lunes, agosto 04, 2008

Si una noche de verano un blogger...

El metalenguaje es, quizás, uno de los fenómenos de la creación artística que más me fascina. Existe, según mi punto de vista, algo particularmente mágico en el hecho de que una entidad creada, una ficción, se interrogue A sí misma SOBRE sí misma EN sí misma.

Existen cientos de ejemplos de este fenómeno.

Algunos son simplemente anecdóticos: el plano en que Tyler Durden señala el círculo negro en la esquina del fotograma que indica el cambio de rollo fílmico en “El club de la lucha” (David Fincher); las dos últimas páginas de la miniserie “Wanted” (Mark Millar/J.G.Jones) o el rebobinado de metraje de “Funny games” (Michael Haneke). Son anecdóticas, reitero, porque sus despuntes metalingüísticos no alteran sustancialmente el devenir de los acontecimientos narrados. Suponen simplemente un guiño, una mirada cómplice al lector/espectador, dando a entender que el propio producto es consciente de la naturaleza del medio al que se adscribe (el cine en “El club de la lucha” y “Funny games”; el tebeo en “Wanted”).

Luego hay otros casos mucho más radicales, aquellos en los que la consciencia de la propia obra como tal interfiere rotundamente en los acontecimientos que en ella se narran. Si tuviera que elegir tres ejemplos modélicos, uno de cada una de mis artes predilectas (y excluyo la música porque en ella el metalenguaje apenas se reserva pequeñas gracietas como el “Tribute” de Tenacious D), serían “Animal man” en comic, “Adaptation” en cine y, hasta ahora, “La historia interminable” en literatura.

“Animal man” es, en principio, un tebeo de super-héroes protagonizado por Buddy Baker, un tipo que, también en principio, recibió poderes animales a causa del contacto con un extraño meteorito caído en la Tierra. Digo y remarco la expresión “en principio” porque pese a que ésta es la génesis original del personaje (allá por el año 1965, de la mano de Dave Word y Carmine Infantino), fue el trabajo como guionista de Grant Morrison en la serie que el personaje protagonizó a partir del año 1988 el que estableció unos nuevos parámetros (y estándares de calidad) que se alejaban radicalmente de su concepción original, convirtiéndolo en un héroe de andar por casa que progresivamente se iba despreocupando de las peleas con supervillanos y las cruzadas ecologistas para interrogarse sobre su propia existencia como ser ficticio cuya vida era decidida por un escritor (el propio Morrison) que lo hacía sufrir con el fin de entretener a los lectores. En un momento dado, Buddy Baker miraba hacia el exterior de la viñeta que lo contenía preso en el papel y exclamaba (en clara alusión al lector): “¡te veo!”


El concepto resultó tan chocante y novedoso que aún a día de hoy se considera la etapa de Grant Morrison en “Animal Man” como uno de los comics de super-héroes más importantes de la historia y la obra cumbre del guionista escocés, quien desde entonces ha firmado infinidad de nuevos trabajos (muchos de ellos íntimamente ligados también al concepto del metalenguaje, como la inédita por estos lares “Flex Mentallo”), generalmente con un éxito de público bastante aceptable, pero que nunca han sobrepasado la leyenda que se fraguó en las narraciones protagonizadas por el hombre con poderes animales. Tampoco el personaje tuvo en lo sucesivo aventuras dignas de una efusiva recomendación, pese a una etapa medio decente a cargo de Jamie Delano y Steve Pugh a mediados de los 90 (y que nada tenía que ver con el asunto a tratar en esta entrada).

“Adaptation”, por su parte, es la segunda película surgida de la alucinante sinergia intelectual generada entre el director Spike Jonze y el guionista Charlie Kaufman, los cuales ya habían trabajado juntos en la sobresaliente “Cómo ser John Malkovich”.

“Adaptation” cuenta la historia de un guionista de cine, Charlie Kaufman (exacto, el nombre del guionista real de la película), al que se le encarga el trabajo de adaptar la novela “El ladrón de orquídeas”. Lo que en un principio parece un trabajo sencillo se torna, debido a las obsesiones, manías y traumas del escritor, en una odisea personal hacia la búsqueda del amor propio y la confianza en sí mismo. No ayuda, claro, la presencia del hermano gemelo de Charlie, Donald, a su vez aspirante a guionista y persona desenfadada y autoindulgente que saca de quicio al protagonista con su visión simplista pero más feliz de la vida. Uno de los clímax de la película (hay dos, uno de carácter intelectual y otro puramente emocional, al final) nos presenta a Charlie en pleno éxtasis de inspiración dictándole a su grabadora el argumento de una película protagonizada por él mismo en la que su agente le encarga la adaptación de la novela “El ladrón de orquídeas”, lo cual lo lleva a una crisis personal de la que saldrá precisamente en el momento en que decida dictarle a su grabadora el argumento de una película protagonizada por él mismo en la que su agente le encarga la adaptación de…

“Adaptation” no es sólo un excelente ejercicio de metalenguaje, sino también una película maravillosa y 100% recomendable para todos aquellos que quieran ver algo diferente, fresco y original. Y se trata además de la mejor interpretación (doble, para más inri) de Nicolas Cage en toda su carrera.

Kaufman, por cierto, estrena en breve su primera película como director (y por supuesto guionista), “Synecdoche New York”, interpretada por Phillip Seymour Hoffman (lo cual siempre es una buena noticia).


Finalmente, “La historia interminable” hubiera sido mi opción más segura a la hora de ejemplificar el fenómeno del metalenguaje en la literatura… si no fuera porque hace apenas unos días terminé de leer “Si una noche de invierno un viajero”, del escritor cubano (italiano de adopción) Italo Calvino. La leí por recomendación indirecta del Barón Rampante, quien escribió en su estupendo blog una reseña que supuso el empujón necesario para que servidor se desperezase, saliese a la calle y la comprase en la librería más cercana.

“Si una noche de invierno un viajero” es, en síntesis, la sublimación del metalenguaje. El libro se abre con la frase “Estás a punto de leer la nueva novela de Italo Calvino, “Si una noche de invierno un viajero””, una declaración de intenciones en toda regla, y a partir de ahí el escritor nos presenta la historia de un lector (el Lector), al que trata siempre en segunda persona, que acaba de comprar el libro de Calvino y que, tras leer el primer capítulo de la obra, descubre que lo que viene a continuación no es, como cabría esperar, el segundo episodio de la misma, sino el primer capítulo de una novela totalmente distinta, inconexa de la original.

“Si una noche de invierno un viajero” presenta la búsqueda por parte del Lector de una obra completa que poder leer de principio a fin. Búsqueda que le llevará, por un lado, a leer sucesivamente los primeros capítulos de diez novelas diferentes y, por el otro, a inmiscuirse en una extraña trama de traductores chiflados, escritores en crisis y hasta ufólogos en busca de libros inspirados por entidades alienígenas (no me lo invento, lo juro). Todo ello construido en torno al que a la postre será el gran tema central de la obra: el acto de leer.

Calvino disecciona la realidad misma de ponerse frente a un libro y zambullirse en él, tratando pormenorizadamente todas las implicaciones que el acto mismo de leer pudiera conllevar. Desde el hecho de compartir lo leído con una persona de gustos afines (o discordantes) hasta la desquiciada obsesión de un escritor por alcanzar la supresión total del ego para lograr el libro objetivamente perfecto, todo lo relacionado con la lectura (y la escritura como acto previo inherente a la misma) está contenido en “Si una noche de invierno un viajero”.

Además, claro está, de esos diez comienzos para diez novelas distintas que el Lector (y el lector) jamás llegará a concluir. Son diez capítulos iniciales escritos con diez estilos diferentes, pretendiendo la sensación de una autoría no compartida, y que van, según mi apreciación personal, desde lo anodino hasta lo fascinante. Algunos justificarían por sí solos la lectura de toda la obra que los circunscribe. Y es en estos, supongo que de forma nada casual, donde he podido vislumbrar la alargada sombra de mi admiradísimo Jorge Luis Borges.

Resulta difícil sopesar “Si una noche de invierno un viajero” en la misma balanza en que uno pondría habitualmente al resto de novelas. Se presenta, desde su concepción, como algo mucho mayor que una novela cualquiera. Es, hasta cierto punto, diez medias novelas más una, pero cómo decía aquella adivinanza: ¿cuántas moscas volando son diez medias moscas más una mosca y media? Su lectura es absorbente por momentos, pero en ocasiones el ritmo decae al saltar de una supuesta novela a otra, o a la novela real que las engloba a todas y que también posee, a su vez, capítulos memorables junto a otros algo aburridos. Persiste tras su lectura, eso sí, la sensación de haber asistido a algo único, a una obra que asume los riesgos de investigar más allá de los límites de la narrativa convencional, adentrándose conscientemente en el cenagoso terreno de la experimentación del que muy pocos autores consiguen salir con vida (literariamente hablando). Calvino puede presumir con orgullo de haber vuelto para contarlo; y de contarlo, además, sin la arrogancia del escritor pagado de sí mismo ni la insufrible densidad del que se cree hacedor de una gran novela perdurable, de ésas que bien podrían sustituir la dosis diaria de un adicto al diazepam.


Ah, una pista: las medias moscas no vuelan.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Has pensado alguna vez en recopilar todo esto? Me ha gustado. Felicidades.
P.D:Coincido contigo en lo de Borges.
Bye.

Jero Piñeiro dijo...

¿Recopilarlo? No sé, supongo que el propio blog es una recopilación de mis rayaduras personales... Gracias por el elogio. Significa mucho viniendo de usted. Y aunque nunca hemos hablado de Borges, intuía que podía ser uno de sus admirados también. Uno que lo conoce, ya ve, jejeje...

Un abrazo.

El Barón Rampante dijo...

jejeje no fue ni el tedio ni la excesiva diversión lo que me mantuvo alejado del bosquecillo sino la imposibilidad de acceder al mismo! Entre una cosa y otra llevo sin conexión exactamente un mes y medio... Me alegro que siguieras mi recomendación (indirecta) y espero que te animes con el resto de su obra! (yo me aplicaré con Borges). Me pillas algo apuradillo ahora mismo así que ya comentaré con más calma mañana sobre tu post, solamente informarte de que estoy vivo!
Una reverencia

Jero Piñeiro dijo...

Jajajaja. No hubiera pasado nada aunque esperases directamente a mañana para postear, no corre ninguna prisa, pero me alegro de que no estés missing, jeje.

Anónimo dijo...

[url=http://www.23planet.com]Online casinos[/url], also known as settled casinos or Internet casinos, are online versions of get a load off one's mind ("crony and mortar") casinos. Online casinos approve gamblers to filch up and wager on casino games from cut off to foot the Internet.
Online casinos typically submit on the hawk odds and payback percentages that are comparable to land-based casinos. Some online casinos standing forth higher payback percentages with a segment point automobile games, and some mutate known payout mass audits on their websites. Assuming that the online casino is using an fittingly programmed unsystematic scads generator, proffer games like blackjack be blessed an established allow edge. The payout distribution during these games are established late the rules of the game.
Differing online casinos jurisdiction not at out of date folks' or apprehension their software from companies like Microgaming, Realtime Gaming, Playtech, Cosmopolitan Sophistry Technology and CryptoLogic Inc.