domingo, julio 25, 2010

Polanski, disfrazado de Hitchcock

Es una auténtica pena que en los últimos tiempos se haya hablado más de Roman Polanski a propósito de su polémica situación legal que por su trabajo estrictamente cinematográfico. No es que “El escritor”, su última película hasta la fecha, sea una cumbre de su filmografía (conviene recordar que hablamos del artífice de cintas tan relevantes como “La semilla del diablo” o “El pianista”), pero desde luego es un film muy recomendable, sobre todo cuando la cartelera veraniega no ofrece demasiados motivos de alegría al cinéfilo mínimamente exigente (en este punto debo aclarar que cuando fui a ver “El escritor” todavía no se había estrenado esa rotunda obra maestra que es “Toy Story 3”; otro día hablaré sobre ella).


Con un ritmo preciso y una convincente mezcla de thriller de espionaje y sutil humor negro, “El escritor” (“The ghost writer” en el original) nos invita a indagar en los recovecos más oscuros de la política internacional de la mano de un negro literario (interpretado con carisma por Ewan McGregor) contratado por un ex Primer Ministro británico (al que da vida un también notable Pierce Brosnan) para escribir su ¿auto?biografía. La situación ya se presenta algo turbia desde el momento en que se conoce el fatal destino del anterior encargado de redactar dichas memorias: un más que dudoso suicidio. A partir de ahí, claro, el joven escritor se verá envuelto en un pifostio conspiranoide como mandan los cánones del cine de género y verá cómo su vida se pone patas arriba por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.


Polanski, que parece haberle dado un buen repaso a los clásicos de Hitchcock antes de abordar esta adaptación de una novela del fabricante de best-sellers Robert Harris, consigue trenzar, a pesar de lo poco innovador que pudiera parecer a priori el planteamiento, un magnífico encaje de suspense, atmósfera, caracterización, diálogos memorables y sugerentes metáforas visuales, todo ello sin caer nunca en el tópico recalcitrante y sin salirse de los márgenes de la más elegante sobriedad expositiva.


Tal vez no vaya a ser recordada como una de las grandes apuestas cinematográficas del presente año; quizás pase desapercibida precisamente por ser una cinta humilde y honesta que “solamente” ofrece dos horas de entretenimiento en estado puro, pero desde luego a mí este último Polanski me ha dejado plenamente satisfecho.

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