Podría empezar diciendo que se acaba otro año más, pero decir que el 2006 fue “otro año más” sería casi mentir. En lo que a mí respecta, ha sido un año único. Empezó en Francia y acabó en Coruña, y por en medio me pasaron unas cuantas cosas importantes. Además, un servidor, que siempre se ha sentido el mismo desde que nació, que nunca se ha visto maduro ni responsable, que no es capaz de dejar atrás al crío que lleva dentro, sí ha tenido, a tenor de las circunstancias, que cambiar un poco y aprender bastante a lo largo de este último año.
Ha sido un año cortísimo (tanto como los anteriores, quitando los bisiestos, claro), pero al menos me dio tiempo a hacer un par de buenos viajes; a visitar 4 (¡4!) salones del comic (el Saló de Barcelona, el Viñetas desde o Atlántico, el Salón de Ourense y, toma-jeroma-pastillas-de-goma, el Festival de Angouleme); a ver en concierto a Yann Tiersen, a Amadou y Mariam, a Joaquín Sabina, a Muse y a los mismísimos Rolling Stones (un recuerdo para guardar con cariño durante el resto de mis días); a visitar Barcelona en la mejor de las compañías (la primera vez, con mi hermano; la segunda, podéis leerlo unas entradas más abajo, jeje); a escribir y dibujar mi primer comic y ver cómo se quedaba a las puertas del éxito sin caer por ello en el fracaso (veremos si el 2007 empieza con ese álbum que me debe la Xunta); a hacer 2 mudanzas (cambiando incluso de país); a sacarme el maldito carnet de conducir, que ya era hora; a agujerearme las orejas y ponerme pendientes (ahí estamos, el Che Guevara y yo, compitiendo en rebeldía); a sufrir decepciones, y aprender que la confianza se gana con los años y se pierde en lo que tardas en comerte una hamburguesa; a enamorarme un poquito tres veces (el año en que me enamore mucho, ese sí que va a ser de órdago, jajaja); a comprender de una vez el valor real del dinero, del trabajo y, sobre todo, del tiempo; a dar clases a niños (si me lo dicen hace un año, me parto el pecho de risa) y aprender más de ellos que, probablemente, ellos de mí; a ver muuuuuuuuuuuchos episodios de Lost, House, Prison Break, Heroes, y hasta algunos de Buffy Cazavampiros (pero me aburrí y la dejé); a seguir leyendo comics como si fuese un yonki, pero además a estudiarlos, para descubrir qué los hace buenos y qué no, y quizás con el tiempo poder yo aplicar ese conocimiento; a conocer a Manu Larcenet (que me invitó a salchichón), a Miguelanxo Prado (que me invitó a coca-cola), a Kiko da Silva (que me invitó demasiadas veces, a ver cómo le pago no sólo eso, sino todo lo demás), y también a Pascual Ferry, Brian Azzarello, Kyle Baker, Dave Gibbons, Esad Ribic y Frederik Peeters (que no me invitaron a nada, los muy cutres, jeje); a redescubrir a Springsteen y a Calamaro (“Gracias le doy a la Virgen / gracias le doy al Señor / porque entre tanto rigor / y habiendo perdido tanto / no perdí mi amor al canto / ni mi voz como cantor”); a conocer a Sergio, que es un pequeño milagro que sonríe todo el día y si le das un par de meneos se pone a bailar como un descosido, y nos va a dar a todos millones de alegrías (y además es el niño más bonito del mundo, qué cojones); a reencontrarme con la que fue mi mejor amiga, sólo para descubrir que quizá nunca dejó de serlo (y prometo agradecérselo no sólo con canciones); a no ir nada a la playa en verano (salvo la escapadita a Ons), una auténtica novedad para mí, y bastante jodida, la verdad (quiero soooooool); a pasarme horas y horas (y horas y más horas) dándole al Photoshop; a volver a tirar pesas, que lo necesitaba casi tanto como respirar, y sentirme otra vez un “hansome” (como diría Juan, jajajaja); a disfrazarme de zombie en Halloween y reirme con Álvaro, Cristian y Ana, que iban tan chungos como yo, o más; a decir “¿Y luego?” y “Hasta siempre” con la peña de Santiago, y burlarme con Susinho de los que estudian Humanidades (con sus quesitos de Trivial); a mugirle un montón de veces a Nocciolita (y lo que te rondaré, morena); a hacerme un blog y empezar a rayarme con esto de escribir, y decidir sobre qué escribir, y borrar y editar y pensar si vale para algo o si no, o si alguien me lee, o si sólo es una muestra más de un egocentrismo que ya no sufro en silencio (al contrario que las hemorroides)…
Ha sido un año diferente, interesante y constructivo. Y acaba tan bien o mejor que como empezó, así que el próximo se promete también intenso.
A todo el mundo que estuvo cerca (no sólo físicamente) durante estos 365 días con sus correspondientes noches, quiero desearles (para variar y ser original) que lo pasen muy bien durante estas fiestas, en las que no creo, pero de las que vilmente me aprovecho, como todo hijo de vecino, que se den un par de excesos (eso que estás pensando del opio y los travestis no, degenerado) y hagan buen uso de las sonrisas, los besos y los abrazos, que hay cosas con las que no compensa ser cutres.
Feliz año a todos, gentuza. Os llevo bajo la piel.
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