domingo, agosto 10, 2008

Abecedario personal: N de "New born"

“Link it to the world,
link it to yourself…”

Con estos dos versos de la canción “New born” (y el maravilloso teclado de aires góticos que los precede) comenzó mi historia de amor con Muse.

Nos regaló esta canción David “Mosto”, compañero de residencia universitaria, a Lincoln Barrows y a mí una noche de domingo, en el primer trimestre de mi primer año de carrera (hay cosas que no se olvidan). Así descubrí yo aquel disco, “Origin of simmetry”, que era el segundo del trío de Devon pero que para mí era lo más nuevo del cosmos musical.



Yo venía de una época de instituto marcada por el rock de los 70 donde no cabían los alardes electrónicos del mundo moderno, pero Muse cambió mi forma de entender la música. Servidor jamás había escuchado una guitarra con tanta distorsión que sonase tan bien. La melodía era perfecta, pegadiza pero imposible de aburrir. Y el cantante (yo aún no sabía que aquel semi-dios se llamaba Matthew Bellamy) modulaba la voz como sólo un ángel podría hacerlo. Pero en “Origin of simmetry” había mucho más: “Plug in baby”, “Bliss”, “Feeling good” o “Citizen erased” (posiblemente mi canción favorita de la banda, aunque eso depende mucho del humor que tenga ese día) se convirtieron, inevitablemente, en clásicos básicos de mi rutina musical diaria.

Un año después, llegó a aquella misma residencia universitaria un gélido caballero que con el tiempo se convertiría en uno de mis principales confidentes, camaradas y hermanos de frikerio, y que además traía bajo el brazo un nuevo álbum de los británicos: “Absolution”.


Aquello fue aún más memorable, si cabe. Recuerdo pasarme tardes enteras dándole vueltas al disco en el reproductor del Peli, mi compañero de habitación; y las noches en que me dormía (o me desvelaba) con el piano sublime de “Butterflies and hurricanes”. Recuerdo caminar por los pasillos de la residencia chasqueando los dedos al ritmo de “Time is running out”, y dar la bienvenida al fin del mundo en la estruendosa “Apocalypse please”.

Fue aquel el momento en que sentí la necesidad de volver sobre la trayectoria de la banda, enganchándome de nuevo al “Origin of simmetry” y redescubriendo tal y como se merecía el primer CD del grupo, “Showbiz”, que incluye joyas como “Sunburn”, “Muscle museum”, “Unintended” o la canción que da nombre al disco.


Pero lo mejor (si es que podía existir algo mejor) aún estaba por llegar, y lo hizo en el verano de 2006. Se llamaba “Black holes and revelations” y era el cuarto disco de estudio de la banda. El single de presentación, “Supermassive black hole”, había decepcionado a todo el mundo, y la espera posterior hasta la salida del álbum fue tensa y estuvo cargada de desconfianza. La gente que pudo escucharlo antes que yo coincidía en que no era un trabajo a la altura de los precedentes, que habían perdido el norte, que ya no eran lo que habían sido (curiosamente, es lo mismo que dicen muchos al principio de cada nueva temporada de “Lost”, para finalmente descubrir que es tan buena o mejor que las anteriores).

Servidor sólo necesitó tres días de recogimiento y calabazas en la isla de Ons para comprender que aquel era uno de los discos de su vida y que “Knights of Cydonia” y “Map of the problematique” eran dos de las mejores canciones que Matthew había compuesto a lo largo de su breve (hasta el momento) pero intensa trayectoria musical.


Los incrédulos que tanto habían criticado “Black holes and revelations” en un primer momento se vieron obligados a capitular tras aquel ya antológico concierto que tuvimos la suerte de presenciar en Madrid en octubre de 2006 y que demostraba que los temas del nuevo disco eran auténticas bombas atómicas musicales. Aquel decepcionante primer single, “Supermassive black hole”, era ahora una de las canciones más celebradas de su directo.

Lo último de Muse ha sido “HAARP”. Desde luego, es el disco que más he escuchado en lo que va de 2008 y difícilmente algún otro podrá arrebatarle ese título en los meses que quedan, porque lo he disfrutado tantas veces y tan intensamente que ya ha marcado una nueva etapa en ésta, nuestra historia de amor, que comenzó hace ya siete años con un teclado recurrente y dos versos que aún hoy consiguen erizarme los pelillos de la nuca:

“Link it to the world,
link it to yourself…”

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