Anoche, el grupo Che Sudaka estuvo de concierto en la Sala Caracol de Madrid. Yo no había escuchado nada de ellos hasta la fecha, así que fui por recomendación (y en compañía) de mi compadre Link. No importó que no me supiera ninguna letra o que, en el fondo, Che Sudaka no suene mejor ni peor que otros tantos grupos de reggae-ska-punk con mensajes políticamente demagógicos que han seguido la estela de Manu Chao y su inolvidable Mano Negra (tanto es así que fue el franco-gallego quien produjo el primer álbum de estos barceloneses del mundo entero).
Lo fundamental es que el directo de Che Sudaka es una bomba, un tiro, una descarga de energía eléctrica, endorfinas y buen rollo que nos tuvo saltando, gritando, bailando, riendo y gozando durante una hora y media de música ininterrumpida (ni siquiera hicieron pausa entre canción y canción, sino que las tocaron todas empalmadas, sin dejar un segundo de margen al silencio). Salí extasiado, feliz y con la camiseta bien sudaka, como esas botas de la muñeca Barbie que cambiaban de color al mojarse.
Qué vida más buena, che.
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