absolutamente rocambolescas que normalmente acaban con Dex salvando el día de forma milagrosa después de ciento y un reveses. No tan lejos del Spider-man de Marvel Comics, ¿verdad? Incluso podríamos argumentar que, tal y como nos lo encontramos en esta quinta remesa de episodios, Dexter Morgan debe lidiar con su “muerte de Gwen Stacy” particular (por la repercusión que el final de la cuarta temporada supuso para el personaje en concreto y para el status quo de la serie en general).
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Hasta la fecha, cada temporada de la serie se ha vertebrado desde la dinámica entre Dexter y un nuevo personaje que le obliga a explorar facetas de su personalidad que hasta entonces desconocía. Tuvimos al carismático Rudy en la primera, a la sensual Lila (suena a frase de Zapp Brannigan) en la segunda, al temperamental Miguel Prado en la tercera y al pasadísimo de vueltas Arthur Mitchell en la cuarta, desempeñando roles de hermano comprensivo, amante desinhibida, amigo cómplice y modelo de conducta familiar respectivamente. ¿Y qué deciden ahora los guionistas? Pues darle a Dexter lo que todo super-héroe (aparentemente) necesita: un side-kick.
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No pongáis esa cara. Ya sé que Dexter es un tipo solitario, incomprendido por definición e incapaz de establecer vínculos con el resto de seres humanos (bueno, al menos lo era en la primera temporada). Pero fijaos en Batman: se supone que es el héroe oscuro e individualista de DC Comics, embarcado en una cruzada contra el crimen a la que nadie más parece estar invitado, y el tío ya ha tenido ¿cuatro? ¿cinco? ¿dieciséis? side-kicks diferentes a lo largo de su trayectoria como vigilante.
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Ergo, los guionistas le dan a Dexter una suerte de aprendiz de Oscuro Pasajero y, contra todo pronóstico, la serie recupera (a partir del tercer o cuarto episodio; los dos primeros son malos a rabiar) la frescura perdida en anteriores entregas, elevando al personaje protagonista a un nuevo estado evolutivo (ésa ha sido siempre la dinámica de la serie: Dexter no es un ente estático, vive en constante reinvención) y propiciando nuevos quiebros argumentales que, por inverosímiles que se presenten, uno no puede evitar disfrutar. Siempre que asuma que “Dexter” es una serie protagonizada por un super-héroe que prefiere mantener sus calzoncillos por debajo del pantalón, claro.
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Además, esta nueva tanda de capítulos posee dos características que la hacen más interesante (en mi nada modesta pero siempre discutible opinión) que la precedente. La primera es que en ella se narra la historia más violenta, en términos psicológicos, de cuantas han visto la luz en los cinco años que llevamos de serial. Hay momentos de esta quinta temporada en los que se respira auténtica maldad. Y ya sabéis lo mucho que nos gusta al género humano acercarnos a la pura maldad siempre que nos encontremos parapetados tras el velo de la ficción. La segunda característica se deriva de la primera: si en otras temporadas las némesis de Dexter eran peligrosos desequilibrados con un punto simpático (como puede tenerlo Hannibal Lecter, por ejemplo), en ésta el villano es un monstruo que no genera ningún tipo de empatía y al que el espectador realmente quiere ver morir con dolor y sufrimiento, sin ahorrarse detalles escabrosos. A la altura del décimo capítulo (brutal en todos los sentidos), yo mismo hubiera apuñalado al bastardo cuidadosamente envuelto en celofán.
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Sin llegar a ser esa obra maestra que muchos predican (de nuevo la temida comparación: si esta serie lo fuera, ¿dónde dejaría eso a “The Wire”, “Los Soprano” o “Hermanos de sangre”?), “Dexter” es un adictivo divertimento técnicamente impecable cuya curva cualitativa comenzó su descenso hace tiempo, sí, pero la cual es tan suave (y además aún mantiene algunos picos de interés realmente elevados) que se le perdona cierta repetición de esquemas, la sensación de que en cada nueva temporada hay más subtramas de relleno (¿realmente a alguien le preocupa lo más mínimo la relación entre Ángel Batista y María Laguerta?) y que las costuras argumentales estén más a la vista que nunca. Al fin y al cabo, 60 capítulos son mucho bagaje que llevar a cuestas para un programa de televisión, por lo que mi recomendación final está destinada a los jerifaltes de la cadena que lo produce: señores de Showtime, vayan ustedes pensando en un final a la altura de las circunstancias antes de que la gallina de los huevos de oro empiece a poner piedras. Dexter Morgan y sus fieles espectadores se lo agradecerán.
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Y la pobre Debra también, que uno ya no sabe cómo a estas alturas del baile la muchacha no se ha pegado un tiro en la sien y terminado con su mala racha vital. Qué forma de torturar a un personaje...
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EDITO: acabo de descubrir gracias al blog "Llegaron para quedarse" este vídeo que explica muchísimo mejor que mi entrada y en sólo 80 segundos todo lo que hay que saber sobre "Dexter". Chapeau.

2 comentarios:

charlie furilo dijo...

Pues si, las comparaciones son odiosas, pero "Dexter" es una gran serie, totalmente imprescindible para cualquier aficionado al género televisivo. Yo hasta la fecha he visto las 3 primeras temporadas (la 4º temporada la tengo en el horno, pero hasta ahora se me han quitado un poco las ganas de verla, porque no hace mucho me la reventaron con un spoiler brutal. Supongo que sabes a que me refiero. Algún día me pondré al asunto). De lo visto hasta ahora, me quedo con la evolución del personaje.

Mira tu por donde no me había planteado eso del superhéroe, pero bien pensado los paralelismos son más que evidentes. Eso si, lo del side-kick, así a priori me chirría un poco... habrá que ver como lo plantean y desarrollan en la serie.

Jero Piñeiro dijo...

No sé si has leído mi reseña de la cuarta temporada, Charlie (está enlazada en esta misma entrada). Lo digo porque a mí también me la spoilearon a lo bestia (supongo que me enteré de lo mismo que tú) y fue la que menos me gustó de todas. No tengo claro si esto fue porque realmente era peor que las demás o porque mi interés estaba reñido con el spoiler... cosa bastante probable, claro. De todos modos, la quinta ha sido bastante buena y te recomiendo encarecidamente que sigas adelante con la serie.

Lo del side-kick suena raro, lo sé, pero creo que está francamente bien llevado. Dramáticamente todo tiene mucho sentido y trae aire fresco a la trama principal. Ya verás, seguro que te sorprende positivamente.

Eso sí, el altísimo nivel de las dos primeras temporadas ya es cosa del pasado...