jueves, septiembre 10, 2009

Magia perdida

Hace un par de meses fue mi cumpleaños. Con tal motivo, mis padres me regalaron la edición de coleccionistas en DVD de “El curioso caso de Benjamin Button”. Era algo que me hacía auténtica ilusión, aunque sinceramente no creí que mis padres cayeran en la cuenta (así que supongo que llevo varios meses siendo muy pesado con esta película, recomendándosela incansablemente a cualquier persona con la que tengo la oportunidad de charlar sobre cine…)


Esta edición de coleccionistas es especialmente llamativa porque está editada como libro-DVD, en un tamaño significativamente mayor del habitual y en formato cuadrado. La parte literaria incluye el cuento original de F. Scott Fitzgerald en el que se inspiró la película, mientras que la parte audiovisual está compuesta por dos discos: uno para la película (obviamente) y otro para el generosísimo material adicional.

Esta pasada semana me puse ligeramente enfermo (una faringitis o algo así, nada grave), lo suficiente para estar un par de días ocioso, olvidándome de los entrenamientos, las clases de 3-D Studio y el dibujo. Aprovechando las circunstancias, me pertreché en el salón con el disco de extras de “El curioso caso de Benjamin Button” y me metí entre pecho y espalda (o entre retina y cerebelo) las casi tres horas de making of de la película.



Generalmente los making of de películas financiadas por grandes estudios son publirreportajes pensados para ser emitidos por cadenas de televisión afines antes del estreno, en los que todos los miembros del reparto y equipo técnico se echan flores los unos a los otros diciendo cosas como “fulanito es el mejor, sabe lo que quiere” o “trabajar con menganita es muy sencillo, tiene un talento contagioso”; esa clase de piropos que realmente no aportan nada sobre la cinta y que uno difícilmente puede creerse (y menos aún si ha visto “El juego de Hollywood” de Robert Altman).

En el making of de “El curioso caso de Benjamin Button” hay algo de eso, inevitablemente, pero también contiene toneladas de información genuina sobre cómo se hizo realmente la película, desde el primer borrador del guión hasta el estreno americano en las navidades de 2008, pasando por un desglose meticuloso de los procesos de pre-producción, filmación y post-producción (y haciendo, lógicamente, gran hincapié en el sorprendente maquillaje y los innovadores efectos especiales). Es, desde mi particular punto de vista, un buen ejemplo de lo que un making of debe ser.

No obstante, estos no-siempre-reveladores documentales despiertan en mí ciertos sentimientos encontrados. Antes de la aparición del DVD, los making of tenían escasa aceptación entre los espectadores, estando reservados para producciones muy señaladas y teniendo como público objetivo al grupo de cinéfilos más acérrimos. Ahora son una práctica generalizada (hasta un bodrio como “Max Payne” tiene su propia featurette, además de una insólita edición extendida en DVD). Y una de las “desgracias” (entrecomillo para matizar el frívolo uso de la palabra) de esta moda es que el cine está perdiendo su misterio.

Todos hemos oído decir en alguna ocasión eso de que “un buen mago nunca revela sus trucos”, y la avalancha de comentarios, documentales y galerías de producción de las sobre-hormonadas ediciones en DVD y Blu-Ray no son sino pormenorizadas explicaciones de cómo los realizadores y su séquito consiguen parir sus obras.

Hay, por supuesto, directores totalmente ajenos a esta corriente. El siempre inquietante David Lynch afirma que los comentarios y making of de los DVD’s son no sólo innecesarios, sino contraproducentes. El canadiense defiende la teoría de que si es preciso explicar el significado de una película lo más probable es que el director o el espectador no hayan hecho bien su trabajo.



Entiendo perfectamente la postura de Lynch. Si trasladamos la discusión al ámbito literario es fácil entender que un poema pierde su libertad interpretativa y su capacidad evocadora cuando el propio autor se ve obligado a explicarlo. Sería, de hecho, un sinsentido. Si en el año 68, al salir de un cine donde se proyectase “2001: una odisea en el espacio”, nos encontrásemos con un folleto que revelase las intenciones del film, a estas alturas no hablaríamos de la obra maestra de Kubrick como el polémico clásico por el que hoy se lo tiene. ¿Acaso alguien quiere que le deletreen lo que Eastwood pretender decirnos con el gesto final de Kevin Bacon en “Mystic River? Yo no, desde luego. Ni que Paul Thomas Anderson desvele en una entrevista por qué llueven ranas en un momento dado de su espléndida “Magnolia”. O que Ridley Scott salga a la palestra (como desgraciadamente hizo) para desmentir cualquier posible duda sobre la identidad del “Blade Runner” Rick Deckard.



Por otro lado, los making of de las super-producciones suelen centrarse en la parte más técnica del proceso de creación, generando una sensación de frialdad y restando importancia a la carga emocional de la cinta. Está claro que la tecnología informática permite hoy desarrollar gráficos computerizados que eran impensables hace siquiera un lustro, pero reconozco que estoy bastante aburrido de ver mallas tridimensionales de personajes imposibles como Gollum o Jar Jar Binks, fondos verdes para croma-key en el set de rodaje y puntos luminosos para la captura de movimientos en la cara de un actor. Todo eso es muy revolucionario y está muy bien siempre y cuando contribuya a hacer de una película algo a tener en cuenta desde un punto de vista dramático (como sí ocurre en “El curioso caso de Benjamin Button”, por cierto), pero rara vez uno tiene la satisfacción de ver una entrevista a un director de fotografía donde explique cómo consiguió determinada iluminación o por qué eligió una óptica en lugar de otra. Tampoco es común tener acceso a las reflexiones de los guionistas desvelando sus métodos de escritura o sus fuentes de inspiración. En los making of actuales, los rostros célebres y los FX se comen casi todo el pastel, minimizando las labores de pre-producción, escritura o dirección de actores… No hay más que ver la monumental campaña de marketing que James Cameron está levantando alrededor de su próxima “Avatar”, malgastando litros de saliva en propagar a los cuatro vientos los milagros de su revolucionario sistema de 3-D, olvidándose de que, si al final la peli es un nuevo “Titanic” (visualmente brillante pero carente de todo “feeling”), muchos no podremos entender por qué dedicó tanto tiempo de su vida a un proyecto emocionalmente estéril.



No obstante, no puedo evitar ser consciente de que soy un espectador coleccionista y fetichista, de los que recopilan anécdotas sobre los rodajes y disfruta descubriendo los entresijos de la creación cinematográfica. Inevitablemente me gustan las ediciones especiales, cuanto más repletas de extras, mejor. Y poder ver las pruebas de Robert de Niro aspirando a interpretar a Sonny Corleone en “El padrino” o las de Tom Selleck como un descartado Indiana Jones para “En busca del arca perdida”.



Es una contradicción, lo sé, y también un claro ejemplo de cómo las gasta (las pelas y el tiempo, quiero decir) un aborregado cinéfilo del siglo XXI…

…con unas ganas terribles de ver “Avatar”, por cierto (y en Imax 3-D, para disfrutar a tope de la experiencia).


5 comentarios:

villaviciosín dijo...

¡Buenas! A lo mejor tenemos que hacernos un préstamo de dvds con extras. El Curioso Caso de Benjamin Button por el 5º Elemento.
Por cierto, pásate a Maya.
Un abrazo

Jero Piñeiro dijo...

¡Eso, eso, que rulen los dvds! Pero lo de Maya no lo veo claro. Mi máster es de 3-D Studio, jejeje...

¡Un abrazo para ti, poeta!

entre líneas dijo...

Te has puesto con la gente tan pesado con esta película como yo contigo insintiéndote para que veas "Elegy" y disfrutes de lo mala y soporífera que es???!!jejejje

Absolutmanente de acuerdo con todo lo que dices, sobre todo con el comentario "muchos no podremos entender por qué dedicó tanto tiempo de su vida a un proyecto emocionalmente estéril."( añadiría "y tanta pasta")...ya te digo!

entre líneas dijo...

Por cierto, me encanta "El 5º elemento"...sabes que la primera vez la vi fue en alemán, po zi, en un cine de Viena donde mi cabeza resaltaba sobre un montón de cabecillas rubias...evidentemente lo único que entendí de toda la cinta fue el canto de la Diva, y aún así me gustó.

Jero Piñeiro dijo...

Pues sí, siento una debilidad especial por Benjamin Button. Para mí, una de las pelis de la década.

"El 5º elemento" no es, en resumidas cuentas, una película de intrincado argumento. Lo cual no quiere decir que no me guste, vaya. De hecho me parece divertidísima (y un plagio bastante digno de "El Incal" de Jodo y Moebius, jajaja...)