jueves, febrero 24, 2011

Aronofsky: abismos y obsesiones

“(...)
You have tried your best to please everyone
But it just isn't happening
No, it just isn't happening
And it's fucked up, fucked up
(...)”

Thom Yorke, “Black Swan”

...

Pareciera que Darren Aronofsky esté empeñado en hacer una y otra vez la misma película: la historia de una persona obsesionada (con un número, con una adicción, con vencer a la muerte o con su propia autodestrucción) que es derrotada por las circunstancias. Y ya.


Si uno busca una película que plantee un discurso intelectual, con Aronofsky lo lleva crudo. El realizador estadounidense (de ascendencia polaca) parece rehuir conscientemente los argumentos intrincados y apenas sí maneja cuatro o cinco personajes por film, sin arrojar al espectador más que un par de ideas en las que reincide constantemente. Su talento es casi exclusivamente audiovisual, de ahí que sus detractores lo acusen (no sin cierta razón) de estético y efectista. Pero a mí me vuelve loco. En más de un sentido.


Sucede con Aronofsky que, de un modo algo infantil, lo considero un director como de la familia. He visto todas sus películas por orden (“Pi”, “Réquiem por un sueño”, “La fuente de la vida”, “El luchador” y ahora “Cisne negro”), lo he ido siguiendo a cada nuevo paso que daba (incluso en su breve escarceo con el comic) y, como en el caso de David Fincher o Christopher Nolan (otros a los que siempre me he mantenido atento), me he alegrado con la consecución de sus logros y el reconocimiento de su estatus de autor (que es algo imprescindible si se quieren hacer películas personales y con cierto presupuesto en Hollywood).


Las películas de Aronofsky son enormes pedradas para los sentidos. Se trata de un cine sensorial, más experiencia que narración, que funciona únicamente por el cómo, no por el qué. Si no llega a ser por la celebérrima banda sonora de Clint Mansell, el montaje milimétrico y esos disparatados encuadres paranoicos (también por una magnífica Ellen Burstyn, cierto), “Réquiem por un sueño” habría pasado sin pena ni gloria por los expositores de los videoclubs (a la sombra de “Trainspotting”) y no se habría convertido en esa cinta de culto que aparece citada en la mitad de los perfiles de Blogspot y de los usuarios de Facebook. Lo mismo, más o menos, podría decirse de sus otros largometrajes. Incluido “Cisne negro”.


No se me malinterprete, por favor: “Cisne negro” me parece un peliculón. Quizás la mejor obra hasta la fecha de su realizador. El cual, por cierto, cada vez dirige mejor (esas brutales escenas de baile resueltas en un solo plano), cada vez tiene más claro el efecto psicológico que su cóctel de sonido e imágenes produce en la mente del espectador y cada vez se preocupa menos por la coherencia argumental. Claro que “Cisne negro” vuelve a ser, como la filmografía previa de Aronofsky, la germinación de una idea terriblemente simple (la presión a la que se ve sometida una bailarina que debe representar el doble papel protagonista del ballet “El lago de los cisnes” de Tchaikovsky) engalanada con un acabado formal que quita el aliento y unas interpretaciones sencillamente sublimes. Asumiendo que Natalie Portman, que carga con el mayor peso actoral del film, cosechará (merecidamente) todos los aplausos y ovaciones de crítica y público, me gustaría reivindicar también la labor en segundo plano de Vincent Cassel, Barbara Hershey, la recuperada Winona Ryder y una arrebatadoramente carnal Mila Kunis, todos ellos perfectos en sus roles de acompañamiento.


Como decía, “Cisne negro” no es una película complicada, aunque a veces pueda aparentarlo. Todo el meollo se reduce, a la postre, a la obsesión con la perfección de Nina Sayers, esa bailarina presionada por la rivalidad con sus compañeras de profesión, por una madre sobreprotectora que proyecta en ella los sueños que no alcanzó por sí misma y por un director escénico que la fuerza a escarbar en su lado oscuro para lograr interpretar con convicción al cisne negro que da título al film. Todo lo demás (el constante recurso a la dualidad en forma de colores y espejos, la metamorfosis alla Cronenberg, el rollito lésbico alla Lynch y los terrores irracionales alla Polanski) forman parte del cómo. Efectista, si se quiere, pero francamente efectivo. Porque un servidor (y me consta que no he sido el único) se asustó, se excitó y sufrió lo indecible de la mano de esta frágil y virginal Nina Sayers que, a la manera de una Carrie vestida con tutú y zapatillas de ballet, se asomó al abismo para entonar su canto del cisne y se lo trajo de vuelta consigo para devolvernos su espantosa mirada.


“Cisne negro” es una película aterradora como hacía tiempo que no veía una. No es especialmente intelectual ni emotiva, no te hará mejor persona ni te contagiará con ideas nuevas y originales. Pero probablemente te seduzca, te penetre por los ojos y los oídos y termine por enamorarte y volverte rematadamente loco.

En más de un sentido.

7 comentarios:

Noelia dijo...

Espectacular, aunque a mi parecer excesivo sobre lo excesivo obsesivo... (viva la redundancia) nunca mejor dicho...
Estoy impaciente por ver tu quiniela para los oscars, yo casi la tengo lista ;)

vinilosrayados dijo...

Estoy de acuerdo. Salí con una sensación extraña del cine...pero después, madurándola de camino a casa...creo que he llegado a esa misma conclusión.

Y la música...ay, la música...

marguis dijo...

Yo, francamente, pasé miedo, y la considero una película de terror, un PELICULON que te mete el miedo en el cuerpo, como si sufrieras en propias carnes la obsesión de Nina y su descenso al (propio) infierno.
Como tu he visto los films del director por orden, (como los de Fincher y Nolan), y se nota una evolución, siempre sobre el mismo tema, como muy bien apuntas, las obsesiones... y eso que no me apetecía para nada ver El luchador, pero mi hermano me convención y disfruté como una enana. Con este no me ha convencido nadie para ir, mas bien intenté arrastrar a todos mis amigos al cine.
Yo la veo como la puesta al día (mas paranoica, igualmente obsesiva) de Las zapatillas rojas, otro film dedicado al ballet, tendré que ir casa de mis padres, donde languidece mi gran colección de DVDs y revisarla...
Saludos.

tenenbaum dijo...

La he visto esta tarde-noche y subrayó prácticamente todo lo que dices. Me he dado cuenta de que de Aronofsky sólo he visto (de momento) "Réquiem por un Sueño", película que me dejó muy mal cuerpo, todo sea dicho. Aquí la Portman se llevará el Oscar con todas las de la ley (si no se lo lleva es para prenderle fuego al Kodak Theater). Además me han entrado unas ganas terribles de ir a ver el ballet de "El Lago de los Cisnes".

Jero Piñeiro dijo...

Noe: pues no pensaba hacer quiniela para los Oscar este año (estoy un poco quemado de los premios y cada vez me importan menos), pero ya que lo sacas a colación, buscaré cinco minutillos para hacer mi predicción (fallida, seguro). La peli es excesiva, sí, pero es que Aronofsky nunca ha sido un tipo "contenido"...

Srta. Imantada: su cripticismo me impide saber si finalmente le ha gustado, si le había gustado al salir pero no al llegar a casa o si ha sido a la inversa. Pero sí, la música es tremenda (un poquito de Mansell y un mucho de Tchaikovsky es lo que tiene, que no puede fallar...)

Marguis: yo también pasé miedo, algo que no me ocurría en el cine desde "Funny games U.S." (que para mí fue traumática). En casa sí, porque hace unas semanas vi "Al final de la escalera" y me cagué por la pata abajo, jajaja... No he visto "Las zapatillas rojas" pero en varias críticas que he leído la citan junto a Polanski como una de las principales influencias de "Cisne negro". Y una que sí conocía pero se me olvidó mentar en la reseña es "Perfect blue" de Satoshi Kon, a la que Aronofsky ya se refería (muy explícitamente) en una escena de "Réquiem por un sueño"...

Tenenbaum: "Réquiem..." es una peli dura, sí. Yo la vi hace bastante y no la he repetido porque me había dejado mal sabor de boca (no por su calidad, sino por el impacto psicológico). Tampoco recuerdo "Pi" demasiado bien, la vi hace muchos años. Pero te recomiendo encarecidamente que veas "La fuente de la vida" y "El luchador", dos películas muy diferentes y, sin embargo, puro Aronofsky las dos. La primera va más en la línea de "Cube" o "Donnie Darko" (ciencia-ficción inteligente de bajo presupuesto), y la segunda es un telefilm de cinco estrellas (que no suena bien, lo sé, pero ya verás cómo merece la pena...)

el convincente gon dijo...

Es cierto que el final es apabullante pero se le pueden poner varias pegas a la película:

1. Muchos tópicos (¿cuántas veces hemos visto esa escena en que las bailarinas "adaptan" las zapatillas nuevas?).

2. Cae en el mismo fallo de las películas que abusan de las alucinaciones: el espectador se desentiende un poco ("vale, y ahora en el siguiente plano me dirán que se lo ha imaginado").

3. Las escenas en las que la prota ensaya sin acierto el papel del cisne negro son demasiado repetitivas. De hecho, toda la parte central es pelín repetitiva.

4. Se habla del talento visual del director pero ¿no es un poco vulgarota la puesta en escena del "Lago de los Cisnes"? Esa especie de pirámide que sube la prota en la última escena es un poco de subasta del Un, dos, tres...

Eso sí. Hay planos de Natalie Portman flipantes (cuando aparece como cisne negro, cuando se maquilla en el camerino antes de la escena final).

Y también me hace gracia la solución del director para mostrar que la prota tiene una especie de orgasmo al convertirse en cisne negro (ese efecto "piel de gallina" de la fotografía, que se ve también en la escena de sexo).

Yo también me acordé de "Perfect Blue".

Jero Piñeiro dijo...

Gon: es verdad que no es una película redonda. De hecho, no creo que Aronofsky consiga hacer nunca una así, porque sus propuestas son siempre tan excesivas que es inevitable que algo patine. Respecto a todo lo que señalas, el punto 1 no me molesta en absoluto (de hecho tú lo ves como un tópico y a mí me parece casi un requisito, es parte del comportamiento perfeccionista de Nina y también un clásico del cine de bailarinas); en el punto 2 tienes toda la razón, el 3 yo creo que es algo consciente por parte de Aronofsky (la obsesión se materializa con ese recurso de la repetición: es una forma de transmitir la frustración de Nina al ver que, una y otra vez, las cosas no le salen), aunque ya digo en la reseña que Aronofsky suele en sus películas hacer mucho hincapié en apenas un par de ideas (aquí el juego blanco/negro y los espejos son recurrentes), y en el cuarto no puedo opinar: no entiendo de ballet y nunca he visto una representación de "El lago de los cisnes". Sí es verdad que la pirámide es un poco cutrilla, jeje, pero en el aspecto estrictamente cinematográfico (composición, uso del color y demás) creo que aquí Aronofsky está pletórico.

Y sí, lo de la piel de gallina mola bastante y es un recurso visual muy claro...