Leo en la prensa que Bertrand Cantat, líder del grupo de rock francés Noir Desir, ha salido de prisión después de cumplir cuatro años de condena por el homicidio de su entonces pareja, la actriz Marie Trintignant. Cuatro años, se mire por donde se mire, son muy pocos para un tipo que mató de una paliza a su chica. Alegan los jueces que su comportamiento en prisión fue modélico, y que por ello rebajan la condena, que inicialmente era de ocho años.
La situación me resulta vergonzosa, pero lo que más me duele, lo que me divide, es lo mucho que me gusta la música de Cantat. Noir Desir fue mi grupo de cabecera durante la temporada que pasé en Francia. Estuve meses fascinado con su disco “En public 2005”, y no pasa más de una semana sin que me apetezca escuchar alguno de sus mejores temas, como “À ton étoile” o “Le vent nous porterá”.
La situación me resulta vergonzosa, pero lo que más me duele, lo que me divide, es lo mucho que me gusta la música de Cantat. Noir Desir fue mi grupo de cabecera durante la temporada que pasé en Francia. Estuve meses fascinado con su disco “En public 2005”, y no pasa más de una semana sin que me apetezca escuchar alguno de sus mejores temas, como “À ton étoile” o “Le vent nous porterá”.
Si mañana se anuncia que Noir Desir vuelve a los escenarios, ¿qué haré?
Mi sentido común me dice que es preciso separar al artista de la persona, que la moralidad de una canción, de un libro, de un cuadro, no está reñida con la (in)moralidad de su autor. Probablemente Mick Jagger no sea un santo; se decía que Freddy Mercury era un vicioso que “rompía cacas” a menores, Tailandia arriba, Tailandia abajo; Marlon Brando era un cabrón engreído y pasado de vueltas y Quentin Tarantino estuvo acusado de maltratar a su “ex”, Mira Sorvino.
Si Alan Moore fuese una mala persona, ¿cambiaría eso mi opinión sobre “Watchmen”?. Si resultase que Borges era un hijoputa rijoso, ¿dejaría “El Aleph” de ser uno de mis cuentos favoritos? El mundo está lleno a rebosar de malas personas que hacen buena música, buena literatura, buen cine, buenos comics…
Pero mi corazón me dice que si compro una entrada para un concierto y un billete de avión, alquilo un hostal, pago un taxi hasta el recinto, me compro una camiseta de la banda y me paso dos horas y media coreando las canciones que compuso este señor, codo con codo con él y con todos los demás que lo han “perdonado” porque admiran su música: ¿no estaré, yo también, celebrando la libertad de un asesino?
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