Antes de empezar, una aclaración:
Adoro a Bob Dylan (sobre todo sus primeros trabajos hasta “Blonde on blonde”, luego se me hace un poco difícil seguirle la pista debido a lo extenso de su discografía). Me parece uno de los artistas más importantes del siglo XX y creo que su repercusión supera con mucho su faceta de músico. Es, simple y llanamente, una de las figuras más destacadas de los últimos 50 años a todos los niveles. Pero ya se sabe: las opiniones son como los culos y cada uno tiene la suya...
“I’m not there”:
Todd Haynes es un director de cine con los cojones bien puestos. No se puede negar que el tío aspira a la consideración de autor de culto y que mataría por que la crítica le apodase “el nuevo Fellini” (para eso aún le quedan un par de petisuís), pero tampoco se pueden minimizar sus méritos. El mayor de todos ellos, quizás, es haber conseguido realizar la película definitiva sobre el escurridizo, complejo, mutante y poliédrico Bob Dylan.
Todd Haynes es un director de cine con los cojones bien puestos. No se puede negar que el tío aspira a la consideración de autor de culto y que mataría por que la crítica le apodase “el nuevo Fellini” (para eso aún le quedan un par de petisuís), pero tampoco se pueden minimizar sus méritos. El mayor de todos ellos, quizás, es haber conseguido realizar la película definitiva sobre el escurridizo, complejo, mutante y poliédrico Bob Dylan.
Cansados como estamos algunos de los biopics pastelosos que ofrecen una imagen poco creíble (por redentora y simplista) de estrellas como Ray Charles o Johnny Cash, la propuesta de Haynes no podría parecer más seductora: en “I’m not there” no existe la figura de Bob Dylan como tal, sino que sus vivencias (a veces reales, a veces exageradas, a veces directamente inventadas) se reparten entre seis personajes distintos, cada uno de los cuales representa una faceta diferente del cantautor estadounidense.
Así, tenemos a Woody Guthrie (maravillosa interpretación de Marcus Carl Franklin), un niño negro de 11 años que ha huido de su hogar con tan sólo su guitarra a cuestas; a Arthur Rimbaud, joven poeta bohemio al que da vida Ben Wishaw; a Jack Rollins (Christian Bale –no hay día en que no encuentre motivos para mencionarlo al menos una vez-), deslumbrante cantautor socialmente comprometido que un buen día escucha la llamada de Dios; a Robbie Clark (Heath Ledger en su ¿penúltimo? papel para el cine), actor de éxito que protagoniza un biopic sobre Rollins y al que sus escarceos sexuales alejarán de su mujer (Charlotte Gainsbourg) y sus hijos; a Jude Quinn (sorprendente Cate Blanchett), gran figura de la música folk que reinventa el rock’n’roll al enchufar su guitarra durante el Newport Folk Festival, provocando la cólera de los folkies más puristas; y finalmente a Billy el Niño (Richard Gere), forajido de leyenda en un Oeste onírico/surrealista.
Parafraseando un comentario sobre la película (firmado por el usuario Lanegan) en Filmaffinity: “Dylan es joven, viejo, guapo, feo, blanco, negro, hombre, mujer”. Yo añado: si el Dios de la Biblia no puede ser entendido sino es bajo la forma de una trinidad, Bob Dylan necesita al menos del doble de aspectos para poder ser convenientemente presentado al espectador.
Teniendo en cuenta esta multiplicidad en el protagonismo, resulta encomiable el esfuerzo de Haynes para que la película no naufrague debido a un inevitable desequilibrio entre las diversas tramas paralelas. La inmejorable banda sonora (compuesta por temas de Dylan, a veces interpretados por él y otras versionados por artistas de la escena independiente como Sonic Youth o Eddie Vedder), la hipnótica caligrafía visual de la cinta y el cuidadísimo guión, plagado de referencias que sólo los más “dylanófilos” podrán captar (asumo que me he perdido más de la mitad de los guiños a canciones, declaraciones y hechos relacionados con la vida del cantautor), contribuyen enormemente a que el resultado final, aunque imperfecto, resulte sumamente estimulante.
Y aunque al final uno continúe sin saber muy bien quién es Robert Zimmerman (nombre real del cantautor), persiste la sensación de haber contemplado, a través de un caleidoscópico objetivo de cine, el auténtico rostro de ese personaje talentoso y huraño, incomprensible e incomprendido y casi siempre genial que ha sido, es y será, más allá del bien y del mal y de la vida y la muerte, Bob Dylan.
Ha nacido el anti-biopic. Démosle todos un fuerte aplauso.
Para concluir, un dato totalmente superfluo:
Escribir esta entrada me ha llevado exactamente el tiempo de reproducción de “Highway 61 Revisited”, esa irrepetible joya musical que comienza con “Like a rolling stone” y termina con “Desolation Row”. Escuchándolo, uno comprende por qué el nombre de Bob Dylan significa lo que significa para la historia de la música moderna...
2 comentarios:
Todavía no la he visto (énfasis en la palabra todavía) pero, ilusa de mi, estaba esperando que la pusieran e los cines de mi ciudad... que parece que solo echan Blockbusters, así que estoy muy frak!!
La figura de Dylan, todo un icono, me atrae muchísimo, no he escuchado mucho de el... solo los grandes hits, que diríamos... pero tiene ese alo de misterio, y las letras de sus canciones son certeras (como dardos) y reales (como la verdad misma)... que escuchralas hace que sea un placer...
Por cierto has visto "Factory Girl"? En ningún momento se dice su nombre... pero sale un cantante de folk que...
Yo me cansé de esperar a que se estrenase en nuestro país (la peli es como mínimo de hace tres años) así que la vi en un DvdRip con subtítulos (y casi mejor, porque siempre es preferible la V.O.)
Sobre Dylan, poco que añadir. Si tienes interés por su música, te recomiendo que empieces por el disco "The freewheelin' Bob Dylan" (con las letras a mano en caso de que tu inglés sea nivel medio-medio como el mío) y luego si te gusta vayas escuchando los siguientes.
No he visto "Factory girl" pero deduzco que el personaje que mencionas será el que en "I'm not there" se esconde bajo el nombre de Coco (en la parte de Jude Quinn).
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