Nunca he ido a un psicoanalista. Quiero pensar que es porque nunca lo he necesitado (aunque ya se sabe: vemos la paja en el ojo ajeno...) Lo que tengo claro es que, en caso de ir, el señor o la señora que me atendiese no tendría problemas en descubrir en mi personalidad un claro ejemplo de una demencia propia de nuestro tiempo: soy un ociópata.
Sociópata no, OCIÓPATA.
Quizás conozcáis a más personas como yo. Los ociópatas nos caracterizamos por vivir en un estado constante de sumisión a nuestros hobbies y aficiones, llegando a extremos totalmente enfermizos. Tenemos una grave dependencia de nuestras formas de ocio y sentimos la terrible responsabilidad de “estar al día”.
En la temporada de los Oscar, tratamos por todos los medios de ver todas las películas nominadas (incluso esos cortometrajes de animación bielorrusos que nunca se distribuirán en nuestro país) y nos sentimos culpables si, por ejemplo (y como es el caso), no conseguimos escabullirnos de nuestras obligaciones durante un rato para ver en pantalla grande “El desafío: Frost contra Nixon” (aunque sea obra de Ron Howard) o “Revolutionay road” (tío, siempre seguiste de cerca a Sam Mendes, ¿cómo pudiste fallarle así?).
Nos estresamos al comprobar que el último disco de Animal Collective ya no es lo más de lo más; que la última obra maestra de turno viene firmada por La Bien Querida o Francisco Nixon, y nos falta tiempo para descargárnosla y escucharla con los oídos bien abiertos, no sea que pudiéramos perdernos una joya de la música moderna.
Sufrimos al comprobar que en nuestras estanterías no tenemos ni un solo tomo del “Alack Sinner” de Muñoz y Sampayo y sólo un par del “Corto Maltés” de Hugo Pratt (somos unos ignorantes, asumido está) o que no hemos visto ni el piloto de “Mad Men” o “Los Soprano” (tan bien consideradas por la platea).
No hablemos ya de literatura, porque la depresión asoma irremediablemente.
Y digo yo: ¿tan tontunos somos los ociópatas? ¿Como gente hecha y derecha (es un decir, ahora estoy recostado y con la pierna en alto), con una edad y una cierta estabilidad vital, se permite el lujo infantil de preocuparse tanto por algo tan frívolo? ¿Cambiaría mucho mi vida si no viera la 5ª temporada de “Lost”, si no leyese “El eternauta” (que está en la pila de lecturas pendientes), si no le hubiese prestado atención al último disco de U2? Obviamente no pasaría nada en absoluto. El mundo seguiría girando, seguirían produciéndose atentados en Gaza, no se desplomarían las cifras de la natalidad y desde luego Occidente no saldría de la crisis (perdón, la Crisis).
Sé el mal lugar en que me sitúa el hacer pública esta reflexión, pero también sé que hay muchos (privilegiados sociales todos ellos, como yo) que viven en la misma dinámica. Hace unos días se publicó en el blog Zona Negativa un artículo muy curioso sobre la compra masivo-compulsiva de tebeos, y Javier Marías, hace ya un par de meses (puede que más), escribió un artículo en su sección habitual de “El País Semanal” acerca de lo rápido que ascienden y se devalúan actualmente las formas de ocio como el cine, la música o la literatura, minimizando el índice de re-lectura, re-visionado o re-escucha, convirtiéndonos en esclavos del fugaz ritmo de vida actual.
Lo más triste es que sólo nosotros somos responsables de ceñir nuestras cadenas y dejarnos devorar por el maremágnum de ocio en el que vivimos. La energía física e intelectual que dedicamos a servir al Gran Rey Ocio podría usarse para propósitos más nobles y desde luego más útiles. El dinero que desperdiciamos comprando libros, discos, tebeos y dvd’s que sólo disfrutaremos una vez (algo que ya sabemos, en algunos casos, en el momento de pasar por caja) podría tener una finalidad más elevada. Y sin embargo, qué difícil se me antoja salir de esa espiral de consumo.
Soy un esclavo. Pregúntate si no lo eres tú también.
.
..
...
Y ahora: mi reseña de “Che: guerrilla”.
4 comentarios:
¿Ociópata? pues no, no me considero esclava de nada que no sea la rutina.
Es cierto que hay veces que por ejemplo, me quedo sin internet y pienso: "hoy voy a morir" pero es pánico momentáneo que enseguida se pasa, y es más por el aburrimiento, en cuanto hago otro plan ya está todo en su sitio...
Con las cosas que tengo en la cabeza, como para rayarme además por no tener las series al día, o por no haber visto Gran Torino... menos mal :p
Por la diosa... me siento extrañamente vulnerable...
SOY UNA OCIOPATA!!!!
Los ociopatas somos gente sanota sanota y genial.
Un saludete
Silvia: no digo que todos lo seamos, jejeje. De hecho, supongo que esta entrada está inspirada en mi situación de OCIOSIS actual, todo el día en internet, leyendo, viendo series y pelis e intentando matar el rato... Aunque reconozco que lo de no poder ir a ver "Gran Torino" me tiene preocupado, jajajaja...
Marguis: podíamos fundar un grupo de terapia (dirigido por el Gabriel Byrne de "In treatment", jajajaja...)
Chache: sanos no sé, pero geniales somos un rato largo...
Publicar un comentario