lunes, julio 12, 2010

Uno

Mientras escribo estas líneas, la Gran Vía, a solamente unos cientos de metros de mi habitación, recibe engalanada de rojo y gualda a los Campeones del Mundo de fútbol. Yo tomé en su momento la decisión de participar en la multitudinaria recepción popular sólo si nuestro equipo perdía la final, así que aprovecho este momento de asueto para ponerme profundo en mi blog. Soy un raro, lo sé.

Como cualquier cosa no indispensable en la vida, el fútbol debe ser entendido como lo que realmente es: una excusa más para, en la medida de lo posible, divertir a la gente y unirla en una celebración común.

Al final, la Copa del Mundo es, en sí misma, lo de menos. Se la rifan decenas de equipos cada cuatro años y siempre, siempre, se la acaba llevando alguien a casa; juegue bien o mal, gane en la lotería de los penaltis o con un churrigol injusto en el minuto 90. Y, pasada la excitación del momento, la euforia de la hinchada ganadora, tener una estrella más o una estrella menos sobre el escudo del orgullo patrio no va a marcar la diferencia en el resto de aspectos de nuestras vidas, en el ámbito de las cosas que realmente importan en el día a día.


La auténtica hazaña de Iniesta, de la que seguramente él no es apenas consciente, es que de sus botas naciera uno de los momentos colectivos más alegres y unánimes que recuerdo en mis veintiséis años de vida. Salvo los más devotos independentistas (ellos se lo pierden), la inmensa mayoría de españoles tuvo ayer un motivo (más o menos pueril, si queréis) para compartir una enorme satisfacción común. Socialistas y populares, intelectuales y chonis poligoneros, niños y ancianos, mujeres, hombres y transexuales, gays y homófobos, racistas e hijos de inmigrantes, malas y buenas personas, presidentes, tenistas, bomberos, peluqueras, dibujantes de comic, militares, abogados y peritos agrónomos, todos se pusieron milagrosamente de acuerdo para saltar como un resorte al mismo tiempo, soltar unas lágrimas de contenida emoción (¡115 minutos de final son muchos minutos de dios!), abrazarse fraternalmente, brindar por el dulce Andrés (hoy Madrid, la merengue Madrid, está también a sus pies) e incluso, quién sabe, promover un nada sutil incremento de la natalidad (en nueve meses, semana arriba, semana abajo, nacerá la generación del Iniestazo; y si no, tiempo al tiempo).


La de ayer no fue una noche de triunfo total porque España jugase con auténtica clase, haciendo FÚTBOL con mayúsculas (no esa rácana desviación que promueven italianos y paraguayos); ni porque los holandeses, mezquinos como jamás creí que los contemplaría (siempre he sentido simpatía por los tulipaneros cítricos), se llevasen un merecido escarmiento por sus tropelías (ya que un arbitraje de verdad parecía mucho pedir); ni porque el chico de la película besase a la dueña de su corazón en el momento de la celebración, poniendo fin con desparpajo a un culebrón mediático que nunca tuvo razón de ser; ni porque este mundial no vaya a ser recordado por el gesto altivo y antipático de Cristiano Ronaldo, la verborrea insultante del Maradona más chabacano, las nada significativas predicciones del octópodo Paul, el extraño despegue vertical del Jabulani o el insufrible clamor de las vuvuzelas de las narices, sino por la dedicatoria al amigo ausente de ese muchacho cetrino que juega como los ángeles y que, ligas, champions y mundiales mediante, sigue siendo igual de tímido y humilde; ni siquiera porque un señor como Vicente del Bosque, que sabe lo que es perder, y también ganar y que te den la patada (ésta te la dedico, Florentino), se mantuviera siempre sobrio y sereno, apacible, imperturbable, reclamando como único tributo, si sus chicos conseguían conquistar la Copa, que le dejasen subir junto a su hijo Álvaro al autobús de los campeones durante el desfile de la victoria.


Con el tiempo, supongo, la mayoría de la gente solamente atesorará en la memoria las carreras y los pases, los regates y los tiros a puerta, creyendo que la magia del fútbol es únicamente lo que ocurre dentro del estadio, sobre el césped, en el once contra once. Pero yo recordaré (¡vaya si lo haré!), que por una vez en la vida formé parte, durante apenas unos minutos, de un país que gritó "¡gol!" como un solo pulmón, una sola boca, un solo corazón.

Gracias, muchachos. Habéis conseguido lo que ningún político, ningún rey y ningún general español jamás logró siquiera soñar. Nos habéis hecho uno en la victoria.

10 comentarios:

charlie furilo dijo...

Joder, te has lucido, macho. Que razón llevas en todo lo que dices. Has logrado emocionarme y que hasta se me escape una lagrimita...

Si, yo vi a España ganar un mundial, hostia!!!!

Y la emoción de ver, por fin, a un país (con tendencias bastante cainitas) por fin unido y feliz, no tiene precio y no me la quita nadie, ni politicos, ni banqueros, ni independentistas (que nos estarán ahora poniendo a caldo, cuando ellos harían exactamente lo mismo cuando gana el Barça, el Atheltic o la Real Sociedad) ni la madre que los parió...

Como me han recordado estos momentos y estas sensaciones a la peli de "Invictus": todo un país unido por un triunfo deportivo.

ViTi dijo...

Toda la razón, Jero.

Seguiremos teniendo los mismos problemas que el sábado, pero hoy la gente es un poquito más feliz y ha estado más unida.

Y ya sólo por eso merece la pena.

Jero Piñeiro dijo...

Charlie: gracias, tío. Parece que todo el mundo está con la emoción a flor de piel después del mundial, jejeje. Lo de la peli del tito Clint moló un poco más, pero sólo porque el presidente de Sudáfrica tenía algo más de... estooo... ¿carisma?, que nuestro ZP, y además porque aquella "maniobra humana" estaba pensada para unir al pueblo, mientras que en nuestro caso me da que el gobierno cuenta más bien con tenerlo contento y que no se acuerde de los cientos de cosas que no marchan. Pero vamos, en el sentido épico, ya tenemos nuestro propio "Invictus", jejeje... Lo de los independentistas es caso aparte: si no sienten los colores es asunto suyo y yo no soy quien para juzgarlo, otra cosa es que a algunos les valga cualquier excusa para atacar al prójimo. Por ahí si que no paso...

ViTi: ¡qué tal, tío! ¿Te veré por Galicia este verano? Mira que a finales de mes cae un concierto bien rico de Muse en el Monte do Gozo... Es verdad eso que dices: si la gente está de mejor humor y se siente más unida, ya sea por el fútbol o por la pesca del calamar, me parece digno de celebración.

Anónimo dijo...

Buen articulo. El equipo d’espana con del Bosque es un examplare de humildad. Unido, no hemos visto un jugadore individuale y excéntrico. Y que agradable de ver los espanoles celebrando esto. Felicitations! Sylvie

Jero Piñeiro dijo...

¡Gracias por el comentario y bienvenida, Sylvie! Esos valores que citas (humildad, unidad frente a los individualismos) son los que hacen que uno pueda sentirse orgulloso de este equipo durante el mundial. El título de campeones sólo es la recompensa por una actitud. La actitud es la auténtica victoria ;)

charlie furilo dijo...

jejeje, no jodas, que yo no he comparado a ZP con Mandela...líbreme Dios. Si hablaba de "Invictus" era por lo que decías tu de todo el pueblo (socialistas y populares, etc...) unido por un sueño y por una victoria. Está claro que tenemos problemas más importantes y que esto sirve para que la gente se olvide. Pero el hecho de que haya crisis, paro, etc... no impide que la victoria me haya hecho enormemente feliz, y no creo que tengamos que sentirnos mal por ello (aunque muchos, independentistas o no, parece que así lo pretendan). Tengo primos en Barcelona y están que trinan, que fijate tu, putos españoles, que con el triunfo de la roja se les olvidan todos los problemas. Supongo que de la misma manera que a ellos se les hace la colica gaseosa y se olvidan de sus problemas cuando el Barça ganó todos los títulos. Que cosas, yo me alegré la hostia cuando ganó el Barça (de hecho creo que grité el gol de Iniesta al Chelsea con la misma fuerza)porque me encanta su fútbol y sobre todo por ellos. Sin embargo, ellos deben de tener más en común con los holandeses o los alemanes... Perdona la diatriba, pero estoy un poco quemao...

Jero Piñeiro dijo...

Lo de ZP y Mandela lo decía totalmente de coña, Charlie ;) No pretendía politizar la entrada, en absoluto; era más que nada un chascarrillo. Entiendo perfectamente lo que dices respecto a "todos unidos", que es de lo que iba el asunto. Yo también grité a pleno pulmón el primer Iniestazo, el de Stamford Bridge (y eso que no soy un futbolero nervioso), pero igual fue porque tengo sangre culé corriendo por mis venas, jejeje. Si llega a ser Guti o Raúl el que lo metiese igual no me hubiera hecho tanta gracia... Ahora bien, en la selección uno se olvida de los colores de cada club, y si Ramos corre la banda que se las pela o Casillas salva el partido en el momento crítico (como hizo el otro día ante Robben), me la suda si son del Madrid, del Barça o del Sevilla, la verdad.

A mí me parece bien que a la gente se le olviden los problemas unos días aunque sea por algo tan trivial como el Mundial. Los motivos para sentirse bien con el mundo no abundan, precisamente.

charlie furilo dijo...

Tampoco lo tome así, como una politización de la entrada. Simplemente quería aclararlo, jajaja...

Ay! Guti y Raul, ni me los mentes!!! Yo sangre cule no puede decirse que tenga, me tira el Real Zaragoza (para bien o para mal) pero al Madrid si que no lo trago. Especialmente a Raúl, que siempre ha jodido a mi equipo (hasta cojo nos ha metido goles el muy....)

Unknown dijo...

Jero: ¡GENIAL!Sufrimos y gozamos todos juntos!. Lo pasamos fenomenal!, ¿a que sí?. Biquiños!

Jero Piñeiro dijo...

Paloma: es verdad, lo pasamos genial y también fatal y al final mucho más genial todavía ;) Bicos!