martes, agosto 14, 2012

Danzad, danzad, malditos

Tratar a estas alturas de descubrirle a alguien la existencia de “Canción de hielo y fuego”, la saga que arranca con la novela “Juego de tronos”, viene a ser como hablar con intención de novedad de otras referencias literarias como “Harry Potter”, “Millenium” o “Crepúsculo”. Cuando un título se convierte en un fenómeno editorial y traspasa las fronteras habituales del género (fantástico, en el caso que nos ocupa); cuando su adaptación cinematográfica o televisiva alcanza el éxito masivo y convierte a sus protagonistas en referentes culturales e impredecibles sex symbols; cuando una de cada dos portadas que te encuentras en tu trayecto diario por el metro de Madrid está ilustrada por Enrique Corominas... ése es el momento en el que eres consciente de que un producto a priori tan minoritario se ha convertido en un éxito muy por encima de sus expectativas iniciales.

Portada para la primera edición en inglés de "Danza de dragones".

Hablar bien de George R.R. Martin y su “Canción de hielo y fuego” ya no es ni original ni divertido. Ni siquiera es cool, ahora que incluso mi señora madre está devorando compulsivamente “Tormenta de espadas”, tercera entrega de la colección (¡quién me hubiera dicho que llegaría un día en que mi vieja leería fantasía heroica!). Y no digo que mi madre no sea cool, maldita sea, que cuando quiere puede serlo tanto como el/la que más. Lo que pasa es que el éxito masivo mueve al prejuicio, el prejuicio al elitismo y el elitismo al desprecio injustificado. Más aún en el medio literario, en el que el colmo de la sofisticación es haber leído con regocijo a autores con fama de indigestos como James Joyce, Marcel Proust o Jean-Paul Sartre (confieso que a los dos primeros aún no he tenido la fortuna o la desgracia de abordarlos, pero “La náusea” del tercero es uno de los libros más plomizos que he leído en los últimos meses). Ergo, los parabienes a “Juego de tronos” y sus derivados resuenan entre la supuesta intelligentsia como el griterío del vulgo cuando la selección española de fútbol gana una vez más la Eurocopa (la malvada Eurocopa, ya sabéis: esa cortina de humo orquestada por la clase política para tenernos babeando ante el televisor con los Iniestas y los Ronaldos mientras la sociedad occidental se colapsa y saluda al Armagedón).

Un montaje de mierda. Pero, como diría Manuel Manquiña, "el concepto es el concepto".

Tolkien ha muerto. Larga vida a George Martin”, reza (citando al “New York Times”) la contraportada de “Danza de dragones”, quinto título de una saga que vio la luz en EE.UU. en 1996 y que la editorial Gigamesh lleva publicando en España desde el año 2002. El nuevo libro aterrizó en las librerías de nuestro país el pasado 22 de junio en una edición en cartoné de más de 1.000 páginas, a la que tres semanas después siguió una versión en dos volúmenes de tapa blanda bastante más cómoda y manejable (además de ir a juego con el resto de entregas de la saga que obran en mi poder).

Portada para la edición española en tapas duras de "Danza de dragones".

Tras el capítulo de la decepción, aquel “Festín de cuervos” en el que la mayoría de los personajes más queridos por el público desaparecían temporalmente del relato para que los secundarios cargasen con el peso de las decenas de tramas interconectadas, “Danza de dragones” recupera a los protagonistas principales de la saga, condicionados tras el continuará múltiple de “Tormenta de espadas” a un cambio radical en el status quo que los lleva por derroteros inéditos hasta la fecha. Pese a que para el lector han transcurrido (en los casos más extremos) hasta 11 años entre las últimas páginas protagonizadas por el reparto principal de “Canción de hielo y fuego” y esta continuación de sus aventuras, en el universo de Poniente apenas han pasado unos días. De hecho, la mayor parte de “Danza de dragones” transcurre en paralelo a los acontecimientos narrados en “Festín de cuervos”, y es común encontrarnos en el último libro con algunos acontecimientos a los que se hacía referencia en el anterior, contemplados desde un nuevo punto de vista.

Portada para la edición española en tapas blandas (y en dos tomos) de "Danza de dragones".

Del reencuentro con viejos conocidos, algunos ya muy queridos tras varios miles de páginas a nuestras espaldas, surge inmediatamente aquella complicidad con la que “Juego de tronos” nos ganó a muchos desde el primer acercamiento. Cada nueva revelación vuelve a sorprendernos como antaño y cada muerte inesperada nos golpea con la contundencia que la saga ha convertido en santo y seña de su personalidad imprevisible. El estilo de Martin continúa desgranando con agilidad los sentimientos y tribulaciones de sus caracteres, y retratando con esmero los blasones, banquetes, ropajes y escenarios de su universo de ficción. La psicología de los personajes está labrada a sangre y fuego, los diálogos y soliloquios interiores resuenan con cinematográfica rotundidad (Martin se curtió durante años como guionista para la pequeña pantalla) y los capítulos se digieren compulsivamente en un frenético ejercicio de lectura drogodependiente que siempre le deja a uno con síndrome de abstinencia.

El padre de las criaturas.

Tal vez Martin no sea un gran escritor (en el sentido atemporal en que pueden serlo Gabriel García Márquez o Julio Cortázar), pero es sin duda uno tremendamente habilidoso, capaz de conjugar la épica mitológica y el más intrincado de los culebrones medievales en un pastiche perfecto que jamás ganará el premio Goncourt, pero que tampoco lo pretende (ni falta que hace).

No todo son enhorabuenas, pues la edición en tapa blanda de Gigamesh adolece de ciertos errores fruto de las prisas (mapas pixelados, sorprendentes erratas tipográficas) que no deberían producirse en una obra que se vende al considerable precio de 38 €. Por otro lado, "Danza de dragones" está inevitablemente perjudicado por su condición de entrega intermedia, en la que no existe ningún atisbo de resolución dramática y en la que el coitus interruptus del final no puede compararse, ni en relevancia ni en espectacularidad, con los cliffhangers de los tres primeros títulos de la saga. Además, una de las sensaciones que se desprende de las dos últimas entregas de “Canción de hielo y fuego” es que su responsable está dilatando el desarrollo de los acontecimientos de un modo cada vez más acusado, a la manera de esos mangas en los que, tras la publicación de 5, 10 ó 15 tomos tankōbon, uno todavía se pregunta cómo han podido pasar tan pocas cosas en tantísimas páginas. Como consecuencia, a los personajes de la saga de los tronos cada vez les cuesta más llegar (literal y metafóricamente) al lugar que Martin les tiene reservado en la trama, y un servidor acaba sospechando que el escritor de Nueva Jersey podría perfectamente narrar con ellos otros 5 ó 6 volúmenes más si se lo propusiera y llegase a vivir para contarlo.

La prueba del éxito masivo: el otro día entramos en el hiper-china de al lado de mi casa a comprar unas palas de playa y el dependiente llevaba puesta esta camiseta. True story.

Ése es sin duda uno de los grandes temores que actualmente inquieta a los aficionados a la (teórica) heptalogía de los reyes de Poniente. Según ha comunicado en repetidas ocasiones su autor, a “Canción de hielo y fuego” aún le restan otros dos libros por ver la luz. El hiato entre “Festín de cuervos” y “Danza de dragones” se extendió durante seis larguísimos años (más o menos los mismos que tarda una estación en dar paso a la siguiente en el universo ficticio en que se encuadra su saga): ¿cuántos deberemos esperar entonces para tener en nuestras manos el ya deseado “Vientos de invierno”? ¿Y para disfrutar del séptimo y último libro aún sin título, estrofa final de esta kilométrica canción?

Como la propia Ygritte estaría encantada de recordarnos, no tenemos ni la más remota idea.

4 comentarios:

David GB dijo...

por partes: en su momento me leí el Ulises de Joyce y En Busca del Tiempo Perdido de Proust, de los tres que mencionas, precisamente los dos que te faltan. Era esa etapa de culturizarme, de leer clásicos para tener una base desde la que mesurar todo lo demás. Mi opinión es que te los puedes ahorrar, quizás Joyce pueda resultar interesante (que no entretenido) por sus innovaciones narrativas, pero lo de Proust es una auténtica tortura. Debe ser que carezco de sensibilidad.

Y una vez dado el dato repelente, paso a Martin, el cual puede llegar a ser tan atemporal como cualquier otro. Quizás no sea un escritor inspirado, es más bien un artesano habilidoso y astuto que conoce su oficio, pero hay muchas maneras de llegar a la gloria. Lamentablemente ahora lo guay es decir que Martin está sobrevalorado, me lo dicen los mismos que hace años me lo recomendaban fervientemente, lo que me hace torcer el gesto y guardar,e mis opiniones.

Aún tengo que leer Festín de Cuervos, pero he leído tantas veces que es lento e intrascendente que me da pereza cogerlo. Y es que estoy muy de acuerdo contigo en que lo peor de Martin es su tendencia a estirar el chicle, a meter paja en la historia de manera desmedida. Por eso creo que la serie está resultando tan bien, porque se queda en lo esencial (que es muy bueno) y obvia el excedente.

Emma dijo...

Es verdad, la serie se esta estirando mucho, pero me da la impresion de que esto esta ocurriendo de manera inconsciente.
Martin ha creado algo tan denso, con tantas formas de ver las cosas, que sus personajes ya tienen su propia vida y ahora le toca ordenarlos a todos e intentar meterlos en un libro.
algunos personajes nos interesan mas que otros, y es frustrante no tener noticias de ellos, pero aun asi, me lo he pasado pipa leyendo festin de cuervos. Ese tio sabe hacer so~nar
En cuanto a lo practico, 38euros es una barbaridad, y da la impresion de que Martin esta alargando la saga para ganar mas. Pero los que se estan llenando los bolsillos son las editoriales. En version original, pague 16euros por los 2 tomos del ultimo libro. Asi que Gigamesh se esta frotanto las manos...
En cuanto a la adaptacion TV, me encanta ver como otras personas imaginan a los personajes, los paisajes, y si, van a lo esencial. Pero lo que mas me gusta del libro es que justamente, no va a lo esencial, te mete en la piel de cada uno y en sus pensamientos, lo cual me parece una idea estupenda. Quien nunca ha querido saber lo que piensan los demas ? Conocer sus sentimientos mas profundos ?
Cool, o no cool, sobrevalorado o no, seguire devorando sus libros con igual entusiasmo :)

Jero Piñeiro dijo...

Me suena que lo de Proust y Joyce ya lo habíamos hablado, David. Yo tengo curiosidad por leerlos, porque me gusta descubrir de primera mano si las vacas sagradas dan leche agria o si las loas y alabanzas son efectivamente merecidas. En muchos casos he acabado rindiéndome a la evidencia y reconociendo la maestría de un autor con mucha solera, así que es inevitable que acabe prestándole atención a los literatos con buena prensa. Cuando lea "Ulysses" o "Por el camino de Swann" te comento la jugada ;)

Sobre Martin, tú lo has expresado mejor que yo: "es más bien un artesano habilidoso y astuto que conoce su oficio". Yo no creo que esté sobrevalorado, al menos no en lo que respecta a "Canción de hielo y fuego": estos libros tienen su fama bien ganada y no me extraña en absoluto que se hayan convertido en best-sellers. Pienso que un autor puede tener una obra en concreto que sea fabulosa y luego no pasar de cumplidor en las demás. Me vienen a la cabeza los casos de Neil Gaiman con "The Sandman" o Garth Ennis con "Predicador". Ambas son series que disfruté muchísimo en su momento, pero hoy en día ninguno de ambos escritores me parece especialmente relevante. Dadas las circunstancias, es probable que con Martin me suceda lo mismo: soy una auténtica groupie de su saga medieval, pero no tengo ningún interés en leer "Sueño del Fevre" o "Muerte de la luz", y estoy seguro de que eso se debe a que me interesan más los personajes y la historia de "Canción de hielo y fuego" que su prosa. Con mis escritores favoritos (Baricco, Borges, García Márquez) eso no me sucede: disfruto tanto leyéndolos que me da un poco igual el argumento que me planteen porque sé que su estilo y su imaginario personal son suficientes para mantenerme pegado a las páginas de sus libros.

A mí la serie de la HBO me parece una adaptación muy respetuosa y además me gusta como producto, independientemente de su fuente original. Creo que lo están haciendo muy bien a la hora de condensar tantos personajes, tramas y referencias sin perder el brío narrativo. Con todo, todavía no he terminado de ver la segunda temporada (voy por el capítulo 5 ó 6, ahora no lo recuerdo) porque con ella no siento esa premura que sí me despiertan otras series como "Boardwalk Empire", "Breaking bad" o "Mad men". Para mí la versión "oficial" de "Canción de hielo y fuego" es la de los libros: en ellos es donde me empapo de la mitología de Poniente y descubro con asombro cada nuevo giro de guión. La serie no es más que un eco agradable, lo suficientemente atractivo como para que me compense invertir mi tiempo en el disfrute de una historia que ya conozco.

Jero Piñeiro dijo...

¡Cuánto tiempo sin leerte por aquí, Emma! Precisamente te mandé la invitación de facebook porque sabía que esta entrada te interesaría, jajaja.

Es posible que a Martin se le esté yendo un poco de las manos la envergadura de la saga de forma inconsciente. Tiene tantos frentes abiertos y tantos personajes en danza que no puede ponerse a cerrar tramas sin ton ni son: debe madurarlas y llevarlas a sus últimas consecuencias, y para eso requiere tiempo. También es verdad que sus personajes no dejan de evolucionar, y algunos de estos procesos interiores requieren más extensión que otros para que las actitudes no parezcan forzadas o "fuera de personaje". Sospecho que los próximos libros tendrán que ser gordísimos para que el autor pueda cerrar todas los cabos sueltos en dos entregas más. Me imagino un séptimo libro de 1.600 ó 1.800 páginas perfectísimamente...

No sé cuánto le cuesta a Gigamesh publicar "Canción de hielo y fuego" en España. Está claro que no es una editorial que pueda competir en igualdad de condiciones con Planeta o Mondadori, así que entiendo que deben encarecer sus productos para poder mantener las licencias y dar trabajo a todo su equipo (traductores, editores, ilustradores, diseñadores, etc.) A mí personalmente no me duele pagar 38 € por "Danza de dragones" siempre que esté bien editado: las horas de evasión y disfrute que extraigo del libro lo compensan. Lo que pasa es que algunos de los fallos de esta edición en tapas blandas son injustificables (lo de los mapas pixelados no tiene nombre).

Yo también creo que una de las ventajas de los libros sobre la serie de tv es que la inmersión en la psique de los personajes es mucho más intensa. El hecho de que cada capítulo esté protagonizado por un personaje y manifieste su visión subjetiva de los acontecimientos hace que empaticemos con ellos profundamente, incluso en el caso de tipos a priori tan indeseables como Theon Greyjoy o Jaime Lannister. Esa fue, precisamente, la clave del éxito de "Lost", serie que se apropió de muchas de las ideas que Martin había puesto en práctica anteriormente en "Canción de hielo y fuego".

Y al igual que tú, yo seré de los que aguardarán con impaciencia la publicación de "Vientos de invierno" y se lanzarán frenéticamente a su lectura en cuanto aparezca en las tiendas. De hecho, dejé a medias el libro con el que estaba para cederle el protagonismo a "Danza de dragones", que me he leído en apenas un par de semanas. Ahora retomaré el anterior.