Esta mañana me ocurrió algo curioso.
Sucedió justo después de salir del gimnasio, en el supermercado donde suelo comprar habitualmente (un Día minúsculo y con el espacio pésimamente distribuido donde hacer la compra con carrito se parece demasiado a una fase de Tetris). Servidor llevaba unos 23 ó 24 euros en la cartera pero sólo necesitaba un blíster de carne picada para hacerse unos spaggettis a la boloñesa (boloñesa triste, no de esa tan rica que hace poco alguien me enseñó a hacer). El resto del dinero pensaba gastármelo en alguna de las novedades comiqueras recién salidas de imprenta a cuento del Salón del Comic que estos días se está celebrando en Barcelona.
El caso es que estaba en la sección de carnes y embutidos cogiendo el último ingrediente de mi comida cuando me fijé en un tipo que estaba metiéndose paquetes de bacon debajo del jersey. Estaba claramente nervioso, vigilando que nadie se percatase de su hurto. Sus ropas estaban hechas una pena (por encima del jersey llevaba una de esas largas gabardinas de color gris indefinido), su piel estaba ennegrecida por el sol y su pelo hacía semanas (o tal vez meses) que no recibía un lavado. No podría decir con certeza qué edad tendría. Entre 30 y 50, quién sabe. Desgraciadamente, seguro que habréis visto a un millar de personas que encajan con esta descripción así que no hará falta que concrete mucho más.
El hombre, como decía, estaba robando bacon. Cinco o seis paquetes, como mínimo, y creo que también algo de jamón serrano.
Durante un segundo me pregunté qué debía hacer yo a continuación. Si es que debía hacer algo, claro. Luego cogí mi carne picada y me dirigí a la caja para pagar, largarme de allí y decidir si prefería comprarme el nuevo tomo de “The Umbrella Academy” o ese álbum tan prometedor titulado “Blast” que acaba de publicar Norma Editorial. Sé lo que estáis pensando, porque yo también lo pensé: soy un gilipollas. Con esa típica actitud occidental de mirar a otro lado cuando la desgracia ajena se presenta ante nuestras narices. Lo hacen nuestros gobiernos, lo hacen nuestros empresarios, lo hacemos todos constantemente. Ser egoístas. Pensar “eso no tiene nada que ver conmigo”.
Así que me sentí mal. Lo suficiente como para dar media vuelta y ponerle una mano en el hombro. Él se giró asustado, pensando tal vez que yo era uno de los vigilantes de seguridad. “No lo hagas”, le dije, “si quieres yo te compro algo.”
(Parece que os lo estoy contando para quedar bien, ¿verdad? Pues no. En serio. Recordad que hablar con él fue mi segunda opción. La primera pasaba por hacerme el sueco y de ahí a quince minutos estar tumbado en cama disfrutando de los estupendos dibujos de Gabriel Bá o Manu Larcenet. Además, luego comprenderéis que esta historia no tiene nada que ver conmigo. Con si hice o no lo correcto y bla bla bla. Últimamente no soy mucho de hacer lo correcto. Ojalá lo fuera más.)
Lo realmente importante es lo que viene a continuación.
Cuando el tipo comprendió que yo no iba a delatarlo, que sólo me estaba ofreciendo a pagarle algo de comida, me miró a los ojos muy serio y me dijo: “no”. Yo insistí: “te vas a meter en un problema, tío. ¿Estás seguro?”. Y de nuevo, con su acento procedente de cualquier punto de esa línea meridiana que va de Minsk a Skopje, me habló: “sí”. Resignado, lo dejé a su aire en la sección de carnes y embutidos y me dirigí nuevamente a la caja para pagar mi adquisición.
Mientras esperaba en la cola, antes de que llegase mi turno, lo vi salir corriendo del supermercado, con la comida cayéndosele por debajo del jersey y varios empleados del Día persiguiéndolo, agarrándole de la ropa, haciendo lo imposible para que no llegase a la salida del local. Allí lo intentó placar el tipo que pide limosna a cambio de mantenerte la puerta abierta cuando sales cargado de bolsas; un negro joven y fuerte que sonríe con más vitalidad y aprieta la mano con más firmeza que mucha gente supuestamente feliz y "respetable" que conozco. Al final, el ladrón consiguió huir dejando un reguero de envases de bacon Oscar Mayer calle arriba que fueron recogidos por un par de empleadas del súper. Éstas regresaban sonriendo satisfechas, supongo que porque el tipo se había ido con las manos vacías y en el mundo se había hecho justicia una vez más.
Pagué lo mío, le dejé unas monedas de la vuelta al tipo que aguanta la puerta y me dirigí a Generación X (la tienda de tebeos más cercana) pensando si el frustrado ladrón comería hoy o no. Y, sobre todo, por qué demonios no había aceptado mi oferta. Por qué había preferido hacer las cosas por las malas antes que dejar que un desconocido le ayudase.
Luego me compré el tomo de “The Umbrella Academy” y el número 1 de “La noche más oscura”. 19,95 euros, en total. Pero ya os hablaré de eso otro día.
7 comentarios:
No. Las empleadas sonreían porque la empresa las obliga a ser policías además de cajeras. Porque si el robo sube, les bajan el mísero sueldo que les pagan e incluso llegan a despedirlas. Y porque muchas veces de juegan literalmente la cara para evitar esos hurtos, y si son agredidas tienen que denunciar e ir a juicio porque, una vez más, la empresa las obliga. Porque su trabajo se parece más a la esclavitud de lo que los clientes perciben. La vida es bella para todo el mundo.
Ya me parece más que lo que haría(en cualquiera de sus personas verbales,quien sabe) cualquier otro en esa misma situación el hecho de reconsiderarlo como opción,aunque sea la segunda. Y esto no se trata de una palmadita en la espalda,que también, sino de que me has hecho pensar sobre las opciones, las nuestras, las de todos y cómo éstas condicionan lo que somos (o al revés,nunca lo he tenido claro del todo,esto es como lo del huevo y la gallina xD)
Por cierto,me hacen gracia a veces nuestras extrañas conexiones mentales,que se refieren esta vez al video de abajo...que ha digievolucionado al "me he perdido" cual taladro mental todo el dia. Y eso que ni me entusiasma(ba).
Og,vaya chapa.me callo!
Nemo: no, si ya sé las cajeras hicieron lo que están obligadas a hacer, que es impedir que nadie robe en el establecimiento. Contra ellas no sólo no tengo nada que decir (faltaría más, con lo puteadas que están las pobres), sino que me parece que le echan unos cojones que ni el caballo de Espartero (porque ver a una señora de metro y medio vestida de uniforme del Día intentando frenar a un sin techo de metro noventa se merece todos mis respetos). También radica ahí parte del sinsentido de todo el episodio: si el tipo roba, las cajeras van jodidas; si lo pillan, posiblemente acabe detenido (que ya sabemos que le tomarán declaración, le abrirán ficha y si el importe es menor a 400 euros hoy vuelve a dormir en la calle, pero aún así no creo que nadie se merezca ese mal trago por unas miserables lonchas de bacon); y si no lo pillan pero no consigue llevarse el botín (como es el caso) se queda sin comer. Vistas las opciones, lo que yo me pregunto es cómo puede ser que vivamos en una sociedad en la que, pase lo que pase, siempre hay alguien que tiene que pringar...
Srta. Imantada: pienso mucho últimamente en el tema de las opciones y las elecciones. De cómo las situaciones nos condicionan y cómo la forma de actuar que a uno le parece obvia para otro puede ser no sólo inapropiada, sino sencillamente irrealizable. Hay cosas que veo muy claras desde mi punto de vista pero que tal vez si me pusiera en el pellejo de otra persona sería incapaz de resolver. Lo que vale para unos no vale para otros. Ni siquiera lo que es intrínsecamente bueno y justo. O lo que yo creo que es intrínsecamente bueno y justo. Quizás el ladrón de bacon tenía motivos que a mí se me escapan para actuar como lo hizo. Lo que cada vez tengo más claro es que juzgar como acertada o equivocada una decisión de otra persona es un terreno peliagudo, porque quizás desde nuestra situación existan opciones que otra gente no tiene al alcance de su mano... Parece que divago, pero sé muy bien por qué digo lo que digo. Ojalá lo hubiera visto tan claro hace apenas unos días (supongo que soy como esos conductores que se dan cuenta de lo importante que es ponerse el cinturón de seguridad justodespués de haber tenido el accidente fatal...)
No sé si sé a qué se refiere con lo del vídeo. Quizás sea por algo que antes estaba y ahora ya no. He estado todo el día actualizando y desactualizando el blog, en medio de un cacao mental del que finalmente me he salido por la tangente. Porque hay cosas de las que es mejor no dejar constancia (por eso que le decía de los guiños y el mapa de pensamientos...) Sospecho por ese "me he perdido" que me está hablando del amigo Vegas. En otro momento, si eso, ya le cuento el por qué y el cómo de ese cuándo.
No, Jero, no estoy hablando de cumplir con su obligación. Estoy hablando de miedo, de semi-esclavitud y explotación. De unas condiciones de trabajo abusivas y de una empresa en la que eres un número, sí, pero no un número abstracto como todos citamos alguna vez. Eres el número de lo que cuesta tu despido.
Nemo: espero que no me hayas malinterpretado. No quería decir que las cajeras estén moralmente obligadas a impedir el robo, sino que la empresa las obliga a hacer esa clase de tareas que no deberían corresponderles en absoluto. Como decía más arriba, no pretendía que mis palabras resultasen ofensivas hacia las cajeras de supermercado. No puedo decir que conozca su situación de primera mano, pero sí puedo hacer el esfuerzo de imaginarme lo puteadas que deben estar por la empresa (y aún así puede que, como tú dices, me quede corto en mi imaginación). Pero vamos, que no era mi intención hablar mal de ellas...
Oh, tranquilo, no estoy defendiendo a las cajeras de supermercado en plan paladín de los débiles o algo así. Pero sí estoy escupiendo sobre un tipo de empresa.
Joder, me has hecho pensar y no es que yo no haya pensado eso mil veces en ese tipo de situaciones.... la verdad es que son muy pocas las veces que me decido por la segunda opción. Hace poco me pasó algo parecido con un mendigo, me ofrecí a comprarle un bocadillo pero no quiso así que en parte me sentí decepcionada a la vez que "bien" por no haberme marchado sin más...
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