Trascender el género, tocar el techo de lo universal, es una meta que muchos proyectos artísticos se marcan al ser alumbrados, pero que muy pocos consiguen siquiera rozar. Tomar como partida los engranajes propios de un discurso tipificado, definido y delimitado para, sin romperlos, indagar en el terreno de las reflexiones atemporales, de las grandes cuestiones que nunca serán respondidas por el hombre (y por el bien de la poca magia que aún le queda a nuestras vidas, esperemos que nadie venga a traernos la respuesta), es lo que eleva a las grandes obras de la literatura, la música, el cine o el comic a la categoría de “maestras” (una categoría que, actualmente, se otorga con demasiada celeridad).
“Blade Runner”, la película dirigida por Ridley Scott en el año 1982, es uno de los mejores ejemplos que conozco para este fenómeno. Cada vez que la veo (y ya he perdido la cuenta de cuántas veces la he visto), la cinta me ofrece una nueva pregunta, una nueva visión, una nueva reflexión.
La primera vez, hace ya unos cuantos años (yo debía tener 12 ó 13), me sentí decepcionado. Había oído hablar tanto de esta película que, al terminarla, me sentí vacío al no saber ver en ella nada más que una preciosista historia de ciencia-ficción. En un segundo visionado, tiempo después, comprendí que había sido demasiado rápido en juzgarla, que escondía mucho más. Y más tarde volví a verla. Y otra vez. Y otra. Y otra. Con el tiempo, descubrí que “Blade Runner” no se había convertido en una película mejor ante mis ojos, sino que yo me había convertido en un mejor espectador para semejante película.
Partiendo de los clichés más tópicos de dos géneros bien distintos, el género negro (o “polar”, como dicen los franceses) y la ciencia-ficción, la historia de Roy Batty y sus compañeros fugitivos (porque a estas alturas estoy convencido de que Deckard, el personaje interpretado por Harrison Ford, representa el punto de vista del espectador, pero no el del protagonista de la historia) nos dirige, sobrepasado un primer y primario nivel de lectura en clave genérica, hacia la reflexión más honda, aterradora e irresoluble a la que debe enfrentarse el ser humano (que no el hombre, y al respecto de esto el film es bastante explícito): el miedo a la muerte y el consiguiente sinsentido de la vida. Y de ello, sin embargo, surge una única idea paradójica, casi ridícula, pero tan rotunda como el monólogo final de Rutger Hauer (posiblemente, mis 30 segundos de celuloide favoritos en toda la historia del cine): lo único que tenemos es nuestra vida, y es por eso nuestra posesión más valiosa.
Podría escribir miles de renglones sobre cada uno de los infinitos detalles que pueblan esta ciudad de Los Ángeles del año 2019. Podría hablar de su brillante diseño de producción, de su cuidada ambientación asimilada de la vanguardia del comic francés de los 70 y 80 (hecha carne en el maestro de maestros, Jean Giraud/Moebius), de sus continuas y nunca gratuitas referencias a la mitología clásica (veladas bajo símbolos inapreciables, pero que ahí están, sin duda), de su retrato oscuro y lluvioso de un futuro plagado de gigantescos anuncios publicitarios alumbrados por el azul verdoso de los neones (configurando la imagen cinematográfica del futuro que todavía se mantiene como estándar en el cine de hoy en día, y a “Minority Report” o “I.A.” me remito), de una banda sonora perfecta, de una magnífica fotografía crepuscular (me gusta esta palabra, “crepuscular”), de unas interpretaciones sublimes (todos los actores están perfectos)… Incluso podría debatir eternamente sobre la gran pregunta de si Deckard es o no un replicante. Podría, pero muchos ya lo han hecho antes que yo, y no creo que pueda a estas alturas aportar nada nuevo.
Tan sólo puedo decir que, para quien esto firma, “Blade Runner” es la mejor película que jamás ha visto la luz y que, como el buen vino, cada año que pasa me gusta incluso un poco más.
(Se me astillan los dientes contra el suelo al soñar con esa edición de coleccionistas de 3 DVD’s que se planea comercializar en verano del 2007…)
4 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo contigo: SUBLIME es la palabra que yo utilizaría para definir esta película.
Coincido contigo en todos los puntos fuertes que has mencionado.
He echado un vistazo a tu blog y me gusta mucho, como no podía ser de otra manera siendo tuyo jajajajaja
Un abrazo, y cuídate
V
Una película estupenda sin lugar a dudas.
Solo quería añadir un pequeño commentario sobre su banda sonora: Vangelis mi idolo musical despues de Michael Bubble y Peggy Lee claro.
Hechad un vistazo a sus demas duscos en especial "Pulstars" con canciones que te hacen soñar.
Bisous
¡Emma! ¡Por fin has conseguido poner un comment! Jejeje... ¿Conoces la banda sonora de "1492" de Vangelis? ¡Es una caña! Y a tus palabras sobre Buble sólo puedo añadir: "Birds flying high, you know how I feel..."
Y gracias por tus elogios, Viti. Ya verás cuando llegue en mi abecedario personal a la "T de Tarantino", ya...
Hola hermoso!!! XDDD
Por fin cambiaste lo de los comentarios...
Este sabado fui a ver la exposición "De Profundis" y en fin... se sale como pinta el tio. Como cuadros, geniales, me quito el sombrero XDD (admito que incluso me dio algo de envidia, pero de esa sana eh!) a ver ahora el resultado final.
A ver cuando nos vemos.
Bicos!!!
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