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Buenas noches, :-) y buena suerte.
[Era una espinita que servidor tenía clavada desde el anterior concierto de Quique González pero, por suerte, el espectáculo de ayer en la sala Capitol de Santiago fue algo más rockero y tuvo un set list ligeramente distinto que me permitió disfrutar por fin en directo de este temazo, posiblemente mi favorito en toda su discografía (aunque reconozco que el cierre de la actuación con “Los conserjes de noche” fue vibrante, y que de un tiempo a esta parte también siento debilidad por “Nos invaden los rusos”). Además, descubrí que la cerveza sabe mejor con tequila (aunque ya había recibido buenas críticas gastronómicas al respecto), tuve una compañía cojonuda y una buena -ejem- perspectiva: ¿qué más se puede pedir en un concierto?]
“30 días de oscuridad”, adaptación del tebeo de Steve Niles y Ben Templesmith por parte de David Slade (director que dio que hablar con su precedente “Hard candy”), se salda con una hora y tres cuartos de gore bastante profuso, una puesta en escena resultona y un montón de defectos heredados de su versión en viñetas, la cual desvirtuaba un planteamiento muy interesante (un pueblo de Alaska donde durante 30 días no sale el sol es atacado por una manada de vampiros) con un desarrollo y una conclusión torpes y previsibles. Típica película para alquilar en el video-club (o conseguir de la manera más o menos legítima que uno prefiera) y pasar el rato una tarde lluviosa de domingo. Pero nada más.
“Sweeney Todd” venía precedida de unas críticas fabulosas (que la calificaban incluso como la mejor película de Tim Burton desde “Ed Wood”), por lo que servidor tenía muchas ganas de descubrir si el gótico por excelencia había vuelto al redil de la genialidad o nuevamente nos iba a dejar con esa sensación de vacío que ya se percibía en “Big Fish” y “Charlie y la fábrica de chocolate” (“La novia cadáver” es otra cosa, mariposa, y “El planeta de los simios” prefiero no mentarlo, no sea que me produzca urticaria).
Hay que reconocer, ante todo, que el diseño de producción es brillante, los actores están todos espléndidos (siento debilidad por Alan Rickman) y está claro que la violencia y la atmósfera de terror convierten a esta peli en “otra cosa” dentro de su género. Vamos, que “Sweeney Todd” lo tenía todo, sobre el papel, para ser un peliculón. No obstante, existen dos grandes “peros” que desvirtúan enormemente el resultado final.
El primero es la ausencia del elemento más importante en un buen musical: buenas canciones. Sé que esto es muy susceptible de opinión, pero en lo que a mí respecta, si uno sale de ver una peli de estas características siendo incapaz de recordar una sola melodía y sin ganas de hacerse con la banda sonora, algo falla. Por eso no me ha emocionado como sí lo hicieron “Moulin Rouge”, la magistral “Hedwig and the angry inch” (jamás me cansaré de recomendarla) o, mirando de nuevo a la filmografía del propio Burton, “Pesadilla antes de Navidad”.
Por otro lado, el ritmo de la película es farragoso y, salvo algunos momentos bastante amenos (el duelo entre barberos, por ejemplo), el resto del metraje se salda con una ligera sensación de sopor y la certeza de que si algo falla dentro del conjunto es la labor del propio Burton, demasiado preocupado por lograr la atmósfera y los acabados formales deseados como para vertebrar un discurso cinematográfico coherente y bien estructurado.
Una ligera decepción, por tanto.
Punto y mini-punto para el país del sol naciente.