Al igual que otros compañeros de generación como Martin
Scorsese o Francis Ford Coppola, Steven Spielberg es una leyenda del Séptimo
Arte. Independientemente de que algunas de sus películas puedan aburrirme o causarme
cierto bochorno, el padre de “E.T.” me parece uno de los narradores más
talentosos, técnicamente hablando, en toda la historia del medio. A este
respecto, “Lincoln” no es más que la última y sobresaliente manifestación de
ese innegable talento: la obra de un titán del cine que ya lo ha logrado
prácticamente todo a lo largo de su exitosa carrera, y que ha sublimado su
caligrafía audiovisual hasta abrazar la perfección.
Apoyado en la música de su compositor de confianza John
Williams y en el glorioso trabajo de fotografía de Janusz Kaminski (colaborador
habitual del director desde los tiempos de “La lista de Schindler”), Spielberg
traiciona las expectativas más obvias y rechaza convertir “Lincoln” en un
biopic al uso. En realidad la cinta se desarrolla íntegramente en los últimos meses
de la Guerra Civil, en los que el decimosexto presidente de EE.UU. impulsó una
enmienda constitucional contra la esclavitud con todos los medios a su alcance
(medios ilegítimos, incluso, si atendemos a lo que nos cuenta la película).
El propio Spielberg definió esta “Lincoln” como su
película más europea, expresión que
un servidor interpreta como un intento de enunciar la sobriedad, contención y ¿rigor?
con que ha abordado el material histórico que inspira el film. Apenas veremos
una breve escena bélica, ajena a cualquier épica, en los primeros compases de
la cinta. El resto de la Guerra Civil transcurrirá fuera de campo, muy lejos de
los despachos de Washington donde se decidirá el resultado de esa 13ª enmienda
que obsesiona al Jordi Pujol estadounidense (no lo digo yo, lo dice el Google translator). “Lincoln” es una película de espacios interiores; de densas charlas de
gabinete, airados debates en el Congreso y fantasmagóricas luces proyectadas a través de los ventanales
de la Casa Blanca sobre el rostro estriado de un Daniel Day Lewis más allá de
la caracterización o la interpretación. Day Lewis no actúa: como Darkseid en el “Cuarto Mundo” de Kirby, simplemente es.
Todo el extenso reparto de “Lincoln” está
deslumbrante, aunque sus intervenciones resulten tan anecdóticas como la de
mi admirado Joseph Gordon-Levitt, cuya trama se pierde (y jamás se
recupera) en medio de una desequilibrada coralidad que termina asfixiada por el
crono y eclipsada por la prodigiosa composición del zapatero de Florencia. Sally Field, James
Spader, John Hawkes, Jackie Earle Haley, Jared Harris… la confluencia de
grandes intérpretes es casi sofocante, y no todos gozan del tiempo en pantalla
que su categoría actoral merece. Mención especial para un Tommy Lee Jones cuyo
personaje podría haber sido el contrapeso ideal para el maquiavelismo noble (pero maquiavelismo al fin y al cabo) de Abraham
Lincoln, pero que se conforma con protagonizar el minuto de oro del film y poco
más.
Es ahí donde reside, para mí, la flaqueza del Spielberg
reciente. No ya en sus tics y filias habituales (enfrentamientos
paterno-filiales, exaltación de la familia, elogio de la infancia), sino en su
incapacidad para el arrebato y la locura con que otros realizadores menos talentosos
sí han sido bendecidos (lo cual los hace más disfrutables, que a la
larga es de lo que va todo esto). Debajo de su indiscutible perfección
clasicista, las últimas películas de Spielberg me resultan predecibles y
blandas, la corrección política hecha celuloide, y me tengo que conformar con
un minuto de oro, un pasaje realmente inspirado, que compense el esfuerzo de
permanecer atento a la pantalla durante dos largas horas y media. Ocurría con la estupenda escena de la alambrada en “Caballo
de batalla”, una cinta casi tan eterna como empalagosa, y ocurre nuevamente en “Lincoln”, película infinitamente
superior, con la última intervención del congresista republicano
Thaddeus Stevens. Son ráfagas de gran cine donde el talento narrativo comulga al fin con la lírica más elevada.
El resto es fría perfección artesanal y una amenaza
insalvable para cualquier competidor en las categorías técnicas e
interpretativas de los próximos Oscars de Hollywood. Lo cual, por supuesto, es
bastante más de lo que la mayoría de directores son capaces de ofrecer hoy en
día. Mi ex-profesor incluido.
12 comentarios:
Después de verla con unos amigos nos dijimos: ¿es mala? Evidentemente, no. ¿Es aburrida? Muchísimo. ¿Y no es la esencia del cine entretener al que ha pagado la entrada?
Desde luego, "Lincoln" no es la película más divertida de Spielberg...
mmm. Divertida no es, vale. Pero aburrida tampoco me lo ha parecido. Correcta, más bien.
El minuto de oro no se lo daría a Tommy Lee Jones (o sí, no sé). Creo que la peli tiene algunos buenos momentos.
PD: Eso del goggle translator ha tenido gracia.
PD2: Los enfrentamientos paterno-filiales son Spielberg, después de todo... Por cierto, a mí me parece estupendo el descubrir la muerte de Lincoln en la representación teatral del hijo pequeño (no he avisado del spoiler porque todo el mundo sabrá que Lincoln muere, ¿no?)... Ese agarrarse del niño a las barras de madera y su llanto. Ese es el segundo de oro, para mí.
En fin.. lo dejo, creo que le voy a dedicar entrada en Safari...pero no a la peli exactamente.
Un saludo.
La primera hora, sobre todo, es algo farragosa. Luego la cosa mejora (a nivel entretenimiento, quiero decir) y se ve bastante bien, pero tampoco me llega a cautivar, más allá de lo bien que está todo el reparto y la increíble fotografía de Kaminski. A mí lo del niño me ha parecido TAN Spielberg que me ha sacado un poco de la peli... En cambio la última escena de Tommy Lee Jones sí me ha emocionado; me ha llegado de verdad. ¿Has probado lo de Google Translator? Yo sí, y es totalmente verídico. Me apuesto la merienda a que en Safari vas a mencionar a John Ford y al joven Lincoln.
JAJAJA... Te debo una merienda...
Es que era una apuesta fácil, jajaja. Pero me encargaré de recordártelo la próxima vez que vengas por Santiago... o, en su defecto, cuando me anime yo a conocer tu tierra ;)
Jero, yo me fío de la gente. He ido a comprobarlo. O me has tomado el pelo, o la "broma" que alguien hizo en google translator ha sido debidamente corregida y eso ya no ocurre.
Sí. Lo de mencionar El joven Lincoln reconozco que era de lógica en mi blog. No he empezado ni a escribir la entrada, pero ya sabía que eso tenía que aparecer (jaja)
A ver si es verdad y te acercas por aquí. Merienda, desayuno, cena o comida... lo que prefieras...cama, no... bueno, si quieres dormir en el sofá... puedes estar unos cuantos días sin problemas (también podríamos pedir una cama pleglabe) ;-)
Joer, pues es verdad que lo han cambiado en Google translator. El día que yo vi la gracia ésta en facebook (un par de días antes de escribir la reseña) sí funcionaba perfectamente. Debe ser que la cosa se ha popularizado en las redes sociales y los de Google han tenido que cambiarlo. Por ahora no tengo planes turísticos (ni por tu tierra ni por ningún otro lado), pero si algún día me animo no dudes que te escribiré para quedar... y si puedo, devolverte el favor de la otra vez ;) Hasta entonces, gracias por la invitación :)
No tienes que devolverme nada. Y no hay de qué por la invitación. Te dejo...voy a ver si escribo algo para el Safari
Un gran personaje, en su faceta política y personal, pero demasiado charleta, en esta versión, un vara, sermoneador, y a ratos incluso un tanto lunático. Y todo en esa manera tan Spielberg, de resaltar emociones de forma descarada a través de la música, de abrazos del 'todosjuntosporfin', tan impositivo en sus sentimientos... Pero un personaje como Lincoln no puede producir una mala película y de estas tampoco Spielberg sabe hacerlas. Un saludo!
Quizá es por las elevadas espectativas que tenía, pero Lincoln me deja un poco fría.
Las interpretaciones superan con mucho en calidad a la propia película. Y no es que Lincoln sea una película mala, en absoluto. Quizá es que, junto con lo mejor, deja asomar los tics que mas me irritan de Steven Spielberg.
Por partes:
Lo malo: La primera hora se hace farragosa. Demasiado texto, demasiados personajes que, más que explicar, aturden por la sobreabundancia de datos que nos podíamos haber ahorrado y seguir entendiendo la complicación de solventar la entelequia: conseguir los suficientes votos para aprobar la enmienda/finiquitar inmediatamente la guerra.
Lo bueno: el cuidado y rigor de texto y ambientación. El protagonismo a los interiores: lo que ocurre en las salas, en los gabinetes, en las habitaciones privadas, en la cabeza del presidente... El lenguaje cuidado y exquisito.
Lo peor: esa manía que tiene Spielberg de edulcorar, la manipulación emocional buscando la lágrima fácil –POSIBLE SPOILER– (qué buen final hubiera sido si corta cuando Lincoln arroja los guantes a la mesita y nos ahorra la cámara girando al mayordomo, y el discurso final) –FIN DEL CASI-SPOILER–
Lo mejor: El reparto en su conjunto pero, sobre todo, un enorme Daniel Day-Lewis que aporta una enorme humanidad al personaje y que, en definitiva, es el que me mete en la historia. (Para mí que este actor es de otro planeta).
manipulador de alimentos: a mí me ha gustado la versión del personaje propuesta por Spielberg, Kushner y Day Lewis. Creo que es un Lincoln humano y bastante creíble.
Merche: estoy de acuerdo en todo lo que dices. Yo también me quedé con la impresión de que todo el epílogo es innecesario, más aún si tenemos en cuenta que Spielberg presenta todo el asunto fuera de plano, dando por sentado que ya conocemos la historia real. Entonces, ¿para qué mostrarlo? Creo que bastaba con la mención al teatro y el plano del presidente abandonando la Casa Blanca. Pero bueno, es Spielberg, el tipo que le restó una décima a la magistral "La lista de Schindler" con un epílogo que tampoco era necesario...
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