No se puede culpar a los vetustos del negativo balance final del concierto. El grupo lo dio todo durante casi dos horas (21 canciones, que se dice pronto; más tratándose de una formación que sólo cuenta con 24 “oficiales”, repartidas en dos discos), pero la mala acústica del emplazamiento elegido para el recital, esa Plaza de la Quintana que en Santiago de Compostela ya se ha cobrado unos cuantos fiascos técnicos (tantos como la del Obradorio, que linda también con la Catedral y que tampoco está acondicionada para esta clase de eventos), consiguió apagar la personalísima voz de Pucho ya desde los primeros compases de “Los días raros”, joya de la corona del nuevo álbum “Mapas” y posiblemente una de las canciones más rematadamente bonitas en lo que llevamos de 2011.
Quizás debido a este déficit de sonido, o tal vez porque había en la Quintana mucho lego suelto que había paseado hasta allí para ver a uno de “los grupos del momento”, la reacción del público me resultó algo desangelada. Las nuevas canciones, como “En el río” o “Boca en la tierra”, no lograron la aceptación que un servidor (que las cantaba a grito pelado, para desgracia de los silenciosos extraños que me rodeaban) se había imaginado a priori. No fue hasta la irrupción de “Copenhague”, ya un clásico por derecho propio en el repertorio de la banda, que el personal se animó y por fin se empezaron a oír coros consistentes por parte de la platea. Le siguieron “La marea” (con el mismo interludio instrumental, muy acertado, que ya me había ganado en anteriores directos) y otra de las titulares de “Mapas”, “Lo que te hace grande”, más conocida por la mayoría de asistentes gracias, supongo, al vídeo con el que se está respaldando la promoción de este segundo LP.
Esa fue, en líneas generales, la tónica del concierto: sonido lamentable, reacciones frías ante las canciones nuevas (salvo excepciones, como en la irresistible “Maldita dulzura” o en esa bomba que es “El hombre del saco”) y un tímido entusiasmo creciente ante las viejas conocidas (“Sálvese quien pueda”, “Un día en el mundo” o “La cuadratura del círculo”). Ah, y Pucho bailando espasmódicamente como si su vida dependiera de ello. Una vez más, un diez para el vocalista.
Sensaciones encontradas en mi veredicto final: Vetusta Morla hizo todo lo posible para que el concierto fuese realmente grande, pero aquello que no estaba en su mano (el sonido, la frialdad del público) jugó en su contra de forma decisiva. Yo no lamento en absoluto esta cuarta incursión en el directo de los de Tres Cantos (estupendo repertorio, ganas de hacerlo bien por parte del grupo y, en lo que a mí respecta, una compañía inmejorable), pero me quedo con el regusto agridulce de imaginar lo que esa noche habría podido ser y no fue.
Más tarde o más temprano habrá una quinta ocasión, ni lo dudéis.