Ha salido bien. Esos pequeños bastardos me atacaron con todo lo que tenían a mano, intentaron humillarme, doblegar mi voluntad y someter mi arrojo. Pero, ah, con buen enemigo se las veían. No cedí ni un palmo y al final, gracias a mi astucia y mi superioridad táctica, la hora y media de clase pasó en un suspiro sin mayores incidencias, y hasta conseguí explicarles la regla anatómica de las siete cabezas.
Eso sí, la sesión de ayer me ha vuelto perfectamente consciente de que los niños no quieren escuchar ni una sola palabra sobre lecciones teóricas. Tan sólo quieren que les deje dibujar y que escuche lo que ellos tengan que decir. Y sus padres, perderlos de vista durante un rato por la tarde.
Pese a todo, estoy satisfecho con esta primera clase. Y además, una de las niñas dijo que yo era guapo (y me comparó con el capitán Jack Sparrow). Bueno, y otra señaló que el lunar de mi mejilla derecha parecía un grano asqueroso… Dos versiones bien distintas de lo brutalmente sinceras que pueden ser estas pequeñas y letales criaturas.
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