Después de mucho esperar, llegó el ansiado día (28 de junio de 2007, para más señas) en que servidor pudo al fin quitarse del cuerpo otra de sus dilatadas espinas musicales al disfrutar en vivo y en directo de una de sus bandas favoritas, pilar fundamental en los últimos años del lado más hard de su melomanía: Metallica.
El jueves pasado mi pelirrojo favorito, una amiga suya a la que no conocía previamente (que resultó ser simpatiquísima, llena de sentido del humor y con los ojos más bonitos de la provincia de La Coruña) y yo nos dimos un paseo en coche hasta Lisboa para acudir al Super Rock, festival de música organizado por la marca de cerveza lusa Super Bock, que sigue anotando tantos trece años después de su primera edición y al que los más duros de San Francisco se presentaron como parte de su gira “Sick of studio” (literalmente, “hartos del estudio”, pues llevan ya un tiempo preparando un nuevo disco que saldrá a la venta, si todo va bien, a principios del 2008).
El viaje, como es habitual en estos casos, dio para mil anécdotas, multitud de bromas y paridas varias de ésas que tienen muchísima gracia si estabas allí, pero que si las cuento aquí resultarán anodinas en el mejor de los casos, así que voy directamente al festival, que es lo que procede:
Aunque las puertas se abrían a las 3 de la tarde, nuestra humilde expedición decidió que los primeros grupos (Men Eater, More than a thousand, Blood Brothers y Mastodon) nos tiraban bastante de un pie, por lo que procedimos a la siesta de rigor en el hotel para acumular energías con el fin de darlo todo en la que se prometía como una noche memorable, y nos plantamos en el Parque das Nações (el recinto ferial de la reciente Expo) a eso de las 7.
Aún estaba tocando Stone Sour, otra de las bandas invitadas (bastante flojita, en líneas generales), así que ingerimos algo y nos dispusimos a disfrutar del primer plato verdaderamente interesante de la velada, el guitarrista Joe Satriani, un virtuoso de la ejecución que dejó algunos momentos de gran conexión con el público en temas como “Cool number 9”, “Always with me, always with you” o “Surfing with the alien”. El fulano demostró además que es el mejor en lo que hace (masturbar a su guitarra, sacándole sonidos imposibles…entre ellos un “scratching” que yo confundí totalmente con unos platos de ídem hasta que pude ver como Satriani movía los dedos sobre las cuerdas de su instrumento) y dejó a los allí presentes calentitos para el plato fuerte del evento.
Después, con la noche cerrada y la luna llena, llegó la expectación. La gente comenzó a apiñarse en torno al escenario al tiempo que todos los asistentes mirábamos el reloj y veíamos pasar los 45 minutos que tardó en empezar a sonar, como ya es habitual en las giras de Metallica, “The ecstasy of gold”, el temazo de Ennio Morricone para la película “El bueno, el feo y el malo” que abre todos los conciertos del grupo en el que militan James Hetfield, Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo.
Y luego, como un puñetazo en la cara, empezó a sonar “Creeping death” (uno de los clásicos de la banda) y se desató, inevitablemente, una tormenta de codazos, empujones, desmayos, peleas y demás actividades habituales en este tipo de eventos que hicieron de los 15 primeros minutos de concierto toda una prueba de fuerza y resistencia para las sesenta y pico mil almas que allí estábamos concentradas.
Tras “For whom the bell tolls” las cosas se pusieron un poco más tranquilas (pero sólo un poco) y el resto del concierto fue algo más relajado, siempre según los estándares del público metalero prototipo.
¿Que cómo estuvo Metallica? En una palabra: hostiaputayvivalamadrequelosparió. Todos los integrantes de la banda brillaron con luz propia, aunque lo cierto es que Hetfield fue la auténtica estrella de la función, con su físico imponente, su aspecto que tanto evoca una sabia madurez como el salvajismo más instintivo y, sobre todo, su personalísima voz, contundente como el trueno.
Pasando olímpicamente de los últimos discos (de hecho, la única canción posterior al “Black album” que interpretaron fue “The memory remains”, en la que el público se desgañitó haciendo unos coros de antología), el repertorio estuvo plagado de clásicos básicos, casi a modo de un “greatest hits”, y no faltaron (además de las ya mencionadas) “Battery”, “Enter Sandman”, “The four horsemen”, “Fade to black”, “Orion” (increíble en directo, con una estupenda introducción a cargo del bajista Robert Trujillo), “One” (con pirotecnia incluida) o “Sad but true”, todas ellas recibidas con algarabía (y sí, más codazos) por parte de sus fieles seguidores. Pero sin duda los momentos climáticos los marcaron “Master of puppets”, “The unforgiven” y, sobre todo, “Nothing else matters”, durante la cual todas las voces de los allí presentes sonaron al unísono, sintiendo los colores (el color negro, vamos) con una emoción que es difícilmente imaginable para quien no haya estado presente.
Por ponerme un poco quejica, diré que eché en falta “Fuel” y alguna de las estupendas versiones incluidas en el disco “Garage Inc.” (si hubiesen tocado “Astronomy” me hubiese muerto de felicidad allí mismo), así como “No leaf clover” (que se compuso y se tocó sólo una vez en el año 1999, con motivo del disco orquestado “S&M” y que es, casi seguro, mi canción favorita compuesta por la banda). El concierto duró dos horas y media (todo un derroche de energía), pero estoy seguro de que cada persona del público tendría su set list ideal y ninguno bajaría de las tres horas largas de espectáculo…
Aún así, es imposible que nada estropee el maravilloso sabor de boca que me dejó una noche memorable en la que me rebocé cual croqueta entre el gentío, me quebré la voz y me dejé la piel y los huesos saltando, echando cuernos y gritando “yeah!” cada vez que los reyes del trash así lo requerían. Una de esas noches en las que el presente, el segundo exacto en que vives, es tan reconfortante que nada más importa en absoluto...
(Aprovecho además para pedirle perdón al pelirrojo en cuestión por joderle todos los vídeos que grabó con su móvil en el concierto porque, por encima de la de James, en cada canción se oye siempre una voz que lo da todo y se desgarra hasta desangrarse… la mía, obviamente … llevo un par de días con una afonía importante, jajaja…)
2 comentarios:
que envidia, y no por ver a Metallica sino por disfrutar tanto y saber transmitirlo...
Biquiños
(creo que en breve recibirás un correo, pero primero tienen que saber que coño quieren y esperar a que superes el 15 de julio jejeje)
Más biquiños
Sí
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