martes, enero 20, 2009

Tom Strong: ¿un Alan Moore menor?

En 1999, Alan Moore (una vez más: “Watchmen”, “Miracleman”, “V de Vendetta”, “From Hell”, etc.) creó un sello editorial llamado America’s Best Comics (o ABC) en el que desarrollar tebeos protagonizados por personajes de creación propia. Los cinco títulos iniciales fueron “Promethea”, “Top 10”, “La liga de los extraordinarios caballeros”, “Tom Strong” y “Tomorrow Stories”. Teniendo en cuenta que ésta última se trataba de una antología mensual de historias breves (en torno a las ocho páginas) con protagonistas variables, las inevitables comparaciones se establecieron entre las otras cuatro colecciones, resultando “Tom Strong” la principal perjudicada. Y así, frente a la perfección formal de “Promethea”, el detallismo obsesivo y la desbordante diversión de “Top 10” y la inagotable capacidad para el guiño y el homenaje de “La liga de los hombres extraordinarios” (diametralmente opuesta en intenciones y resultados a su bochornosa adaptación fílmica), “Tom Strong” parecía conformarse con jugar el rol de patito feo de la línea ABC. O al menos esa fue la idea que nos dejó a muchos la inconclusa edición española de la serie por parte de Planeta de Agostini hace unos cuantos años.


De los 36 números que consta “Tom Strong” en su edición americana, Planeta publicó únicamente 13. Por fortuna, durante 2008 Norma Editorial reeditó la colección entera en 6 lujosos tomos de tapas duras que servidor se ha ventilado con no poca compulsión en los últimos días.

Para ponernos en situación, diré que “Tom Strong” narra las aventuras del personaje que da nombre al tebeo, un héroe científico trasunto a partes iguales de Doc Savage y The Phantom, compartiendo además ciertos rasgos con Tarzán y el Reed Richards de “Los 4 Fantásticos”. La infancia de Tom Strong tuvo lugar en una cámara de alta gravedad construida por su padre (el científico e investigador Sinclair Strong) en la ficticia isla de Attabar Teru. Su crecimiento bajo una presión superior a lo normal así como la ingestión de una especie vegetal autóctona conocida como Goloka le otorgarán una fuerza y longevidad sobre-humanas. Muertos sus padres durante un terremoto, Tom vivirá con los aborígenes de Attabar Teru hasta que decida viajar de vuelta a Millenium City, fictia ciudad norteamericana de la que sus padres habían partido años atrás en su viaje científico. Además del propio Tom Strong, en las páginas de la serie nos encontraremos con personajes como su esposa Dhalua (originaria de Attabar Teru), Tesla (la hija de ambos), el gorila de inteligencia aumentada King Solomon, el robot Pneuman o el archivillano Paul Saveen, así como situaciones tan recurrentes en la ficción del siglo pasado como viajes en el tiempo, invasiones alienígenas, supersoldados nazis y soviéticos, mundos paralelos, paradojas espacio-temporales, enemigos prehistóricos, etc.


Por supuesto, el argumento de Tom Strong no es sino un exhaustivo ejercicio de nostalgia pulp que exuda “sense of wonder” y fetichismo steampunk por todos sus poros, y es por tanto que debe ser entendido como un divertimento alegre y ligero. No confundiendo, claro, los términos “alegre” y “ligero” con “menor”. Los 22 primeros números de “Tom Strong” (esto es, los guionizados por Moore) son un auténtico recital sobre cómo escribir un comic de aventuras inteligente, divertido, fresco y sencillo de leer.

Cuántos supuestos autores de prestigio no dejarían de lado sus oscuras y tremendistas historias de violencia y dramatismo por poder escribir un divertimento tan redondo como las sagas del Jinete Extraño o “Cómo empezó Tom Stone”, puntos álgidos de la colección…

La pega, y no es pequeña, es que a partir del número 23 son otros guionistas quienes toman las riendas de las aventuras de la familia Strong, logrando en el mejor de los casos (los números escritos por Ed Brubaker, Mark Schultz, Peter Hogan o Geoff Johns) una lectura que no pasa de agradable, y en el peor algún que otro despropósito que es mejor olvidar (como las muy desafortunadas contribuciones de Joe Casey, Steve Moore o Steve Aylett a la serie).

En cuanto a la parte gráfica, la mayoría de los números corren a cargo de un espectacular Chris Sprouse que despliega un estilo diáfano y a veces próximo al cartoon que encaja a la perfección con lo guiones de Moore. El resto de la colección cuenta con los lápices de artistas destacados como Jerry Ordway, Dave Gibbons, Arthur Adams, Pasqual Ferry o Duncan Fegredo (entre otros), consiguiendo una calidad media bastante envidiable.

Concluyendo, no puedo sino recomendar encarecidamente los 4 primeros tomos de la edición de Norma, que suponen una nueva demostración de que Alan Moore es el mejor guionista mainstream de todos los tiempos a años luz de cualquier otro “escritor hot” de la actualidad (quizás el único que le sigue un poco la pista sea Grant Morrison), y dejar para el lector la decisión de arriesgarse o no con los volúmenes quinto y sexto, habida cuenta de que sus únicas razones de ser en mi tebeoteca son el completismo y la presencia de un último número, el 36 americano, en el que Alan Moore regresa a la colección para cerrarlo todo como Dios manda en un extraño crossover que nace de las páginas de “Promethea” y que implica a todos los personajes del universo ABC.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buen comic!

Jero Piñeiro dijo...

Eso creo yo, Anónimo ;)