En vista de que “La fuente de la vida” no se ha estrenado en A Coruña ni Ferrol (tendré que verla en Santiago, si consigo hacer una escapada en breve), que “Takeshi’s” no hace acto de presencia en nuestras carteleras (y sospecho que por Galicia ni la vamos a oler) y que las otras opciones partían de una base tan lamentable como ver en pantalla a John Travolta o Sandra Bullock, la semana pasada decidí darle otra oportunidad más a Joel Schumacher (aunque ahora que lo pienso, no sé por qué corrí un riesgo tan estúpido).
Schumacher, perpetrador de aberraciones fílmicas como “Batman forever” o ”Batman y Robin” (ningún super-villano le hizo nunca tanto daño a Bruce Wayne como este esperpéntico cineasta) y artífice de ese vacuo espectáculo/despilfarro cursi y ñoño que es “El fantasma de la ópera”, vuelve a la actualidad con “El número 23”, un thriller cuyo argumento gira en torno al supuestamente maldito número de marras, que atormenta a Jim Carrey. Es éste último un actor al que nunca sé si odio lo suficiente, porque cuando decido condenarlo a la más total indiferencia, me sale con papeles como el de “El show de Truman” o “Man on the moon”, y cuando, por consiguiente, creo que está encontrando su camino, me viene con “Yo, yo mismo e Irene” o este “El número 23”, donde está tan infame que uno se pasa toda la película deseando que lo encierren de una vez en un psiquiátrico y tiren la llave al mar.
Claro que Carrey es el menor de los problemas de la película, siendo el mayor, qué duda cabe, lo rematadamente mal dirigida que está. Schumacher se esfuerza por jugar al “modernillo” metiendo unos flashes, efectos visuales, cambios de textura y demás parafernalia video-clipera que producen bochorno y vergüenza ajena, además de no dominar en absoluto el ritmo del film, que resulta soporífero en sus últimos 30 minutos (y que una película de hora y media se haga larga es un delito mayor).
Y es una pena, porque en manos de otro director, la misma idea hubiera dado para mucho más. Me imagino un “Número 23” de Cronenberg, Lynch o Aronofsky (aunque claro, éste ya hizo algo parecido, y bien, con “Pi”) y me doy cuenta que no existen las malas ideas, sólo las ideas mal desarrolladas…
Por otro lado, hoy mismo pude ver al fin “Spider-man 3”, uno de los bombazos taquilleros del año, y que venía avalada por dos precuelas bastante decentes a cargo del mismo equipo artístico.
A sabiendas de lo que me esperaba, puse mi cerebro en modo “tengo 12 años y soy un friki de los super-heroes” on, y me lo pasé como un enano viendo al amistoso vecino Spidey repartiendo estopa a sus villanos unidimensionales y haciendo esas payasadas acrobáticas que tan antinaturalmente dibujara en sus tiempos el bueno de Todd McFarlane.
Claro que luego uno sale del cine y vuelve a tener sus añitos y su criterio cinematográfico (que no digo que sea ni mucho ni poco, sólo que es el mío), y se da cuenta de las carencias argumentales del film, sus excesivas subtramas y sus momentos escandalosamente infantiles (defectos que ya atesoraban las cintas previas, pero de una forma menos obvia).
Todo ello, no obstante, no empañará el hecho de que, tan planos y maniqueos como en el comic, allí estaban mis Peter, MJ, Harry (el mejor personaje de la trilogía, de largo), Marko Flint y J.J.Jameson de toda la vida, alegrándole un par de horas largas al pequeño friki que vive muy adentro de mi cuore marvelita. A la que no vi por ningún lado, aunque había una chica muy mona a la que no paraban de llamarla por su nombre, fue a la llorada Gwen Stacy…
(Independientemente de la calidad de la película, viéndola me he acordado un montón de Emma, pues una de las escenas importantes sucede mientras suena el “Fever” de Peggy Lee… y ya antes me habían puesto el trailer de “Harry Potter y la Orden del Fénix”, jajaja… Bisous depuis Galicia!)
Schumacher, perpetrador de aberraciones fílmicas como “Batman forever” o ”Batman y Robin” (ningún super-villano le hizo nunca tanto daño a Bruce Wayne como este esperpéntico cineasta) y artífice de ese vacuo espectáculo/despilfarro cursi y ñoño que es “El fantasma de la ópera”, vuelve a la actualidad con “El número 23”, un thriller cuyo argumento gira en torno al supuestamente maldito número de marras, que atormenta a Jim Carrey. Es éste último un actor al que nunca sé si odio lo suficiente, porque cuando decido condenarlo a la más total indiferencia, me sale con papeles como el de “El show de Truman” o “Man on the moon”, y cuando, por consiguiente, creo que está encontrando su camino, me viene con “Yo, yo mismo e Irene” o este “El número 23”, donde está tan infame que uno se pasa toda la película deseando que lo encierren de una vez en un psiquiátrico y tiren la llave al mar.
Claro que Carrey es el menor de los problemas de la película, siendo el mayor, qué duda cabe, lo rematadamente mal dirigida que está. Schumacher se esfuerza por jugar al “modernillo” metiendo unos flashes, efectos visuales, cambios de textura y demás parafernalia video-clipera que producen bochorno y vergüenza ajena, además de no dominar en absoluto el ritmo del film, que resulta soporífero en sus últimos 30 minutos (y que una película de hora y media se haga larga es un delito mayor).
Y es una pena, porque en manos de otro director, la misma idea hubiera dado para mucho más. Me imagino un “Número 23” de Cronenberg, Lynch o Aronofsky (aunque claro, éste ya hizo algo parecido, y bien, con “Pi”) y me doy cuenta que no existen las malas ideas, sólo las ideas mal desarrolladas…
Por otro lado, hoy mismo pude ver al fin “Spider-man 3”, uno de los bombazos taquilleros del año, y que venía avalada por dos precuelas bastante decentes a cargo del mismo equipo artístico.
A sabiendas de lo que me esperaba, puse mi cerebro en modo “tengo 12 años y soy un friki de los super-heroes” on, y me lo pasé como un enano viendo al amistoso vecino Spidey repartiendo estopa a sus villanos unidimensionales y haciendo esas payasadas acrobáticas que tan antinaturalmente dibujara en sus tiempos el bueno de Todd McFarlane.
Claro que luego uno sale del cine y vuelve a tener sus añitos y su criterio cinematográfico (que no digo que sea ni mucho ni poco, sólo que es el mío), y se da cuenta de las carencias argumentales del film, sus excesivas subtramas y sus momentos escandalosamente infantiles (defectos que ya atesoraban las cintas previas, pero de una forma menos obvia).
Todo ello, no obstante, no empañará el hecho de que, tan planos y maniqueos como en el comic, allí estaban mis Peter, MJ, Harry (el mejor personaje de la trilogía, de largo), Marko Flint y J.J.Jameson de toda la vida, alegrándole un par de horas largas al pequeño friki que vive muy adentro de mi cuore marvelita. A la que no vi por ningún lado, aunque había una chica muy mona a la que no paraban de llamarla por su nombre, fue a la llorada Gwen Stacy…
(Independientemente de la calidad de la película, viéndola me he acordado un montón de Emma, pues una de las escenas importantes sucede mientras suena el “Fever” de Peggy Lee… y ya antes me habían puesto el trailer de “Harry Potter y la Orden del Fénix”, jajaja… Bisous depuis Galicia!)
2 comentarios:
El viernes a espero poder ir a ver a la arañita... a ve q tal, ya te contare!!
por fiiiiin he visto la peli !!!
mas vale tarde q nunca. Me lo he pasado pipa, he tenido miedo y he llorado, Harry todos te queremos! El bichito ese asqueroso negro que es la maldad encarnada, me hace reir en cuanto a su procedencia. Es como con Xena, cuando no se sabe : es magia ! pues aqui es : es del espacio ! que practico es tener zonas inexplicables verdad?
Y como mola el superflequillo cuando parker esta de malote juajuajua. De malo es casi mas gracioso.
Ale, bizous desde francia !!!!!
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