Según he leído por ahí, el primer borrador de “Hancock”, la nueva película de Peter Berg interpretada por Will Smith, Charlize Theron y Jason Bateman, narraba una historia oscura y cínica sobre un super-héroe inmoral que se dedicaba a emborracharse y conquistar a las mujeres de las que se encaprichaba, estuvieran éstas comprometidas o no.
De aquello queda en esta versión estrenada en salas sólo una pequeñísima pátina, reducida casi a la anécdota. El dudoso super-héroe encarnado por Smith es alcohólico, sí, y se enamora (o algo) de la mujer de un profesional de las relaciones públicas que, tras ser rescatado por el protagonista, le ofrece en agradecimiento remodelar su imagen y congraciarlo con un público que lo aborrece. Pero no hay atisbo de oscuridad y cinismo. Se trata, en principio, de una comedia para toda la familia, hecha a la medida de un Will Smith totalmente perdido en su personaje, convencido de que el magistral truco interpretativo para resultar antipático consiste en poner cara de estar padeciendo un episodio agudo de aerofagia. A cada minuto de metraje transcurrido, el nivel interpretativo de “Hancock” se aproxima más y más al cero absoluto.
Pero, como es habitual en esta clase de productos, el problema no puede achacarse a los actores, a las labores de producción ni, incluso, al trabajo del director (mercenario e impersonal). El problema es, por supuesto, el guión.
El argumento de “Hancock” es absurdo. Una tontería que podría haber sido pergeñada por un niño de 12 años mientras juega con sus figuras de acción articuladas (y ni aún así; las tramas que servidor ideaba cuando jugaba con los G.I.Joe eran bastante más elaboradas). El origen del personaje y sus poderes recuerdan vagamente a los “Eternos” de Jack Kirby pero sin pizca de la colorista mitología de aquellos. El guión del film conjuga, de manera bastante heterogénea, cuatro películas diferentes: la primera es una comedia disparatada; la segunda, un pseudo-drama carcelario de superación personal; la tercera, una cinta de acción superheroica y la cuarta y última, un drama romántico. Pero las cuatro mini-películas que componen “Hancock” fracasan estrepitosamente en sus intenciones: la comedia no logra arrancar más que tenues sonrisas (salvo un par de gags, ya vistos, por cierto, en el trailer); el drama carcelario aburre, por predecible y prescindible; el blockbuster de tortas se queda a medio gas, con unas escenas de acción infladitas de presupuesto pero que no se disfrutan en absoluto, no hay tensión, no emocionan (y los FX cantan demasiado, algo imperdonable a estas alturas del cotarro); y el drama romántico, que surge de un inesperado (y mal resuelto) giro argumental, provoca vergüenza ajena.
El ritmo, lógicamente, resulta insostenible. Y, qué queréis que os diga, si aún hubiera una pelea final gigantesca (¡uno de los mandamientos fundamentales del cine palomitero de super-héroes, por dios!), uno abandonaría la sala pensando que, aunque el dinero de la entrada es ya irrecuperable, al menos tuvo su pequeña dosis de acción por un tubo. Pero ni eso. El combate final es breve, anticlimático y poco o nada espectacular.
Mi recomendación personal es que no paguéis por ver “Hancock” en cine. Que paséis de alquilarla en DVD cuando salga. Que no os la descarguéis del eMule. Gastaos el dinero en un fascículo de “Tresillos de colección”, el último número de “Loros de hoy” o un disco en oferta de Danza Invisible. O mucho mejor, en droga. En serio, estará mejor invertido.
Al menos antes de la proyección pasaron los trailers de “Zohan” (descacharrante, por mucho que la película vaya a ser una basura de tomo y lomo) y la prometedora “Quantum of Solace”.
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