domingo, julio 04, 2010

Recomendaciones femeninas VIII: "El libro de las ilusiones"

Hace unos meses, a cuento de una reseña que escribí sobre la “Trilogía de Nueva York” de Paul Auster, la Traductora (hermana melliza de la Tentadora) me recomendó encarecidamente otro título del escritor estadounidense, “El libro de las ilusiones”. Sospecho que la recomendadora de marras habrá perdido, a estas alturas, la esperanza de ver publicada en el Abismo una opinión sobre dicho libro, con lo cual aprovecho esta entrada para confirmar lo que siempre le digo a todas aquellas mujeres que (de forma cada vez más habitual) me recomiendan una lectura: tardaré más o menos, pero la leeré; prometido.

“El libro de las ilusiones” es la tercera obra de Auster que he tenido la suerte de disfrutar. A estas alturas, comienzo a vislumbrar cuáles son los lugares comunes en la producción narrativa del literato recientemente galardonado con el Premio Príncipe de Asturias: protagonistas hundidos en una trágica crisis vital, trazas de género negro combinadas con reflexiones metafísicas, casualidades de orden cósmico cargadas de ironía poética y malabarismos metalingüísticos. “El libro de las ilusiones” encaja como un guante en esta descripción.


Su protagonista, David Zimmer, escritor y profesor de literatura en Vermont, está hundido tras la muerte de su esposa y sus dos hijos en un accidente aéreo. Vive con los labios aferrados a la botella y ha perdido cualquier estímulo para seguir adelante. Hasta que un día, por casualidad (lo dicho: palabra clave en el universo de Auster), ve en la televisión un fragmento de un cortometraje cómico de cine mudo que, después de meses de la más desazonadora angustia vital, consigue hacerle reír una vez más. El actor y director de la película, un desconocido absoluto para David que responde al nombre de Hector Mann, resultará ser una prometedora figura del Hollywood de los años 20 que un día desapareció súbitamente y del que nunca jamás se supo nada, desencadenando toda suerte de rumores e improbables leyendas urbanas. Cautivado no tanto por el misterio de esta desaparición como por cierto agradecimiento hacia el milagro de su risa recobrada, David dedicará los meses siguientes a investigar sobre la figura de Hector Mann para escribir un libro que analice su obra cinematográfica. Por supuesto, la publicación de dicho libro será el pistoletazo de salida para una rocambolesca serie de acontecimientos que llevarán a David por caminos insospechados... y hasta aquí puedo leer.

Al igual que ocurría en la “Trilogía de Nueva York” y en “A salto de mata. Crónica de un fracaso precoz”, la prosa de Auster es en “El libro de las ilusiones” tan ágil y precisa (ajena a florituras pero nunca falta de clase y de cierto halo poético) que la novela se devora de cabo a rabo en cuestión de horas. La historia de David Zimmer y, sobre todo, las andanzas de Hector Mann, me atraparon inmediatamente y me tuvieron en vilo durante sus poco más de 300 páginas, consiguiendo que cada interrupción en su lectura (el ritmo de vida diario no se detiene por mucho que a uno le esté gustando un libro) supusiera siempre un pequeño contratiempo en mi personal orden de prioridades. Simplemente, me enganchó cosa mala.

Una vez más, me quito el sombrero ante lo bien configurada que Auster tiene su propia bibliografía: si en la “Trilogía de Nueva York” (originalmente publicada como tres novelitas distintas) era preciso leer “La habitación cerrada” para comprender el significado de “Ciudad de cristal” y “Fantasmas” (por mucho que ambas tuvieran sus propios valores estéticos y argumentales), “El libro de las ilusiones” pone al lector tras la pista de “Viajes por el Scriptorium” (que es el título de una de las películas filmadas por Hector Mann al tiempo que una novela del propio Auster) y “La vida interior de Martin Frost” (sublime microrrelato introducido en la continuidad de “El libro de las ilusiones” y que posteriormente sería el título de la segunda película dirigida en solitario por Auster tras “Lulu on the bridge”).

También entronca la novela con una tradición literaria anterior y, supuestamente, de una universalidad más contrastada. Si en “Ciudad de cristal” el Quijote era parte de la trama metaliteraria, en “El libro de las ilusiones” dicha función la cumplen las “Memorias de ultratumba” de Françoise-René de Chateaubriand, monumental autobiografía que por casualidades puramente austerianas terminó en mi poder antes incluso de que finalizase la lectura de la obra que hoy nos ocupa. Quizás otro día, cuando dé cuenta del libro del francés (suceda eso cuando suceda) os cuente algo más sobre los “cómos” y “porqués” de esta anécdota.


Me resulta imposible, por otro lado, no establecer una comparación entre la “Trilogía de Nueva York” y “El libro de las ilusiones”. Quizás porque la primera se ha convertido en uno de mis libros de cabecera de los últimos tiempos y en un referente en cuanto a las bondades que puedo esperarme de la obra de Auster; quizás porque la repetición de ciertos esquemas en ambas obras (la personalidad y las circunstancias del narrador, la investigación detectivesca en torno a una persona de dudoso pasado y motivaciones insospechadas) invita a dicha comparación. De tal contienda (innecesaria, me diréis) sale vencedora la “Trilogía de Nueva York” a causa de su mayor virtud, que es al tiempo la mayor flaqueza de “El libro de las ilusiones”: su final. Lo que en la primera era un ejercicio de “boquiabiertismo” total (sí, me acabo de inventar una palabra), que le dejaba a uno la mandíbula desencajada, los ojos como platos y las rodillas hincadas ante la maestría literaria de Auster, en la segunda no pasa de ser una tibia resolución que encaja con lo anteriormente dispuesto pero que, en líneas generales, no lo mejora ni empeora; simplemente lo cierra (por abiertas que puedan quedar algunas cuestiones argumentales).

No es éste un “pero” demasiado alarmante. “El libro de las ilusiones” es, en mi nada modesta pero siempre discutible opinión, una novela estupenda: escrita con inteligencia, de lectura pasmosamente ágil y adictiva y capaz de suscitar interesantes reflexiones sobre la naturaleza del arte y de los seres humanos (quizás ambas cosas sean, en el fondo, lo mismo). Siguiendo la cadena de recomendaciones, la pelota que ha pasado de manos de la Traductora a las mías propias está ahora en vuestro poder: dudo mucho que “El libro de las ilusiones” defraude a lector alguno.

6 comentarios:

entre líneas dijo...

guau, esta entrada le va a encantar a la "traductora", y muy apropiada la fecha, por cierto. Es una devoradora nata de libros, y lo que más envidio es que muchos de ellos los lee en su idioma original ...uuf, quien pudiese!

Jero Piñeiro dijo...

La idea era que la entrada cayera más o menos por la fecha adecuada, aunque no estaba seguro de qué fin de semana era el "asuntillo", jejeje. A mí también me da un mazo de envidia esa capacidad para disfrutar de los libros en pitinglish y kartoffel... pero vamos, no se le llama la Traductora por nada, ¿no? ;)

¿Cuento contigo para Arcade Fire en septiembre?

lost in translation dijo...

Gracias, Abismo! Me ha encantado la entrada y me alegro de que te haya gustado la recomendación. Te animo a que intentes leer a Auster en inglés porque su prosa es asequible en versión original.

"Man has not one and the same life. He has many lives, placed end to end, and that is the cause of his mistery."

lost in translation dijo...

Por cierto, gracias por uno de los regalos más entrañables para un día tan especial ;)

Jero Piñeiro dijo...

Traductora: ante todo, ¡enhorabuena y felicidades! Me alegro de que te haya gustado la entrada, y que finalmente haya conseguido tenerla a tiempo para la fecha, jeje. Quizás me anime con Auster en su idioma original más adelante. Tengo pensado ir poco a poco completando su bibliografía porque lo cierto es que, cuanto más lo leo, más me gusta. Pero por lo de ahora, teniendo en cuenta que tengo un porrón de libros pendientes, volver a Auster no es asunto prioritario, jeje. Ah, y muchísimas gracias por la recomendación, ¡ha sido un acierto absoluto!

entre líneas dijo...

...no como el mío,jijiji (pero siempre me quedará el consuelo de haberte recomendado "Los renglones torcidos de Dios" y "Expiaión",jeje)

Por supuesto, es más, debes contar conmigo!! nos vemos en la fiesta de Arcade( espero que las ostras no estén malas)

P.D: sí, veo mucho a Arguiñano