sábado, octubre 10, 2009

Una (maravillosa) historia de pasiones

Aunque no he visto “El niño que gritó puta” (1991) ni “…Y llegó el amor” (1997), creo que no es descabellado afirmar que sí conozco las películas que han conformado la imagen actual que se tiene del realizador hispano-argentino Juan José Campanella: “El mismo amor, la misma lluvia” (1999), “El hijo de la novia” (2001) y “Luna de Avellaneda” (2004). Las tres son comedias dramáticas protagonizadas por un tipo desencantado y cínico (en todas interpretado por Ricardo Darín) que se encuentra de pronto en un punto de no retorno donde debe decidir si renovar su ilusión perdida e intentar superar sus errores pasados o hundirse definitivamente en la mediocre vida que hasta entonces ha llevado. De las tres, sin duda la que más me impresionó en su momento fue “El hijo de la novia”, que además se convirtió en un éxito de crítica y público tanto en su Argentina de procedencia como a este lado del charco. La posterior “Luna de Avellaneda”, sin embargo, resultó una decepción considerable (pese a lo divertido de muchas de sus escenas y diálogos), al mostrar al realizador encasillado en un género, unas situaciones y unos arquetipos de los que no parecía ser capaz de huir.

Desde aquel 2004, Campanella se volcó en su faceta televisiva dirigiendo episodios de “House M.D.”, “Vientos de agua” o “Ley y Orden”, teniendo que pasar un lustro para poder volver a disfrutar de su inventiva en la gran pantalla.


El regreso de Campanella a las primeras páginas de actualidad se produce con “El secreto de sus ojos”, en la que de nuevo cuenta con su inseparable Ricardo Darín para el rol protagonista y como parte de la pareja dramática que completa Soledad Villamil, también reincidente con el realizador tras su excelente interpretación en “El mismo amor, la misma lluvia”.

Hay más señas de identidad del cine del bonaerense en ésta, su última película hasta la fecha: de nuevo nos encontramos con un inseparable amigo del protagonista que es al tiempo un tipo autodestructivo (alcohólico en esta ocasión) y un camarada noble y de verbo ágil (algunas de sus líneas de diálogo son realmente descacharrantes). Para la ocasión, Campanella ha prescindido del habitual Eduardo Blanco (presente junto a Darín en las tres mentadas películas) en favor de un sorprendente Guillermo Francella. De nuevo, también, tenemos un humor despierto, basado en la réplica ingeniosa y el carácter marcadamente porteño de los protagonistas y de su entorno. Y de nuevo, en tercera instancia, una historia pausadamente romántica, a punto de caer en la sensiblería pero evitándola con mayor acierto que en las anteriores incursiones del director y guionista en el terreno emocional.


Por otro lado, hay dos importantes novedades en “El secreto de sus ojos” respecto a la obra previa de Campanella que harán que esta cinta se convierta en su mayor triunfo (al menos cualitativamente) hasta el momento:

La primera es el cambio de registro. “El secreto de sus ojos” es un thriller modélico, convencional en su planteamiento de “crimen-búsqueda del criminal-resolución”, capaz de dejar la sangre helada al espectador con algunas de sus desgarradoras imágenes. El argumento presenta a Benjamín Espósito (Darín), un oficial de los juzgados de Buenos Aires que, una vez jubilado, decide escribir una novela autobiográfica sobre un caso sin resolver que lleva atormentándolo durante los últimos veinticinco años: la violación y asesinato de una joven maestra de escuela que acababa de casarse con un empleado de banca. Será esta labor literaria la que le permitirá no sólo repasar errores pretéritos de su vida privada (como su incurable amor por la magistrada Irene Menéndez Hastings, a la que aporta físico y carácter la mentada Soledad Villamil), sino también recuperar la iniciativa que le lleve a atar todos los cabos que quedaron sueltos en el caso por culpa del turbio ambiente político de la Argentina de la década de los 70.


Ésa es la otra gran novedad respecto a la filmografía precedente del realizador: la contextualización histórico-política. En un momento en que el debate sobre la memoria histórica parece haber perdido (levemente) su apogeo en los medios de comunicación y en los escenarios de debate político (en virtud de la consabida crisis o, vete tú a saber, la moda que se lleva en Moncloa), Campanella propone, de forma nada gratuita y en perfecta armonía con el resto del argumento, un retrato realista de las tropelías que se cometieron con total impunidad por parte de los ejecutores al servicio de la dictadura de Videla. Sin ser éste el principal motor de la trama, la perspectiva histórica enriquece enormemente el conjunto y aporta inesperados matices a una historia que, en el fondo, reside en el corazón de sus personajes y en sus más desaforadas pasiones. Eso es lo que, en última instancia, nos presenta “El secreto de sus ojos”: una historia sobre las grandes pasiones humanas y la inevitabilidad que las acompaña.


En el apartado formal, el sexto largometraje de Campanella se revela como una gran pieza de cine de aromas clásicos, capaz de narrar tanto con la palabra como con su ausencia (a tenor del título se hace ineludible comentar la importancia de la mirada y del silencio como vehículos de expresión de los personajes), que sabe sacar el máximo partido a todos los recursos técnicos a su alcance (el plano secuencia del estadio, por mucho que pueda haber sido trampeado por medios digitales, permanecerá como uno de los grandes hitos narrativos del presente curso cinematográfico) y, sobre todo, que se vale de un elenco actoral en perpetuo estado de gracia, encabezado por un Ricardo Darín superlativo para el que cualquier elogio parece quedarse corto. Para quien esto suscribe, se trata de uno de los 10 ó 12 mejores actores del mundo hoy por hoy.


De todo esto obtenemos no sólo la mejor película de Juan José Campanella hasta la fecha, sino también una de las más contundentes muestras de cine (sin restricciones de idioma o procedencia) en lo que llevamos de 2009. Un año, por cierto, que está resultando bastante satisfactorio en materia de celuloide.

4 comentarios:

Laura :) dijo...

Ufff lloré tanto con "El hijo de la novia", que creo que de esta me fui al cine cargadita de klinex por si las moscas jajaja Te diré que no asomó ni una lágrima porque no se dió el caso, pero la disfruté igualmente (aquí una es rara, y en el cine disfruta llorando jajaja).

Por cierto, ya tengo los billetes, pronto me vereis por ahí.

Biquiños!!!!

Jero Piñeiro dijo...

Me alegro de que te haya gustado, pequeña. Está claro que "El secreto de sus ojos" no es tan emotiva (en plan echar el lagrimón) como "El hijo de la novia", pero lo compensa con una mayor profundidad y esa carga crítica no sólo a la dictadura sino también a toda la burocracia judicial de la Argentina de los 70. Ademá se intuye una mayor madurez técnica tras las cámaras...

¡Aquí te esperamos! ¡Bicos!

charlie furilo dijo...

Esta hay que verla, he oído buenísimas críticas y los amigos que la han visto les ha encantado.

A ver si tengo tiempo!

Jero Piñeiro dijo...

Charlie: pues sí, es de las que hay que ver. No dudes en darle una oportunidad.