“Como un guante de seda forjado en hierro” es surrealismo del bueno. Y digo del bueno porque, en mi modesta opinión, también hay otro surrealismo (al que yo llamaría “del malo”) que además de indescifrable, resulta indisfrutable. Ese surrealismo por amaneramiento, por snobismo, pretendidamente profundo pero que, pese a todo, sólo esconde las carencias de quien se sabe incapaz de estructurar un discurso clásico y debe por ello disfrazarlo en la sinrazón y el onirismo gratuitos.
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Como mandan los cánones del “buen” surrealismo, los distintos personajes, situaciones y diálogos que se presentan en esta obra consiguen generar una sensación profunda de malestar y asco, como una buena pesadilla recién horneada por el subconsciente colectivo de la sociedad norteamericana, plagada de policías corruptos y retorcidos, cineastas porno (y de películas snuff) de obvia amoralidad, asesinos hippies de ecos indudablemente mansonianos e iconos pop inmersos en paranoicas teorías de la conspiración.
Lo bueno, además, es saber que Clowes no se tira “el pegote surrealista” para encubrir nada. Su línea es precisa; su estilo, turbador, y su narrativa, precisa y elegante. Además, no es autor que deba, a estas alturas, demostrar nada, pues para quien dude de su capacidad de contar una buena historia algo más convencional, siempre le quedará acercarse al desencantado mundo adolescente de su obra “Ghost World”.
“Como un guante de seda forjado en hierro” es, por consiguiente, una lectura de lo más recomendable, siempre y cuando se tenga uno de “esos” días, claro.
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