viernes, octubre 01, 2010

Los amores de Vivès: no hay dos sin tres

Ya he hablado anteriormente por estos lares de Bastien Vivès, jovencísimo dibujante y guionista galo que me emocionó profundamente con su superlativo “El gusto del cloro” y que repitió hazaña, apenas unos meses después, con el elegantísimo ejercicio de estilo que supuso “En mis ojos” (y que a buen seguro estará en mi top 10 anual de tebeos, tal como lo hizo su ópera prima en 2009). A estas dos obras de temática común (historia de ¿amor? entre un chico y una chica adolescentes/universitarios) se suma ahora “Amistad estrecha”, donde el autor vuelve a contarnos básicamente lo mismo pero añadiendo un matiz que, en teoría, debería suponer una diferencia sustancial: mientras que “El gusto del cloro” y “En mis ojos” estaban protagonizados por dos desconocidos que de pronto tenían un momento de conexión, "Amistad estrecha” pone al lector en la piel de dos amigos, él y ella, ella y él, de esos de toda la vida, que (según parece dar a entender el tebeo) se conocen desde hace años, quizás desde la infancia, y que han logrado tal confianza y naturalidad en el trato que cualquier asomo de apetito sexual está totalmente descartado…


“¡Ja!”, parece querernos decir Vivès. Añadiendo, además: “no se puede llevar uno tan bien con una tía, que seguro que acabas queriendo hacerle un frotis”.

Vaya por delante que, desde un punto de vista técnico, “Amistad estrecha” sigue dando buena cuenta del magisterio del parisino en todos los terrenos de la narrativa gráfica: dibujo ágil y expresivo, un fabuloso uso del color (esta vez con tintas planas, logrando algunas páginas realmente hipnóticas como las de la escena de la discoteca), un excelente criterio a la hora de planificar la acción y un gran trabajo desde el punto de vista rítmico. Le falta, quizás, ese plus de atrevimiento que impregnaba sus anteriores obras como autor completo (la capacidad sinestésica de “El gusto del cloro” y el inteligente uso de la vista subjetiva de “En mis ojos”), conformándose aquí con intercalar algunas escenas desenfocadas en nubes de colores cuya intención, personalmente, no he llegado a entender (fallo mío, probablemente).


Decía, pues, que “Amistad estrecha” es un buen comic, al menos observado a través de criterios puramente objetivos. "Entonces, Jero" - os preguntaréis - "¿por qué pareces estar a punto de decirnos que no te ha gustado?"

Pues bien: “Amistad estrecha” es una obra en la que merece la pena sumergirse, pero que a la postre propone una lectura de la amistad hombre/mujer que me repatea. No es problema del comic, ni de Vivès, como tampoco lo era de la película “Cuando Harry encontró a Sally”. Tiene que ver conmigo; con mi visión de la vida.


Siempre he sido un defensor a ultranza de la “amistad limpia” entre tíos y tías. Y creo, además, que a lo largo de los años he sido consecuente con esa defensa. Asumo que para muchos hombres (muchos más que mujeres, por cierto), alcanzar una amistad verdadera con una portadora del par XX (hablo de cromosomas, no de música pop) se les antoja totalmente imposible. No porque sean cromañones descerebrados que sólo piensan en meterla en caliente (que los hay, y a patadas), sino también porque, por sensibles, comprensivos y atentos que se empeñen en mostrarse, siempre acaba surgiendo, en algún momento (preferiblemente con un par de cubalitros bailoteando por el torrente sanguíneo), el besucón hocico del lobo bajo la piel del cordero. Y a mí esas escenas, qué queréis que os diga, me dan un poco de penita.

Igual es porque soy un tío directo (cada día más: últimamente parezco una bala de cañón), pero el rollo “pagafantas que espera eternamente hasta que su amiga buenorra le caiga, aunque sea por despecho/pena/borrachera-de-la-que-mañana-no-se-acordará” me parece un poco triste. ¿Que yo también he sido un pagafantas en el pasado? Sí, claro. Todos lo hemos sido, un poco, alguna vez. ¿He aprendido algo de aquello? Por supuesto. A tener más clase que eso, al menos; y a no disfrazar una cosa ("quiero mi pene dentro de tu vagina") de lo otro ("somos tan asexuadamente íntimos y me lo paso tan rematadamente bien escuchando cómo menganito consiguió que tuvieras diecisiete orgasmos en una noche...")

Pero más importante aún: una de las personas a las que más quiero en este mundo es una chica de mi edad. Una tía encantadora, inteligentísima, con un sentido del humor desbordante y un físico que rompe aceras (que le cantaría Kutxi Romero). Creedme, he visto cómo la miran el resto de chonis. Pero tengo una confianza absoluta con/en ella (y creo que ella en mí también) y, aunque sé que si nos gustásemos y nos liásemos haríamos una pareja que dejaría en ridículo a Demi Moore y Ashton Kutcher (iba a decir Brangelina, pero juraría que últimamente esos dos pájaros no están muy a bien), lo cierto es que eso, pongo la mano en el fuego, no nos ronda ni remotamente la cabeza. Porque somos AMIGOS. Con mayúsculas. De los que se miran siempre a los ojos y casi nunca a las tetas (y si se mira a las tetas se dice, que no se inventaron los escotes precisamente para que pasasen desapercibidas), ni se ponen ridículamente celosos cuando uno de ellos pilla cacho un día de marcha, ni buscan tocarle imperceptiblemente una nalga al otro cuando tienen que compartir colchón. Amigos de verdad. Como William Munny y Ned Logan o Virgil Cole y Everett Hitch (sólo se me ocurren personajes de westerns; debe ser el género de la amistad por excelencia).

No es mi única amiga. Tengo, por suerte, muchas más. Y muy buenas, además. Gente a la que aprecio de la forma más pura y bienintencionada posible, sin atender a su sexo o a su disponibilidad sentimental. Exactamente igual que si fueran tíos, o transexuales, o ángeles con la entrepierna tan lisa como el Ken y la Barbie.


Así que cada vez que alguien (tanto da que sea el Tote como un capítulo londinense de “Friends”) insinúa que no se puede ser tan amigos, que al final uno acaba por intentar arrimar la cebolleta, yo pienso en ella y me río, igual que me reí, en contra de las intenciones de su autor, al terminar de leer “Amistad estrecha” (que se cierra, además, con un final que de “tan-tan-pero-tan-Vivès”, ya me lo olía en la página diez).

Puestos a contarme lo mismo, hubiera preferido dejar a un lado el dramatismo teenager y hacerlo a la descacharrante manera de Borja Cobeaga o, mejor aún, reduciendo el contenido hasta el mínimo indispensable. En Sprite Argentina saben de qué hablo.

Lo curioso es que nada de esto convierte a "Amistad estrecha" en un tebeo peor. Simplemente lo convierte en un tebeo que no está escrito para mí (...oh, empiezo a percibir una risa misantrópica alzándose, de forma cada vez más audible, en la lontananza…)

9 comentarios:

Nonchalant Debonair dijo...

Y en vista de que me han llamado, le diré que el problema con Vivès es que por tercera vez nos ha querido contar la misma historia. Que sí, que sus dibujos son muy monos, tan monos como él mismo, y sus preocupaciones son las de un niñito bien, oh, tan sensible, al que le duele tanto el corazón de quererla tanto nonaino, etc. Pero a la tercera vez que te intenta vender la misma burra coja la cosa empieza a ser sospechosa. Ya En Mis Ojos me pareció directamente horrendo, mucho peor que El Gusto del Cloro (repulsiva traducción que no comprendo, pero...), y no sólo por lo que me contaba, sino también por cómo me lo contaba. Sospecho que si esta fuera la primera obra que leyese de él, la pondría lo más alto del ranking, pero ya me la contó con la del chico nadador. Vivès se ha instalado en la versión tebeística del cantautor peñazo: "Y ahora, querido público, le cantaré otra que trata sobre mí".

Se delata usted, amigo mío, cuando dice "personalmente, no he llegado a entender (fallo mío, probablemente)". No me venga con complejos. El Rey no está desnudo, es que lleva un vestido que sólo ven los escogidos. Y un cuerno. O Vivès cambia de registro o acabará siendo un pelmazo pretencioso. ¿Cuántas miniaturas más como esta soportará el público? Porque de nuevo se delata usted cuando concluye "se cierra, además, con un final que de “tan-tan-pero-tan-Vivès”, ya me lo olía en la página diez". Pues eso. Y finalmente le diré que lo mejor de este artículo es que utiliza una excusa de apertura para rematar hablando en su segunda parte de lo que realmente quiere hablar. Cómo me gusta esta estrategia ¿sabe? Es mi preferida, la he utilizado casi tantas veces como el puñetero Vivès sus cuatro guiños.

Home de xeo dijo...

No he leído nada de Vivès pero estoy al tanto de tus opiniones respecto a sus trabajos anteriores...Dudo mucho que sea el tipo de cómic que me pueda interesar.

Me ha parecido mucho más interesante tu reflexión sobre las relaciones amistosas hombre-mujer y tu experiencia en este campo, aunque dudo mucho que el cómic fuera un pretexto para dejarlas patentes...o quizás si, jejeje

Mis análisis empíricos discrepan bastante de los tuyos pero también creo que es posible tener una AMISTAD con una fémina sin mezclar el sexo y sin albergar en el fondo de uno la esperanza de arrimar, como tú dices, la cebolleta...

Esto es un tema que daría horas de conversación. Que te lo digo yo jajaja

Unha aperta!

Jero Piñeiro dijo...

Fran: qué rápido has respondido a mi llamada. Así da gusto ;) Lo cierto es que mientras leía "Amistad estrecha" me iba acordando de todo cuanto argumentaste en contra de "En mis ojos" en su momento y pensaba: "maldito Nemo, a ver si va a tener razón y todo, el tío". Digo "fallo mío" porque soy consciente de que quizás no le di tantas vueltas a este tebeo como a los dos anteriores. Sin ir más lejos, leyendo luego los comentarios a la reseña de Álvaro Pons descubrí que alguien hacía una lectura mucho más válida que la mía (que es un simple "No Sabe/No Contesta") al asunto de las escenas desenfocadas. Desde luego a Vivès hay que pedirle, desde ya, algo más. Porque el tío tiene un talento y unas aptitudes descomunales, pero como prosiga enredándose en este juego de autocompasión va a terminar aburriendo al más pintado.

Por otro lado, me has visto el plumero, jejeje. El libro de Vivès me inspiró para hablar de mis amigas, y al final es sobre ellas y no sobre el francés que trata esta entrada. Recurso goloso: será que se me pegan los tics de buen blogger ;)

Xeo: cuando quieras te dejo uno de sus anteriores álbumes. Los dos aun tiempo no, porque te producirán un "concentrado de déjà vu" algo indigesto. No sé hasta qué punto es pretexto o puro fluir de información (a veces pasa que uno empieza escribiendo una cosa y, divaga que te divaga, acaba llegando a donde menos se lo esperaba), pero sí es cierto que últimamente soy más consciente que nunca de la suerte de tener a mi lado a determinadas señoritas (que sé que me leen, además: ¡os quiero!)

Tus "análisis empíricos": JAJAjajaJAJAjajaJAJAJAjaJAjajaJA. En fin, me abstendré de verbalizar mis pensamientos, que esto no es una emisión de "La Noria". Curiosamente, yo creí que tú precisamente sabrías entenderlo igual yo, dadas las circunstancias.

"Horas de conversación". ¿Lo dejamos para cuando pise de nuevo Galicia? O cuando te vengas a lo de Skunk Anansie... cof cof, ejem ejem... :D

Home de xeo dijo...

Jjajaja Me hubiera gustado argumentar más mi opinión pero habría desvelado detalles y vivencias que ahora mismo no vienen a cuento...Y sí. Yo estoy totalmente de acuerdo contigo pero...YA HABLAREMOS! XDD

Ѕilυiα dijo...

A mi que me me quiere sonar esta conversación... jajaja..

Jero Piñeiro dijo...

Xeo: mejor lo dejamos, que al fin y al cabo esto es un blog de frikadas, no de cotilleos ;)

Te lo dije el otro día, Silvia: ya empezamos a repetirnos, jajaja ;P

David dijo...

Uuuummm... Lo acabo de leer, y al ver que Nemo no tenía reseña, he venido por aquí. A mí me ha parecido una chorrada de historia, qué quieres que te diga. Un poco en la línea del primer comentarista. Muy chulo,muy bien dibujado, muy mono todo...pero menos interesante y más estirado que los otros que he leído de él. Vamos, me ha parecido flojito-flojito.

Nonchalant Debonair dijo...

Nemo no tiene reseña porque es fiel a aquel viejo dicho: "Si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos veces, la culpa es mía".

Jero Piñeiro dijo...

David: a mí me parece flojito en comparación con los otros de Vivès, pero bastante interesante si atendemos al panorama comiquero actual. Tal vez porque para mí, en este tipo de obras, prima bastante el apartado formal sobre el puramente argumental... Que sí, que ya sé que en el equilibrio entre ambos (o mejor, en la excelencia de ambos) estaría la virtud, pero yo siempre he sido muy "formalista".

Fran: buena máxima. Pena que no siempre la tengamos presente... (sobre todo en asuntos más serios que los tebeos).