En lo estrictamente técnico, “Bolt” cumple con nota gracias a una animación fluida y un diseño de producción que no por poco original resulta inadecuado. Pero, más allá de la anécdota que da pie al argumento (el perro protagonista de una serie de televisión cree que la ficción que vive ante las cámaras es verídica y, al perderse en el mundo real, se enfrentará a los peligros del mismo con la convicción de tener super-poderes), la cinta no deja de ser otra más de “animalitos extraviados que buscan regresar a casa” que poco tiene que añadir a lo visto una y mil veces: que si creer en uno mismo, que si el valor de la amistad, que si juntos lo conseguiremos, etc., etc. y más etc.
Mientras el resto de estudios apuestan por el humor y la complicidad con el público adulto, Disney continúa buscando el ternurismo y la moralina, sin darse cuenta que los niños de hoy en día quieren hostias guapas y bichos chungos, y que los adultos, a falta de su ración diaria de Homer Simpson o Peter Griffin, no descartan echarse unas risas con el cinismo amable de ogros correctamente incorrectos. Ya sólo a Pixar se le permite conmovernos, y con razón: hay más sentimiento en una sola mirada entre Wall-E y EVA que en los eternos 90 minutos que dura “Bolt”.
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