sábado, mayo 14, 2011

Zowie Bowie en los límites de la realidad

Si tu nombre es Duncan Zowie Jones y tu padre es David Robert Jones (a.k.a. David Bowie a.k.a. el Camaleón a.k.a. Ziggy Polvo de Estrellas a.k.a. Aladino el Sensato a.k.a. el Duque Blanco), parece inevitable que tu carrera profesional acabe discurriendo por derroteros artístico-creativos. Un tipo que durante su infancia era conocido como el pequeño Zowie Bowie no puede hacerse adulto para terminar siendo, qué sé yo, farmacéutico o profesor de pilates. Lo suyo es perseguir la fama y convertirse en, por ejemplo, director de cine. No un cine declaradamente comercial, claro, sino esa clase de producciones que aspiran al equilibrio entre lo autoral y lo económicamente rentable, en un balance que rara vez se alcanza. Es menester, desde luego, empezar con una ópera prima sui generis que cause cierto revuelo entre el público entendido pero que no sea excesivamente críptica. Un producto low-cost, como “Memento” o “Cube”, que haga que el crítico exigente no se sienta insultado y que el espectador menos capacitado se crea inteligente durante una hora y media.


Algo como “Moon”.

“Moon” es una rareza espacial, amalgama entre el “2001” de Kubrick (Hal 9000 incluido) y el cine social de denuncia anticapitalista: la historia de un técnico destinado a la Luna en soledad, durante 3 largos años, para supervisar las excavaciones que un sistema de maquinaria automatizada lleva a cabo en la superficie del satélite. Se trata de una película ambiciosa en su parquedad, que cuenta con un único intérprete (un estupendo Sam Rockwell) y un escenario que luciría igual a estas alturas del siglo XXI que a mediados de los dorados años 70. Funcionaría bastante bien como capítulo de “En los límites de la realidad” o como relato corto de ciencia-ficción alla Philip K. Dick, pero desgraciadamente se empantana un poco en su voluntad de estirarse hasta los 90 minutos de metraje y acaba perdiendo la capacidad de impactar y emocionar en sus convencionales últimos compases. No obstante, Duncan Jones/Zowie Bowie consiguió con ella lo que pretendía: pasar de absoluto principiante a candidato a renovador del cine de ciencia-ficción. Aquello fue, por cierto, a mediados de 2009.


En ésas andábamos, a la expectativa, cuando hace unas semanas Zowie volvió a las andadas con un segundo largometraje, “Código fuente”, que prometía llevar un poco más lejos su visión de un género profundamente necesitado de nuevas historias que contar y nuevos talentos que nos las cuenten.

El argumento de “Código fuente” parece, a priori, lo suficientemente complejo como para que uno acuda al cine con las expectativas medianamente altas: un soldado americano que sirve en Afganistán despierta dentro de un cuerpo que no es el suyo en un tren con destino a Chicago que explotará en 8 minutos. Cuando el tren estalle, su consciencia se verá nuevamente transportada al lugar y momento en que despertó, 8 minutos antes, para vivir la repetición de la misma secuencia de acontecimientos una y otra vez en una carrera bajo presión por sobrevivir.


Suena, lo sé, a calco de “Atrapado en el tiempo” con unas gotitas de la teleserie “Quantum leap” (yo la veía en la Televisión de Galicia bajo el título “Salto cuántico”, mucho mejor que el castellano “A través del tiempo”) y de aquel inenarrable “Speed” protagonizado por Keanu que-el-proctólogo-me-saque-la-escoba Reeves. Pero aunque este argumento no sea excesivamente original, sí parece lo bastante jugoso como para que un director con una visión personal te lo haga pasar como un enano durante la siguiente hora y media, repartida en lapsos temporales de 8 minutos. Además, siempre me han resultado atractivas esas historias en las que el protagonista se pregunta qué está ocurriendo realmente y si, por ventura, no estará soñando su vida (léase “Dark City”, “Nivel 13”, “Cypher”, “Desafío total” y un largo etcétera).


Al igual que “Moon”, “Código fuente” parece un capítulo estirado de “En los límites de la realidad”. Al igual que aquélla, también, contiene en su segmento central un par de giros de guión que no por predecibles dejan de ser efectivos y, al igual que aquélla, fracasa en su recta final por no saber cerrar la trama principal con esa pizca de ingenio que la haría notable en lugar de simplemente visible. El problema, me temo, reside en este caso en el escaso respeto mostrado por los autores del libreto hacia su propio planteamiento. “Moon” era un ejercicio serio de ciencia-ficción y eso, de algún modo, la honraba. Podía gustarte más o menos el desarrollo de los acontecimientos, pero no hacía trampas, no engañaba al espectador. “Código fuente”, por el contrario, expone sus bases fantacientíficas con timidez para no morder más de lo que puede tragar (un batiburrillo cuántico de difícil digestión) y luego se dedica a saltarse esas mismas bases a la torera para cuadrar un final que huele más a imposición de las altas esferas que aquel paseo en coche por verdes montañas (sobrantes del montaje de “El resplandor” de Kubrick) al final de la primera versión estrenada en cines de “Blade Runner".


“Código fuente” se mueve entre conceptos de ciencia-ficción hardcore con la sensación dudosa de quien pisa arenas movedizas, y al verse incapaz de ofrecer respuestas rigurosas se las inventa a su antojo. Es, en una palabra, deshonesta. Deshonesta como lo fueron “The Matrix” o “Minority Report”, películas que se presumen bien asfaltadas y sin embargo tienen socavones argumentales del tamaño de un cráter lunar. Y eso, en un género que se debe a sí mismo más respeto del que generalmente acaba profesándose, me resulta sencillamente imperdonable.


Tampoco ayuda que los héroes de la velada, Jake Gyllenhaal (ese Harrison Ford de segunda con permanente cara de susto) y Michelle Monaghan (la prima segunda resultona y sin carisma con la que bailas en una boda y a las dos semanas no recuerdas su nombre), se dediquen tras apenas 8 minutos (cuando eran extraños al conocerse) cursis arrumacos de jóvenes americanos bien parecidos ensalzando las bondades del amor moderno; o que Vera Farmiga, talentosa mujer de rompe y rasga, se vea aquí relegada a secundaria sin salero que recita unas líneas de guión que ruborizarían a Eduard Punset sin saber muy bien si el tiempo va o viene y si los universos paralelos se crean y se destruyen (o sólo se transforman); o, peor si cabe, que el protagonista no sea al menos un poquito más listo que el espectador y no descubra el pastel a la segunda o tercera revisión de los 8 minutejos de marras, cuando ya la mitad de la platea es capaz de señalar con el dedo al malvado terrorista con ganas de gritar “por el amor de Dios, Jake Gyllenhaal, ¡fíjate en ese tío!


Aunque lo parezca, no es mi intención ensañarme: “Código fuente” se deja ver y, pese a su total falta de personalidad, resulta incluso entretenida. Pero sus trampas de guión son tan flagrantes que me impiden valorar con mayor compasión sus aciertos, que también los tiene: buen ritmo, una realización visual sólida con un uso justificado de los efectos especiales y un comienzo que, a base de plantear sugerentes enigmas, consigue mantener al espectador sujeto con fuerza a la butaca. Pena que esos mismos enigmas acaben quedándose en agua de borrajas… Quizás la próxima vez sea tu momento de ganar, Zowie Bowie. Hasta entonces, me temo que seguirás sin poder bailar con los mayores.


No deja de tener su gracia, por cierto, que un servidor haya escrito esta entrada a bordo de un tren mientras recorría, de estación en estación, la línea de ferrocarril que une Santiago de Compostela con Madrid. Lo mejor del trayecto, sin duda, la inesperada proyección de “Toy Story 3”. Otras veces he tenido que tragarme bodriazos protagonizados por Ashton Kutcher o Jennifer Anniston: eso sí es terrorismo ferroviario...

12 comentarios:

Mauricio Milano dijo...

Uh, los bodriazos de Ashton Kutcher y Jennifer Anniston! Bodriazos en serio!! Oye, me dieron ganas de ver estas dos. Buscaré la primera y esperaré la segunda en los cines de acá.

Saludos

Nonchalant Debonair dijo...

Yo tendría... no sé, doce años. Llevaba un mes mirando en un cajón de una tienda de discos de segunda mano la portada de David Live, el disco en directo que Mr. Bowie había publicado con motivo de la gira norteamericana de Diamond Dogs. Yo aún no había escuchado ese disco de estudio, pero había algo en la portada de David Live, tal vez lo que el propio Bowie dijo muchos años después, que a juzgar por la foto el disco debería haberse llamado "David Live only in theory", que me hacía imaginarlo como algo fascinante.

Ese sábado llovía con esa lluvia fina pero pertinaz que te cala hasta los huesos sin que apenas te des cuenta, y yo por fin había conseguido ahorrar el precio del disco. Ochocientas pesetas o algo así. Aprovechando que mi madre me envió a comprar el pan, me encaminé bajo la lluvia a por mi copia gastada de David Live. Tenía que ir andando porque, una vez más, había reunido lo justo para el vinilo. A la vuelta a casa, a pesar de que las esquinas de la portada estaban raídas y que la aguja saltaba en Suffragette City, el final de Big Brother, con algo que sonaba como un oboe la mar de agudo totalmente desatado, Bowie entonando sobriamente aquello de: "Don't talk of dust and roses" hasta culminar con "Someone to claim us, someone to follow / Someone to shame us, some brave Apollo / Someone to fool us, someone like you / We want you Big Brother..." Y luego entrar en la espiral infinita de Chant of Ever Circling Skeletal Family, consiguió que toda la lluvia se secase sobre mi cuerpo.

Cuando tiempo después por fin conseguí también Diamond Dogs, a pesar de ser magnífico, había algo que yo echaba de menos. Tal vez ese instante mágico en el que tuve una epifanía. Tal vez el cansancio de la caminata y el día gris de lluvia. Tal vez la aguja saltando en Suffragette City. O el extraño oboe interactuando con la guitarra de Earl Slick.

¿A qué viene esto? Sólo es algo que estábamos diciendo en Facebook.

Jero Piñeiro dijo...

Mauricio: yo te recomiendo sobre todo "Moon". "Código fuente" es más floja. Por otro lado, Jennifer Anniston nunca debió prolongar su carrera más allá de "Friends". Y Ashton Kutcher nunca debió iniciar la suya...

Fran: mi romance con Bowie es mucho más convencional. Empezó con el "Singles Collecction" hace unas cuantas Navidades. Yo no conocía prácticamente nada de su discografía y comenzar por un greatest hits parecía una buena opción. Luego resultó que no, que en algunos casos (como el de Bowie o el de Pink Floyd) los "grandes éxitos" son álbumes demasiado inconexos, que en lugar de ofrecer una imagen sólida del artista lo fragmentan... y además no incluyen sus mejores canciones. El caso, en fin, es que fue la primera vez que escuché "Life on mars?". Y me enamoré. A lo bestia, además. El recopilatorio era un doble, pero yo sólo escuchaba incansablemente el CD1, que iba desde "Space oddity" hasta los singles de "Station to station". Sigue siendo mi época favorita de Bowie. De todos modos, no fue hasta que empecé a escuchar sus discos al completo (empecé por "The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars", que me compré tirado de precio junto a los tres primeros álbumes de Muse y el "S&M" de Metallica durante un viaje a Londres). Curiosamente, en los últimos años servidor llevaba una buena temporada con Bowie apalancado. Había estado escuchando sus discos de forma ordenada pero nunca había ido más allá de "Diamond dogs", creo que fue porque la portada de "Young americans" no me llamaba nada (fíjate que tontería...). Hasta que tú publicaste en El Pequeño Misántropo tu reseña de "Station to station" y esa misma noche, en la que yo tenía un montón de curro por delante, me escuché "el retorno del delgado Duque Blanco" al menos media docena de veces. Fue una segunda epifanía, porque yo no conocía la canción titular (no venía en el "Singles collection" y ahora es una de mis preferidas de Bowie) y porque tampoco sabía de la versión del "It's hard to be a saint in the city" del Boss. A partir de ahí retomé su discografía otra vez, y ahora estoy metido en sus álbumes de los 80... aunque voy con calma, prefiero pasarme un mes entero esuchando uno solo de sus discos a revisarlos muy por encima y no llegar a entenderlos totalmente. Cuando llegue a "Toy" le dedicaré unas cuantas entradas de "Mis músicos favoritos", no te quepa la menor duda...

Así que, ya ves, la segunda etapa de mi romance con Bowie empezó gracias a una de tus entradas ;)

Nonchalant Debonair dijo...

Uf, los ochenta en Bowie son correosos. Por primera vez hace canciones deleznables. Pero siempre hay material salvable, hasta en "lo más peor". Y algunas joyitas que pasaron desapercibidas.

Mi inicio con Bowie fue a lo bestia, precisamente con Ziggy Stardust también. Un amigo (yo siempre tenía o amigos mayores que yo o sólo amigas) se compró el vinilo. Una rodaja espesa y durísima, con una portada de cartón gruesa y con un olor penetrante que todavía recuerdo. Play very loud, decía en la contraportada. Y eso hicimos. Flechazon instantaneo. De ahí a The Man Who Sold the World, Hunky Dory... Hasta que el día en que se publicó Tonight. Me lo regaló una novia que tenía yo entonces y me pegué la bofetada.

Anónimo dijo...

suscribo tu critica y recomiendo a Bowie Jr. como guionista para la 7ª temporada de perdidos

Night Rider dijo...

Me gusta mucho Bowie, pero me pregunto si es un tío enrollao que deja grandes propinas en hoteles y restaurantes (como Sting, según cuentan), o si es uno de esos multimillonarios que dejan diez libras si les cuadra (como el capullo de Mick Jagger).

Jero Piñeiro dijo...

Fran: cuando me ponga con "Tonight", igual el que se pega la bofetada soy yo...

Anónimo: para ciencia-ficción deshonesta, la 6ª temporada de "Lost".

Night Rider: cómo mola tu nick ;) Yo no me planteo mucho si las estrellas de la música (o los directores de cine, o los escritores) son o no unos/as capullos/as. Los "simples mortales" cometemos el error de proyectar en tipos talentosos ciertas virtudes que no tienen por qué corresponderles (como por ejemplo ser enrollaos) sólo porque nos gusta su faceta creativa. Y creo que no es justo, ni para ellos ni para nosotros. Está claro que oír y leer acerca del carácter campechano de Bruce Springsteen hace que uno sienta más simpatías hacia su persona, pero yo creo que nos iría mejor si nos limitásemos a valorar a los artistas por su arte y a los deportistas por sus cualidades deportivas. De todos modos, con la de épocas bizarras que tuvo el Sr. Bowie, seguro que más de una vez se ha portado como un cretino con los empleados de hoteles y restaurantes...

Monty dijo...

¡Hola!, yo, si te digo la verdad, la gran bofetada con Bowie, me la pegué cuando escuché el Never Let me Down, aunque algo de "cariño" le tengo ya que fué con éste disco la primera vez que le pude ver en España. Con el Serious Moonlight, me quedé con las ganas. A mí, personalmente, de los discos de los 80 de Bowie, quitando el Scary Monsters, el que más me gustó fué el Tonight, más que el Let´s Dance, que me pareció, quitando un par de canciones, un poco coñazo. Bueno y ni que hablar de Tin Machine, ¡qué horror!, no sé cuál es peor, si el Never Let Me Down, o cualquiera de los de Tin Machine, además que le veía super falso cuando se hacía pasar por uno más del grupo...¡por favor!, es que éso no se lo creía ni él.
Cualquier disco de Bowie de la década de los 70, es alucinante, pero a mí el que más me sigue gustando es el Diamond Dogs.
La década de los 80 es un poco prescindible, aunque fué su época dorada en el aspecto comercial. De los 90 me quedo con el Outside, y de la del 2000, con el Heathen.
A ver si dá señales de vida, aunque cada vez lo veo más complicado. Igual, es el hijo el que está tomando el relevo, y estamos ante un cambio generacional.

Jero Piñeiro dijo...

Bienvenido, Monty, y muchas gracias por tu aportación. Como decía más arriba en estos mismos comentarios, yo aún estoy empezando a explorar los discos de Bowie en los 80. Actualmente estoy compaginando la escucha de "Scary monsters" con "Let's dance": el primero bastante mejor que el segundo, pese a que éste tenga algunos temas sueltos que me gustan mucho (otros, como bien apuntas, son bastante coñazo). Miedo me da cuando llegue a Tin Machine: no he leído ni oído jamás una reseña favorable a esta etapa en la discografía de Bowie... En lo que sí estoy plenamente de acuerdo es en que cualquiera de sus discos de los 70 es fabuloso. "Diamond dogs" me encanta, pero reconozco que siento especial predilección por "Aladdin Sane" y "Station to station". La cara A de "Heroes" es soberbia, casi tanto como la B de "The rise and fall of Ziggy Stardust..." Pero de todos, mi absoluto favorito del camaleón es por ahora "Hunky Dory". Tanto es así que no me costaría situarlo entre mis 15 ó 20 álbumes favoritos de todos los tiempos...

Nonchalant Debonair dijo...

A mí el primero de Tin Machine me gustó mucho. Hala.

Jero Piñeiro dijo...

¡Jajaja! ¡Qué troll eres, Fran! Cuando lo escuche (con calma) ya te diré lo que pienso. Conste que, como decía, eres el primero al que le oigo hablar bien de Tin Machine... (algo tendrá el agua cuando la bendicen... y viceversa, ¿no?)

Nonchalant Debonair dijo...

No, en serio. Después de las últimas aventuras de Bowie, el sonido de Tin Machine fue refrescante. Y tenía como media docena de canciones que me hacían subirme por las paredes. Así de memoria... Crack City, Heaven's in Here, Prisoner of Love, Amazing, la versión de Working Class Hero...