Aunque parezca mentira (teniendo en cuenta que ésta ha sido la segunda vez que los veo en directo en dos años), no soy un gran fan de Kiss. Musicalmente me parecen un grupo bastante anodino y repetitivo, de los de “estrofa-estribillo-estrofa-solo de guitarra-estrofa final” en todas sus canciones. Algunas, lo reconozco, me hacen gracia y consiguen que esboce una sonrisilla cómplice, pero en líneas generales no me parecen mejores que unos Bon Jovi o unos Scorpions, grupos que nunca escucho salvo que la situación (festiva) lo requiera.
Ahora bien: los conciertos de Kiss me vuelven loco. No porque artísticamente vayan a demostrar más que aquello que en las grabaciones de estudio se me queda tan corto y me da tanta pereza, sino porque su puesta en escena es tan excesiva, grandilocuente y espectacular que, siendo sinceros, lo estrictamente musical acaba resultando más complementario que definitorio.
Ahora se alzarán esas voces críticas que sostienen que eso es puro artificio, que un buen concierto no lo es por los juegos de luces y el confeti, sino por el alma de las composiciones y el virtuosismo de sus intérpretes. Y a continuación yo me sacaré de la manga una magnífica regla de tres: Kiss es a los conciertos lo que Jenna Jameson a las relaciones de pareja. No quieres casarte con Jenna. No quieres vivir con Jenna. No quieres que sea la madre de tus hijos y la verdad es que te da exactamente igual si le gusta “El principito” de Saint-Exupéry tanto como a ti. Pero caray, cómo la chupa.
Así que el pasado día 22 yo estuve allí, en el Palacio de Deportes de Madrid, disfrutando del circo pirotécnico y la indudable profesionalidad de estos incombustibles sexagenarios (al menos los miembros originales) que tocan entre llamaradas, fuegos artificiales y vomitonas de sangre, cables, tirolinas y arneses, megapantallas de vídeo y hasta exhibiciones armamentísticas con bazooka (como lo oís) y que durante dos horas y veinte pusieron Madrid a sus pies haciéndonos cantar y aplaudir al compás impuesto por la batuta de Paul Stanley, uno de los frontmen más carismáticos que servidor recuerda en su breve pero intensa historia de amor con la música en directo.
Releo la crónica de mi anterior experiencia con Kiss y descubro que no hago más que repetir mis impresiones con frases más o menos parecidas y exactamente la misma satisfacción final. Y, aunque a vosotros, lectores, esto pueda pareceros vago y poco original por mi parte, se deduce de todo ello que este segundo concierto de los rockeros de Detroit no sólo no me ha decepcionado en absoluto sino que ha venido a corroborar lo que descubrí hace dos veranos: los años pasan y Kiss sigue teniendo un directo de diez, incluso aunque sus nuevas canciones (las del álbum-excusa “Sonic Boom”) sean tan olvidables como el 90% del resto de su producción musical.
Qué más dará, digo yo.
Viva el espectáculo. Vivan la pornografía y la silicona. Viva Kiss.
6 comentarios:
Je,je,je, me ha molado la analogía con Jenna Jameson.
Una de mis asignaturas pendientes es no haber visto un concierto de Kiss. Aunque no soy gran seguidor del grupo, si que tienen muy buenos temas, y creo que es un espectáculo que debes ver al menos una vez en la vida. Algo así como AC/DC, aunque no seas un gran fan (yo si lo soy, y de que forma) creo que no puedes morirte sin haber visto a los australianos en directo.
Exacto. Yo no los escucho en el mp3 ni me pongo ninguno de sus discos en casa cuando me apetece oír buena música (creo que lo mejor que se puede tener de Kiss es un greatest hits para conocer sus temas históricos y poco más), pero sus conciertos son toda una experiencia. Si tienes la ocasión yo no lo dudaría, Charlie. Como bien dices, es una de esas cosas que hay que vivir antes de irse a criar malvas.
AC/DC es una de mis cuentas pendientes, y eso que no soy muy fan de los australianos. Pero tengo claro que en vivo tienen que ser la caña. Tu reseña había sido muy ilustrativas al respecto, jeje...
Totalmente de acuerdo crack!
Menudo WIN el comentario de Jenna Jameson xD
Jenna rules! ;)
No sabés mucho de música, no?.
Posiblemente no, Anónimo. Gran comentario el tuyo, por cierto: ampliamente razonado y cargado de información musical relevantísima, que te identifica inmediatamente como un erudito en la materia. Enhorabuena y bienvenido al Abismo.
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