Ya sabéis de qué va esto, ¿verdad? Empieza un nuevo año,
se hace balance del viejo y se enumeran alegremente esas obras que más han
gustado por estos lares. El asunto no tiene demasiado misterio. Pero antes,
como ya es habitual, quiero hacer las aclaraciones de rigor para evitar
suspicacias. A saber:
a) Que favoritos
no significa mejores. Si queréis
conocer lo mejor del 2012 podéis echar
un vistazo en alguna otra web aún menos humilde que ésta (que las hay, lo
prometo).
b) Que mi criterio, con sus irracionales filias y
fobias, es personal e intransferible. Así que no esperéis metal extremo o cine kazajo por
estos lares.
c) Que no he escuchado/visto/leído ni la cuarta parte
de títulos que me habría gustado, y que (lógicamente) sólo he podido pescar en
el barril de lo conocido: a saber cuántas obras que merecerían una efusiva
mención en este ranking habrán volado por debajo de mi radar. Con suerte, las
iré descubriendo en las próximas semanas o meses (e incluso años). Por
consiguiente, estas listas adolecen de una caducidad inminente, quedando potencialmente
invalidadas desde el mismo momento de su publicación.
Dicho esto, que es también aplicable a próximos
listados sobre cine y tebeos, me gustaría añadir que, en el caso concreto de la
música, 2012 ha sido para mí un año bastante flojo, marcado por la decepción y (lo
reconozco) por un cierto desinterés en la actualidad. He estado bastante
despistado en lo que respecta a nuevos lanzamientos y he dedicado la mayor
parte de mis minutos musicales a
empaparme de algunos clásicos básicos
de los 60 y los 70, cubriendo una ínfima parte de mis profundas lagunas en la
materia. Por otro lado, varios de los discos de 2012 a los que más ganas tenía de
antemano han resultado menos estimulantes de lo esperado (lo último de Mumford
& Sons, The Gaslight Anthem, Bruce Springsteen, Fanfarlo, Rufus Wainwright)
o directamente un fiasco (Love of Lesbian, The XX, Foxy Shazam o -¡ay!- Muse).
Aclarado todo lo anterior, ahí va mi particular top
10 de discos publicados entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del año 2012 (podéis escucharlos en Spotify pinchando en su respectiva imagen):
10 – The Killers – Battle Born
El
guilty pleasure sublimado. Un disco que es todo lo que uno podría esperar a estas
alturas de The Killers: una colección de baladas
románticas para bailar apretaditos y medios
tiempos ampulosos que terminan
infinitamente mejor que como empiezan, todo ello sazonado con guitarras y
teclados de inconfundible aroma ochentero, ligeros arreglos electrónicos, "coros al estilo Queen" (alguien debería registrar esta frase
y hacerse de oro cobrando derechos) y toneladas de épica. Y en medio, cuatro
cortes arrolladores: “Flesh and bone”, “Runaways”, “The Rising Tide” y el
titular; definiciones perfectas del
término “grower” que quedarán de pinga junto a “Somebody told me”, “For reasons
unknown” y “Spaceman” en el futurible greatest
hits.
9
– Cloud Nothings – Attack on Memory
Soberbio y descompensado, el tercer LP de Cloud
Nothings es una patada de punk-rock directa a la entrepierna; un agresivo
recorrido por la herencia de Kurt Cobain, los Pixies o Green Day que se abre
con dos de las canciones más rotundas de 2012: “No future/no past” y la
descomunal y progresiva “Wasted days”. El resto no está a la (desorbitada)
altura, es cierto, pero aún así continúa siendo una demostración innegable de
que el cuarteto de Cleveland ha dado un paso de gigante que lo sitúa por fin en
la primera división musical.
8
– John Talabot – ƒin
“ƒin” es uno de esos álbumes que atrapan desde la primera
escucha. El ambiente selvático de “Depak Ine”,
primer corte del disco, es una rítmica invitación imposible de rechazar, a la
que sigue un pepinazo como “Destiny”:
pegadiza, hipnótica y elegante, se trata de una canción prácticamente perfecta.
Lo que viene detrás no es para menos. Desde temas atmosféricos como “El Oeste” (con ecos del gran Philip
Glass) u “Oro y sangre” (otro instrumental mesmerizante)
hasta ritmos más festivos como “Journeys” (junto al cantante de Delorean) o la retro/ochentera “When the past was present”,
“ƒin” ofrece un lienzo de evocaciones y sentimientos pintado con beats y
sintetizadores. Enemigos de la electrónica, aquí
tenéis vuestra epifanía.
7 – Passenger – All the Little Lights
Mike Rosenberg es un cantautor folk de los de toda
la vida. De esos que escriben canciones pegadizas con letras certeras, las acompañan de
una instrumentación elegante y
las cantan con voz dulce y personal. De los que no inventan nada ni lo necesitan,
porque su honestidad, ternura y sentido del humor consiguen revalidar una
fórmula que lleva décadas funcionando y que, discos como “All the Little
Lights” mediante, parece que seguirá haciéndolo durante quién sabe cuántos años
más.
6
– Jack White – Blunderbuss
Teniendo
en cuenta que su debut en solitario sería analizado con lupa por crítica y
público, White ha recopilado 40 minutos de carne magra musical en los que no se
percibe atisbo de traspiés o relleno. Lejos de diluir el entusiasmo que miles
de melómanos profesan hacia el ex-White Stripe, “Blunderbuss” supone un
ilusionante punto y aparte en su trayectoria musical. Quizás el mejor disco, en
el global, que este hijo bastardo y yanki de Robert Plant y Jimmy
Page haya firmado hasta la fecha.
5
– Sigur Rós – Valtari
Puestos a definir las
emociones que “Valtari” genera en el telencéfalo del abajo firmante, lo más
parecido a una descripción razonable (por abstracta que pueda parecer) sería
decir que el último trabajo de Sigur Rós reproduce el sonido etéreo de los
cuerpos celestes al desplazarse por el vacío cósmico, el sueño REM de un
bebé no nato reposando en el interior del útero materno o el arco
eléctrico de una sinapsis en el cerebro de Stendhal durante su visita a la
ciudad de Florencia en 1817. Afirmaba el escritor francés que "ir
sin amor por la vida es como ir al combate sin música". En ese caso,
“Valtari” es el arrullo que nos otorga valor y fuerzas para acudir cada mañana
a nuestra interminable batalla contra la insoportable levedad del ser.
4
– The Mars Volta – Noctourniquet
Como en cada álbum anterior,
Rodríguez-López y Bixler-Zavala intentan en “Noctourniquet” explorar nuevos
registros y experimentar con elementos inéditos en su discografía. Si hay una
palabra que desde siempre ha definido el trabajo de esta pareja de músicos, ésa
es “inquietud”. Más
próximo a la calma psicodélica de “Octahedron” que a la furiosa e inaccesible excentricidad de “The
Bedlam in Goliath”, “Noctourniquet” se
presenta como un álbum en el que resulta complicado penetrar, pero del que una
vez dentro es imposible salir. Una nueva muestra de locura y genialidad firmada
por dos de los músicos más impredecibles e inclasificables del actual panorama
rock.
3
- Alt-J - An Awesome Wave
“An awesome wave”
bascula entre lo minimalista y lo barroco sin que uno acuse abrupción o
desenmascare del todo el pastiche. Es un disco extraño dentro de sus
convencionalismos, que fluye ajeno a ideas preconcebidas pero que no requiere
de esforzadas segundas y terceras escuchas para plantear el meollo de su
cuestión; un trabajo que parece rematadamente difícil de hacer, pero también sorprendentemente
fácil de disfrutar. Tan inexplicable pero rotundo como el hecho matemático de
que todos los ángulos de un triángulo sumen siempre 180 grados, sin importar lo
agudos u obtusos que se pongan.
2 – Graveyard – Lights Out
“Lights Out” es la tortilla de patatas rockera
del 2012: ese disco cuya receta todo el mundo conoce (riffs salvajemente
tuberculosos, ritmos al huevo que tensan los nervios, el deje aromático a
cebolla de una línea de bajo contundente y el punto perfecto de sal que aporta
un trabajo vocal sublime) pero que sólo unas pocas bandas saben preparar.
Dentro de una tradición culinaria que poco tiene que ver con la modernidad
deconstruida de El Bulli (sustitúyase el símil por el grupo modernete que cada uno prefiera) y mucho
con referentes inmortales como Black Sabbath y Led Zepelin, Graveyard se llevan
el premio a la abuela cocinera del año: “Lights Out” es su tortilla cinco
estrellas.
1 – Titus Andronicus – Local Business
Los artífices del
enorme “The Monitor” han regresado este año con “Local Business” y no sólo lo han
hecho sin perder un ápice de energía y frescura, sino que han logrado afianzar
el éxito de su anterior propuesta con un trabajo a la misma (aparentemente
inalcanzable) altura, aunque situado en unas coordenadas ligeramente distintas.
Un álbum compacto, redondo, que se disfruta mejor de principio a fin en
riguroso orden de reproducción. 50 minutos de punk-rock cáustico y nihilista emparentado con The Clash por el lado materno y con Bruce Springsteen por el paterno. Sin ningún género de dudas, mi disco favorito
del año.
2 comentarios:
Yo este 2012 tampoco he escuchado mucha música, la verdad, y discos que me hayan dejado totalmente satisfecho, pues poquitos. De tu lista solo he oído dos, los de Titus Andronicus y Jack White, que si me han molado, y mucho. Seguro que están en mi lista (si algún lustro me decido a hacerla).
En el capitulo de las decepciones, y gordas, sin duda, Muse: quien me lo iba a decir!!!
Saludos camarada!!! Y feliz 2013!!!
Como ves, la lista es un variado de cosas de lo más diverso, pero yo creo que el disco de Graveyard te puede molar bastante (rock-blues con arranques durillos, una producción actual y un vozarrón de cagarse). Los demás... no sé, no me atrevo a decir nada, jajaja.
A ver si te animas a publicar tu propia lista. Como siempre, seguro que descubro algo nuevo que había volado por debajo del radar ;)
¡Y feliz 2013 a ti y a los tuyos, camarada!
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