sábado, enero 16, 2010

Primera persona del plural

“Me sentí a mí mismo. Ahora bien, sentirse a sí mismo, tener conciencia de la propia individualidad, es lo que le ocurre a un ojo irritado, a un dedo infectado, a una muela que duele. Un ojo, un dedo o una muela sanos no se sienten. ¿No está claro, pues, que la autoconciencia es una enfermedad?”

(“Nosotros”, Evgueni Ivánovich Zamiátin)


La distopía o anti-utopía es un subgénero de la ciencia-ficción que surge como antítesis de la utopía acuñada por Tomás Moro en su obra “Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía”, publicada en 1516. Mientras la utopía hace referencia al lugar donde todo marcha a la perfección (en términos sociopolíticos y económicos), la distopía presenta una sociedad retorcida e “indeseable en sí misma” (de acuerdo a la definición que le otorga Sergio Hernández-Ranera). Lo habitual en la literatura distópica es que exista un estado totalitario que somete a un pueblo culturalmente indefenso, cuyas libertades individuales han sido dinamitadas en favor de un mal llamado “bien común”. Quizás las más célebres distopías del siglo XX sean “Un mundo feliz” (1932) de Aldous Huxley, “1984” (1949) de George Orwell y “Fahrenheit 451” (1953) de Ray Bradbury. Las cuales, por cierto, son tres de mis novelas favoritas de todos los tiempos (destacando, como afirmaba hace un tiempo, la de Orwell sobre las demás).

Es un hecho poco conocido, sin embargo, que estos tres autores bebieron de una fuente común que les sirvió de inspiración para sus obras más celebradas. Se trata de “Nosotros”, una novela fechada en 1920 que vino a establecer de forma definitiva el tono y características principales del subgénero distópico, más allá de los primeros ejemplos debidos a H.G.Wells (“La máquina del tiempo”, 1895) o Jack London (“El talón de hierro”, 1908).

El autor, el ruso Evgueni Ivánovich Zamiátin, no vivió para ver su novela publicada en su propio país. Escrita en el exilio al que se vio forzado por las controversias que sus obras suscitaban en la Unión Soviética stalinista y publicada primeramente en inglés, no fue hasta 1988 (año en que también el Gran Hermano de Orwell hizo pie por primera vez en la URSS) que “Nosotros” tuvo su primera edición en ruso.


Es fácil reconocer en la novela de Zamiátin los elementos que posteriormente marcarían también las ficciones de Huxley, Orwell y Bradbury. El argumento nos presenta a D-503, un ingeniero aeroespacial cuya misión es construir una nave que exporte a otros planetas el orden perfecto del Estado Único (en el cual todas las personas están designadas con números, pues viven en una sociedad regida por una férrea estructura de base matemática que desdeña la fantasía y el amor). Todas las construcciones arquitectónicas del Estado Único están fabricadas con un material transparente y vidrioso que permite en todo momento ver lo que ocurre en su interior, mientras que la ciudad (la unidad geográfica total del Estado) está rodeada por un infranqueable muro del mismo material que la separa de la verde frondosidad del salvaje mundo exterior.

Escrita como diario personal de D-503 (pensado para ser entregado a las futuras razas extraterrestres colonizadas como muestra de las bondades del Estado Único), “Nosotros” tiene en el lenguaje matemático una de sus principales herramientas literarias. D-503, un número (en ningún momento se refiere a sí mismo como persona) guiado por las consignas de las Tablas de la Ley (el código moral del Estado Único) y fiel al Benefactor (una suerte de proto-Gran Hermano escogido democráticamente de forma unánime en unas elecciones donde no hay más candidatos), emplea frecuentemente expresiones algebraicas para referir sus opiniones, dudas (designadas como X) e incluso aquello que es incapaz de concebir (representado por los números imaginarios, cuya unidad es la raíz cuadrada de -1). Por supuesto, su vida dará un inesperado giro cuando conozca a I-330, un número femenino que pondrá patas arriba todo aquello que D-503 creía saber sobre sí mismo y sobre el Estado Único.


Después de tanto tiempo teniendo el “1984” como novela de cabecera, me resulta difícil digerir el hecho de que gran parte de lo planteado por Orwell ya estaba presente en “Nosotros”. Por supuesto, ello no invalida el trabajo del periodista y escritor inglés, a mi juicio más redondo desde un punto de vista conceptual y estilísticamente mucho más preciso y disfrutable (quizás sea consecuencia de una traducción problemática, pero lo cierto es que en ocasiones la prosa de “Nosotros” me resulta críptica e inconexa). Sin embargo, y en honor a la verdad, es necesario reconocer que “1984” no es sino una perfeccionada versión 2.0 de la obra de Zamiátin.

Sí es llamativa la diferencia entre los puntos de partida que toma por un lado el Estado Único de “Nosotros” y por el otro el régimen del Gran Hermano en “1984”. Mientras en la primera todo proviene del taylorismo como modelo productivo y del cristianismo como verdad única e incuestionable, el futuro vaticinado por Orwell es un claro reflejo de sus opiniones sobre la decadencia del comunismo soviético (algo que no está tan claro como pudiera parecer en la obra de Zamiátin). Y, aún así, ambas visiones parecen encajar como un guante con la actual degeneración del llamado estado moderno (tanto da que se mire a la Inglaterra gobernada por Margaret Tatcher, a los EE.UU. de las eras Reagan y Bush o a la pesadillesca Corea del Norte de Kim Jong-Il). Un estado que recorta libertades individuales en favor de la seguridad colectiva y que embriaga a sus habitantes con falsos credos de autoafirmación nacional y unidad comunal que impiden que el yo alce la voz para subrayar lo diferente (y en este mismo saco podríamos meter el “soma” de “Un mundo feliz”, claramente relacionado con la moderna y cegata sociedad de consumo).


Quienes estén acostumbrados a los futuros anti-utópicos tan presentes en las obras de ficción del siglo XX y principios del XXI ( “La naranja mecánica”, “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, “V de Vendetta”, “La fuga de Logan”, “THX 1138”, “El dormilón”, “Brazil”, “Gatacca”, “Equilibrium”, “BioShock”… y así ad nauseam) no encontrarán en “Nosotros” grandes diferencias respecto a lo que ya hayan visto o leído una y mil veces, pero en el caso concreto de la novela de Zamiátin es imprescindible un entendimiento retro-histórico, sabedores de que fue el ruso quien asfaltó la carretera por la que el resto de distopías discurren ahora a toda velocidad.

Ése es un reconocimiento que “Nosotros” se ha ganado sobradamente.

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