Cartel promocional de "The Newsroom".
La
primera temporada de “The Newsroom” narra en 10 episodios el día
a día de la redacción de “News Night”, el noticiario nocturno
de la cadena ficticia ACN (Atlantis Cable News) presentado por Will
McAvoy. Republicano (con carnet), desencantado con la profesión y
preocupado únicamente por las cifras de audiencia, McAvoy recuperará
súbitamente su compromiso con la verdad tras lo que aparenta ser una crisis nerviosa durante un debate televisado desde una universidad.
Convencido de que es posible hacer de “News Night” un auténtico
baluarte del periodismo útil, el presidente de la división
de noticias de la ACN, Charlie Skinner, aprovechará las subsiguientes vacaciones
forzosas de McAvoy para contratar como productora de “News Night”
a MacKenzie McHale, curtida reportera de ideología demócrata que
tuvo en el pasado una relación sentimental con el presentador. Junto
a un equipo compuesto por talentosos aunque inexpertos jóvenes
periodistas, el recobrado McAvoy y su ex pareja McHale tratarán de poner en marcha lo que
ellos denominan “News Night 2.0”: un nuevo formato de telediario
pensado para civilizar al pueblo norteamericano y convertirlo
así en un electorado mejor informado y, por ende, más responsable
social y políticamente.
Olvídate de "Dos tontos muy tontos": Jeff Daniels es Will McAvoy. Y lo borda.
Confieso
que “The Newsroom” me tiene enamorado. Posiblemente más por lo
que propone y lo que pretende que por lo que finalmente ofrece. La
serie está protagonizada por un
grupo de comunicadores super-heroicos imbuidos por el romanticismo
naïf, casi capriano,
de un estudiante de primero de Ciencias de la Información. Personas
tan rematadamente inteligentes, simpáticas, buenas (y algunas hasta
físicamente perfectas, como la doctora en economía Sloan Sabbith),
y tan dedicadas en cuerpo y alma al periodismo, que por momentos uno
querría irse a vivir a su continuo espacio-tiempo de ficción y
perder de vista a la nueva directiva de RTVE en el más recóndito
agujero negro del multiverso. Son los Atticus Finch y los Jean
Valjean del periodismo. Y esta circunstancia, este elenco
protagonista tan rematadamente idealizado que muchos otros podrían
considerar un infranqueable muro para su suspensión de la
incredulidad, a mí me conmueve.
Emily Mortimer es MacKenzie McHale: el ideal periodístico personificado.
Probablemente
porque soy de los que piensan que los vídeos íntimos de los
concejales no deberían ser noticia salvo que supusieran una ilegalidad manifiesta. O
porque creo que nuestra clase gobernante se está yendo de rositas
en cada nueva declaración a los medios porque nadie la obliga a
llamarle a las cosas por su nombre y ofrecernos así las respuestas
precisas y transparentes que, como los ciudadanos a los que han
jurado servir, nos son debidas. O porque nuestros supuestos
protectores han hecho
intencionadamente de la economía un jeroglífico tan intrincado que
muchos empleamos a diario términos como “prima de
riesgo” o “banco
malo” sin tener una idea clara
de a qué nos estamos refiriendo. Ver a los personajes de “The
Newsroom” arremeter quijotescamente
(palabra clave del imaginario Sorkin) contra ello es algo que
inevitablemente me llega. Me emociona. Me toca la patata. Hasta el
punto de hacerme llorar. Lo juro.
Sam Waterston es Charlie Skinner. Perro viejo.
Es
justo después de enjugarme la lagrimita tonta que se balancea en mi
párpado cada vez que termino un nuevo capítulo de “The Newsroom”
que empiezo a reflexionar en frío sobre lo visto y comprendo que esta
producción es, en esencia, imperfecta y desequilibrada.
Conviven
en “The Newsroom” dos series distintas condenadas a entenderse
para el buen funcionamiento del plan de Sorkin. Por un lado tenemos
la “The Newsroom” comedia romántica: un cúmulo de tópicos
sobre triángulos amorosos en el puesto de trabajo, malentendidos
poco creíbles que juntan y separan parejas según convenga y
personajes ligeramente histéricos (o directamente esquizoides) que,
cual perro del hortelano, ni comen ni dejan comer. Esta “The
Newsroom” es una serie conceptualmente vulgar que acaba siendo
moderadamente entretenida gracias a una realización modélica
(dirección, fotografía, montaje y banda sonora funcionan como una
máquina perfectamente engrasada) y al ritmo y la inteligencia que
Sorkin imprime a los diálogos que los actores (impecables, todos)
escupen como auténticas ametralladoras. La función de esta “The
Newsroom” es atrapar a esa parte del público abonado a la HBO que
prefiere propuestas más frívolas como “Sexo en Nueva York” o
“True blood” a auténticas pedradas al statu quo
socio-político-económico como “The Wire” o “Treme”.
Alison Pill es la becaria emocionalmente confusa Maggie Jordan.
¿Por
qué? Porque existe otra “The Newsroom”: una serie que vertebra
un discurso más denso y enfático sobre los mecanismos de
información (y desinformación) de las sociedades occidentales, y
que lo hace a través de ejemplos específicos tomados de la realidad
(las noticias que presenta Will McAvoy son rigurosamente verídicas).
Una serie que pretende inocular en el espectador el virus (o tal vez
la cura contra la falta) de la inteligencia, de la capacidad crítica,
del cuestionamiento de “las verdades oficiales” y
de la responsabilidad de los medios de comunicación a la hora de
informar legítimamente a los ciudadanos. Es ésta la “The
Newsroom” que me enamora; la que pone el dedo en la llaga (a veces
con más fortuna, a veces con menos) y se atreve a citar con nombres
y apellidos a algunos de los mayores impresentables de la historia
política reciente de EE.UU. Pero es una “The Newsroom” que, lo
asumo, podría parecer poco atractiva para un público deseoso de
pasatiempo y vodevil, al que Sorkin ha sabido llegar (o eso
quiero creer) introduciendo el elemento culebrónico
al que antes aludía.
Olivia Munn es una diosa Sloan Sabbith, experta en economía.
Pese a lo que él mismo pueda argumentar, no
me cabe ninguna duda de que el guionista tiene en mente la misma
finalidad que sus personajes: civilizar a la audiencia. Y, como uno
de los protagonistas de la serie confiesa en un momento dado, “a
veces tienes que cometer un mal pequeño para lograr un bien mayor”.
Pese a la imperfección, pese al desequilibrio, yo lo tengo
perfectamente claro: ojalá todas las iniciativas para instruir a la
ciudadanía fuesen tan ligeras y divertidas;
ojalá todos los divertimentos ligeros fuesen tan cívicos e
instructivos.
4 comentarios:
No puedo comentar la serie porque aún no he visto ningún capítulo, pero lo que me comentas me suena mucho. Y es que El Ala Oeste era bastante culebrónica y tan idealizada que te hacía parecer al Partido Demócrata la quintaesencia de la democracia y la justicia social (ya ves). Yo vi El Ala Oeste después de The Wire, esperando una aguda disección del sistema político anericano y me encontre con una serie bastante panfletaria (pero muy bien hecha).
Justo anoche empecé a ver "Newsroom" (¡cielos!, voy a dejarme flequillo porque creo que me lees el pensamiento). Y, debo confesar, que me dejó un regusto agridulce:
Por un lado, el tema me atrajo muchísimo: La necesidad de ser valiente y proporcionar una información veraz con el claro objetivo de dejar de atontar (y de paso de faltar al respeto) a la audiencia y, por el contrario, generar una audiencia informada y crítica era un gancho innegable. Y más con los informativos que vemos de un tiempo a esta parte.
No esperaba de Sorkin otra cosa que diálogos rápidos y agudos, 'walk & talk' constante, etc. Peeeeero...
Por otro lado, me pareció un episodio lleno de "demasiados": demasiado estupendos los personajes y demasiado bien lo saben. Demasiado perfectas las réplicas de los diálogos: siempre tienen la repuesta mas acertada para cada momento. Demasiado rápido al hablar... parece que han hecho un cast eligiendo a aquéllos que eran capaces de hablar a mayor velocidad. Demasiado inteligentes, jóvenes, preparados, 'cool', modélicos, morales pero ingenuos... buf!.
En cualquier caso, de momento me la quedo por lo primero esperando que no me cargue demasiado lo segundo.
Por cierto, que alguien le cuente a Sorkin que sí, que Don Quijote no iba en burro sino en caballo.
Un saludo.
David GB: yo no he visto "El ala oeste de la Casa Blanca", pero estoy convencido de que cualquier cosa que uno pruebe después de "The Wire" va a ser irremediablemente una decepción. "The Wire" es LA serie... y luego, a unos cuantos años luz, están todas las demás. Aún así, le tengo muchas ganas a la del presidente Bartlet. Cuando la vea, desde luego, tocará entrada. Con todo, y como "El ala oeste..." es una serie de 7 temporadas (de las largas, además), hoy he empezado a ver "Studio 60 from Sunset Strip", una suerte de "The Newsroom 1.0" que la NBC le canceló a Sorkin tras sólo una temporada emitida. El piloto es estupendo, pero las conexiones temáticas y argumentales con "The Newsroom" son tantísimas que prácticamente he tenido un déjà vu de 45 minutos. A ver cómo sigue.
Merche: yo creo que el universo Sorkin es uno en el que hay que entrar aceptando ciertas reglas. La primera: que sus personajes no son reales sino ideales. A riesgo de equivocarme, me apuesto la merienda a que el presidente protagonista de "El ala oeste..." será un político íntegro y utópico, el tipo que a Sorkin le gustaría ver sentado en el Despacho Oval y al que se ha tenido que inventar porque, simple y llanamente, no existe. Otra regla podría ser el hecho de que todos los habitantes del universo Sorkin hablan como monologuistas profesionales y siempre tienen una réplica a punto. No digo que uno deba forzosamente aceptar estas reglas, claro. Si eso no es lo que quieres ver, estás en tu derecho a quejarte. Pero parecen casi una condición a priori de cualquier trabajo del neoyorkino. Son tanto una marca de estilo como una posible flaqueza (dependiendo de las filias y fobias de cada espectador). A mí me ha encantado "The Newsroom", pero no estoy ciego a sus muchos defectos: hay momentos en que la dinámica entre personajes está tan forzada (los episodios 8 y 9, por ejemplo, son absolutamente inverosímiles en un mundo de emociones adultas) que tengo que tomar distancia y recordarme que "es una serie de Sorkin; disfrútala y no le busques demasiadas explicaciones". Y si me quedo viéndola, si al final realmente la disfruto, es precisamente por esos valores que tú anotas como positivos (todo lo relativo a la responsabilidad de los medios de comunicación). Espero que el balance final en tu caso se parezca al mío. Por el bien de tu tiempo de ocio, más que nada, jejeje.
Y sí, vaya cagada lo del "burro de Don Quijote": mira que confundirse a Rocinante con el rucio de Sancho...
Yo no me pierdo ni un capítulo de the newsroom porque me encanta el perosnaje de Mackenzie McHale, es muy bueno.
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